Publicado el 15 de enero de 2020
Nos da la sensación de que ahí, al menos, somos alguien en la pantalla; de que tenemos eso que llamamos seguidores; y de que quién sabe si quizás también tenemos algún que otro amigo.

Algo tan bonito, como la idea de una red social en la que pudieras ver sólo lo que te saliera del capullo o de la seta, vienen a jodértela un puñado de inversores e ingenieros informáticos para lo que se llama monetizar la idea… Hacerla negocio vamos.
Espero haber respetado el lenguaje inclusivo éste de ahora.

No nos engañemos; ésto del feisbuc, tuiter, istagrán y tal, se ha convertido en algo así como una especie de vertederos de tiempo, de tiempo muerto… Un desperdicio de tiempo humano; tiempo embobado de pantalla en pantalla y por ello mandado casi por entero a la mierda. Un tiempo-basura, del que algunos se aprovechan escarbando en busca de nuestros datos.
¡Qué cosas los datos!

Qué te gusta; qué haces con tu tiempo; dónde vas y a qué hora vuelves; cuántas pulsaciones tienes en este momento; si se te pone o no dura. Y por supuesto tu dinero, todo… Recuerda que hoy tener metálico en el bolsillo es cosa solo de delincuentes. Hemos consentido ya no que nos lo controlen sino hasta que nos lo prohíban… La posesión libre de dineros en metálico legal, siempre ha sido uno de los más simples ejercicios de nuestro derecho a la propiedad privada; pero claro, eso era cuando vivíamos en libertad.

Hemos convertido el móvil, y sobre todo las redes sociales, en un refugio egocéntrico donde camuflar cosas. Es hoy el teléfono un escondite, un parapeto tras el que nos refugiamos y aparentamos inmunes frente esta rotunda soledad tecnológica que nuestros tiempos propician: como disimulándola.
Por ejemplo: ese tiempo en el que entras en la sala de espera de la consulta de tu dentista, y refugias la mirada amable que le debes a los que esperan como tú escondiéndola tras la atención a tu istagrán. No mirándoles… Es la excusa perfecta para no atender a nadie, para aislarte. Les dices apenas buenos días pero te la sudan.

O como cuando estás algo cohibido en esa entrevista de trabajo con otros seis candidatos, sentados en silencio, esperando en la misma estancia. Y para hacer frente al incómodo silencio abres tu feisbuc sin otro motivo que el de eludir en lo posible la interacción con ellos. Así, escondes o disimulas tus ganas competitivas de que ojalá se esfumaran… Pero también escondes tras la pantalla tu nerviosismo, tu timidez, y la ansiedad.

Otro ejemplo: terminas de cenar en casa un día cualquiera con tu pareja; y como no te hace ni caso porque está absorta en el sofá chateando por guasap con la hija menor de su anterior matrimonio, te plantas el móvil delante tuyo para matar ese tiempo muerto viendo en el feisbuc qué coño pasa por ahí… Y lo que pasa es una hora y media, o dos… Y cada uno a lo suyo.
Paradójico; mucho medio de comunicación tecnológica y multimedia, pero poca comunicación humana medianamente auténtica.

Por otro lado, las redes sociales éstas se han convertido en una forma más de dominación social, de control del pensamiento; una manera más de las muchas que tenemos, de dejar que nos metan el dedo por el culo con los algoritmos ésos, a cambio de que nos dejen hocicar en el barro de vidas de otros.
Y nos entretenemos embobados con la pantalla dándole hacia abajo al dedito nuestro, sin darnos cuenta de que formamos parte -estamos dentro- de una especie de gran valla publicitaria de egos… Un enorme escaparate planetario y falsario; una ventana gigantesca y estrafalaria, dentro de la que creemos que se nos ve y oye, pero en la que somos mero público para que solo algunos se hagan ver y oír.

He encontrado lo que parece ser un remanso, para los que ya estamos cansados de tener esa sensación de censura, control y reprimenda; para los que tenemos la certeza de que manipulan, escarban y retuercen nuestra información e intimidad cada vez que entramos en el feisbuc; o para los que nos la trae al pairo la vida y naderías de famosos sin mérito, políticos lerdos, empresarios negros, deportistas mercenarios, o frikis de todo pelaje y condición.
Parece ser que es otro portal, otra red social que no sé yo si se convertirá también en vertedero, pero que de momento no te clavan todavía ni publicidad, ni esos algoritmos de mierda para que te conformes, te informes, y finalmente te intoxiques, sin saberlo, solo con las cosas que Gran Hermano sabe que te convienen.

Y no nos engañemos, repito, porque en último término siempre somos nosotros los que encendemos o apagamos el jodido aparatito; ya sea el teléfono, la televisión, el ordenador; o si fuera preciso hasta la bombilla, la lavadora, la radio o el frigorífico… Yo recuerdo cuando se vivía igual de intensamente sin ninguno de esos aparatos. A la sola luz de una vela en las noches.
Que no nos la metan doblada…🤔

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras
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