Cosas de mi padre

Sólo cuando me fui haciendo mayor empecé poco a poco a estar orgulloso de mi padre; de jovenzuelo he de confesar que me avergonzaba un poco de él. No era un tipo aguerrido, emprendedor o atrevido, sino todo lo contrario… Era un buenazo, que trabajó toda su vida para hacérnosla más fácil pero sin monerías:

— «El que la haga que la pague…» Decía.

Recuerdo aquella anécdota que me contaba de su servicio militar cuando le tocó ir al campo de tiro. No le gustaban para nada las armas y por ello decidió que dejaran de molestarle… El caso, es que cuando le dieron el fusil por vez primera y se colocó en el puesto de tiro, hizo como que se le encasquilló, y luego se giró ciento ochenta grados para preguntar qué hacer con esa cosa apuntado a todo quisque, incluido el sargento… Siempre se reía, el cabrón, recordando cómo se arrojaron cuerpo a tierra todos cagados de miedo al apuntarlos con un fusil de asalto armado con munición de guerra… ¡Jáaajaja, qué risa…! 😂🤣

Y oye, sí que estuvo tres días en el calabozo sí, pero no volvieron a molestarlo más llevándolo de nuevo al campo de tiro ni volvieron a ponerle nunca un fusil en sus manos… O sea, que se salió con la suya.

También le decían los militares eso de:

— «Antonio, tiene Usted los músculos atrofiados». Y él claro, con veinte años se reía…

Como tampoco le gustaba nada lo de la educación física, cuando tenía que hacer flexiones, desfilar, carrera continua o pista americana, siempre la cagaba, cambiaba el paso o quedaba como un patoso, pero para que no andaran jodiéndolo con lo del deporte. Siempre decía, que (desde los trece años) el trabajo como un mulo en la huerta lo había puesto físicamente como un toro y en forma suficiente, como para no necesitar jugar a nada, y menos ir por ahí haciendo mogigangas deportivas como un mariquita. 🙄😳

eeen fin. Eran las cosas que se pensaban en su época; la gente, no necesitaba hacer deporte.

Aunque uno de los recuerdos más hondos pero más borrosos (porque yo era muy pequeño) y más impactantes que tengo de él, fue aquella tarde de merienda con mis tíos y mis primos en Los Altos de Los Balcones, en Torrevieja… Aquéllo entonces era todo campo y pinadas naturales, no había ni un solo apartamento, y era sólo un paisaje virgen maravilloso y perdido desde el que se veía el mar… Todos habían bebido bastante más de la cuenta cuando a mí tío Jesús se le ocurrió lo de bailar: uno cogió la guitarra; otro dijo que había que desnudarse o al menos quedarse en calzoncillos; y otro dijo que ellas también, y que hicieramos todos un corro… 🤣😂

Sonaba la guitarra, y todavía tengo en mi memoria cuando llegó aquel Renault 4 y bajó de él una pareja de la Guardia Civil. Giré la cabeza, y veía muy contentos a mis padres y a mis tíos casi en cueros agarrados de la mano en un círculo risueño y danzante, despreocupados, borrachos, e ignorantes de aquella visita tan inoportuna.

— ¿Perooo, qué está pasando aquí…?

Como respuesta a esa pregunta de la Guardia civil tan imperativa, se produjo una parada brusca de la música, del corro, y un gran silencio de unos cinco o seis segundos… Y para mi sorpresa, fue mi padre sin camiseta y en calzoncillos quien se arrancó con dos cojones, y dio un paso al frente, haciendo frente a aquellos dos guardiaciviles asegurándoles «…que no pasaba nada, que éramos sólo una familia de juerga en medio de un bosque riendo bailando y merendando…» Tras, lo que se produjo otro silencio, y en este caso fue el guardiacivil quien dio un paso frente a la cara de mi padre, y mirándolo fijamente, le dijo aquéllo: «…Mire Usted, pónganse la ropa que hay niños delante, recojan sus cosas, y den gracias que no les denunciamos por escándalo público e invasión de zona forestal…»

Y se acabó la juerga aquella tarde. 🤣😂

Cosas de mi padre y sus amigos.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

10 comentarios en “Cosas de mi padre

  1. Muchas gracias Antonio por esta historia tan entrañable, y a la vez universal. Idealizamos a los padres en vida para bien o para mal y el relato contiene esa objetiva y justa distancia que da la experiencia y que al final lo humaniza todo. No hay nada como sentirse parte de una «estirpe» de gente sencilla, humilde y que solo le pide realismo y goce a la vida. Por lo pronto le quita a uno muchos kilos de pretenciosa trascendencia. Un fuerte saludo!

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  2. Tuvo que ser genial vivir una historia como esa, con la foto del 4 latas benemérito aparcado frente a la fiesta que se armó. Eso hace pensar que con tu familia no había forma de aburrirse y que fraguaron buenos recuerdos. Buenas historias que contar a la luz del calor de tus más cercanos. Al leerte me da esa envidia sana de quererlo vivir parecido.
    Magnos sueños.

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