Quemar, quemar, quemar…

Publicado el 27 de noviembre de 2022.

Historias de Paco Sanz ✍️

Por fin ha vuelto el frío, por fin puedo volver a encender el fuego del hogar, estaba de encender velitas bastante harto. El fuego me fascina, el quedarme encantado delante de algo caliente, de algo que se está quemando, me tranquiliza extrañamente; igual es por el eco de los que me precedieron, ya que cuando llegaba la noche sólo tenían al fuego por compañía. Pasamos de la agricultura a la industria a base de quemar cosas, incluso ahora para movernos de aquí para allá quemamos petróleo.

Me gusta el fuego, la llama consiste en una claridad esplendente, un vigor ingénito y un ardor ígneo. Y me gusta el agua porque es el colmo de lo quemado. El agua es resultado de una combustión muy potente, la del hidrógeno, que se combina con el oxígeno para formar agua. Se podría decir que el agua son las cenizas de una combustión, y como es algo ya quemado (tras combinarse con el oxígeno) no es fácil quemarlo más, es decir, combinarlo con más oxígeno. Antes bien, el agua es una sustancia muy estable en condiciones habituales, y justamente porque es difícil combinarla con más oxígeno, se usa por lo común para apagar el fuego, porque ya no puede quemarse más.

Mejor quemar hidrógeno que quemar carbono, claro. Nos dicen que pronto podremos hacerlo para desplazarnos. Un átomo de oxígeno es 1,33 veces más pesado que uno de carbono. A través de la combustión cada átomo de carbono se combina con dos de oxígeno. La gasolina consta en casi un 90% de carbono. Al quemarse 0,9 Kg de carbono se combina con 2,4 de oxígeno, lo que da como resultado que por cada Kg de gasolina se introducen en la atmósfera 3,3 kg de CO2.

También se dice que además de para cargar el móvil podremos usar la electricidad para movernos. Ignoramos tontamente que un vatio eléctrico equivale a tres vatios térmicos. Es decir, hay que quemar tres vatios de lo que arda para producir uno de electricidad. De modo que usar la electricidad para obtener calor es un lujo, un mal negocio. No lo tenemos en cuenta al calentar la comida y a veces incluso las casas con electricidad.

Se nos habla de decrecimiento pero lo que deberíamos procurarnos es el “desdesarrollo”. El desarrollo produce siempre más desarrollo. El monstruo siempre se devora a sí mismo. En el barco en el que Phileas Fogg está llegando a Inglaterra después de dar la vuelta al mundo en ochenta días, se empieza a quemar la estructura de la nave para poder seguir avanzando, cuando el carbón ya se ha acabado… Novalis ya hablaba de “un molino que se muele a sí mismo”. Estamos preñados de un monstruo que se nos está comiendo a nosotros mismos con nuestra manera de vivir actual.

“Quema lo que has adorado, adora lo que has quemado”. Dicen que lo dijo San Remigio. En eso estamos. En quemar, incluso a los seres queridos. Ya no se les da tierra a los muertos. Se les quema. Pronto me quemarán, bueno, quemarán el cuerpo que estoy siendo. Dejaré de ser un sumidero de carbono. Me consuelo pensando que la cremación es mucho más eutrofizadora que un ataúd sellado. Si quemamos, si seguimos quemando, si nos quemamos, el planeta parece dispuesto a aguantar (de cualquier manera) a más humanos.

Historias de Paco Sanz ✍️

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