EL ZULO…

Publicado el 29 de marzo de 2017.

Al igual que tú lector, ya no recuerdo casi.

Pero en mi caso, se debe a que es demasiado el tiempo que estoy dentro de esta sentina apestosa y oscura, de tres metros por tres metros, justos… Mis sentidos están embotados unos, y exacerbados otros.

Embotados unos ya que, por ejemplo, tengo atrofiado el sentido del gusto debido a que no sé cuánto tiempo llevo comiendo lo mismo. Todos los días: un caldo asqueroso con cosas flotando, una manzana, dos vasos sin fregar con algo de agua o de leche y, curiosamente, un huevo… Siempre lo mismo.

Tampoco la vista me sirve casi para nada dado que, cual topo, la completa oscuridad ha acomodado mi vista a la ceguera total dentro de este sarcófago donde me encuentro. Tanto es así que, cuando mis raptores entran -no a limpiar, sino estrictamente a retirar mis excrecencias- al encender la rácana luz justo encima de mí, mis ojos se quiebran como cristal, impidiéndome ver dolorosa y momentáneamente.

Por otro lado, el sentido del tacto ha sido el que me ha permitido -al recorrerlo no sé cuántos cientos de veces- formarme una idea precisa del tipo de agujero vil donde me encuentro.

Estoy encerrado en el interior inmisericorde de un cubo hueco de hormigón, sin juntas ni fisuras; solo un minúsculo agujero de ventilación. Todo está completa y deliberadamente insonorizado y a oscuras. Este agujero es inexpugnable salvo que se consiga abrir -justo sobre mi cabeza- la blindada portezuela metálica, que sella el agujero circular de entrada, y que constituye la única forma de acceder a este inmundo cubículo; o de escapar de él.

Otro de mis sentidos que también se ha exacerbado es el oído… Dado el embargo sensorial al que estoy sometido, sorprendentemente, se me ha agudizado hasta alcanzar una sensibilidad asombrosa.

Puedo sentir hasta las minúsculas vibraciones, del ínfimo golpeteo de las patitas de las cucarachas, quienes constituyen mi única compañía y muchas veces mi distracción. Con frecuencia me entretengo contándolas, ubicándolas con precisión al escuchar el sutil tableteo de sus patitas alrededor mío.

También el sentido del olfato se me ha desarrollado con sutileza. Extrañamente, ya que -con ensañamiento- el cubo donde a diario cago, meo y con frecuencia vomito, a veces permanece conmigo durante días… He de reconocer que, con frecuencia, me entretengo también en diseccionar olfativamente esos pútridos olores que me rodean, los clasifico y, morbosamente, hasta intento definirlos cual experimentado y retorcido sumiller. Es algo así como un juego… un juego triste sí. Un juego macabro, quizá para mantener así una concentración que me impida ir perdiendo el juicio.

Estoy secuestrado, lo que ya no recuerdo es desde hace cuánto tiempo.

Ahí están, van a entrar. Los escucho apenas, y también creo que puedo casi olerlos pese a que todavía no han abierto la puerta; es chocante pensar que únicamente por el olor corporal podría identificar a cada uno de mis tres raptores, ya que siempre llevan en mi presencia un pasamontañas.

Al abrir la portezuela, de forma refleja, rápidamente se aparta con asco evidente una de esas caras con pasamontañas; el olor que asciende por el agujero es hediondo, insoportable… De repente, dejan caer una destartalada escalera; violenta y dolorosamente alguien me agarra con fuerza de los pelos, tirando de mí hacia arriba con la fuerza de sus dos brazos. Completamente cegado, y tras asomar por el agujero poco más que la cabeza, una tremenda ostia me está esperando, a la vez que unos gritos furibundos me confunden, hiriendo con su volumen y violencia mis oídos.

¡TXAKURRA, TXAKURRA…! En medio del ininteligible lenguaje que me aturde, apenas puedo distinguir las palabras «cagoendios» e «hijoputa»

Lo último que oigo es un tremendo estampido junto a mi cabeza; lo último que siento es una sensación de empujón a la vez que de vacío… Y un intenso calor en la parte izquierda de lo que queda de mi cabeza.

Ya no recuerdo nada mas…

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

9 comentarios en “EL ZULO…

  1. Escalofriante y magnífico relato, amigo Antonio, que nos recuerdan algunas de las barbaridades realizadas por el terrorismo de ETA, en una de las etapas más negras de nuestra reciente historia. Me ha gustado tu forma del relato, aunque me ha entristecido su recuerdo. Te felicito.

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  2. Hay que escribir magnificos articulos como este para que no se olvide la barbarie de otegui y sus amigos. Recomiendo YA no espero más (Ussia) y Proceso a las víctimas (Campmany)

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