Historias de Paco Sanz ✍️
Lo de rezar no me iba, lo de meditar no me va. Me he movido por ensayo y error hasta hartarme. Lo de no interiorizar a mis maestros, no darme lecciones, también me ha costado siempre un huevo. Me encanta prestar atención a algo, y cuando la presto, más que prestarla la doy encantado.
Ahora que alzo la ceja ante cualquier esperanza, lo de hacer propósitos me ayuda a descansar. ¡Mañana seré un buen chico…! ¡Que sensación de paz, de calma, qué alegría…! Me quedo dormido inmediatamente mientras todas las cosas que dije, o hice y no hubiera debido hacer, desaparecen como por ensalmo.
Supongo que he convertido el hacer propósitos, el hacer planes, en mi forma de meditación preferente, la que mejor consigue librarme de mí, y con la que mi cuerpo aliviado concita un sueño reparador inmediatamente. Cuando se usa la palabra meditación se entiende generalmente que hay un meditador meditando. La verdadera meditación es un proceso inconsciente no un proceso consciente, y cuando no está el Yo, hay belleza, silencio, espacio… La verdadera quietud es quedarse dormido.
Pasar del Yo… Porque la verdad: das Ich is unrettbare, el Yo es insalvable… El Yo que durante la vida individual varía muchas veces, y que incluso puede fallar del todo o en parte en el sueño, en el éxtasis, en la meditación o en los momentos más dichosos, es un cuento chino.
Les regalé a mis nietos un diario cuando llegaron a la edad de la razón; no creo que hayan escrito nada en ellos. A mí, me ha servido el hacerlo para perder de vista el desastre que soy. Al menos escribiendo… En el hecho de escribir un diario hay una feliz compensación de una doble nulidad. El que no hace nada con su vida escribe que no hace nada, y he aquí sin embargo, algo realizado. Y el que se deja apartar con la escritura de las futilidades del día, vuelve a esas mismas futilidades para contarlas, denunciarlas o complacerse en ellas, y he aquí un día completo. Esta es la meditación del cero sobre sí mismo.
A medida que me he ido haciendo mayor la tiranía del Yo que recuerda, es tal, que el Yo que experimenta, no tiene apenas voz ni voto de cara a la elección ni a la experimentación de nuevos episodios. La ilusión cognitiva puede llegar al extremo tal de que un solo detalle, arruine el recuerdo de la experiencia entera. Lo que aprendemos del pasado es a maximizar las cualidades de nuestros futuros recuerdos, no necesariamente de nuestras futuras experiencias.
Mis viejos recuerdos y mis viejos papeles me van dejando atrás. Parece que he estado siempre procurando no olvidar; como si esta mañana, una vez más, tuviera que presentarme a un examen… «¿No deberías dejar a un lado tu memoria y disfrutar del momento aunque sea poco memorable…?» Mis padres, al envejecer iban perdiendo el recuerdo de la historia de su vida, pero mientras estuvieron vivos seguían siendo todavía sensibles al bienestar de escuchar la lluvia desde el porche, del estar al sol un día de primavera, o de la belleza de una flor.
El Yo es una ilusión benigna del usuario. Ese Yo ilusorio, ese complejo que algunos han llamado yoplejo, ese poderoso Yo continuo, provisto de consciencia y libre albedrío, podría resultar no ser más que un coñazo.
Historias de Paco Sanz ✍️
Muy sana reflexión
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Gracias por el comentario 🙏
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Buena reflexión. Gracias por compartir, Antonio.
Saludos.
Elvira
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Gracias también a tí por tus comentarios. 🙏
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Un gusto, Antonio.😊
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Me ha encantado esa reflexión. Un saludo.
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Paco Sanz es un genio escribiendo. Me alegro de que te haya gustado diherson.
Gracias por tu comentario 🙏
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