Publicado el 17 de marzo de 2017.
Era uno de esos típicos días del norte, de color plomo y olor a tierra y sirimiri. Un cartucho de guerra de 16mm parabellum disparado a bocajarro desde atrás de mi coche, como a unos cinco metros de distancia, hizo estallar la luneta trasera, mi cráneo, el cristal delantero, y el trasero del vehículo aparcado justo a continuación del mío… El estampido del disparo pareció reventar el tiempo, que quedó detenido, con el eco retumbando en los tímpanos y las conciencias…
La inercia de semejante proyectil disparado a tan poca distancia empujó violentamente mi cuerpo hacia delante; y mi desvencijada cabeza cayó desgranada, inerte y desangrada, presionando el claxon del volante de forma tozuda, enervante y acusadora durante casi media hora.
La constancia delatora del alarido desgañitado de la bocina no logró remover lo más mínimo ni las fibras sensibles, ni las sordas entrañas de los vecinos -por llamarles de alguna manera- que asistían, inanes, al execrable crimen que acababa de perpetrarse justo delante de ellos.
NADIE salió de los portales cercanos a socorrerme; ni siquiera a cotillear… Tampoco se alzaron con precaución las persianas aledañas debido a la curiosidad espantada o indignada; ningún grito femenino, ni masculino. NADA… Los bares de la zona continuaron abiertos como si nada, con los parroquianos dentro -por llamarles de alguna manera- Éstos, infames, hacían como que atendían de forma impostada y cobarde a sus también ahora fingidas partidas de cartas, de dominó, o de cualquiera otra miserable cosa que estuviesen haciendo… Un silencio hiriente y espeso de felonía -que seguro los condenará al infierno- sustituyó a las animadas conversaciones chocantes, agrias y anisadas propias de cualquier bar…
Las miradas temerosas, conniventes y rendidas al suelo; las dignidades aún más abajo, aún más rendidas… NADIE hizo NADA para intentar socorrerme en vista de que acababan de esparcir mis sesos a las puertas mismas de sus propias casas, de su bar cercano y en su propio barrio; delante de hijos propios y ajenos, de amigos y vecinos.
No parecía notarse en el exterior alarma o interés alguno por lo que me había ocurrido; algún breve asomo furtivo, quizá cómplice, pero nada más… Esos callados miserables sin signo alguno de contrición, buscaban, hipócritas, algo de consuelo y justificación con el comentario cómplice, podrido e ignominioso de “ALGO, HABRÁ HECHO…”
Era extraño y vergonzante pero NADIE hizo NADA por mí durante esa corrosiva media hora… NADIE. NADA.
Finalmente, en vista del implacable aullido plañidero y culpable de aquel claxon, completamente a solas y sin mirones ya fueren cómplices o afligidos, se acercó con parsimonia una pareja de la policía local. Su actitud no era la de la urgente prestación de ayuda propia de su condición de agentes de la ley, sino más bien la de un evidente fastidio y una mal disimulada y contenida repugnancia; renuente al auxilio incluso…
Sólo me movieron lo justo, para dejar de presionar ese insoportable botón de la culpa colectiva en el que se había convertido el claxon de mi coche. Mi cuerpo quedó torcidamente echado hacia atrás, mostrando una mueca quebrada de la mitad de mi rostro destrozado, empapado por la sangre y los humores de la otra mitad reventada por el disparo…
Al cabo de un rato los transeúntes -por llamarles de alguna manera- reiniciaron su deambular fingidamente tranquilo; como si pasar ante los restos esparcidos de un vecino asesinado chorreando sesos y sangre, fuese igual que pasear junto a un cubo de basura volcado: desagradable sí, pero sin mayor importancia… Dos horas más dejaron mi cuerpo allí tirado, como expuesto en el coche, hasta que un juez se acercó solapadamente, como a hurtadillas, a levantar mi cadáver.
«ALGO, HABRÁ HECHO…« decían.
Se llevan mi cuerpo, pero yo no me puedo ir…
Antonio Rodriguez Miravete. Juntaletras
Algunos hombres malos.
Ahora creen, que hemos olvidado que no son buenos. Incluidos los que miraban para otro lado.
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Tiene usted razón Ender. Muchas gracias por su comentario.
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una realidad bien relatada
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Muchas gracias por tu comentario José Paz
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La maldad de algunos la sostiene la cobardía de muchos mas ,desgraciadamente seguimos encubriendo y dando salida a los causantes de ese daño
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«La maldad de algunos la sostiene la cobardía de muchos…» Estoy completamente de acuerdo con Usted… Muchas gracias por su comentario.
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“…ese insoportable botón de la culpa colectiva…” Cuando la sociedad calla, ‘todos somos cómplices. Un abrazo.
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Completamente de acuerdo con Usted Don Óscar… Muchas gracias por su comentario.
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¡Grande Bro.! ¡Magnífico relato» Enhorabuena.👍
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El relato…espectacular…y mas aun si pensamos en todo lo que acontece actualmente…FABULOSO..
Aunque yo en verdad creo que lo dejaron tirado porque leyeron «50 segundos»…jajajaj
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🙏🙏🙏
🤗
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Buenísimo.
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Gracias Bertha 🙏
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Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
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Excelente relato literario, humano y deshumanizado por los testigos, que se acostumbraron a ser cómplices por cobardes.
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Sus comentario Don Diego es todo un honor «por ser vos quien sois…»
Me alegro de que le haya gustado mi relato.
Muchísimas gracias 🙏
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Muy bueno primo
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Hooola Primo… 💕
¡Qué gusto verte por aquí…!
Gracias por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado. 🙏
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Nadie es quien para saber la culpabilidad de los hechos de otra persona. Cada uno tiene sus motivos para actuar de cualquier modo
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¿Perdooona…? 😳 ¿motivos…? ¿para volarle los sesos a alguien por la espalda…? ¿Motivos…?😳
Agradezco siempre tus comentarios, pero creo que no tienes perspectiva.
…eeen fin. Gracias 🤔
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aplausos!!!!!
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Me alegro de que te haya gustado Raquel 🙏
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ha sido un placer leerlo. Abrazos y éxitos
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Muy Bueno. Me atrevo a abordar por aquí a su autor para solicitarle permiso para adaptarlo a guión cinematográfico.
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¡Hombreee…! sería un honor José J.
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😳😎… Pero ya sabes: si se gana pasta vamos a medias 😂🤣
Un saludo. Y gracias por tu comentario 🙏
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Cuando lo escriba se lo envío. Sobre la pasta, me temo que no habrá qué repartir
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🤣😂 bueno… Todo sea por el arte.
Repartiremos los honores 🤜🤛
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Joder… me ha sobrecogido la narración Antonio. Un abrazo.
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Gracias Asceta 🙏😘
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Magnífico relato, para morderse las uñnas…
Gracias Antonio, un abrazo.
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Sí Elvira, fue un relato muy especial. Muy sentido.
Gracias por tu comentario 🙏😘😘
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Así se percibe, gracias Antonio.
Siempre con gusto🙏😘😘
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