Perros y lobos

Historias de Paco Sanz ✍️

Desconfío de la justicia cuando «nadie habla en nombre del lobo…» Nos jugamos la democracia con tanto ir a votar, con tanta mayoría. La democracia consiste en que dos lobos y un cordero, o viceversa, votan sobre qué van a cenar. En nosotros y a nuestro alrededor proliferan los escándalos, más tarde o más temprano, nos arrastran al apasionamiento mimético y al mecanismo victimario. Hacen de nosotros, y sin que lo sepamos, cómplices de asesinatos unánimes; y tanto más nos engaña el diablo cuanto menos advertimos ésa nuestra complicidad… Y es que esa complicidad no tiene conciencia de sí misma. Nos creemos virtuosamente ajenos a toda violencia.

No resulta sencillo precisar cuál es la buena sociedad, pero sí algunas de sus condiciones; entre ellas, hay una fundamental, la libertad en su sentido más genuino, republicano: la posibilidad de decir que no. Sólo entonces, cuando discrepar no requiere heroísmos, podremos estar seguros de nuestros acuerdos. Es la diferencia entre la unanimidad que es resultado de la discusión, y la que impide la discusión.

La tribu india de los Oneida llegó un día a un lugar que parecía perfecto para vivir en él. Pero después de instalar el campamento se dieron cuenta de que había muchos lobos en la región. Consideraron la opción de exterminarlos, pero después recapacitaron: “¿Qué clase de personas vamos a ser si los matamos?” Tomaron entonces una doble decisión: permanecer en el lugar, y asignar a un hombre la tarea de asistir a las reuniones del consejo y “hablar en nombre del lobo”.

En una vieja fábula, un perro alardea ante un lobo de todos los lugares y comodidades que tiene a su disposición, hasta el punto que el lobo casi se anima a ser como él… Hasta que le pregunta por su collar, y entonces se queda aterrado al comprender qué significa ese artilugio… “No quiero ninguna de tus comidas”, le dijo. Y acto seguido echó a correr y aun hoy sigue corriendo.

La unanimidad esconde a los que mandan. Si las grandes masas fueran tan transparentes como asevera la propaganda, si sus átomos estuvieran tan orientados en una misma dirección, entonces se precisaría una cantidad de policía no mayor que el número de canes que necesita el pastor para cuidar de su rebaño. No es eso lo que ocurre, sin embargo; pues en el seno del gris rebaño se esconden lobos, es decir, personas que continúan sabiendo lo que es la libertad… Y esos lobos no son sólo fuertes en sí mismos; también existe el peligro de que contagien sus atributos a la masa cuando amanezca un mal día, de modo que el rebaño se convierta en horda. Tal es la pesadilla que no deja dormir tranquilos a los que tienen el poder…

La jerarquía que impera en las jaurías caninas, lejos de ser igualitarias como las del lobo, son dictatoriales. Los lobos comen juntos, y aunque el individuo dominante gruña y enseñe los dientes a uno de sus subordinados, éste no se marcha. Los perros raramente comen con el dominante, ni siquiera lo intentan. Los lobos pasan bastante de quién es el dominante; están mucho más interesados por saber quién es el cordero, que por jugar a las mascotas…

Historias de Paco Sanz ✍️

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