Publicado el 21 de mayo de 2021.
«Erase una vez Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas y jóvenes, que eran visitadas con mucha frecuencia por un caballero muy culto, elegante y buen mozo. Era tan sabio este señor y tan simpático, que conquistó el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna de ellas, y llegó a tal grado el entusiasmo de las pobres hermanas, que todo era entre las mismas disputas y discusiones, amenazando turbar la paz de familia y convertir la casa en un infierno.
Para salir de esta situación penosa exigieron del joven que se declarase, y acosado y comprometido ofreció consignar en una décima, el estado de su corazón con respecto a ellas; pero con la condición precisa de que no había de estar puntuada, y autorizando a cada una de las tres hermanas para que la puntuase a su antojo.
Ésta, era la décima:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón
si obedecer es razón
digo que amo a Soledad
no a Julia cuya bondad
persona humana no tiene
no aspira mi amor a Irene
que no es poca su beldad.
Soledad, que abrió la carta, la leyó para sí y dijo a sus hermanas:
—Hermanas mías, la preferida soy yo, o si no, oíd… Y leyó la décima con la siguiente puntuación:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
digo que amo a Soledad;
no a Julia, cuya bondad
persona humana no tiene;
no aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
…
—Siento mucho desvanecer esa ilusión, hermana mía —dijo la hermosa Julia—, pero yo soy la preferida, y en prueba de ello escuchad:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene.
No aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
…
—Las dos estáis engañadas —dijo Irene— y el amor propio os ofusca, pues es indudable que a la que él ama, de las tres, soy yo. Veamos:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene?
No. Aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
…
Quedaron en la misma duda, en la misma confusión, y determinaron salir de la incertidumbre exigiendo al joven la puntuación de la décima, el cual les escribió una copia puntuada de esta manera:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene?
No. ¿Aspira mi amor a Irene?
¿Qué?… ¡No!… Es poca su beldad.»
Parece ser que el autor es Roberto Vílches Acuña, en el libro “Curiosidades literarias y malabarismos de la lengua» (1955).
Según leo en Google…
¡Qué bueno!
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La gran importancia de los puntos y las comas…muy bueno.
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Antonio BRUTAL, me ENCAAAAAAANTA!!!!! Cómo un punto, una coma, una respiración cambia el curso de la historia. Gracias y mil veces gracias.
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Las gracias siempre son las del lector.
🙏🙏🙏 😘
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