tan poco en serio…

Historias de Paco Sanz ✍️

Ayer le pregunté al cura que me enseñaba el monasterio, que qué diferencia había entre un fraile y un monje. Me dijo que el monje vivía, se “quedaba” en el monasterio; pero que el fraile vivía a veces en el convento y que además “salía”, se ocupaba de la realidad, la parroquia, la educación, los enfermos… Que unos trabajaban con los de dentro para mantenerse, y que los otros lo hacían con los de fuera. Pero que monjes ya no quedaban, y frailes había cada vez menos.

Pensé en mi propia vida, de cómo había defendido de joven mi derecho a la pereza y de mayor había elogiado la inactividad, y había hecho de ellas una especie de oportunidad de contemplar. De cómo, me había tomado siempre lo de estar haciendo y viendo cosas, tan poco en serio…

Una buena persona me dice la de cosas que puedo hacer todavía, que abra los ojos, y que vea lo muy bello que es el mundo en sus montes, plantas, animales, etc… Ciertamente puedo hacer algo aún “fuera”, algunas cosas son bellas para verlas hacerlas, pero otra cosa completamente distinta es serlas. ¿Es que acaso el mundo no es algo que hacer, o es un caleidoscopio…?

De joven corría, de mayor anduve, ahora paseo, en cierto modo me arrastro, recuerdo aquellas criaturas que habiendo aprendido a andar sólo debieran arrastrarse, como en los cuentos de Lovecraft… Pienso que no es bueno quedarse en la orilla, como el malecón o como el molusco que quieren imitar a la roca, sino que es bueno arrastrarse en la dicha de fluir y perderse en las olas, encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido… Como ése que vive ahí, ignoro en qué piso, y que lo he visto bajar por unas escaleras y adentrarse valientemente en la multitud, y perderse…

En el siglo V a.C. Tucídices decía a los atenienses: “Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, pero el secreto de la libertad en el coraje…” Es lo que debemos tener: coraje para ser libres y para no dejarnos arrastrar por las estrategias de los que «quieren que salgamos”, que sepamos, que hagamos, que veamos…

El hombre moderno arrastra una cantidad enorme de saber no digerido, que a veces traquetea de lo lindo en su cuerpo, como narra el cuento aquél… A través de dicho traqueteo, se delata la más peculiar propiedad de ese hombre moderno: la sorprendente oposición de un interior al que no corresponde ningún exterior, y un exterior al que no corresponde interior alguno… Una oposición, que los antiguos pueblos no conocían.

Me doy cuenta de que he dejado de entrar y salir del convento como los frailes, y de que vivo como si fuera un monje en un monasterio del que no pretendo salir ya, para nada… Que di ya con mi respiración natural y con mi fluir también natural… Que he vuelto a considerar el «no salir» como digno de determinar mi destino.

En la medida en que puedas -me digo- si no es posible hacer la vida que deseas intenta al menos ésto: no la envilezcas en asiduos ajetreos y chácharas; no la envilezcas arrastrándola por ahí dándole vueltas constantes y exponiéndola a la idiotez diaria del trato y las relaciones, hasta que se convierta en una extraña, cargante… Me lo digo, pero como siempre, no me hago ni p. caso.

Historias de Paco Sanz ✍️

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.