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MI HIJA SE HA REBOTADO

Publicado el 3 de julio de 2021.

Por fin mi hija se ha rebotado, y hasta ha comentado uno de los textos de mi blog; seis años llevo escribiendo disparates para captar su atención. El caso, es que es la primera vez que ha escrito en mi güasap de Historias en un folio, y lo ha hecho replicando un escrito incendiario del que por cierto no soy el autor. El texto en cuestión, digamos que pone en tela de juicio la visión actual de la homo/multi/trans/sexualidad, su permisividad hedonista casi total, y la fe, en la creencia de que no tiene ningún tipo de consecuencia negativa para el desarrollo de la personalidad.

Aquí tenéis el artículo: 👇👇👇🙏

TRANSEXUALIDAD Y DERECHOS

Me han sorprendido, y gratamente, tanto su iniciativa de entrar al trapo dialéctico desde su punto de vista tan contrariado y rabioso, como el rapapolvo que me ha dado en público y por escrito… Pero sobre todo me han encantado sus formas, su deseo de precisión, y el garbo, que se presienten en la expresión de su escritura. ¡Bravo…! La discrepancia con mi hija sólo va a unirnos más si sabemos -y seguro que sabremos- explicarnos el uno al otro. En eso justo consiste la democracia: en usar la diversidad para conseguir el bien común. ¿No…?

El libre albedrío es una cualidad humana, pero adquirir el criterio necesario para poder elegir es una conquista… Sólo elige el que realmente tiene dónde, qué, o a quién elegir; sólo aciertan quienes tienen variedad de oferta. Quienes quizás por experiencia, se han ocupado antes del asunto porque lo han sufrido, lo han estudiado, o saben de lo que va del tema. Lo demás, no es elegir.

La laxitud imperante nos hace despreciar valores eternos como la sabiduría de nuestros mayores, la búsqueda del amor verdadero, el compromiso de la palabra dada, o el mérito como consecuencia del esfuerzo. En esta sociedad tan fluida y de valores tan diluidos, pensamos que el mero hecho de desear algo nos da derecho a conseguirlo.

…eeen fin.

Que sepáis que os quiero. Mucho. 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LEE PAULA 💕

Publicado el 1 de Junio de 2017.

Como de pura pereza no te gusta leer, empecé a escribir historias lo más cortas posibles para dejarte sin tu única excusa, y para que así, acaso te picase la curiosidad por conocer experiencias de tu padre. Y me gustaría también que si fuera posible, hasta disfrutaras, te divirtieras o te emocionaras con mi forma de contarlas… Por eso empecé a escribir este blog de historias en un folio. Tuyo es el primer relato que escribí y para ti escribo… Para que leas.

Fui un poco exigente en vuestra educación inicial, lo sé.

“Si un niño no ha aprendido a dar las gracias y a pedir por favor a los tres años, cuanto más se tarde en enseñarle peor para todos…”

Hacía calor aquella tarde, mucho. Volvíais exultantes con vuestro anhelado regalo después de dar una vuelta por la feria. Solo fue cruzar la puerta de entrada del piso y ya corríais, casi frenéticas, a vuestro cuarto a jugar con aquella única y flamante muñeca Barby.

Todo normal hasta que poco a poco, severos e intolerables, comenzaron aquellos gritos de vuestra seria regañina. La algarada en verdad me extrañó y alarmó, ya que rara vez os peleabais, y menos aún así… Como un resorte salté de mi sillón corriendo hacia vuestra habitación; de un golpe abrí la puerta.

Y ahí estabais las dos; aullidos, insultos, pelea… In fraganti, os pillé estirando muy enrabietadas la una de la pierna y la otra de la cabeza de aquella condenada muñeca. Nunca os habíais peleado así entre vosotras; con esa violencia nunca… Decidí que había que daros un buen escarmiento para que nunca volvieseis a reñir así; así no, nunca más.

«Tenéis que compartir hasta el aire que respiráis…»

Ipso facto dejasteis de discutir cuando entré en vuestro cuarto. No sé si recuerdas cómo, ya los tres en un brusco y completo silencio, me acerqué rápidamente y muy enfadado a vosotras arrancando súbitamente de vuestras manos la muñeca objeto de tan macarra disputa. En ese mismo instante, visto y no visto, con un latigazo de mi brazo la arrojé sin remedio por la ventana abierta de nuestro séptimo piso.

Abiertas aunque silenciosas vuestras bocas por la sorpresa y el desconcierto, ambas me mirabais estupefactas… De soslayo, también mirasteis desconsoladas, la caja vacía y el triste envoltorio recién rasgado de aquella pobre muñeca voladora.

Inmóviles, los tres; pasaron unos segundos espesos, lentos, tensos… Ni nos asomamos si quiera por la ventana para ver dónde habría aterrizado la desdichada pepona.

– ¿Es que de verdad, no vamos a bajar a cogerla papá…? Me preguntaste, retadora.

– No, no vamos a bajar.

– Es nueva… Replicaste feroz, aunque con retintín.

Tu hermana nos miraba, prudente, casi en shock tras mi drástica reacción; pero no decía ni media.

– Y vale mucho dinero. Insistías tenaz, mirándome fijamente.

– Da igual. Si algo nos hace pelearnos de esta horrible manera sin duda es mejor tirarlo lejos… ¿No estáis de acuerdo…?

Y sin esperar vuestra respuesta me di la vuelta flemático, y así, sentencié la discusión. De aquella muñeca nunca más se supo, y tardasteis algún día que otro en volver a hablarme, especialmente tú… A cambio, conseguí el no volver a veros pelear así, nunca.

Tú estás casi completamente en otras cosas, lo sé… al igual que la mayoría de los jóvenes de tu edad. Son otros tiempos. Pero has de saber que el hecho de adolecer de tan imprescindible hábito, como que cava un hueco hondo en tu persona, convirtiéndose en una falta esencial; en un debe que siempre tendrás contigo misma. Una merma que sin duda frena sino cercena tus capacidades presentes y tus posibilidades futuras, porque la palabra escrita con precisión tiene una trascendencia que no tendrá nunca la sólo hablada… Aunque sé, que tú ahora no lo percibes así.

Creo que todas las personas albergamos un genio en potencia, escondido, huidizo, recóndito… Cada uno de nosotros seguro tenemos habilidades increíbles que desconocemos; o virtudes especiales que nunca terminamos de creer que las tenemos. Pero ésto es así porque necesitamos al otro, al prójimo… Es necesario siempre que otra persona ejerza de catalizador, de detonante que haga explotar ésas nuestras habilidades geniales; alguien, que despierte el espíritu que nos hace crecer en todos los sentidos.

Tú has sido una de esas personas en mi vida. Y yo espero serlo de alguna manera para ti. Tu genio indomable, tu sensibilidad y tu inteligencia, cambiaron mi forma de miraros como hijas, y terminaron de hacerme sentir profundamente padre.

Tu hermana inició mi experiencia paternal de una forma deliciosamente fácil; como sabes, es un cielo en la tierra que jamás me dio berrinche alguno. Y su sensibilidad e inteligencia, pero sobre todo su sentido común, hicieron de mi inicial paternidad un período maravilloso y de muy feliz recuerdo.

Peeero… luego llegaste tú y tu risa. Todo cambió con tu risa y con ese sagaz temperamento dominante que tienes… Vehemencia la tuya, que no ha empañado nunca tu honda nobleza; sino al contrario ha hecho de tu presencia y tu adorable compañía, un reto constante y una verdadera aventura.

A penas andabas ni hablabas y ya jugabas con ahínco y astucia al escondite; disfrutabas como una loca especialmente cuando te tocaba buscarme… Al final siempre ganabas tú claro, buscándome concienzuda en todos los rincones de la casa; y recuerdo cómo terminabas el juego: mezclando tus entusiasmados gritos de “te pillé” con el hermoso estruendo de tu risa desbocada.

Gastabas bromas con apenas un año… Me hacías el avioncito tú a mí con la comida. Lo salpicabas todo alrededor con tu pedorreta cuando, muerta de la risa, hacías el ruido del motor del dichoso avioncito.

Recuerdo cómo te descuajaringabas cuando me pasabas, lenta, pícara y socarrona, aquella cuchara voladora por delante de la cara. Aquella cuchara que lógicamente nunca aterrizaba en mi boca, porque siempre la derramabas por ahí encanada de risa, y pese a mi fingido enfado, lo pringabas absolutamente todo a nuestro alrededor.

A tu edad yo ya conocía al pirata Sandokan y su mundo gracias a Emilio Salgari; Conan Doyle me sorprendió asombrándome con la enorme sagacidad de Sherlock Holmes; también había alucinado con el fantástico Viaje a La Luna de Julio Verne; y ya, Mica Waltari, casi había acabado de cuajo con mi adolescencia de la mano de Sinhué el Egipcio… Todos ellos y mi timidez, contribuyeron a dotarme del hábito maravilloso de la lectura atenta.

Hábito que indefectiblemente despierta nuestra curiosidad y lucidez; y forja criterios con tempo lento, palabras hondas e ideas nuevas. Leer cultiva la paciencia y la atención; acostumbra y enseña a reconocerse a solas y a pensar. La lectura así, se convierte en maravilloso camino para penetrar y ser penetrado por ignotos paisajes humanos, a través de palabras ajenas, sueños imposibles, e ideas extrañas.

Una excelente costumbre donde invertir pasión y tiempo, mucho tiempo. Un fresco e inacabable manantial de experiencias nuevas, y sobre todo, de verdaderos deleites.

“Portaos siempre como señoritas…»

«Si levantas la mano y no das; luego, no tienes fuerza pa’ná…»

💕💕💕💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.