Los celos…

Publicado el 27 de mayo de 2019.

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Acribillado por un frío cabrón, pero ahí estaba yo. Ciego… No iba a encender ni el motor ni la calefacción. Aparcado como a cuarenta metros de la puerta de su casa, no era cosa de que a esas horas chismorrease toda la calle al verme ahí así, tirado a las cuatro de la madrugada, con el escándalo del motor en marcha, y con los celos y la rabia mordiendome las uñas y las entrañas.

Algo, llevaba maliciándome desde hace semanas.

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Sin advertir la hora que era y encorajinado por todo el día esperándola, exploté y llamé yo a su casa… Creo que por conmiseración y al saberme exasperado y ciego, conseguí la confesión de su hermana… Ésta me informó, de que eran más de la una de la madrugada de un martes; que no la habían visto desde que salió por la mañana; y que a esas horas todavía no había regresado.

Envuelto en llamas tuve que salir de casa para desfogarme con una rabieta nocturna en coche y un par, o más, de whiskys solitarios.

Ya me lo dijo una vez, al principio, sentados en mi Citroën CX. Justo aparcábamos al lado, y la embobaba, un impresionante BMW serie 6, blanco:

– Yo, quiero tener un BMW como ése.

Ella no tenía carnet, y además, me había confesado en varias ocasiones que el pánico a conducir se lo impediría siempre; y por ello, aparte de reírme un poco no eché yo más sal a aquel comentario; al menos entonces. Y fíjate tú, por dónde…

Nueve años juntos y yo, continuaba aún lejos de cualquier flamante BMW. No podía permitirme otro coche que un precioso e impecable Ford Taunus serie Ghia 2 litros, de segunda mano. Completamente original y una joya al menos a mis ojos.

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Y ahí estaba yo. Más de tres horas llevaba enjaulado y ciego en el Taunus, a la espera de si venía… Más de las cuatro de la mañana y el imbécil de mí lucubrando, cómo abordarla cuando volviera; rumiando cuánto cantarle las cuarenta.

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Conforme al reflexionar bajaba mi calentura y se aliviaba mi ceguera, me di cuenta de que ante todo, y ya que era un cornudo, debía evitar en la medida de lo posible quedar también como un imbécil.

Como un imbécil ya quedaba si ella volvía. Porque volvería con mis cuernos recién puestos a las cuatro de la mañana, y a ver en plena calle qué coño le vas a decir. No soy yo de montar ese tipo de escenas en público… Y si acaso no volvía, también como un imbécil quedaba porque si ya eran semejantes horas, y ella no tenía coche, era evidente que después de consumar mi cornamenta se habría quedado a dormir con él.

Y yo allí. Imbécil, y ciego… Me marché a casa.

A los pocos días, claro, recuperé la vista.

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Resultó el amante furtivo, ser el hermano crápula de una amiga común, cuya familia, tenía la no menor cualidad de tener el dinero por condena… Pero aparte de esa condición, parece ser que no tenía el Don Juan muchas otras cualidades al menos confesables. No se le conocían al prenda otros oficios, salvo el de esquilmar el colmado pesebre familiar a fuerza de destrozar BMWs. Seguro que también el de pagar putas caras. Y el de concederse sin medida, cualesquiera otros caprichos que a su albur se le antojasen.

Un gañán, incapaz de juntar más de seis palabras por frase, y feo. No sabemos si tenía una buena polla, pero un renting todo riesgo con la BMW, él o seguramente su padre, sí tendría sí.

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Chica lista.

Es curioso cómo, cuando eres tú el ciego y el que en verdad ama, ves y con detalle, si cambian ‘ciertas’ cosas y cuándo cambian.

Cuando se empiezan a esquivar ‘ciertas’ miradas… Cuando ‘ciertos’ detalles parece que empiezan a ser olvidados… Acaso cuando detectas y antes no, ‘ciertas’ renuencias sutiles… O cuando ves que el otro adquiere ‘ciertas’ costumbres postizas.

Su padre también bajó al advertir mi estado de ánimo cuando, desde el rellano en la entrada de su propia casa, clamé airadamente por su hija… Recuerdo montar entonces sí, una verdadera escena; peeero, en privado… Así mismo recuerdo que seguramente, también hice el imbécil todo el rato cantándole las cuarenta, al exigirle unas explicaciones vacías que eran ya, tan solo, una especie de resarcimiento estéril.

Pero lo que no recuerdo es, cuál fue concretamente aquel detalle o comentario mío, seguramente imbécil también, que hizo que padre e hija sonriesen acaso levemente… Solo sé, que con mis cuernos a flor de piel, aquellas sonrisas extemporáneas me tocaron profundamente los huevos… Y envuelto una vez más en llamas exploté, clavando mis ojos en los del padre y espetándole:

– No sé de qué se ríe Usted, ya que… Y sin pestañear giré mis ojos hasta atrapar los de ella, y mirándola sin piedad continué con mi puya al padre:

-…su hija es una puta y una guarra porque se ha portado conmigo, como una puta y como una guarra.

Y seguí así, mirándola durante todo un silencio. Hasta que desaté, al fin y para siempre mis recuerdos de aquellos hermosos ojos… Creo, que le hice un último gesto contrito al padre y rápidamente me dí la vuelta; salí de aquel rellano, arranqué mi Taunus y me fui. Nunca, había insultado así a nadie.

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Tensan la ceguera y los celos, poco a poco, una especie de cuerda interior que a todos, nos convierte en un peligroso arco al punto de disparo.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

6 comentarios en “Los celos…

  1. Ufff que temitaaaaaa… Creo que mas alla de la ironía , de la risa, del tiempo pasado que nos hace ver las cosas desde otra perspectiva, de la experiencia que se adquiere ( o no) con los años..duelen las desilusiones y las humillaciones..y la falta de franqueza en las personas . Tu descripción del inicio del relato..mori de risa… (pues aunque no sea para reír) …

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  2. Los celos y la cornamenta son siempre temas complicados, pero sin duda dicen mucho más del que los práctica o pone que del que los sufre, aunque una relación siempre es cosa de dos, así que la otra persona también ha de hacersd preguntas y autocrítica.

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