Publicado el 22 de mayo de 2020.
Reventada estoy de toser tanto. Puto coronavirus. Una no sabe nunca de qué sería peor morirse. Por eso mismo no iría ahora a un hospital ni harta de vino peleón… ni público ni privado; deja deja. Nunca hizo falta un matasanos para irse al otro barrio. Y de verdad que prefiero morir asfixiada en mi casa, a perder la vida por ahí sola y con todas mis entradas corporales entubadas… Al igual que mi padre cuando le dijo a los médicos aquéllo:
– Han sido Ustedes muy amables pero comprenderán que prefiera morirme en mi casa ¿verdad…? Pues gracias.
Luego se dirigió a mí:
– ¡Nene, sácame del hospital éste, ya…! Aquella fue la única vez que ingresó en uno.
He decidido fiarme del criterio de mi sobrina la enfermera, y por ello sé desde hace mucho que ahora no se debe ir a urgencias a nada. Todavía no. Y si tengo la suerte de mi padre, el valor suficiente, y el apoyo de los míos, cuando me llegue el momento no querría ir nunca… Al menos ahora no; ni se me ocurre.
Llevo ya cuatro días tosiendo como una perra afónica, y cuarenta de encierro. Y al albur de esta situación desgobernada y opresiva. Y resulta que mi marido, todavía no puede comprar ni una puta mascarilla para protegerse de mí. Menos mal que al ducharnos mucho juntos y hacer el amor también mucho y sin precaución, se ve que él se ha inmunizado (y nóteseme la ironía…) Y no digamos nada del simple y barato test de detección del coronavirus que ambos necesitaríamos. Pacientes y galenos dejados de la mano de Dios; todos confinados y engañados.
Y ahora, aterrada, he de reconocerme con esta tos perra, seca, rasposa e hijadeputa. Tengo el pecho como un tambor en viernes santo y no hay manera, ésto va a más… De un carraspeo pegajoso de fumador, he pasado a una tos de lija, tosferínica e insistente; implacable, como también lo es mi necesidad de respirar.
Me ahogo poco a poco. Cada vez que intento respirar toso; y así, aspiro cada vez menos debido a que el agotamiento que crispa mis músculos torácicos va haciéndose cada vez más patente, y haciéndome cada vez más y más mella… Cada golpe de tos va doliéndome más aunque valiéndome de menos, porque ya no arranco nada con estas toses. Y se van agotando y encogiendo más mi resuello, la capacidad de mis pulmones, y aquéllo que los insuflaba… Y va faltándome el aire cada vez más. Me voy ahogando.
Logro poco a poco, y a fuerza de controlar respiración y pánico, conformarme con un hilillo de aire que trabajosamente consigo que entre y salga con cierta fluidez de mis pulmones. Si sólo hablara perdería el hilillo de ése aire vital. La drástica disminución de la cantidad de oxígeno que mis alveolos pueden procesar, ya sólo me da, para parpadear un poco, para poder pensar, y para mover algo las manos esforzándome con la intención, de poner un dedo sobre las teclas de cada una de las letras de esta carta.
Pero dicen que ésto del virus se carga sólo a los viejos… ¿Os parecen poco los viejos? ¿Poca pérdida…?
Si es así iros a la mierda.
…eeen fin.
Que no nos engañen.
Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras