peces, gatos, perros y caballos

Historias de Paco Sanz ✍️

He tenido, bueno, he convivido con peces, gatos, perros y caballos. “Mis” gatos pillaban restos y cazaban ratas y lagartijas, los peces y los perros comían sobre todo pienso, y al caballo le alimentaban los que llevaban la cuadra. Pero eso era cuando vivía en el campo. Cuando mis hijos todavía no adolecían. La comida, el vínculo con cada uno era diferente.

Los peces pasan de ti, el gato va a la suya, el perro está pendiente de ti, y pones tu integridad física en riesgo al subirte al caballo. En cuando a la comida, he observado que a veces el gato rechaza un trozo de carne cuando se lo ofrecen, y luego lo devora con gran satisfacción cuando consigue “robártelo”. La carne es la misma pero hay una diferencia, el animal de presa se reconoce a sí mismo. Mi perrinieta delata al que le ha dado comida… «Está por” él.

Ahora no convivo con animales, aunque para mi vergüenza no dejo de comerlos, no tengo mascotas; veo mucha gente que se pasea con ellas, me sabe mal que no dejen sueltos a los perros; yo paseo con mi perro virtual y en general lo dejo suelto… ¿A quién no le gustan los perros si son tan buenos perdedores…? Mi alma eremita va suelta, adopta la forma que Dios quiere, y en internet nadie sabe que soy un perro.

Las mascotas son como la tele o el móvil. Un gran consuelo, una gran compañía para la soledad de muchos. Yo he vivido casi siempre emparejado. Creo que para ser “pareja”, para poder “cuidar” si no tienes niño, viejo o enfermo a mano, pues al menos ten un perro… El perro puede que no sea consciente a mi nivel, pero vive; no me cuesta creer que siente. Estoy arrellanado en el sillón frente al que crepita el fuego, tengo una copa de cognac en la mano derecha, y la mano izquierda caída descuidadamente sobre la cabeza de mi perro… Hasta que descubro que no tengo perro.

Los adictos a las metáforas podemos llamar otro, doble, perro… a cualquier “ser” que pueda servirnos de pareja. Y podemos además ponerle nombre, como a los perros. Nietzsche, aquél insigne enfermo escribía “He puesto nombre a mi dolor: le llamo mi perro; es tan fiel, tan descarado y tan listo como cualquier otro perro. Le riño y descargo sobre él mis malos humores, como hacen otros hombres con sus perros sus criados y sus mujeres…” El Águila y la Serpiente eran sus animales, el orgullo y la inteligencia. Dejas de cargar como un camello para desear como un león, luego, llegas a ser un niño.

A lo largo de la vida hacemos mucho el animal. A los veinte años pavón, a los treinta león, a los cuarenta camello, a los cincuenta serpiente, a los sesenta perro, a los setenta mona y a los ochenta nada. La rueda de la vida puede verse de otra manera. Al principio eres como el ratón (infancia) animado y juguetón le gusta meterse por todas partes. Luego haces el oso (edad madura, primeros años) te gusta hibernar y eres muy comodón. Más tarde el búfalo (edad madura, últimos años) te gusta recorrer las praderas y estás instalado bajo tu joroba. Y finalmente un águila (años finales) te aligeras y vuelas alto invitando a todos a dirigir sus ojos hacia el cielo. El juego, la fuerza tranquila, y el enseñorearse sobre el espacio y el orgullo y que vuelen sobre tu tontería…

Historias de Paco Sanz ✍️

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