Olvido…

Publicado el 15 de mayo de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

He visto ya esta película, pero cuando vuelvo a verla me doy cuenta de cómo ha operado en ella mi capacidad de olvidar. Antes de que recurra al mando a distancia y avance hasta las partes que creo que me gustaron, porque no las he olvidado, soy consciente de que algunas que no recuerdo haber visto me gustan, y que otras que creí que me iba a gustar volver a ver no me gustan en absoluto.

La cantidad de cosas que ha olvidado alguien que como yo ha estado siempre estudiando son enciclopédicas. Ayer me descubrí recordando perfectamente una sinfonía de Mahler mientras la escuchaba. No la había olvidado. En su día estudié alemán y ruso. Llegué a poder leer filosofía en alemán y a hablar algo de ruso con mis pacientes rusas. Hace mucho tiempo de eso. Ahora reconozco alguna palabra en ruso pero de lo de leer o entender lo que me dicen, nada.

A Borges le pasaba; con sus palabras: “Mis noches están llenas de Virgilio/ Haber sabido y haber olvidado el latín/ Es una posesión, porque el olvido/ Es una de las formas de la memoria, su vago sótano,/ La otra cara secreta de la memoria”.

Como esas palabras que a veces aparecen en lugar de la que buscas y te impiden encontrar la que querías; sin una buena capacidad de olvido no hay quién se sorprenda de nada. A veces es casi como si fuera necesario olvidarse del problema para poder resolverlo. Si un buen amante sabe sorprender siempre, es porque en el amor el olvido es algo activo. Los recuerdos habría que cultivarlos, pero el olvido, por fortuna, crece solo.

Me he tropezado con espanto con esta cita en el diario de una escritora que me ha gustado siempre: “No olvidar suicidarme”. Cosa que hizo. He conocido personas a las que el deterioro de su voluntad precedió al de su inteligencia, que olvidaron que habían pensado que a malas se darían muerte; que llegaron las malas y habían olvidado.

Gastamos una gran parte de nuestras energías en ocultarnos a nosotros mismos lo que sabemos. Una leyenda talmúdica expresa en forma poética este concepto de la represión de la verdad: cuando un niño nace, un ángel le toca la frente para que olvide el conocimiento de la verdad que tuvo en el momento de nacer. Si el niño no puede olvidar, su vida futura será insoportable.

Por el gusto de insistir en más de lo mismo, a ver si así no lo olvido, vuelvo a las palabras de Don Baltasar Gracián en su Arte de la Prudencia: “Saber olvidar más es dicha que arte. Las cosas que son más para olvidar son las más acordadas. No sólo es villana la memoria para faltar cuando más fue menester, necia en acudir cuando no convendría, en lo que ha de dar pena es prolija, y en lo que había de dar gusto es descuidada”.

Historias de Paco Sanz ✍️

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