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Almoradí, el 66, y el babyboom

Publicado el 1 de febrero de 2022.

Nosotros, los frutos del babyboom de Almoradí nacidos en agosto del sesenta y seis, deberíamos darnos prisa en preguntarles a nuestros padres con picardía, con mucho cariño y por simple curiosidad, qué coño fue aquéllo tan extraño que seguro tuvo que pasar en el pueblo a finales de noviembre o principios de diciembre de mil novecientos sesenta y cinco…

Porque es un hecho que nueve meses después y en sólo unos veinte días, en agosto del año siguiente nacimos del tirón por lo menos veinte o treinta criaturas. Lo cual, en un pueblo entonces tan pequeño como el nuestro no era moco de pavo. Algo raro pasó seguro, porque no era normal aquéllo de tantos nacimientos en tan poco tiempo… Tuvo que ser algo inusual, un no sé qué; ni sabría cómo llamarlo.

Quizá fue una verbena pasada de rosca, o vete tú a saber si hubo un concierto de Raphael que se fue de madre; tal vez un derroche alcohólico y festero que tornó en un éxtasis amoroso y colectivo, o a lo mejor un frenesí zalamero e inexplicable que devino en una extraña catarsis carnal… No lo sé, pero pareciera, que todas las parejas receptivas del pueblo se pusieron de acuerdo esos días para sincronizarse acoplando sus cópulas. Porque es un hecho, repito, que nueve meses después y en aquellos veintitantos días de agosto nacimos un porrón de gente… Algo pasó, seguro.

El padre de un gran amigo nuestro, en una comida y con una copa de vino en la mano y varias en el coleto, me confesó el cabrón socarrón que de tanto buscar la chiguita él y su mujer -y como no había tanta televisión tanta pantalla ni tanta tontería- al final, terminaron teniendo un equipo de balonmano masculino. 😂🤣

No querías caldo toma, seis tazas. ¡Sí señor…! ¡Eso era natalidad…!

Tengo la teoría de que nuestros padres en aquellos días de finales del sesenta y cinco, se corrieron una juerga muy muy gorda… En serio.

eeen fin. Pillines… 😂🤣 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……

Ni sonrisas, ni caras…

Publicado el 8 de agosto de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Eso de no poder ver la boca de la gente… iba a decir que jode un huevo, pero voy a dejarlo en que es una putada. Parece que estemos rodando una película de extraterrestres; cuando alguien se ríe parece que lo haga con sordina, y la verdad, necesito ver cómo la gente se ríe, incluso la gente con la que me cruzo por la calle, porque “Tu risa me hace libre,/ me pone alas/ soledades me quita,/ cárcel me arranca. / Boca que vuela,/ corazón que en tus labios/ relampaguea”. Hay en la cara algo luminoso que no se encuentra en otras partes del cuerpo.

En cuanto a lo de no ver poder ver sonrisas o caras enteras voy a dejarme de calificativos. Hoy una persona que hace más de veinte años que no veía me ha reconocido. “Pero si iba con mascarilla y sombrero”, le he dicho. “Ha sido por los ojos”, ha contestado. Pues menos mal que no llevaba gafas de sol, he pensado, si encima llevo gafas de sol no me reconozco ni yo. Tengo que empezar a sonreír más sinceramente, quiero decir con los ojos, con el orbicular de los ojos, para dejar ver al otro que estoy sonriendo. Se nos van a acabar poniendo ojos de bocazas.

Me ha dicho mi prima, que está pasando unos días en una playa de cuyo nombre mejor no acordarse, que los vigilantes de la playa usan drones para ver quién no lleva mascarilla, aunque esté a cincuenta metros de cualquier otra persona. Para poder reconocernos es posible que tengamos que incorporar a nuestra mascarilla una matrícula. Que con saber de nuestro móvil igual los algoritmos que nos tutelan no tengan bastante.

Lo que cuesta es llevar la boca cerrada dentro, cuando podamos volver a ir sin mascarilla a alguno se le habrá quedado cara de tonto, de tanto ir por la vida con la boca abierta para poder respirar. De momento cuando voy por la calle parece que volviera a tener que trabajar, gran parte de mi vida ha sido entre enmascarados. La gente a la que no puedo ver la cara me parece más amenazante, menos amable.

Tendremos que volver a apreciar la sonrisa arcaica, esa expresión profunda de amabilidad, que despierta allí donde la cara rompe su rigidez, se hace “carente de límites”, se transforma en una especie de “cara de nadie”. La amabilidad arcaica está despojada de toda interioridad, no conoce ningún tú enfático. Nos hemos vuelto todos malcarados de repente.

Algunos investigadores han informado de que una cara enojada “sobresale” entre una multitud de caras de felicidad, mientras que una sola cara de felicidad no sobresale entre una multitud de caras enojadas. En el cerebro de los humanos y de otros animales hay un mecanismo diseñado para dar prioridad a los eventos malos. Reduciendo en unas pocas milésimas de segundo el tiempo necesario para detectar la presencia de un predador, este circuito mejora las probabilidades de que el animal viva el tiempo necesario para reproducirse.

Historias de Paco Sanz ✍️

Ésto de los test…

Publicado el 1 de enero de 2022.

Se tiran los pájaros a las escopetas.

Ésto de los test, es que es la ostia, cuantos más haces más positivos salen. Cuanta más gente va a la playa más gente se baña. ¡Qué cosas…! Los de los test tienen que estar frotándose las manos al ver que les están haciendo el trabajo; ya hay incluso escasez de ellos. ¿Avalancha de contagios…? Claaaro.

Si estoy vacunado tres veces, no tengo síntomas de nada, pero corro como una loca a una farmacia a comprarme un test porque me quiero ir de fiesta, debido a que me han dicho que una amiga ha dado positivo y resulta que estuve de fiesta con ella hace un par de días, lo que soy es imbécil… Un poco sí, no me lo negaréis. Y así sucesivamente. ¡A hacernos tests todos como locos…! ¡Y vennnga positivos…! Claro.

No sé si ponerme una mascarilla o una EPI completa, tal vez un traje de buzo o una escafandra e incluso un traje de astronauta, todo con tal de no contagiarme de tanto tonto… Con lo que a mí me ha gustado siempre contagiarme de todo, comer, beber y chuparlo todo, fumar y probarlo todo.

eeen fin. ¡Quién me ha visto y quién me ve…!

Sabéis que os quiero 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

La cita

Creo que la engañé, un poco.

Era casi la hora, y no sé por qué me dio por preocuparme de si la casa olería demasiado a lejía. Mi hermana, cuando se enteró de que me había separado y de que me había ido a vivir yo solo a nuestra casa en la playa ya me lo dijo:

— ¡Ay Nene, no te desidies…!

Y claro, había estado fregando la vajilla fermentada varios días en el fregadero, aireando y haciendo las tres camas que llevaba en danza cambiando las sábanas, restregando los suelos con ahínco y con lejía, y recogiendo basura y enredos esparcidos por doquier… También limpié a fondo los baños, e hice la colada, porque pensé que sábanas camisetas y calzoncillos colgados en una cuerda de secar la ropa hablarían bien de mí, y me harían parecer algo así como un tipo limpio y hacendoso.

Sólo tres meses, sabía yo, que era muy poco tiempo para una cita después de mi desastroso desastre; que todavía no estaba preparado; peeero, el destino había insistido y aunque asustado y cerrado por derribo, acepté el reto de su compañía esa noche catorce de febrero de dos mil once, día de San Valentín.

Nos conocíamos desde hacía muchos años, pero, cuando le vi en el umbral de la puerta estaba algo lejos de parecerse al recuerdo que tenía de él: estaba como más… no sé. Situada junto a la orilla del mar su casa era muy vieja, pero me tranquilizó al entrar el sutil olor a lejía, a limpio… Me hizo pasar por un corredor con estancias a ambos lados hasta un pequeño salón frente al mar. Hacía frío pero no allí. Los cristales cerrados de la ventana abierta nos mostraban de par en par una gran playa vacía, un cielo gris, viento, y el mar como que acercándose cada vez más con su oleaje. Era febrero.

Pero fue cuando me dijo que estaba preparando un revuelto de setas con chorizo cuando ya me relajé del todo, y me dispuse a disfrutar en verdad de la velada.

No sabía yo si acertaría con lo del revuelto de setas, pero, como sólo cocino cosas que me gustan pensé, que debía dejarme llevar por mi instinto culinario y ponerle en el plato algo sencillo aunque con un toque de chorizo picante. Luego, supe, que había acertado del todo con lo del picante.

Una vez que entró en casa la hice pasar hasta el fondo, y frente al mar, la senté ante una ventana y una pequeña mesa plegable con dos sencillos servicios listos para que nos pusiésemos a cenar. Había una selección de fotos y música reproduciéndose en el ordenador que tenía en el salón. No tenía televisión.

Cuando me senté frente a aquella mesita, me hizo gracia ver que en el salón en vez de televisión tenía un ordenador encendido. Y me gustó -y todavía me hizo más gracia- cuando me di cuenta que lo que me estaba enseñando eran fotos que él mismo había hecho y esa música tan rara que se ve que le gusta: jazz, me dijo.

¡Qué romántico…!

He de reconocer que con lo de las setas y el chorizo ya me dió enmedio enmedio, porque ambas cosas me gustan con locura y siempre me recuerdan a mi pueblo. Y no, no recuerdo cuál fue el segundo plato, aunque lo que sí recuerdo fue que al final de la velada me dijo aquéllo de:

— No, no quiero que te vayas.

Después de una noche de cena y charla tan memorables, no me puedo quitar de la cabeza el momento tan crucial de darle aquel primer beso furtivo, mirándola a los ojos, charlando sentados muy muy juntos en el sofá, y sin estar del todo seguro de si no me devolvería una bofetada…

Pero no, no me la dio; y así hasta hoy.

eeen fin. 💕❤️

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

UN NUEVO PROYECTO

Publicado el 30 de julio de 2021.

Dice mi chorbi, que nunca antes había tardado tanto en cruzar la plaza del pueblo como desde que lo hace paseando del brazo conmigo al lado. Dice, que tengo algo así como un efecto magnético en la gente, algo extraño, una cualidad. Que cuando paseamos por el pueblo, es raro, pero como que parezco conocer a casi todo el mundo y pareciera que casi todo el mundo me conoce a mí… Y que por ello, siempre andamos por ahí saludando a diestro y siniestro y parándonos cada dos por tres: o bien para darle dos besos a fulanita, quizá el parabién a menganita, o tal vez recuerdos a zutanita que llevábamos tanto tiempo sin vernos… Por el contrario él, es un poco samordo.

¡Pero que sepáis, que es todo un placer para él y para mí notar la sinceridad de vuestro cariño cada vez que simplemente nos saludamos por ahí…!

También, se asombra mi chorbi de que me sepa vuestros nombres y apellidos, hijas de quién sois, si tenéis hermanos, hijos… Le extraña el que yo, sin un ordenador esté tan al tanto de vuestras cosas, de vuestros trabajos, de cómo os va… Son casi veinte años juntas y claro, el ocuparme de vosotras lo considero asunto de simple y buena educación. ¿Cómo no voy a valoraros más que al oro en paño, si sois precisamente vosotras, el fruto más preciado de mi trabajo y fuente de la que brota mi vocación…?

En septiembre curso nuevo y local nuevo. ¡Qué nervios pero qué estimulante, cuánta cosquilla en la barriga…! Pero sobre todo qué ilusión; creo que me hace más incluso que cuando inauguramos el gabinete por vez primera hace ya seis años. Y estoy más ilusionada porque ahora tengo bastantes menos miedos, acumulo mucha más experiencia y sé, que también os tengo a vosotras.

Sin vosotras, ésto no tendría sentido alguno porque sois a la vez el motor y el combustible de mis ganas de trabajar, de mi ilusión por mejorar, del esfuerzo necesario para innovar constantemente… Os quiero mucho.

¡Qué orgullosa me siento de vuestra consideración cuando paseo por ahí…!

¿Que si tengo miedos…? Claro.

Manuela Rosales

….

peces, gatos, perros y caballos

Historias de Paco Sanz ✍️

He tenido, bueno, he convivido con peces, gatos, perros y caballos. “Mis” gatos pillaban restos y cazaban ratas y lagartijas, los peces y los perros comían sobre todo pienso, y al caballo le alimentaban los que llevaban la cuadra. Pero eso era cuando vivía en el campo. Cuando mis hijos todavía no adolecían. La comida, el vínculo con cada uno era diferente.

Los peces pasan de ti, el gato va a la suya, el perro está pendiente de ti, y pones tu integridad física en riesgo al subirte al caballo. En cuando a la comida, he observado que a veces el gato rechaza un trozo de carne cuando se lo ofrecen, y luego lo devora con gran satisfacción cuando consigue “robártelo”. La carne es la misma pero hay una diferencia, el animal de presa se reconoce a sí mismo. Mi perrinieta delata al que le ha dado comida… «Está por” él.

Ahora no convivo con animales, aunque para mi vergüenza no dejo de comerlos, no tengo mascotas; veo mucha gente que se pasea con ellas, me sabe mal que no dejen sueltos a los perros; yo paseo con mi perro virtual y en general lo dejo suelto… ¿A quién no le gustan los perros si son tan buenos perdedores…? Mi alma eremita va suelta, adopta la forma que Dios quiere, y en internet nadie sabe que soy un perro.

Las mascotas son como la tele o el móvil. Un gran consuelo, una gran compañía para la soledad de muchos. Yo he vivido casi siempre emparejado. Creo que para ser “pareja”, para poder “cuidar” si no tienes niño, viejo o enfermo a mano, pues al menos ten un perro… El perro puede que no sea consciente a mi nivel, pero vive; no me cuesta creer que siente. Estoy arrellanado en el sillón frente al que crepita el fuego, tengo una copa de cognac en la mano derecha, y la mano izquierda caída descuidadamente sobre la cabeza de mi perro… Hasta que descubro que no tengo perro.

Los adictos a las metáforas podemos llamar otro, doble, perro… a cualquier “ser” que pueda servirnos de pareja. Y podemos además ponerle nombre, como a los perros. Nietzsche, aquél insigne enfermo escribía “He puesto nombre a mi dolor: le llamo mi perro; es tan fiel, tan descarado y tan listo como cualquier otro perro. Le riño y descargo sobre él mis malos humores, como hacen otros hombres con sus perros sus criados y sus mujeres…” El Águila y la Serpiente eran sus animales, el orgullo y la inteligencia. Dejas de cargar como un camello para desear como un león, luego, llegas a ser un niño.

A lo largo de la vida hacemos mucho el animal. A los veinte años pavón, a los treinta león, a los cuarenta camello, a los cincuenta serpiente, a los sesenta perro, a los setenta mona y a los ochenta nada. La rueda de la vida puede verse de otra manera. Al principio eres como el ratón (infancia) animado y juguetón le gusta meterse por todas partes. Luego haces el oso (edad madura, primeros años) te gusta hibernar y eres muy comodón. Más tarde el búfalo (edad madura, últimos años) te gusta recorrer las praderas y estás instalado bajo tu joroba. Y finalmente un águila (años finales) te aligeras y vuelas alto invitando a todos a dirigir sus ojos hacia el cielo. El juego, la fuerza tranquila, y el enseñorearse sobre el espacio y el orgullo y que vuelen sobre tu tontería…

Historias de Paco Sanz ✍️

Noche de Reyes para mayores…

Publicado el 13 de diciembre de 2022.

¡Qué listos…! Cuando yo era pequeño los mayores, para que estuviésemos toda la Navidad portándonos bien, nos engañaban amenazándonos sutilmente con que de lo contrario los Reyes Magos no nos traerían ningún regalo, ningún juguete… Era la noche antes del último día de nuestras vacaciones, y mucha comida familiar mucha celebración y mucha tontería, pero todavía no habíamos jugado a nada…

El comedor de la casa de mis abuelos se llenó con mi tíos, mis primas, y un par o dos más de invitados que yo no conocía. La cena transcurrió de lo más rumbosa hasta que llegamos a los postres y los dulces… Como os podéis imaginar, y después de tanta fiesta, a esas alturas los niños ya estábamos hasta el gorro de postres y dulces después de las celebraciones de Nochebuena y Nochevieja, y lo que queríamos de verdad es que llegaran los Reyes Magos ya de una vez… Pero nada, todo era mirarnos los unos a los otros con cara de yo qué sé qué…

De repente, oímos unos ruidos extraños en el patio… ¿Serían ellos…? Mis primas y yo salimos corriendo a ver si por casualidad pillábamos a alguien pero no vimos nada; aunque los mantecados y los vasos de mistela que habíamos dejado por la tarde como avituallamiento para los reyes y los pajes, sí habían desaparecido sí… Alguien, había estado ahí. Eso, era evidente.

Todos nos quedamos boquiabiertos cuando como primos, entramos de vuelta al comedor, y vimos la enorme lámpara que colgaba del techo sobre la mesa balanceándose, al mismo tiempo que oíamos unos como crujidos y otros ruidos extraños que nos parecía venían del tejado… Los mayores estaban tan excitados como nosotros si no más; y tanto es así que mi tío Antonio se ve que de los nervios, el pobre, tuvo que irse al aseo a evacuar… Claro, tanto ruido extraño, tanto nervio, y tanto ir y venir buscando el sitio donde los Reyes Magos pudieran haber dejado los regalos que…

¡Ufff, Vaya lío…!

Pero el culmen, lo que nunca se me olvidará, es cuando oí a mi tío gritar desde el retrete como asustado, y luego lo vi salir dando salticos con los pantalones bajados hasta los tobillos, a toda prisa, y empujando de golpe la puerta del baño:

— ¡¡¡ Los he visto, los he visto salir; deben haber entrado por el tragaluz del baño porque los he visto escaparse por ahí…!!!

Lo dijo mientras nos señalaba con su dedo índice, tembloroso, el lugar por donde se supone que habrían salido pitando los Reyes Magos… Mi tío estaba con sus pantalones todavía bajados, y como muy muy nervioso.

He de reconocer que primero me llevé un buen susto; pero luego una gran alegría, al estar ante la prueba inequívoca de que los Reyes Magos existían… De lo contrario, el chulico de mi tío nunca hubiera hecho el ridículo saliendo tan descompuesto del baño con los pantalones bajados, semejante gesto de susto, y gritando así… Minutos después mis sospechas fueron confirmadas cuando descubrimos que en la habitación de mis abuelos -contigua al cuarto de baño y amontonados por las prisas de la huida- estaban todos nuestros regalos así, como ahí tirados, encima de la cama…

A mí, los Reyes Magos no me engañan.

…eeen fin. 💕 🤣😂

Hoy, que cenamos con alguno menos sentado a la mesa, no puedo evitarlo. Era La Noche de Reyes; del año en concreto no me acuerdo, pero sí de aquél episodio tan chocante…

💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

FELIZ NAVIDAD

Publicado el 25 de diciembre de 2021.

01:25 horas, día ya de Navidad.

Acabamos de terminar la juerga de la cena de Nochebuena y mis hijas y Manuela ya se han acostado. Al abrirlo, me doy cuenta de que tengo el teléfono a reventar de mensajes de güasap sin contestar… Con lo besucón, festero, canallica y sobón que he sido siempre, me veo un poco extraño ahora así, como que solo, aislado, alejado de vosotros aunque escribiendo para vosotros desde mi teléfono… Menos mal que sé, que si a la mayoría os pillara por la calle o en un bar con una caña cerca, enseguida retomaríamos el cariño amistoso de aquélla nuestra lejana cercanía.

Ésto de la Navidad a menos que hagamos algo al respecto ya no es lo que era. En vez de rumor de excesos y carcajadas, borracheras y canciones de villancicos y aguinaldos, tenemos ruido de alarmas y silencio de mascarillas, distancia social, apartheid, y pasaportes ni más ni menos que hasta para ir un bar.

Me gustaría en verdad poder daros a todos un verdadero y cariñoso abrazo pero no llego, no me llega. El tiempo. Últimamente lo pierdo con una frecuencia pasmosa. ¿Y a vosotros, no os pasa algo parecido…? ¿Cada uno a lo suyo, entontecidos mirando pantallas y sin tiempo para pensar ni protestar…?

Tiempos son éstos, extraños que no nos dejan respirar libremente aunque sí sentir, sentirnos, echarnos de menos sinceramente. Y acordarnos, de que las Navidades pasadas siempre nos parecerán mejores, pero porque a partir de ciertos años diríase que la Navidad va como robándote cosas, inocencias, gente. Llega el día en que ni tu padre ni tu hijo pueden sentarse a la mesa en Nochebuena, bien es verdad que por razones distintas, aunque éso no nos consuele en absoluto.

eeen fin. Os quiero mucho 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

………….

Bailad malditos, bailad…

Publicado el 12 de agosto de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Recuerdo un tiempo que a los bares se les llamaba tabernas. En una de ellas había un letrero que rezaba: “Se prohíbe cantar mal. Si usted cree que canta regular o bien, cante, pero en la calle”. Ahora parece que lo que vamos a tener que hacer en la calle es bailar, porque en sitios cerrados no dejan bailar ni con mascarilla. Bailar no respetando las distancias, es bailar mal. “Se prohíbe bailar mal, si usted cree que baila regular o bien, baile, pero en la calle”.

En mi pueblo queda una taberna, al menos una que conserva ese nombre. Es pequeña, mal iluminada y sin apenas sillas, casi nunca hay nadie en ella. Una de esas poesías que no he podido olvidar, supongo que es porque de algún modo compone conmigo, decía algo así: “Si es o no invención moderna/ vive Dios que no lo sé/ pero venturosa fue/ la invención de la taberna./ Porque allí llego sediento/ pido vino del nuevo/ mídenlo, dánmelo, bebo,/ págolo y voyme contento”. Supongo que de esas tabernas salía la gente a bailar a la calle, como todavía se hace en las fiestas del pueblo.

La expresión “que me quiten lo bailao” se va a convertir pronto en un anacronismo similar al de las tabernas. Me entristece pensar que bailamos menos. Es una de las mejores maneras de escuchar música. También hubo un tiempo que se cantaba para acompasar el paso militar y cargar mejor contra el enemigo. Para crear un esprit de corps se han descrito diversas formas de “bonding muscular”. Las manadas se vuelven eufórico-grupales al responder sus individuos conjuntamente, el acompasamiento del esfuerzo se experimenta como un desahogo, el desgaste de fuerzas rítmico común aleja el punto de agotamiento. Siguiendo el ejemplo de los macedonios, las tropas romanas utilizaron la marca del paso en voz alta para marchas que exigían gran rendimiento. Ciertamente, el compás mecánico es sólo una forma sustitutoria del arrebato del baile.

Decía Nietzsche que la buena escritura, la buena música invitan a levantarse, a ponerse en marcha, a ponerse a bailar. “Se escribe con la mano, pero se da testimonio de lo bien que se escribe con el pie. Leyendo o escuchando música hay que darse cuenta de si el pie levanta la oreja. Los dedos del pie se levantan para escuchar”. A mí me cuesta mucho menos escribir con música que leer con ella.

Ahora mismo ha acabado el “Diminuendo and Crecendo in Blue” de Ellington, casi sin darme cuenta se movían mis pies aun estando sentado. Y es que cuando Duke tocaba el piano, con la mano izquierda tocaba un ritmo bailable, mientras que con la derecha se dedicaba a arrojar arena de colores por el aire.

Tanto los caminos como los discursos tienen que poder ser danzados, cantados. En el momento en que el poeta empieza a escribir “lentamente, para poder ser leído”, cuando sus palabras no son una invitación a la danza, hay una pérdida de magia, de “poder milagroso”.

Historias de Paco Sanz ✍️

JODER CON LA LOTERÍA

Publicado el 29 de diciembre de 2020.

¡Me cago en la…!

Dice mi Señora que no nos ha tocado el segundo premio del gordo de la lotería de Navidad solo por un número. ¡Bah…! Las combinaciones posibles de diez números, tomados de cinco en cinco, son un verdadero universo aleatorio inextricable. Por ello, el que hayas acertado todos los números del gordo menos uno, no es tan raro ya que hay infinidad de formas. El que hubiera tocado el 06095 como segundo premio gordo de la lotería de Navidad, y el que tú llevaras el 90063, no tendría importancia ninguna y hubieras acertado todos los números; menos uno…

Otra cosa es, que el segundo premio gordo de la lotería de Navidad haya sido el 06095, y tú lleves veinte años jugando al 06093… Coincidireis conmigo en que cambia la probabilidad ésa, o la jodida estadística, la combinatoria, o no sé qué coño cambia pero algo cambia. Un solo número, sólo uno; el antepenúltimo ordinal: si en vez de un 5 un 3… Es como si soñando estuvieras tocando el timbre del cielo y a punto de entrar en él, pero te despiertas… Y como siempre, te descubres teniendo que bregar un día más aunque con aquel jodido timbre celestial metido todo el día en la cabeza.

…eeen fin.

¡Me cago en la…!

Estoy muy enfadado con mi Diosa de la Suerte, mucho… Bueno, el décimo era de Manuela, y el caso es que ambos estamos muy enfadados con nuestra Diosa de la Suerte. Y cuanto más lo pienso peor… De ésas pocas veces en la vida en las que sientes que te quedas, justo, a las puertas del mismo cielo… Veces en las que no llegas a tiempo; veces, en las que sabes que el tren ya ha pasado y no volverá a pasar.

Peeero, la lotería es lo que tiene… Y una de las cosas más graciosas, que más me reconcilian con la suerte y con el mundo, y que hacen que todavía la quiera más, es el hecho de que asegura mi Señora que va a seguir jugando siempre al mismo número:

el 06093.

¡Qué cosas…!

¡Me cago en la…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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La alegría…

Publicado el 23 de marzo de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Escribir como si leyeras, leer como si escribieras, vivir como si comprendieras, comprender como si vivieras. Pero algo hay que hacer, por mucho que nos digan, que nos digamos que no se puede hacer nada. Conatus, la palabra con la que Spinoza designaba la voluntad de perseverar en su ser de todas las criaturas. Que no falte. Que nos pillen haciendo por mejorar.

Intento adivinar eso del tener que quedarse en casa, esa devastación que nos encontraremos al salir, cómo nos va a cambiar. Pienso que va a cambiar la manera de entendernos a nosotros mismos, que nos espiritualizará y politizará de manera que acabaremos siendo distintos, y distintas serán nuestras instituciones.

Cuando la espiritualidad adquiere protagonismo, cuando hay que quedarse en casa sin hacer nada, lo místico parece volver; lo político, lo identitario, lo laboral se quedan sin patrimonio. Se impone el believing without belongin de los individuos y la inquietud cunde entre nosotros. Es como si los muy politizados no quisieran ser representados. Como si a los compradores compulsivos ya no pudieran vendernos nada.

Cuando uno empieza practicar la meditación, lo primero que se encuentra son las molestias corporales, lo segundo son las distracciones mentales y lo tercero las heridas del alma. Tanto las molestias, como las distracciones y las heridas nos van poniendo más y más nerviosos. De ahí que huyamos del silencio. Que no podamos aceptar la falta de estímulos. El que busca su verdadero rostro, que se tranquilice pues lo hallará convulso de inquietud, con los ojos desorbitados. “Caracasa, ¿tiemblas?”, decía Turenne camino del cadalso, “¡más temblarías si supieras dónde te llevo!”

Durante el ocio la existencia vaga por el mundo lejano y ajeno, para apropiárselo sólo por su aspecto, para quedarse mirándolo de hito en hito, mira a lo lejos, desde la distancia: ve la televisión. No busca demorarse observando, sino la inquietud y la excitación de lo permanentemente nuevo y la alternancia de aquello con lo que se encuentra. La existencia zapea por el mundo.

¡Huye! Me decía antes de que por los muchos años y por los malos microbios, me hayan obligado a quedarme en casa. Huye, que sólo el que huye escapa. Pascal advirtió ya de la desorientación vital que suponía la huída permanente. Porque la huída, como tránsito de un entorno hostil a un entorno propicio, debe conducir a la felicidad, no a la inquietud, una inquietud que a su vez impulse a una nueva huida, y ésta otra vez a la inquietud, y de nuevo a una huída, en una repetición incesante. A esta huida permanente la llamó Pascal divertissement (que se ha traducido por divertimento), y por agitación, alienación, y que probablemente resulte más preciso llamar aturdimiento. Según él la única cosa que nos consuela de nuestras miserias es el aturdimiento, y, sin embargo es la más grande de nuestras miserias. Porque es lo que nos impide pensar en nosotros y lo que nos hace perdernos ‘insensible mente’.

Quisiera como Spinoza ver si pillo alegría, su idea de ella: “Tras haberme enseñado la experiencia lo fútil y vano de todas las cosas con que tropezamos de ordinario en la vida corriente, y habiendo comprobado que los motivos y objetos de mis inquietudes nada tenían en si mismos de bueno o malo, sino solo en cuanto el alma se veía afectada por ellos, me determiné a averiguar si había un verdadero bien capaz de comunicarse, por el que el alma pudiera verse afectada con exclusión de todo lo demás; si existía realmente algo cuya adquisición me hiciera poseedor de una alegría continua y suprema para siempre”.

Historias de Paco Sanz ✍️

EL RETRETE Y LOS TEBEOS

Publicado el 28 de mayo de 2021.

— ¡Neeene…! ¿Te has colao…?

— ¡Voooy…!

Mi madre, cuando ya habíamos terminado de comer, no tenía otra manía la mujer que la de hacernos secar la vajilla justo después de fregarla. Y claro, yo tomé la costumbre de ir a cagarcía justo después de la pitanza, para librarme así de tan estúpida tarea… La vajilla se secaba sola, y yo, de verdad que me estaba cagando.

Recuerdo que siempre me llevaba algún tebeo, un cómic o un libro; pero porque siempre me gustó tomarme mi tiempo para leer; aprovechar mi tiempo leyendo… Y puede parecer una tontería pero ése era uno de mis sitios favoritos: el retrete. No te interrumpía nadie. Y he de confesar que ahora, me llevo también siempre el teléfono.

— ¡Neeene…! ¿Pero chico, es que te has colao…?

— ¡Que voooy…!

Al poco de conocer a Mi Señora, recuerdo aquella mañana que por fin amanecí en su casa… El sol de las siete de aquella mañana creaba un contraluz precioso al entrar a raudales por el enorme ventanal del salón. Mientras, Manuela daba su primera clase de pilates a ocho o diez alumnas privilegiadas al disfrutar de tan coqueto espacio en casa. Sonaba música de Lorena Mackennit… Una estampa preciosa. El caso, es que extrañamente yo también estaba levantado tan temprano, y me encontraba abajo en la cocina con mis legañas y el primer café con leche cuando me dió el apretón…

El aseo, daba servicio a toda la planta baja de la vivienda incluido el salón, por lo que tuve que salir en silencio de la cocina y andar los escasos tres pasos hasta la puerta del baño. Cerré sin hacer ruido. Y aliviándome, leía la prensa tranquilamente en mi móvil cuando al rato me percaté de que no le había puesto el pestillo a la puerta, ya que ésta se abrió de repente asomando el medio cuerpo de una de las alumnas:

— ¡Uy, peeerdón…!

Sus ojos como platos y yo, sentado, obrando a horcajadas con los calzones en los tobillos y mirándola también, con el teléfono en la mano. Cerró de un portazo… Fue entonces cuando la pobre, algo descompuesta y sorprendida -las alumnas no sabían nada de lo nuestro- le dijo como pudorosa y cabizbaja a Mi Señora aquello de:

— ¡Manuela… hay un hombre en tu aseo!

Repito, al menos ocho o diez alumnas sí que había en el salón sí. ¡Qué vergüenza…! Luego, claro, tuve que salir del aseo y sonreír; todas, estaban mirándome.

No sé si soy tonto perdido como a veces dice Mi Señora creo que cariñosamente, o si ésto del blog sí que en realidad me puede gustar mucho, pero también puede que esté haciendo el tonto escribiendo.

¡Pero qué coño, ésto de escribir en público gratis y de lo que me dé la gana es genial y revolucionario…! Y aligera el espíritu tanto como si se te aliviara el cuerpo; como si tuvieras que evacuar de tu vida un episodio desagradable y lo escribes: en cierta forma lo evacúas, lo expulsas, lo excretas.

Y aquí estoy yo, escribiéndote de escatologías sin importancia pero ahí estás tú, leyéndome como todo un forofo… A ver lo que te cuento ahora.

eeen fin.

Te quiero mucho lector. Que lo sepas 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

ENVEJECER. MORIRSE

Publicado el 2 de abril de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

No sabemos vivir mucho más tiempo que el de ir envejeciendo. Es más: el que no acierte a morir joven casi seguro acabará siendo un viejo. Para evitarlo, vive deprisa y muere joven. Sería bueno tomar de los griegos su juicio sobre la vejez: detestaban el envejecimiento más que la muerte, y preferían morir cuando cuando sentían que empezaban a volverse tan razonables y tan viejos, como para haber perdido toda esperanza y toda paciencia.

Les he repetido a mis viejos pacientes, que si quieres envejecer sano envejece temprano. Ahora que el viejo soy yo no lo tengo tan claro. Sigue sin gustarme hacerme el joven a cierta edad, pero lo de adelantar el envejecimiento para vivir más me parece poco deportivo… Creo que es más importante luchar contra el envejecimiento que contra la muerte. Un maltrecho y caduco soldado de la guardia de César, interpeló a éste en la calle pidiéndole licencia para hacerse matar. Y César, viendo el aspecto decrépito del hombre díjole con algo de zumba: “Pero ¿piensas estar vivo?”

”Envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro./ Pero ha pasado el tiempo/ y la verdad desagradable asoma:/ Envejecer, morir/ es el único argumento de la obra” dijo Jaime Gil de Biedma.

Cuando le invitaban a seguir escribiendo más poesía -con una inolvidable mirada al personal en la que pese a la fatiga, el odio al tópico y una nerviosa insolencia, trataba sin embargo de mantener el decoro- comentó más allá del bien y del mal: “Es que, sabes, para mí es ya como si hiciera los deberes del colegio”. Poco después se suicidaría… Seguramente pensaba como un poeta de otros tiempos, que “… aquella libertad esclarecida,/ que en donde supo hallar honrada muerte,/ no quiso tener más larga vida./ Y pródiga de l’alma, nación fuerte,/ contaba por afrenta de los años/ envejecer en brazos de la suerte”.

Los científicos que persiguen extender los límites de la vida humana se preguntan ¿a cuál de las dos estrategias debemos destinar los recursos científicos y económicos en investigación: a frenar el envejecimiento o a luchar contra las enfermedades? En otras palabras ¿fallecemos la mayoría de nosotros porque envejecemos o porque enfermamos? Desde un punto de vista convencional nadie se muere de viejo.

La convención que designa las causas médicas de la muerte, es, que la causa es aquéllo sobre lo cual podemos influir si nos fijamos como objetivo luchar contra la enfermedad o la muerte. La CIE (Clasificación Internacional de las Enfermedades) decidió suprimir la vejez de la lista de causas de defunción en 1948.

Un servidor siempre se ha quedado a punto de cumplir veintitrés años. Antes de hacerlo todavía me esforzaba. Era ya oficial del ejército, licenciado en medicina, y podía patronear legalmente un barco muy lejos de la costa. Sin habérmelo propuesto me doy cuenta de que en cierto modo siempre me he quedado a punto de cumplir veintitrés. Así de simple he sido, sigo siendo. Cuanto más simple sea el organismo, más difícil será aplicarle las definiciones de envejecimiento y de muerte. En el caso de priones y virus incluso es difícil decidir si viven o no.

Hace tiempo que cuando llego a una puerta al mismo tiempo que una jovencita, ella pretende que pase yo primero, incluso me da las gracias cuando la dejo pasar. Debería cambiar de aspecto. El hombre que quiera saber cómo ha cambiado cuando empieza a envejecer, puede consultar en los ojos de una mujer joven a quien se acerque y en el tono en que ella le hable: así aprenderá lo que teme saber… Dura escuela.

Como Valéry, no he retenido lo mejor ni lo peor de las cosas: queda lo que ha podido quedar. Esta aritmética me ahorra el asombro de envejecer. Deberíamos estar agradecidos a la lentitud del proceso de envejecimiento, gracias a la cual podemos olvidar que estamos terminando nuestro paseo por este mundo. “En un día soleado, han salido a dar un paseo… luego los alcanzaremos nosotros” escribe el poeta Rickert en las “Canciones para los niños muertos” inmortalizadas luego por Mahler.

Historias de Paco Sanz ✍️

UN RESPINGO…

Publicado el 6 de marzo de 2021.

Me gustaría gustarte siempre y que me amaras, de la misma forma que amas y te gusta el pan caliente o el pasear, los besos de los tuyos, los amaneceres, o los finales felices. Que disfrutaras conmigo siempre, como cuando comes jamón del bueno o como cuando vas a la feria y te montas muuuchas veces… Que tuvieras siempre la misma cara que pusiste cuando te regalé aquel ramo de fresillas frescas. Que siempre me desearas de la misma manera que deseas justo ese tipo de cosas… Porque cuando algo te gusta mucho y me quedo mirándote, parece, como si vibraras levemente pero de puro gusto.

Yo, sí te lo noto.

Como cuando te beso el cuello por detrás, o cuando te ponen delante un plato de buen jamón; imperceptiblemente, el deseo hace que tiembles un poquito; es sólo un pequeño gesto, apenas una mueca, un leve respingo cariñoso, pero sí… Hasta se te escapa un pequeño suspiro; exalas, emites, apenas un gritito contenido, discreto, un gemido pequeño pero de puro gusto, de verdadero placer…

Si yo te gustara de esa misma forma tendría alguna certeza y alguna oportunidad. Y si yo te gustara justo así, con tal intensidad, sabría que te gusto de esa misma manera animal y gruñona con la que sé, que te gustan las cosas cuando realmente te gustan mucho… Sabría, que me deseas de esa forma en la que te enrabietas cuando no te sale alguna cosa como te gustaría, pero aún sigues queriéndola a toda costa.

Ser, como fue aquél primer amor que tan de verdad sentiste cuando eras sólo una cría… Ojalá me quisieras para siempre con la sinceridad del amor que sintió aquella niña que fuiste, que eres, y que serás siempre.

Te quiero. Tontona 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

………

NO HACER NADA

Publicado el 21 de febrero de2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

A los vagos lo del zazen nos va. Nadie lo practica con más convencimiento que nosotros. ¿Qué es lo más fácil de hacer? Nada. ¡Hagámoslo pues! Es la mejor definición que puedo proponer de lo del zazen, en todo caso la más corta: “¡No hacer nada, pero a fondo!” La primera regla es la inmovilidad estricta. ¿De pie? demasiado incómodo. ¿Tumbados? nos arriesgaríamos a dormirnos. Por lo tanto sentados… No hace falta encender artefacto alguno para que grandes sueños de acción me inmovilicen en un sillón.

A veces pienso que en nuestra sociedad líquida, si uno no puede disminuir la densidad del medio que le rodea, lo único que cabe es crecer. Repensar la escala. A pequeña escala la viscosidad es importante, el agua es como melaza. A mayor escala lo que cuenta es la inercia. Los físicos hablan del contraste entre un número de Reynolds alto o bajo. El caso es que en una criatura pequeña, un apéndice movible acabado en “setas” (pelos) se convierte en remo, en un órgano de propulsión. En una criatura mayor el mismo apéndice simplemente hace circular el agua mientras el animal se mantiene inmóvil y se convierte en un órgano para la filtración.

Pasar de defender el derecho a la pereza al de la inmovilidad. Extremar lo místico para acabar en la necesidad de Dios. Porque hay que permanecer inmóvil para unirse a lo que se desea, si a uno no se le acerca ni hay manera de acercarse. Uno ve a Dios así: no podemos acercarnos. La distancia es el alma de todo lo bello.

Para entrenarse en lo del zazen, en lo de estar sentado sin hacer nada, lo mejor es aprender a aburrirse como Dios manda. Hay que tomarse el aburrimiento con sentido deportivo. Entenderlo como un ejercicio de valor, de libertad. Aprender a dejar pasar las horas, de vez en cuando, sin sentirse mal frente al vacío. Éste no sería un aburrimiento en sentido etimológico (abhorrere, significa horrorizarse), sino un encuentro amistoso con uno mismo, o incluso compartido, durante el que se disfruta de la compañía de alguien sin hacer nada. Entre este aburrimiento tan grato y la acedia monacal hay, desde luego, un abismo.

Porque la segunda condición, para hacer del hacer nada una profesión, es no permitir que la tristeza entre en tu vida por esa puerta de atrás desde la que suele acometer, a los que no hacen nada en un mundo de ocupados compulsivos. Porque, a ver, ¿qué perseguimos cuando nos entregamos al acto, cuando hacemos alguna cosa? Sin duda aliviarnos de esa enfermedad, de ese incordio que representa la conciencia. Algo, que para los ocupados es sólo una pequeña molestia que incordia de vez en cuando. En el trabajo el ser humano se olvida de sí mismo, lo cual, sin embargo, no produce en él una dulce ingenuidad, sino un estado próximo a la imbecilidad.

Más que ser felices, los seres humanos queremos estar ocupados. Todo el que nos procura ocupación es, por tanto, un bienhechor. ¡La huida del aburrimiento…! En Oriente la sabiduría se acomoda al aburrimiento; hazaña, que a los europeos les resulta tan difícil que sospechan que la sabiduría es imposible. Se acusaba antaño a Galba de vivir ociosamente, y él respondió que los hombres deben dar razones de sus actividades, no de su inactividad.

Esta tarde paseando cerca el muelle he visto mi “no hacer nada con mi vida” reflejado en los veleros amarrados. Esos bellos y grandes navíos, imperceptiblemente balanceados sobre aguas tranquilas, esos mástiles desocupados y nostálgicos, ¿no nos dicen en una lengua muda: cuándo partimos hacia la felicidad…? Creo que como yo, se sienten perfectamente en el puerto. Sin tener hacer nada más que seguir flotando.

Todos los animales empezamos flotando. El embrión, es lo que distingue a animales y plantas de los otros tres reinos; la blástula, lo que distingue al animal de la planta. Un embrión vegetal es una masa sólida dentro del tejido materno; un embrión animal es una bola hueca de células que suele flotar en el agua. En fin, mientras estoy sentado permitiéndome no pensar en nada, noto en el ambiente de la tarde, que flota ese aroma de ausencia, que dice al alma luminosa: nunca; y al corazón: espera…

Historias de Paco Sanz ✍️

Hispanidad idiomática

Publicado el 11 de octubre de 2021.

Historias de Salvador Juan Vallone

Me inclino ante el ingenio, la sátira, el humor, la inteligencia, la sensibilidad, y la palabra.

Gracias una vez más. Una obra maestra.

Y vosotros disfrutad malditos, disfrutad leyendo…🤔

…….

NOVEDADES EN MATERIA IDIOMÁTICA

La Real Academia de la Lengua dará a conocer próximamente una reforma de la ortografía española. Se trata de un plan quinquenal que entrará en vigor en forma paulatina, para evitar confusiones. Su aplicación tornará más simple el castellano de todos los días, pondrá fin a los problemas ortográficos que suelen tender trampas a boxeadores, economistas, ingenieros y arquitectos, y logrará que nos entendamos de manera universal quienes hablamos esta noble lengua.


De acuerdo con lo trascendido hasta el momento, la reforma se introducirá en las siguientes cinco etapas anuales:

1) Supresión de las diferencias entre ‘c’, ‘s’, ‘z’ y ‘k’.

Komo despegue del plan, todo sonido parecido al de la ‘k’ será asumido por esta letra.

En adelante, pues, se escribirá «kasa», «keso», «kijote». También se simplifikará el sonido de ‘s’ en este úniko signo; kon lo kual sobrarán la ‘c’ y la ‘z’: «El sapato de Sesilia será siempre asul».

Desapareserá la ‘doble c’ y será reemplasada por ‘x’: «Tuve un axidente en la Avenida Oxidental». Grasias a esta modifikasión, los hispanohablantes no tendrán ventajas ortográfikas por su extraña pronunsiasión de siertas letras.

2) Se funden la ‘b’ kon la ‘v’, así komo la ‘y’ kon la ‘ll’.

No existe diferensia alguna entre entre el sonido de la ‘b’ larga y la ‘v’ chikita; por lo kual a partir del segundo año desapareserá la ‘v’, y beremos kómo bastará kon la ‘b’, para que bibamos felises y kontentos.

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Pasa lo mismo kon la ‘y’ y la ‘ll’. Sobra la ‘ll’… Todo se eskribirá con ‘y’: «Yébeme de paseo a Sebiya, señor Biyar».

Esta integrasión probokará agradesimiento general de kienes hablan kastellano, desde Benesuela hasta Bolivia… Toda ‘b’ será de «baka»; toda ‘b’ será de «burro».

3) ‘R’ es «erre»; fuera la ‘h’; fusión de ‘g’ y ‘j’.

A partir del terser año, y para mayor konsistensia, todo sonido de ‘erre’ se eskribirá con ‘rr’: «Rroberto me rregaló un rramo de flores».

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Asimismo, la ‘h’, kuya presensia es fantasmal en nuestra lengua, será eliminada… Nuestros ijos ya no tendrán ke pensar kómo se eskribe «sanaoria», y se akabarán esas komplikadas y umiyantes distinsiones entre «echo» y «hecho». Ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en semejante kuestión ke nos tenía artos… Tampoko en la diferensia entre la ‘g’ y la ‘j’… ke muchas beses suenan igual. Todo irá kon ‘j’: «El jeneral jestionó la jerensia». Sin duda, esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos kon más rregularidad y más rrápido rritmo.

4) Abolisión de tildes; muerte a konsonantes finales.

Horrible kalamidad del kastellano son, en general, las tildes o asentos gráfikos… Esta sankadiya kotidiana jenerara una axion desisiva en la rreforma. Aremos komo el ingles, que se a impuesto internasionalmente sin tildes. Kedaran ellas kanseladas desde el kuarto año, y abran de ser el sentido komun y la intelijensia kayejera los ke digan a ke se rrefiere kada vokablo. Berbigrasia: «¡Komo komo!».

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Tambien seran proibidas siertas konsonantes finales ke incomodan, y poko ayudan al siudadano komun. Se dira: «¿Ke ora es en tu relo?», «As un ueko en la pare» y «La mita de los aorros son de eya».

5) Eliminasion de la d interbokalika del partisipio pasao y kanselasion de artikulos.

El uso a impuesto ya ke no se diga «bailado», «nacido» y «venido», sino «bailao», «nasio» y «venio». Kabisbajos, aseptaremos esta kostumbre bulgar, ya ke al fin y al kabo, es el pueblo yano el ke manda.

Desde el kinto año kedaran suprimidas esas ‘des’ interbokalikas ke la jente no pronunsia. Ademas, y konsiderando ke el latin no tenia artikulos, y ke nosotros no debemos inbentar kosas que nuestro padre latin rechasaba, kastellano karesera de artikulos… Sera poko enrredao en prinsipio, y ablaremos komo futbolistas yugoslabos; pero después, niños y niñas de kolegios beran ke tareas eskolares resultan mas fasiles.

face-8685_960_720Profesores terminaran benerando akademikos ke an desidio aser rreformas klabe para ke seres umanos ke bibimos en nasiones hispanohablantes gosemos berdaderamente del idioma de Serbantes y Kebedo.

Eso si: nunka aseptaremos ke potensias estranjeras token kabeyos de letra ‘ñ’. ‘Ñ’ rrepresenta balores mas elebaos de tradision kultural ispanica, y primero kaeremos kadaberes antes ke aseptar bejamenes, a simbolo ke a sio korazon bibificante de istoria kasteyana.

Identida kultural no se bende ni alkila.

Salvador Juan Vallone

……..🤣😄

Maravilla de letras hispanas mezcladas con ingenio… Don Salvador Juan Vallone, me ha permitido publicar aquí esta prueba de amor por el verbo español, sea cual sea el sitio donde se haya escrito… Viva lo Hispano, lo español, lo nuestro.

Este hombre es mi hermano a no sé cuantos miles de kilómetros de mi casa; pero lo es, sólo porque me habla y le entiendo, y le admiro… Ésa y no otra es nuestra ventaja: la palabra.

…eeen fin.

¡¡ VIVA LA HISPANIDAD…!!

Historias de Salvador Juan Vallone

EL ALCOHOL Y EL NACIONALISMO

Publicado el 17 de septiembre de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Millones de años atrás, termitas y hormigas empezaron a la vez a colocarse con productos fermentados por levaduras y a socializarse y pastorear. También muy atrás en la historia de los primates, la alcohol deshidrogenasa cambió, e hizo posible que el alcohol no matara a los que se bebían la miel que había fermentado. Los hombres saltamos de cazadores-recolectores a agricultores-ganaderos, casi al mismo tiempo que empezamos a gustar más de la miel fementada que de la miel sin más. El aguamiel, es seguramente la primera bebida alcohólica.

Tiene más calorías que la miel, y se puede metabolizar hasta llegar al ATP. El alcohol se convierte en acetaldehido por la acción de la alcohol deshidrogenasa. El acetaldehido deviene en acetato. En las personas sensibles al alcohol, la velocidad de catálisis del acetaldehido sólo funciona con concentraciones muy altas del mismo, por lo que la ingesta de alcohol les afecta más. Además también hay diferencias de la alcohol deshidrogenasa inherentes al sexo. Con el alcohol, cuanto mayor la concentración más rápida la absorción. Y cuanta más grasa, más se retarda su eliminación.

Me he hartado de decirles a pacientes y amigos que el alcohol es malo a cualquier dosis. Que eso de que un poco de vino en las comidas es bueno para la salud es un cuento, chino iba a decir. Pues como lo del virus, no sé si es chino o no, pero menudo cuento. Lo de que la gente joven prefiera beber para socializar, me lleva a pensar en los monos rebuscando miel fermentada en los huecos de los árboles. «En la embriaguez del éxtasis nos encaramamos en el carruaje de los vientos…» según dice el Rig-Veda.

No puedo predicar con el ejemplo, claro. Pero por eso no puedo hablar tan mal de lo de alterar la conciencia metiéndonos venenos en el cuerpo. Cuando empezaban a a hacer soplar a los conductores, mis hijos me regalaron un alcoholímetro. Cuando la reunión de amigos en la bodega se había acabado, medíamos el alcohol en sangre de los que parecía que podían conducir para llegar al pueblo de al lado, y el que tenía menos, conducía. La broma de que había que estar francamente bebido para dejar conducir a según quién, normalmente a alguna señora con más sentido común que los demás no solía hacerle ninguna gracia.

El imperio que el alcohol ejerce sobre la humanidad, se debe a que puede estimular facultades generalmente trituradas por los fríos hechos y las críticas descarnadas. La sobriedad reduce, discrimina y dice no; la embriaguez expande, une y dice sí. Del mismo modo que el café estimula la racionalidad y el individualismo, el alcohol estimula las virtudes proletarias de colectividad y solidaridad.

El alcoholismo tampoco tiene maldita la gracia, como no la tiene el nacionalismo. El nacionalismo se nutre de esos seres medio cultos, sensibles pero elaboradamente tontos, que tienen presbicia intelectual y no ven jamás lo obvio, sólo lo remoto y traído por los pelos… Carecen de sentido común. La identidad nacionalista es para la mente como el alcohol barato: primero te emborracha, luego te ciega, y al final, te mata.

Historias de Paco Sanz ✍️

COSAS QUE HARÍAS SIN COBRAR

Publicado el 21 de febrero de 2021.

Volver a criar a tus propios hijos, ser capaz de dibujar cualquier cosa en blanco y negro y leer y follar constantemente, creo que serían lo más de lo más… Escuchar música de jazz y conducir o viajar, me llevan gratis siempre a otros sitios. Pero andar el camino de Santiago y escribir, cocinar y enamorarme a diario es justo lo que hay… ¡Y oye, muy a gusto…!

¡Ah, y el cine…! Ver cine; que no se me olvide el cine.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

EL PARTO

Publicado el 7 de febrero de 2021.

Como le interesaban tanto lo de las energías, lo del yoga, el karma, y eso de los chacras y el despertar del tercer ojo, le pregunté ¿que si entendiéramos la vida como una sucesión de ese tipo intercambios energéticos, cuál, diría que es el acto más energético que podríamos experimentar…?

Tardó un poco en responderme que hacer el amor; vamos, que follar. Que estar dentro de o tener dentro a alguien. Porque sin duda es un acto aquél, en el que se intercambian multitud de energías humanas y de fluidos esenciales para la vida, y tal.

Yo le dije, que seguramente lo más energético que hay en este mundo es hacer explotar una bomba atómica; o tal vez parir… Pero, porque no debe haber forma más energética de sentir dentro a alguien o sentirse dentro de alguien, que pariendo o naciendo. Ese empujar de una misma y desde dentro; desde tus propias entrañas, sin remedio y sin siquiera punto de apoyo. Esa condena a parir o a morir, a salir o a matar. Esa hemorragia de vida. Todo ese mal trago. Todo, sólo por tener o ser un hijo. Energía pura: pura bomba atómica.

Recuerdo abrir la puerta del paritorio del hospital con verdadero terror, y ver de repente a aquella parturienta sudando encendida y congestionada, retorcida, gritando a no sé quién y mirando a no sé dónde, éso de: «¡Que salgas de aquí…! ¡Que te vayas…! ¡Que me dejes…!»

Estaba como fuera de sí. ¿Y yo qué sabía…? No sabía, ni dónde meterme en medio de tanto grito de las al menos cuatro o cinco hembras pariendo en aquella sala. Los dolores de verdad ya habían empezado. Rotas las aguas las contracciones aumentaban, la tensión me espantaba. Ya, de parto… El dolor en todas sus formas siempre me había aterrado, superado.

Estaba a su derecha cagado de miedo agarrándole la mano, cuando los ojos de la matrona emergieron por encima de aquel monte de Venus que ya paría, para urgirme a que fuera corriendo a cortar el cordón umbilical.

«¡Vamos, ven, ahora…! ¡Ya está aquí…!»

¿Pero cómo coño iba yo cortar semejante cosa. Yo, que me mareo siquiera al pincharme cortando una rosa…?

«Deja deja, córtalo tú…» le dije en un puro mareo. Casi que me caigo al suelo en redondo. ¡Qué nervios! Entre gritos nacemos… Y yo, como un pollo sin cabeza, blanco como el papel, y enredando por allí en medio.

Me la dejaron echada como ahí; como en el mostrador de una tienda. Solita. Recién lavada eso sí, pero como desamparada y envuelta ella, tan solo en una ligera muselina también de color hospital verde claro. Como si me la hubiesen dejado en un dispensario cualquiera, a la espera de que alguien viniera y se me la llevara. Y claro, no me separé de ella ni un solo segundo.

Recuerdo a mi derecha a un tipo como desagradable, con gorro, mascarilla y bata verde como yo; luego, supe que era el doctor jefe de maternidad del hospital. No paraba de mirarme de soslayo aquel tipo, ni de enumerar un sin fin de detalles médicos varios e incidencias técnicas del parto; luego, supe que estaba dictando los detalles del certificado de nacimiento. Cuando ya llevaba descritos muchos detalles de aquéllos, se paró extrañado; me miró ahora fijamente, y me dijo el desagradable «que qué coño hacia yo que no estaba tomando notas…»

¿Noootas…? Pa’tomar notas estaba yo.

¡Ufff qué nervios…!

Sosteniéndole la mirada y muy sorprendido por lo maleducado de su pregunta, le respondí algo retador que ¿qué coño noootas…? No se había percatado el doctor de que yo era el padre… Como de puro nervioso no me estaba quieto por ahí, me confundió con el enfermero encargado de rellenar el formulario certificando el nacimiento.

¡Ufff qué nervios…!

Entonces, los ojos de matrona con mascarilla abandonaron por un momento la episiotomía en la que estaban, y volvieron a emerger de aquel mismo monte de Venus ahora ya parido, para decirme casi encanada de la risa «que dejara ya de enredar por ahí, que me portara bien y me estuviera tranquiliiico… Y que ya, faltaba poco para que todos saliéramos de allí…» Hasta la madre recién parida empezó a reírse de lo chocante de la situación.

Y no te digo nada, cuando pretendieron subir a mi pequeña a la planta de neonatos sin que yo la acompañara. Una enfermera me dijo sin más que me apartase, que iban a subirla… Yo le dije que «nanai, que lo que había en esa incubadora era mío; y que tenía que acompañarla sí o sí para saber dónde me la dejaban, no fuera a ser que por error me la cambiasen por otra…»

Aquella enfermera bufaba con la prisa de los partos, e insistía: «que no dijera tonterías y que no podía subir y punto. Que entendiera que estaba prohibido; que esto era un hospital y que eran las normas, y tal…»

Y yo, cabezón y tajante la intimidé, cuando acercándome a su cara mirándola fijamente y ya con mala ostia, le dije implacable aquéllo de: que «era ella la que no lo había entendido… Que yo era el padre» y que me daba todo igual porque iba a subir a planta con mi hija sí o sí, se pusiera ella como quiera que se pusiese.

Y al final claro, subí con mi hija y ella.

…eeen fin. Gracias por leerme… 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

AMIGOS DEL COLEGIO…

Publicado el 9 de enero de 2020.

Quiero al Rovira algo así como a un hermano porque nuestros apellidos casi consecutivos por orden alfabético, hicieron que casi siempre estuviéramos sentados en el mismo pupitre, durante años y años. Él era zurdo, y siempre jugábamos a éso de darnos porsaco sentándonos él a la derecha y yo a la izquierda del pupitre: nos divertíamos estorbándonos al escribir.

Como los seres humanos nos formamos como tales -o nos forman- de niños, la infancia es indudable que marca el resto de nuestras vidas de forma indeleble. Por ello, no sé si me pasa a mí solo éso de tenerles tanto y tan especial cariño a mis viejos amigos, a aquéllos compañeros y colegas de infancia, de colegio, de juventud… Tengo la teoría de que querámoslo o no, las personas de las que sabemos ciertos secretos están más cerca de nosotros; que nos unen con ellas saberes íntimos de índole tan personal que es un tesoro saberlos.

Y yo, os advierto que tengo el tesoro de saber algunos secretos vuestros, nuestros… Recuerda, cómo eran de frías nuestras antiguas escuelas; de qué era aquel bocadillo preferido que te ponía tu madre para almorzar; si jugabas bien al fútbol o eras un fardo como yo, y quién se duchaba luego en los vestuarios y quién no; los que ligaban más, quiénes no ligaban tanto, y los que no ligábamos nunca… Yo me acuerdo del gesto del llanto en tu cara cuando te lisiaste la rodilla en aquel golpe en bicicleta; de si tenías mal perder pero eras un buen chico; o de si eras un malqueda pero porque te daban miedo las chicas.

Sé de ti y tú de mí secretos de compañero tan entrañables, que también sé que nos unirán un poco para siempre. Sé si eras de los listos, de los revoltosos o de los empollones; si te comías los mocos, las uñas, las dos cosas o ninguna; y sé si eras valiente, solo tímido, o llorón… Todavía me acuerdo de la música que te gustaba, de muchos de los conciertos a los que fuimos y de si eras viciosillo, solo bailaorico, o las dos cosas.

Y sé si eras un genio, que también los hay entre nosotros, mira Daniel García.

Os quiero. Mucho.

💞

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

EL LAGO DE SANABRIA

Publicado el 2 de enero de 2020

El Tajo y el Gordo, Plátano y Dibidibi, el Tahullas y el Bascu, Salticos y el Cabesón… Y muchos otros que no quiero nombrar porque me olvidaría de otros muchos, ya que muchos son también los años que hace de aquéllo. Unos pipiolos; yo incluso era todavía menor de edad. Fue un viaje legendario. Fue, creo que mi primer verdadero viaje. Unos tiempos en los que no teníamos nada parecido a lo del Erasmus, y lo más lejos que habíamos salido de nuestras casas era francamente poco… Fuimos de acampada ni más ni menos que al lago de Sanabria; tan lejos como en autobús de Alicante a Zamora; y con mis amigos de siempre y del instituto.

«No te digo ná, y te lo digo tó…»

Lo primero que me viene al recuerdo según escribo, es, la Luna reflejada en la superficie del hermoso espejo negro de aquel lago; serían ya las tantas de la noche… Con el empuje de las cervezas que ya llevábamos en el cuerpo, y la excitación acumulada en nuestra primera jornada de viaje, nos propusimos no dormir esa noche en las tiendas sino a la intemperie; con un par… Tras unas cuantas vueltas exploratorias a los alrededores del lago, encontramos algo así como un promontorio, una maravillosa plataforma rocosa plana, justo, al borde mismo de aquellas aguas tan oscuras, quietas totalmente de tan plácidas… Precioso.

Hacía una temperatura estupenda, y elegimos quedarnos a pasar la noche allí mismo, en nuestros sacos, fumando charlando y bebiendo cerveza. Y tan estupenda era la temperatura que claro, por la noche, durmiendo durmiendo nos fuimos destapando… Lo bueno fue de madrugada, cuando nos despertamos acribillados por el escozor de los picotazos en nuestros culos destapados.

Unos picotazos no ya de mosquitos sino pareciera que de tábanos, que muy hermosos ellos se criaban la mar de contentos entre tanta humedad, nuestros culos asomándose, tanta mierda de vaca, y tan estupenda temperatura… La madre que los parió.

¡Qué risa…!

La segunda de las cosas que me vienen a la mente, es, cuando para fumar porros y que no nos vieran los profesores, acordamos el meternos siempre en la tienda del Gordo y el Plátano. La alegría de la fiesta del campamento era la tienda aquélla… El completo desastre al entrar en ella lo tenías claro, cuando veías que para que le diera el aire a la provisión que tenían de morcillas salchichas y chorizos, los tenían oreándose, sí, pero simplemente así como que tirados fuera de la tienda justo encima de los calcetines sucios, de las camisetas sudadas y los calzoncillos usados que se iban amontonando por ahí, al sol… Luego, en la barbacoa igual daba.

¡Qué cosas…!

El día que tuvimos libre -que nos dieron la suelta– no se nos ocurrió otra cosa que alquilar un taxi: un Dodge Dart antediluviano enorme, de color beige, y con un muy muy buen conductor… Luego, una vez montados en él, que si vamos a Orense que si vamos a Zamora o que dónde coño vamos. «Vamos a Portugal que está más cerca…» sugirió el conductor…

¡No hay huevos…! 🙄😳

Nos miramos unos a otros, y si todavía tengo un recuerdo clavado fue esa escapada hasta Braganza. No te rías… Fue más que una aventura.

En aquella época no formábamos parte siquiera del Mercado Común, y ésto de la Unión Europea que hoy disfrutamos era algo impensable, imposible… Pasaportes no teníamos; carnets de identidad sí, menos mal. El problema era que yo, un menor de edad sin tutela, no podría cruzar frontera alguna… El lío, empezó cuando llegamos a una de aquellas barreras con caseta y guarda, en la que tenías que enseñar hasta lo que habías comido a mediodía para que te dejaran pasar la frontera. Tras terciar con el guarda el conductor a nuestro favor, él mismo, Dibidibi, el Gordo y el Plátano -los cuatro- tuvieron que firmar un documento en el que se responsabilizaban de mí y de cómo me comportara. Algo así, como si de pronto se hubieran convertido en unos primos míos mayores; digo yo…

Tras unos treinta kilómetros más por aquellas carreteras tremebundas, llegamos a Braganza. «Llévenos al centro…» Nos chocó, el que unos rebaños de cabras cruzaran una capital de provincia justo frente a las oficinas de correos y del ayuntamiento… Era, como si vieses borregas pasando y cagando frente al Corte Inglés de Alicante.

…eeen fin. 🙄

Y recuerdo, cómo íbamos acabando las existencias de cerveza Sagres fría, conforme íbamos riéndonos y sentándonos en las terrazas de aquellos baretos del centro. ¡Qué juerga…!

«No te digo ná, y te lo digo tó…»

Cómo volvimos es otra historia… Todo, fue mérito del conductor del taxi. 😂🤣

Menudo viaje. 🙄😳

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Cumpleaños

Publicado el 22 de agosto de 2020.

Que cuántos cumplo, me preguntan. ¡Pues coño, uno…!

Cumplo uno, los otros cincuenta y tres ya los tenía. Otra cuestión es cuántos tengo o si realmente los tengo, o si los tenía; si realmente los tuve, o si viviendo los he perdido, los he quemado, fundido o gastado, acaso dilapidado; o si quizás, los he aprovechado… Finalmente, la última controversia es, cuál, es en verdad mi edad.

Y como es precisamente el tiempo transcurrido en experiencias vitales, lo que en verdad nos marca realmente los anhelos, me siento todavía diríase que con el mismo tiempo que yo tenía justo, en el momento justo que asistí al tiempo justo que duró el parto de mi segunda hija. ¡Uffff…! ¡Vaya momento, llegué justo a tiempo y vaya experiencia tan vital…! ¡Qué ganas de vivir…!

Y sí, yo soy aquél, mentalmente aún soy aquél. Algunas cosas ya no funcionan de igual modo pero en el fondo yo soy el mismo: aquél, incluso algo más mañaco; como que aún más niño. ¡El tonto de mí…! Pero bueno, como en este juego mental de tontos te puedes plantar cuando quieras yo me planto en la época aquélla. Me quedo, en aquéllos los años de la potencia de fuego y del vigor máximo, y de la mente abierta también al máximo a golpes de experiencias. Luego, la vida, ya me la pondría dura, o no.

…eeen fin.

¿Que cuántos cumplo…? ¿Yo qué sé…? Siempre he necesitado que me llevasen las cuentas…

Sabéis que os quiero 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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Tiempos de autostop

Publicado el 13 de noviembre de 2020

En aquélla, la época de la confianza, y para los que no teníamos vehículo, viajar haciendo autostop era algo muy común y que nos permitía con cierta facilidad y de forma bastante efectiva, movernos con una falsa sensación de libertad por ahí por el mundo… Confiados, dábamos tumbos de coche en coche; de desconocido en desconocido… Hoy, ciertamente sería algo impensable.

Era una fresca y ya muy cerrada noche de viernes, a finales de septiembre, y hacía autostop a la vez que caminaba de vuelta a mi pueblo. Serían casi las once… Me había parado, situándome bien a la vista, bajo la zona iluminada por el haz de la luz mortecina de una farola solitaria, en el arcén de aquella carretera ya muy a las afueras de Torrevieja. Allí veraneaba mi novia y yo volvía de pelarle la pava… Había hecho el viaje de ida por la mañana en autobús, pero preferí aprovechar el trajín de la gente de marcha en la carretera y moviéndose de aquí para allá un viernes por la noche, para volver a mi pueblo como tantas otras veces hacía: gracias a la suerte y a la amabilidad de algún samaritano al volante…

El año anterior, durante mi servicio militar, había estado volviendo a dedo casi todos los fines de semana de Madrid hasta mi casa. Tuve la gran suerte de un día hacer muy buenas migas con un camionero murciano, que se ve me cogió cariño y por ello se ve que también cogió la costumbre, de esperarme sin falta todos los viernes de la una hasta las tres de la tarde para ver si yo aparecía por aquella vieja gasolinera de la Plaza de Legazpi, y bajarnos juntos hasta Orihuela… Yo le conseguía algo de hachís gratis y él, además de llevarme, me invitaba también a merendar en alguna de las paradas que hacíamos durante el viaje. Cuatrocientos cincuenta kilómetros; más de siete horas juntos por aquellas carreteras nacionales: un gran tipo.

Por fin, paró aquel Seat 127 azul oscuro, dos puertas, del que se bajó el copiloto reclinando el asiento diríase que como con algo de prisa y haciéndome gestos para que entrara y me sentara atrás. Les di las gracias, aparté una especie de palo que había en el asiento, me senté, y arrancamos… Eran dos tipos jóvenes, normales, de los que no recuerdo casi nada salvo cierto mal olor en el coche y un clarísimo acento murciano. Noté eso sí al principio del viaje unas extrañas miradas entre ellos y un incómodo silencio. Al buen rato, fue el conductor el que rompió la aspereza de aquel silencio al decirle a su amigo que se hiciese un porrito y preguntarme si yo fumaba hachís… Y sí, fumaba.

Sonaban Los Amaya en el radiocasete:

🎶 🎵 «¡Vete, me has hecho daño, vete…! lejos de aquí, ¿qué quieres de mí…?» 🎵 🎶

¡Qué cosas…! 🙄

Me extrañó no ver al copiloto calentar la china antes de liarse el canuto, pero no le di más importancia cuando me lo ofreció para encenderlo. Desde la primera calada noté un sabor metálico y bastante extraño que atribuí a chocolate de mala calidad; cosa que por educación y ya que yo era el invitado, ni siquiera les comenté a aquéllos mis amables y enrollados benefactores.

Pero fue en el momento en que tras unas caladas les devolví el porro, y me eché hacia atrás recostándome un poco en el respaldo del asiento trasero cuando noté el trancazo, el ciego, el pavo que me subía… Parecía que de momento me hubiese hincado entera una botella de vino tinto; todo me daba vueltas. Yo, estaba más que acostumbrado a fumar de todo beber de todo y hasta que se acabase todo y del todo… Pero aquel pedo, ese ciego tan espeso, semejante curda, no la cogía yo tan fácil así como así con tres o cuatro caladas de porro… Ni mucho menos; a saber qué coño sería aquéllo que había fumado…

En aquel momento, aturdido, me di cuenta de que el coche abandonaba la ruta lógica para llegar a mi pueblo, desviándose por un caminucho a la derecha; oscuro por completo. Mareadísimo, no sé cuánto tiempo pasó hasta que pararon los tumbos del coche por aquel camino. Fue entonces cuando aquellos dos crápulas se volvieron hacia mí, y casi al unísono… El copiloto era el que esgrimía la navaja mientras el piloto gritaba que me rajarían de alto en bajo si no les daba toda la pasta que llevara encima:

— ¡Pero ya, Ostias…! ¡Vamos, vamooos…!

Recuerdo muy borrosamente las caras que al mirarse pusieron, cuando al entregarles sumiso y ciego perdido mi cartera, comprobaron que llevaba escasamente el equivalente a cinco pavos actuales. Ternos, blasfemias, amenazas:

–¡Bájate coooño…! ¡Que te baaajes…! ¡Ostiaaass…!

Con el ciego tan bonito que llevaba yo, recuerdo, que era como si en una nube me la sudase todo el capullo, y no sé porqué agarré el palo… Ya estaba claro que aquellos dos gañanes ni pretendían ni creo que podían hacerme mucho daño… Sólo querían lo justo para un pico o de lo contrario no hubieran subido al coche a un matao sin un duro encima como yo. Y además, a estas alturas ya habrían usado la navaja…

El caso es que con las puerta abiertas del coche, con aquellos quincallas gritándome como locos para que me bajara, y parapetado tras los asientos delanteros de aquel coche, me sentí como un gato atrapado pero seguro, apestillado en la parte de atrás de aquel coche, y con un palo en la mano… Con el subidón que llevaba no sabía yo siquiera dónde estaba, y ni de coña estaba dispuesto a quedarme allí tirado no sé dónde y en completa oscuridad. Yo no era ningún alfeñique, y serían ellos los que tendrían que bajarme por la fuerza.

«¡Y una mieeerda…!»

Lanzándoles todo tipo de tarascadas desde el asiento de atrás cada vez que intentaban acercárseme, tuve la ocurrencia de gritarles a mis amables asaltantes que ¡Yo ya había cooperado…! ¡Coooño…! Y que lo mínimo que podían hacer si no eran un par de hijosdeputa sin entrañas, era dejarme en un sitio donde yo al menos me aclarase para llegar a mi casa aunque fuera a rastras… Iba muy muy ciego… Y al final, no puedo decir que llegásemos a un acuerdo sensu stricto… ¿Pero cómo llegué a mi casa…? ésa, es otra historia. Sólo sé, que al poco me compré un coche.

…eeen fin. 😂🤣

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Susto o Muerte, y autostop

En los doce meses que estuve en el ejército, creo que ni una sola vez volví a mi casa desde Madrid de otra forma que no fuese haciendo autostop. Cuatrocientos cincuenta y pico kilómetros… Había que ahorrar. En aquella época aunque ni soñábamos con teléfonos móviles, se podía viajar así sin problema alguno; y más, si tenías veinte años e ibas impecablemente uniformado con el traje «de bonito» de Cabo de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra… Eso del uniforme, daba digamos que confianza al que te paraba en la carretera y te ayudaba a volver o a irte de tu casa; y a veces, hasta ligabas y todo por ahí con él puesto… Eran, otros tiempos.

Esa noche se me había hecho bastante más tarde de la cuenta, y después de más de diez horas dando tumbos por la carretera estaba ya en Orihuela pero todavía a catorce kilómetros de casa. Salía caminando de la ciudad; eran ya bastante más de las once de la noche y hacía frío; quería llegar cuanto antes… Llegué a La Corredera, y andé buscando alejarme de la ciudad lo bastante hasta que me situé bajo la luz solitaria de una farola. Dejé el petate en el suelo y cansado, me senté en cuclillas al borde de la acera esperando el paso de un vehículo que me terminara de llevar al pueblo.

En ese momento, allí tirado, me acordé de mi padre cuando decía aquéllo cada vez que me veía llegar los viernes por la noche: «¡Nene, coño, vienes el viernes por la noche para irte de nuevo el domingo por la tarde…! ¿Me puedes decir qué coño tienes que hacer aquí tan importante…?»

Y tenía toda la razón del mundo: era cosa de un coño aquéllo tan importante que me traía de vuelta al pueblo cada vez que me daban la suelta los militares, pues claro que sí. ¡Coño si era importante…! Ya te digo… A mis veinte años aquella Señora me traía loco y se ve que yo a ella también, porque cuando mis colegas andaban de discoteca en discoteca por ahí todo el fin de semana, yo me lo tiraba entero en su casa como un sultán… «Algo tiene el agua cuando la bendicen…» o «Tiran más dos tetas que dos carreras…» o cosas así; cosas aquéllas las de la juventud…

Salí de mis pensamientos, y girè la cabeza un poco a mi izquierda cuando vi por el rabillo del ojo unos faros acercarse; me levanté, estiré un poco mi uniforme y saqué el dedo. Recuerdo, cómo deslumbrado por las luces blancas distinguía el amarillo del intermitente derecho parpadeando, señal inequívoca de que el coche aquél iba a parar. Cogí el petate con mi mano izquierda sin dejar de hacer autostop, cuando el vehículo llegó a mi altura y se paró unos metros más allá de donde yo estaba… Era un impresionante Mercedes negro azabache silencioso e inquietante, con embellecedores cromados, impoluto, brillante, pulido; esperándome… Recuerdo el sonido del intermitente amarillo y mis dudas antes de subir: tactac, tactac, tactac… y las intensas luces rojas de los frenos, y que me recorrió un pequeño escalofrío…

El problema, era que tan imponente Mercedes era ni más ni menos que un coche fúnebre, y claro, era ya muy muy de noche, muy tarde, hacía mucho frío, y estaba solo y muy cansado…

¡Uuufff…! 🙄

No digo que me quedé muerto pero un poco parado sí; y no voy a decir que de miedo me cagué encima pero un poco sí me acojonó, me impresionó, sí… Y sí, ahí estaba, delante mío, un jodido coche de muertos parado y esperándome para subir en él: tactac, tactac, tactac... ¿Habéis subido alguna vez en un coche de muertos…? Pues eso… ¿Todo un poco lúgubre no…?

Me acerqué poco a poco, despacito, desde atrás, y me situé con cuidado junto a la puerta derecha asomándome como que precavido por la ventanilla, cuando de repente el conductor la bajó y con una sonrisa que me pareció de enterrador, al ver mi cara dijo:

— ¡Jáaajajaja…! No te preocupes chaval, es sólo un coche; yo llevo a mis hijos todos los días a la escuela en él. ¡Venga, sube que te llevo…! ¿Dónde vas…?

No puedo más que darle las gracias al tipo aquél, ya que no paró de hablar en todo el trayecto y me contó casi entera su vida: era, lo que hoy llamaríamos un autónomo del negocio funerario, se ve que un freelance de «la cosa…» Cuando llegamos al pueblo también di las gracias por lo tarde que era, no fuese a ser, que álguien conocido me viese bajar de un coche de muertos a las puertas mismas de mi propia casa y a semejantes horas… Y claro, le pedí al conductor que parase un poquito antes. 😂🤣

…eeen fin.

Gracias por leerme 🙏💕

¡Qué cosa la memoria…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

SEÑORITAS DE SALÓN

Publicado el 19 de octubre de 2020.

En serio: íbamos allí casi casi por amor; y él era mi mejor amigo. Ligaba el pobre menos que el chófer del Pápa, aparte de por que era algo feíco porque también entonces era algo inexperto, inocente; buena gente pero muy cortaíco. Yo, tenía novia ya… Y vaya, digamos, que le había cogido mi amigo mucho cariño a una de las Señoritas de un salón de ésos que había en la carretera nacional… Pues resulta, que aquella noche cuando fuimos, las otras Señoritas nos dijeron que habían trasladado de garito a su chorba: a otra zona…

¿Cómo iba a dejar yo entonces a mi amigo, con el peligro que corre uno un viernes por la noche solo, subiendo por la sierra de esa garganta oscura en busca de un lupanar barato y perdido en medio de ninguna parte…? Por algo éramos amigos. Al fin, en un collado de aquellos montes, envueltas por la oscuridad y donde la carretera se retorcía en una doble curva, languidecían las luces tristonas y encarnadas del rótulo aquél del puticlub:

«La Garganta» 🙄😳

Aparcamos…

Sólo fue entrar, y aquella Señorita chisporroteante apareció y se abalanzó al cuello de mi amigo dándole un beso breve pero con un toque de lengua. Me fijé… Fue un beso de esos calentones pero como corto, discreto y meloso. Me gustó ella, pero porque estuvo en ese beso el tiempo justo para que no pareciese por su parte algo obsceno ni interesado. Diríase que fue hasta sincero; pareció sincero.

Una vez dentro y en cuanto pude reaccionar, me di cuenta de que mi amigo se esfumaba desapareciendo tras unas cortinillas, bamboleándose al ritmo de la música y del culo de aquella Señorita que tan efusivamente nos (le) había recibido cuando entramos, en…

No sé, cómo describir aquel tugurio

Pedí una copa. Girando por ahí recuerdo los reflejos cutres de aquella bola de cristal colgada del techo, iluminada tan solo por un par de focos uno verde y otro rojo; en el centro de una pista como oscura, cuadrada, y de un color como lúgubre. Y es que me mareaba un poco con esa oscuridad y esos tonos verdirojos mezclándose, girando… El medio porrito que nos habíamos fumado también contribuía a esa especie de mareo, o de sugestión, debido a semejante momento. Era la primera vez, lo juro, que yo siquiera entraba en un antro así…

A solas, una vez bien acodado en una punta de la barra, y cuando ya me había embaulado bastante más de media copa noté, que me hizo la muestra una Señora desde la otra punta de la barra. Guiñándome el ojo derecho se levantó, lenta, dirigiéndose sinuosa caminando hacia mí… De repente, un parroquiano oculto tras la sombra de una de las columnas del local se le cruzó bamboleante, y mirándola beodo, amenazante y como despechado, va y le dice:

— ¡Eres una puuuta…! ¿Dóoonde vas…?

— ¡Eh, eh, eh…! ¡Deje Usted en paz a esta Señora pero ya…! Tercié.

— ¿Queeé mierda…? ¡Si te pego una ostia te esclafo, maaañaco…! Me respondió.

Y entonces, recordé a mi abuelo cuando decía aquéllo de que «si no había oportunidad de librase de un problema, pégale tú primero…» Pero oye, en aquel momento justo, se cruzó entre nosotros un negro enorme con unas manos y un olor agrio también enormes, para advertirnos aquéllo de que «si no nos estábamos quietecicos lloverían guantás…» Y no, yo no conocía al negro ése de nada pero parece ser que aquél parroquiano borrachín sí. Y oye: mano de santo, le hicimos caso y de inmediato se acabó la discusión.

Entonces, al girarme, se me plantaron enfrente la Señora y su escotazo; hermosísima; y clavándome con sus ojazos verdes y vidriosos me agradeció el haber terciado como un caballero; como un Quijote me dijo luego… Me fijé, por su voz en que era una hembra andaluza de belleza ya algo marchita; una todavía hermosura lejana, de ojos verdes muy maduros, y que seguro tuvo que estar muy muy buena en su día, pero que seguramente había exprimido un poco en exceso los jugos de sus deleites.

— «Guapo, estoy a farta de cariño de caricias y de amor…» Me lo dijo taladrándome lentamente con la coquetería de aquellos ojos verdes, y después de haberse relamido despacio y golosa el labio superior.

En aquel momento justo reapareció el cachondo y ruidoso de mi amigo, saliendo medio enredado de nuevo entre aquellas cortinillas. Se ve, que ya había acabado de festear… Le brillaba la cara, y como en trance y satisfecho él, va y me dice el cabrón:

— «¿Queeé, nos vamos ya…?»

Reconozco que a esas alturas yo, ya estaba tan encabritado por las hechuras caídas del escotazo de semejante Señora tan atractiva, que hubiera estado dispuesto a todo peeero

…eeen fin.

🤣 😂 💞

Sabéis que os quiero… 🙏 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LA VIDA

Publicado el 26 de noviembre de 2016.

Mi primer relato.

¡¡Antooonio…!!

El grito de terror nos hizo dar un respingo a todos; eché a correr alarmado por el pasillo mientras su madre salía hasta el umbral de la puerta del dormitorio, con la niña en brazos, inerte, amoratada por el atragantamiento… Me la entregó suplicante, aterrada; ocho días de vida colgando flácidamente de sus brazos. Mientras la tomaba en mi regazo un regusto de impotencia desgarraba mis entrañas. Frenéticos, corrimos hasta el coche. Hice el ademán de entregarle la niña a mi hermana para ponerme rápidamente al volante; pero fue muy evidente la expresión de gravedad en su cara:

— Es tu hija… Yo conduzco.

Era conmigo con quien mejor podía estar en este trance. Posteriormente me confesó que al verla tan mal, pensó, que lo que tuviera que pasarle a la niña era mejor que le pasase en mis brazos.

No respiraba; sólo podía yo susurrarle mimos cariñosamente pero de forma entrecortada debido al pánico y al llanto; sólo podía darle ánimos, hablarle, rogarle, acunarla… Era tan, tan pequeña, que no encontraba forma alguna de ayudarla. Estaba aterrorizado tratando de hacer algo por ella cuando casualmente, descubrí que soplando suavemente en su carita, de forma refleja la niña intentaba aspirar aunque de forma muy muy tenue… Pero estaba viva.

No respiraba; apenas inhalaba pero continué soplándole suavemente, intentando acompasar mi ritmo con el de su hálito trabajoso. Solo algunos gestos vitales apenas perceptibles, casi estertóreos… Pero estaba viva… El pánico invadía hasta mi último resquicio, aumentando la presión de mi miedo hasta límites que no había experimentado nunca. He visto la muerte varias veces, también la violencia y el delito; he visto la droga, el desamor y la decepción, pero jamás el miedo había impregnado de ese modo mi ánimo.

Entramos en el ambulatorio como una exhalación, tropezando; cegados por las lágrimas y por el espanto y dando alaridos, implorábamos una ayuda que sabíamos imprescindible para salvarle la vida. Ya llevaba varios minutos en apnea, y su color macilento y la casi completa atonía de su cuerpecito evidenciaban lo crítico de la situación.

Recuerdo las miradas de estupor del personal del ambulatorio al ver el estado de la niña y el del padre… Pude detectar la renuencia lógica de la mayoría de ellos, al ver a la diminuta criatura que yo les llevaba casi muerta. Era evidente que no querían cargar con la posibilidad de que «eso» sucediese en sus manos.

Alarmado, salió a nuestro encuentro un doctor veterano (el Dr. Rodríguez) a quien entregué -yo rendido y empapado en llanto- el cuerpecito de mi bebé… El intento de sondarla para proporcionarle oxígeno fue inútil; era demasiado pequeña para utilizar ese catéter o cualquier otro instrumental del que disponía. Un rictus de impotencia y temor asomó también en la cara del doctor.

¡¡¡ Dios mío…!!!

Finalmente, como último y creo que como único recurso, el doctor inició unas simples maniobras con los bracitos y una serie de masajes en el vientre. En ese momento la niña rompió a llorar… Me sorprendí, sonriendo a lágrima viva; me sonó extraño, sólo la conocía ocho días.

Y en ese mismo momento también, digamos, que presentí algo así como a Dios.

Había estado muchos minutos -parecieron horas, lo juro- sin emitir sonido alguno y casi totalmente inerte… la niña lloraba y eso significaba que había conseguido llenar sus pequeños pulmones de aire. Reaccioné, arrancando brusca e instintivamente la criatura de los brazos y cuidados del doctor con la intención de llevarla cuanto antes al hospital.

Al principio el doctor se sorprendió de lo impulsivo de mi acción pero inmediatamente y sin decir palabra, comprendió que mi intención era también la mejor opción: había estado demasiado tiempo en apnea y era imprescindible hacerle otras pruebas imposibles de realizar allí; y la mejor y más rápida ambulancia en ese momento era su padre.

Balbuceando y envueltos en lágrimas dimos las gracias y a trompicones, salimos a toda prisa hacia el hospital. Podría haber muerto en mis brazos, peeero…

eeen fin.

Gracias a Dios, la niña hoy tiene dieciocho años y es uno de los más grandes amores de mi vida.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

Chimo y los Milagros… 💕

Gracias 💕

En un mundo como el actual se duda por defecto de la eficacia de la oración; del milagro, que podría producirse en el caso de que muchos de nosotros concentrásemos nuestros deseos sincera y fervorosamente, con la única intención compasiva de lograr el bien de alguien, o el de algo… Si todos decidiésemos empujar en una misma dirección podríamos mover hasta el destino. ¿No…? Pues eso.

El amor hace milagros. «Que se cure…» Santa Teresa.

Lo de la moto es evidente que no fue una buena idea. Poco a poco, la luz empezó… Más de ocho meses parece ser que estuve como durmiendo después del accidente, hasta que no sé quién, trajo un día unos bichos sin cara de los que sólo recuerdo que eran como marrones e inquietos, tenían orejas largas, olían a perro, y no pararon de agobiarme chupándome las manos y la cara todo el tiempo. Me dolía un poco la cabeza… Pointer. ¡Ostia, no me acordaba del nombre, qué extraño…!

Otras veces, son unos ojos muy muy azules… Me miran mucho esos mismos ojos unas veces desde una cara angelical y otras desde una avejentada, pero ambas lo hacen dulce y fijamente. Es, como si me miraran cariñosamente desde una especie de fortaleza azul… ¿Papá, Ana, Mamá…?

¿Cómooo…? 🙄😳

¡Vaaamos…! 💕

Otra vez, como que de repente, me sacaron de una sombra agitándome rodando, empujado. Algunos sin cara sonaban delante de mí… Creo que me hablaban queriendo decir algo pero como con ritmo; diríase hasta que me gritaban. Me sonó, pero no sé a qué… La luz me cegaba y estaba algo cansado.

Guitarra…

No sé de dónde sale tanta gente.

Hoy estoy mejor, y parece ser que disfruto de una luz lechosa que a raudales entra en mi habitación por una ventana a mi derecha. Poco a poco, decido girar mi cabeza a la izquierda, y veo una maraña de imágenes que no logro enfocar ni siquiera hasta pasado un buen rato. ¿No sé por qué no termino de ver caras en esas imágenes pequeñas amontonadas y clavadas con chinchetas en la pared…? Hay muchas. ¿Familia…? ¿Amigos…?

El otro día le oí decir a una de esas personas benditas que se pasean por ahí vestidas de blanco, que en sus treinta y dos años de carrera, jamás, había visto tanta gente visitando a un paciente así…

Se ve, que otra de esas personas que no paran de venir y que parece ser que es mi hermana la de los ojos tan tan azules, ha tenido la ocurrencia de hacer un horario y lo ha compartido en no sé qué grupo de gente piadosa, para que todo aquél que quiera y pueda se apunte a venir a verme…

¡Qué cosas…!

¡Y oye, parece ser que está bastante ocupado el horario ése porque aquí, la verdad, es que no para de venir gente tooodos los días…! Cuando no es uno es otro, y pasan ante mí caras que me ponen muy muy contento pero de las que por desgracia, todavía, no estoy muy muy seguro del todo… Aunque, creo, que cada vez estoy mejor.

…eeen fin.

¡Vaya un ejemplo más bonito de Familia y Amigos que le estáis dando al Mundo…! 💕

Os quiero 💕

Y gracias por el milagro. 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

EL EFECTO MARIPOSA

Publicado el 28 de noviembre de 2019.

«La insoportable levedad del ser…»

Es inquietante, la frecuencia con la que podemos descubrir que el famoso efecto mariposa, es un fenómeno del todo cierto y comprobable, empírico; además de inevitable. En cuanto cambias cualquier pieza de tu puzzle vital, puedes quizás desencadenar acontecimientos que no podrías haber tenido previstos en forma alguna. De la misma manera que un pequeño gesto confiado, que te despiste sólo un poco al conducir, puede desembocar en algo inesperado por una autovía a ciento treinta kilómetros por hora. Prender un cigarrillo, girar un poco la cara para fijarte en ese hermoso atardecer del que te alejas; una llamada en el móvil o un inesperado vahído de sueño. Tragedia, susto o quizás nada. Un ligero cambio, un leve despiste, un tenue movimiento bastaría para cambiar el sino de los acontecimientos que te sucederán.

Como cuando te alejas de algo queriendo evitar un mal que supones cierto, y como de la sarten a la lumbre, te sorprendes saltando al fuego de otro de tus peores errores garrafales.

Formamos de nosotros mismos algo así, como una de esas complejas figuras compuestas por fichas de dominó puestas de pie; pero creyéndonos que las colocamos nosotros mismos y por propia voluntad. Esa figura, la nuestra, la vemos perfecta desde nuestro punto de vista pero siempre y cuando no la toquemos mucho o no nos la toquen. Se compone de miles de piezas colocadas a propósito y con cuidado por lo que creemos es nuestra personalidad. Pero si solo se nos volcara una de esas pequeñas piezas vitales comprobaríamos, cómo se derrumba irremisiblemente esa imagen que de nosotros mismos tenemos; cómo se destrozaría envuelta en el caos del caos que desencadenan las cosas cuando se caen. Pero gracias a no se quién ni somos fichas ni somos cosas, y la imagen, para nosotros seguiría ahí.

O como cuando eres joven y crees que tienes que tomar esa decisión que supones crucial, y la tomas por huevos, porque en el fondo ignoras si en verdad va a cambiar o no en algo tu destino. No sabes que simplemente esa decisión va a formar parte de otras muchas, que como ladrillos de los que estamos construidos nunca terminarán, hasta nuestra muerte, de formar del todo el edificio de nuestra persona.

Pero de todas formas continuamos con la carambola de nuestro viaje. Porque tanto el peligro como el hambre, la curiosidad y la ignorancia; el acierto, el error, y la muerte o el amor, son motores que nos mueven.

No nos engañemos.

Antonio Rodríguez Miravete…

Juntaletras.

Voy a morir dentro de un mes

Publicado el 2 de abril de 2019

Es seguro…

Es una certeza matemática. Así me lo han dicho. Es siempre ésta una mierda de noticia, y claro, llevo varios días rumiando la idea de desaparecer, de irme; de tener que irme.

Pareciera que la vida siempre ha transcurrido como girando pero en espiral, atrapada en el inexplicable remolino de una especie de desagüe de tiempo. La vida formando parte del material caótico de un extraño torbellino. Vorágine a cuyo centro, inexorablemente nos acercamos con cada devenir de ese girar. Tal vez, la llegada de la muerte consista sólo, en el transcurrir de un último giro.

Puede que por eso el tiempo de nuestra niñez nos parezca que transcurría lento, porque girábamos todavía por el amplio exterior del torbellino. Pero poco a poco y como cayendo, imperceptiblemente el tiempo se aceleró al reducirse el diámetro de la espiral de nuestros giros… Es un hecho que con el paso de los años la sensación del tiempo se nos acorta, corre más, mucho más aprisa.

A todos nos espanta el vértigo de la muerte; el sólo pensarla. Su sóla idea. Su llegada implacable, irremediable, ineludible… Aterra el sólo imaginarnos, desvalidos girando y rodando zarandeados y atrapados sin remedio en ese oscuro remolino. Torbellino que al desatarse y girar fuera de nuestro control consume en su vorágine centrípeta, el alma de todo aquéllo cuanto fuimos, las experiencias de todo aquéllo que recordamos, y absolutamente todas aquellas cosas que alguna vez creímos poseer… Rumbo al vacío, o tal vez no, en sólo un momento nos engulle y somos arrastrados sin remedio directos al frío eterno de un vórtice negro.

Y nada más, se acabó. Todo.

Así, de sopetón. ¿Da miedo no…?

Sólo me asusta el hecho de que no sé si tengo que prepararme de alguna manera. Mis hijas, mi amor, mis padres tan viejos; mis amigos, mi hermana; proyectos… Tengo, me he dado cuenta, muchas cosas por hacer pendientes todavía. Perdones que no he pedido por traiciones secretas que no he purgado. Te quieros no dichos clavados como remordimientos en el alma. Cadáveres enterados en cunetas de caminos secretos y tormentosos. Deudas por pagar… Pecados y confesiones; llantos y risas; valores y miedos.

Por otro lado solo tengo un mes para… ¿para qué…?

Correr, saltar, follar, comer, llorar, reír, gozar, viajar, amar, beber, regresar, fumar, marcharse, acariciar, quedarse, imaginar, conseguir, esperar.

Parece ser que he de darme prisa… Un colapso o un infarto, quizá un ictus o un enfisema; tal vez, una mala mierda de mis tripas en forma de cáncer de colon va a acabar conmigo, seguro… En un mes.

Lo que no sé es si será este abril o en un enero, en un julio, o quizá a mediados de un septiembre cualquiera… Tampoco sé de qué año, si éste o el próximo tal vez, ¿dentro de cinco quizás…?

¿Quién sabe cuándo daremos la última vuelta de nuestro torbellino vital…?

Sólo sé al igual que tú lector que me voy a morir dentro de un mes, seguro… Lo que no sabemos es de qué año.

Una certeza matemática.

¿Y ahora, qué hacemos…? 🙄😳

Menandro. Comediógrafo griego:

«Comamos, bebamos, que mañana moriremos…»

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

EL VIRUS

Publicado el 25 de octubre de 2018.

He tenido un episodio chocante con mi tableta. La otra noche se me coló un chino, y me bloqueó completamente el dichoso aparato. Nunca me había pasado algo así, nunca… De hecho, presumo de ser un friki con estos aparatitos tecnológicos porque rara vez se resisten a alguno de mis manejos.

El caso es que instalé una simple aplicación de limpieza; completamente segura creía yo al haberla usado ya en otros dispositivos. Al momento de ejecutarla se abrió con total normalidad… Peeero, ya no hubo manera alguna de cerrarla. Aquel cachivache estaba completamente colgado.

Apreté todos los botones posibles, por separado y simultáneamente, unos y otros… También una y otra vez saqué la tarjeta SIM afanosamente, unas veces con la lengua fuera y otras sin ella… Probé, repetidas veces, a pinchar en ese agujerito diminuto y fantástico que todo lo soluciona… Ni de coña.

Insisto en el detalle de que soy bastante ducho en el manejo de estos chismes, por lo que muy extrañado me di cuenta que no podía siquiera apagarlo… No respondía en forma alguna.

Rendido, concluí que lo mejor era dejar que la condenada batería se acabase y así, por la mañana, reiniciar completamente el dispositivo para desinstalar inmediatamente la dichosa aplicación, y salvar todo aquello que pudiera ser salvado.

La punzada de aquellos timbrazos implacables me despertaron; como todas las mañanas… Me levanté, legañudo, a apagar la tozudez de la dichosa alarma. Confuso por la espesura de mi sopor matutino y espantado por lo inmisericorde de aquel escándalo, comprobé impotente que al seguir todavía con batería, también estaba activo el jodido chino…

No había forma alguna de silenciar el enervante chillido de aquel infernal aparato. Era imposible; el artilugio vibraba y aullaba en mis manos impunemente avasallándome con su urgencia. Maldije como un albañil por la frustración ante la imposibilidad de silenciar aquéllo… Los vecinos seguro estarían jodidos y extrañados por el pandemonium que el cacharro armaba esa mañana; tan temprano.

Botones de volumen y de inicio; botones de menú y de atrás; pinchazo al agujerito… Nada. No había manera. Aquella alarma no dejaba de zaherir mis oídos recién despiertos y la mala ostia empezó a subir inevitablemente por mi garganta.

Pese a la algarabía matutina que me acosaba, intenté tomar mi sagrado por necesario café con leche… Desesperado desterré aquel chisme al fondo de uno de los armarios de mi cocina.

Aunque algo atenuados por el encierro, timbrazo tras timbrazo, iban quebrándose mis nervios y mi paciencia. Salvo estrellar la tableta contra la pared no encontraba otra forma de librarme de aquel sinvivir repetitivo. Aquella tortura sonora había conseguido ponerme realmente nervioso; me estaba sacando del quicio.

Tras casi media hora de andar como un pollo sin cabeza con aquel guirigay por toda la casa, desesperado y aturdido, buscaba escondite suficiente como para hacer acallar aquel castigo. Tras varios intentos fallidos, atormentado decidí enclaustrarlo en el más recóndito zulo que pudiera encontrar… Al fin, lo arresté al fondo de un remoto armario de la cochera; en el sótano, bajo mullidas capas de mantas y toallas, con la desesperada intención de amortiguar ya de una puta vez aquella injuria sonora que me enloquecía sin misericordia alguna.

Pasadas bastante más de las doce del mediodía pude comprobar que aquel infernal aparato, había rendido, por fin, la vida de su puñetera y eficiente batería acallándose definitivamente.

Tras conectarlo de nuevo y esperar ansioso el tiempo mínimo para reiniciarlo, rápidamente busqué en los ajustes de instalación la condenada aplicación que me había atormentado de esa manera durante toda la mañana… Liquidé con el mayor ahínco posible todo rastro del chino que hubiese quedado aún, acaso agazapado quizá camuflado, en cualquiera de los recónditos recovecos cibernéticos de éste, mi puñetero dispositivo.

…eeen fin.

Paradojas tecnológicas.

Y estoy operativo al cien por cien.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LA VIDA

Publicado el 26 de noviembre de 2016.

Mi primer relato…

El grito de terror nos hizo dar un respingo a todos; eché a correr alarmado por el pasillo mientras su madre salía hasta el umbral de la puerta del dormitorio con La Niña en brazos; inerte, amoratada por el atragantamiento.

Me la entregó suplicante, aterrada; ocho días de vida colgando flácidamente de mis brazos. Mientras la tomaba en mi regazo, un regusto de impotencia desgarraba mis entrañas.

Frenéticos, corrimos hasta el coche. Hice el ademán de entregarle La Niña a mi hermana para ponerme rápidamente al volante; pero fue muy evidente la expresión de gravedad en su cara:

«Es tu hija…»

Era conmigo con quien mejor podía estar en este trance… Posteriormente me confesó que al verla tan mal, pensó, que lo que tuviera que pasarle a la niña era mejor que le pasase en mis brazos.

No respiraba; sólo podía yo susurrarle mimos cariñosamente pero de forma entrecortada debido al pánico y al llanto; sólo podía darle ánimos, hablarle, rogarle, acunarla… Era tan, tan pequeña que no encontraba forma alguna de ayudarla. Estaba aterrorizado tratando de hacer algo por ella cuando, casualmente, descubrí que soplando suavemente en su carita, de forma refleja La Niña intentaba aspirar aunque de forma muy muy tenue… Pero estaba viva.

No respiraba; apenas inhalaba pero continué soplándole suavemente, intentando acompasar mi ritmo con el de su hálito trabajoso. Sólo algunos gestos vitales apenas perceptibles, casi estertóreos… Pero estaba viva.

El pánico invadía hasta mi último resquicio, aumentando la presión de mi miedo hasta límites que no había experimentado nunca. He visto la muerte varias veces, también la violencia y el delito; he visto la droga, el desamor y la decepción, pero jamás el miedo había impregnado de ese modo mi ánimo.

Entramos en el ambulatorio como una exhalación, tropezando; cegados por las lágrimas y por el espanto y dando alaridos, implorábamos una ayuda que sabíamos imprescindible para salvarle la vida. Ya llevaba varios minutos en apnea, y su color macilento y la casi completa atonía de su cuerpecito evidenciaban lo crítico de la situación.

Recuerdo, las miradas de estupor del personal del ambulatorio al ver el estado de La Niña y el del padre. Pude detectar la renuencia lógica de la mayoría de ellos, al ver a la diminuta criatura que yo les llevaba casi muerta. Era evidente que no querían cargar con la posibilidad de que «eso» sucediese en sus manos.

Alarmado, salió a nuestro encuentro un doctor veterano (el Dr. Rodríguez) a quien entregué -yo rendido y empapado en llanto- el cuerpecito de mi pequeña. El intento de sondarla para proporcionarle oxígeno fue inútil; era demasiado pequeña para utilizar ese catéter o cualquier otro instrumental del que disponía. Un rictus de impotencia y temor asomó también en la cara del doctor.

¡¡¡ Dios mío…!!!

Finalmente, como último y creo que como único recurso, el doctor inició unas simples maniobras con los bracitos y una serie de masajes en el vientre… En ese momento rompió a llorar. Me sorprendí sonriendo a lágrima viva. Me sonó extraño, ya que sólo la conocía ocho días… Había estado muchos minutos -parecieron horas lo juro- sin emitir sonido alguno y casi totalmente inerte. La Niña lloraba, y eso significaba que había conseguido llenar sus pequeños pulmones de aire.

En ese momento presentí a Dios.

Reaccioné, arrancando brusca e instintivamente la criatura de los brazos y cuidados del doctor con la intención de llevarla cuanto antes al hospital.

Al principio el doctor se sorprendió de lo impulsivo de mi acción pero inmediatamente y sin decir palabra, comprendió que mi intención era también la mejor opción: había estado demasiado tiempo en apnea y era imprescindible hacerle otras pruebas imposibles de realizar allí. Y la mejor y más rápida ambulancia en ese momento era su padre.

Balbuceando y envueltos en lágrimas dimos las gracias y a trompicones, salimos a toda prisa hacia el hospital.

Podría haber muerto en mis brazos, peeero…

…eeen fin.

Gracias a Dios, La Niña hoy tiene 12 años y es uno de los más grandes amores de mi vida.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

MIS PRIMERAS TETAS

Publicado el 25 de febrero de 2017.

El alpargate subía y bajaba sobre el vientre de mi madre, acompasando perezosamente su sueño ligero de siesta escasa; mi hermana durmiendo a su lado y yo al otro haciendo como que dormía… Ese alpargate, era la garantía de que como dictaba la norma no escrita entre los vecinos: «durante la siesta, los zagales estaban cada uno en su casa pa’no dar cancán…» Por ello, en el caso de que mi madre detectara algún sonido o anómala vibración distinta de las habituales que causaría el sopor canicular a tres personas en una misma cama, ese calzado liviano súbitamente se convertía en fusta lacerante y sonora que ¡plafff…! cortaba de raíz el impulso, de escamotear la anteriormente descrita norma no escrita. Un alpargatazo.

Quería bañarme sí o sí… las posibilidades eran escasas, pero tras agotar la espera mi paciencia y con movimientos de caracol pude deslizarme, descolgándome del borde de la muy alta y vetusta cama. Con un silencio de ofidio y cual tal, conseguí reptar hasta la puerta de la habitación cuya apertura era la justa, para escabullirme sin que sus goznes oxidados por el salitre chirriasen delatores mis intenciones transgresoras.

Tenía la playa parecía que para mí solo; las tempestuosas jornadas anteriores habían trastocado en una maravillosa tarde de un tardío día de agosto. El mar, rizado y brioso aunque noble al mostrar con su irregular oleaje sus ocultas y peligrosas cicatrices, invitaba de nuevo al baño confiado…

Entonces, el rugido batiente de las olas pareció silenciado completamente debido a unos alaridos de auxilio desesperados, angustiosos, entrecortados…. Miré alrededor, hasta localizar a duras penas una cabeza y unos brazos que rendían su intento de permanecer a flote… Se ahogaba, y mis trece o catorce años dudaron a la hora de lanzarme en su auxilio esperando que el hombre aquél, que estaba como a unos treinta metros del que se ahogaba, lo hiciese.

-¡¡¡¿Es que no lo vas a ayudar…?!!! Grité muy nervioso.

Era evidente que no. El tipo estaba petrificado; me miraba con ojos ovinos, de canguelo… Tras unos cincuenta metros de trabajoso esfuerzo y a contracorriente me encontré jadeando y zarandeado cual pelele por la inmisericorde resaca, justo a un par de metros, de ella…

Me acerqué, y antes de que me diese tiempo a reaccionar me vi agarrado, arañado, mesado y sumergido, por una vorágine histérica en lucha a muerte por un vital resuello. La chica, al batallar por su vida de forma ciega, asustada y visceralmente egoísta, me utilizaba cual salvavidas pingajo sin reparar en mi también urgente necesidad de respirar, al menos de vez en cuando.

El croché submarino y desesperado que me vi obligado a estampar contra su rostro, claro que la hizo reaccionar, y puso una distancia entre nosotros que sirvió para que se diese cuenta que la calma, era lo único que nos hacía realmente falta, a los dos… El intento de hablar con ella se esfumó al darme cuenta de que era una rubia pelirroja de ojos azules y extranjera; así que, acercándome de nuevo con precaución la agarré esta vez yo de la muñeca, firmemente. Sin dejar de mirarla a los ojos le solté el brazo e inmediatamente le tendí mi mano, dándole a entender que solo debía apoyarse en ella… Me sumergí empujándola hacia arriba, y pese al lastre que aquel cuerpo encima mío suponía, apenas podía agarrarme a la arena movediza del fondo anclando en ella mis pies e intentando llegar al rompeolas, para lo que necesité varias agónicas e interminables inmersiones.

El avance hacia la orilla se hacía casi imposible por la corriente; suerte que el peso de ambos jugaba a nuestro favor y penosamente, nos permitió ir avanzando hasta el banco arenoso sobreelevado del resto del fondo marino donde las olas rompían con más fuerza, pero donde también pudimos ambos hacer pie, y descansar con la respiración desbocada y el agua literalmente al cuello.

Extrañado, me di cuenta que llevaba algo como anudado en mi brazo, cual brazalete de tela casi a la altura del hombro. Varias veces tuve que mirarlo para darme cuenta de que era la braga del bikini de la chica, que en el fragor de la refriega marina por su vida y la mía, se deslizó de su trasero y sus rollizos muslos hasta que, Dios sabe debido a qué casualidad, terminó abrazada a mi brazo derecho.

Ella no se dio cuenta y yo no le di más importancia hasta que, a medida que el nivel del agua delataba nuestro esforzado avance hasta la orilla salvadora, me percaté de un par de prominentes bultos con puntas sobresalientes, como de azúcar tostada, flotando y asomando caóticamente del agua a poco más de un palmo bajo la barbilla de la chica… Con el agua por la cintura, comprobé que tampoco había rastro alguno del sujetador entre las generosas y temblorosas lorzas de la moza. Ésta, en estado de shock no se daba cuenta del desnudo integral que estaba regalando a la no muy concurrida audiencia, que prestaba una indolente atención a los detalles de nuestra peligrosa peripecia en la playa.

Con el agua ya en los gemelos, la madre de la chica se nos acercó tremulosa, con lágrimas corriendo por su barbilla y con una toalla para tapar los excesos magros de su hija. Ésta, al reconocer su desnudez comenzó a proferir unos aullidos extraños, perdiendo de forma más histérica que en el verdadero trance que acabada de sortear, los papeles y el sentido del decoro… Algo descompuesta comenzó a correr por la playa delante de su madre y chillando en no sé qué idioma, con el consiguiente despliegue de sus orondas hechuras tremolantes. Ésto, qué duda cabe contribuyó a aumentar el interés de los espectadores que nos contemplaban…

culo2

Yo, mientras, derrengado, subía la pendiente de la playa arenosa hasta mi casa, envuelto en tribulaciones de carne y roces temblorosos que soliviantaron mi ánimo esa tarde y muchas otras, sólo con su mero recuerdo.

Al fin y al cabo eran las primeras tetas que había yo… rescatado.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

La cuna….

Publicado el 8 de diciembre de 2022.

Eras muy pequeña y lo más importante era que no te sintieses desplazada en forma alguna. No se trataba de que tu hermana viniese a cambiar nada sino de que viniera como vienen los premios, con la alegría que traen las noticias fantásticas.

Tu hermana iba a venir en breve, y solo teníamos una cuna: la tuya. Y por ello, me aproveché de lo gran persona que eres para empezar a engañarte solo un poquito diciéndote que no teníamos dinero para comprar otra, y que tu hermana tendría que dormir en una bonita caja de cartón que teníamos decorada y preparada para tal fin. Y te enseñé la caja… Lo hice -lo de engañarte un poquito- con la intención de que sólo por decisión tuya, consintieras el pasarte a tu cama en vuestra habitación de al lado…

Recuerdo que como eras tan inteligente y pese a que no tenías ni tres años, empecé a comerte la cabeza con lo de «que no pasaba nada porque tu hermana tuviera que dormir en una cajita en el suelo junto a nuestra cama…» Tú, veías algo raro en éso de prepararle la cama a un bebé dentro de una caja de cartón. Como que no lo tenías muy claro, y menos, siendo tu hermana la que tendría que dormir encajonada. No, no lo entendías, pero, bueno… 💕🤗 Eras tan pequeña, y tan buena… Yo, confiaba en ti.

Pasó el tiempo y tu madre, claro, se puso de parto. No se me olvidará nunca cuando te llevé junto a ella y por primera vez viste al bebé. La expresión de asombro en tu cara cuando abriste los ojos como platos entusiasmada de que aquella niña tan pequeña fuera ahora tu hermana, fue uno de los espectáculos más hermosos a los que he asistido nunca. ¡Qué bonito…!

Recuerdo la mañana que regresamos del hospital los cuatro a casa. Te pasaste el día entero jugando junto a tu hermana, y preguntándole a tu madre cosas como que por dónde le había salido el bebé, qué íbamos a darle de comer ya que solo bebía teta, cómo se ponían los pañales a una persona tan pequeña -tú los llevabas puestos- o porqué se pasaba la niña todo el día o durmiendo o llorando…

Y claro, llegó la hora de irnos todos a la cama y recuerdo, la cara que pusiste cuando viste que efectivamente íbamos a acostar a tu hermana en aquella caja de cartón, arropada entre aquellas extrañas sábanas con tanta puntilla y ese almohadón para muñecas tan chiquitín.

Te lo pensaste muy muy poco.

— Papá, he decidido, que voy a dormir esta noche como las mayores yo sola, en la cama de la habitación, y así mi hermana puede dormir en la cuna… Nos dijiste, por fin.

¡Ufff, menos mal…! Ya me veía durmiendo esa noche con tu hermana al lado de nuestra cama dentro de una caja de cartón tirada en el suelo.

Y oye, no hizo falta más. Y además, al día siguiente te despertaste tú sola, viniste a nuestra habitación, y al subirte a la cama nos dijiste tajante aquéllo de que a partir de ese momento, te quitásemos los pañales «porque he pensado, que ya no me voy a hacer pipí más…»

eeen fin.

Te quiero Pequeña Flor… 💕🤗

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LA PEDIDA…

Estoy más nervioso que cuando mi primera comunión. De verdad. Mañana traes a mi yerno para presentármelo. ¡Qué graciosa…! ¡Qué graciosos los dos…! Te quiero 💕 Antes, lo llamábamos ‘La Pedida…’

Él es muy joven y tú eres muy muy joven; nada nuevo bajo el sol. ¡Qué envidia empezar de nuevo el Mundo…! Peeero, a ver qué digo yo mañana.

¡Ufff, que nervios…!

No me puedo poner muy trascendente porque es la primera vez que veo al chico, y no vaya a ser que se me asuste o me tome por un pesado. Por otro lado, tú, no me has dicho ni mucho ni gran cosa del zagal: que es muy trabajador, eso sí; y que te trata como a una reina.

Y no está mal, y no es poco…

…Y la verdad, que el resto son zarandajas o pajas mentales que yo me hago, porque las últimas palabras de mi madre, fueron: «la cuestión, es que vosotros estéis bien…» Y es un tópico, típico, o lo parece, o una frase hecha, pero en el fondo es lo único importante. Hacer feliz al otro: procurar que el otro sea feliz… La felicidad, o mejor dicho, los pocos y efímeros momentos de felicidad auténtica de los que a veces podamos disfrutar, nunca lo serán si no son compartidos… No hay felicidades solitarias salvo la masturbación, escribir, contar dinero, y poco más.

Yo solo querría decirle a Romeo que ya que se lleva del brazo una señorita tan bien amueblada, corresponda, portándose siempre como un caballero… O le parto una pierna.

Bueno, eso último no. 🤣😂

Es broooma.

Tu padre… 💕

MI PRIMO Y LA PEDRADA EN EL OJO

Solo he conocido dos personas que parecieran de verdad felices, y diríase que casi todo el tiempo: una era mi padre y la otra es mi primo Alberto. Ambos, con una hermosa concepción religiosa del mundo y una rara y excepcional bonhomía. No como yo… Mi primo era de los que sólo se espantaba si había que matar algún bicho, sirlar algo, mentir, o hacer trampas de alguna forma; para el resto de cosas era de los mejores, y para algunas era el mejor.

Recuerdo cruzar la calle y entrar en su casa como si fuera la mía y hasta su habitación, tan ordenada y con aquel típico olor a limpio de cuando niños. Tenían mis primos un mueble a medida muy apañado que les hizo el genio carpintero de mi tío Alberto. Todo estaba a la mano: muy listo mi tío. Podríamos decir que era una especie de armario ropero pero multiusos, ya que abriendo unas puertas laterales se desplegaban dos escritorios de estudio maravillosos, pensados para que todos los detalles, cajones, secreteres y recovecos, contribuyeran al máximo a la concentración en el estudio.

No tanto así su hermano Gregorio, pero lo de mi primo Alberto es que era un primor: tan pulcro… Asomarse a su despacho (así llamaba a su escritorio) era ver cómo ordenaba las gomas de borrar por tamaños y según si de lápiz o si de boli. También tenía los lápices de colores perfectamente afilados y ordenados de mayor a menor tamaño e intensidad: verdes, rojos, amarillos y azules juntos, pero no revueltos.

Cuando comparaba sus cuadernos de apuntes con los míos, me daba cuenta de la calidad del detalle con el que mi primo veía el Mundo. Pasados a limpio, caligrafía impecable, subrayados rectos hechos con regla, párrafos cuidadosamente escritos con bolígrafo de distintos colores, nada de tachones, dibujos perfectamente coloreados y escuetos, didácticos… Aquel rincón suyo tan limpio y ordenado evidenciaba dos cosas: que mi primo tenía que ser necesariamente una gran persona, y que yo era un sinvergonzón desordenado.

Y también sacaba sobresalientes cada dos por tres el tío… Una máquina.

……….

Recuerdo cuando le dimos la pedrada a Gregorio; los dos, en las gafas. Casi le escurrimos un ojo… Jugábamos a lanzarnos piedras a ciegas por encima de las ruinas del antiguo Liceo de Almoradí, y claro, no nos teníamos a la vista. Las piedras volaban como locas por arriba de aquel montón de escombros y había que estar muy muy atento para no llevarte una buena pedrada; no eran muy gordas peeero… A eso jugábamos: a correr riesgos.

Le oímos gritar… Arrancamos a correr a horcajadas saltando y rodeando aquellos ripios del Liceo, cuando nos lo encontramos con las manos en la cara tapándose el ojo derecho chorreando de sangre; las gafas en el suelo, uno de los cristales roto… Estábamos a un par de kilómetros de casa y asustados, alarmados por la sangre, echamos los tres a andar casi corriendo hasta que llegamos de vuelta.

Cuando mi tía espantada vio el susto que traíamos y nos preguntó que qué había pasado, me lancé yo y dije que una pedrada en el ojo… Y cuando mirándonos fijamente a Alberto y a mí y con los brazos en jarra, volvió a preguntarnos que quién había sido el culpable, fue mi primo el que se arrancó solidario y le dijo con dos cojones que los dos, que nosotros dos: él, y yo… Y era la verdad, y era toda la verdad, porque nunca podremos saber en forma alguna con certeza quién fue el que arrojó la piedra aquélla si él, o yo.

Mi primo Gregorio no solo no perdió su ojo derecho sino que le quedó una cicatriz muy chula, y que a día de hoy todavía le confiere un rasgo facial muy particular e incluso atractivo.

eeen fin.

¡Qué suerte tenemos…! 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

Va, y me dice…

Gracias Rincón 💕

«…hablabas de sensatez y de términos parecidos. Yo la pierdo, a menudo, o por pasota o por mi ictus. Jejeje… Mas tú no la pierdas, que no se te quede anclada, ni en camino único que no contemple desvíos, ni en atajos. La necesitamos tus leyentes…»

💞 ¡Wow 😳 qué bonito…!

Si es queee, te tengo que querer Jose, y mucho.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Santi, la Vespa, y la lotería…

Nunca me ha tocado nada a la lotería ni en ningún otro juego de azar, nunca; salvo, el gran premio de tener la suerte de que uno de mis más grandes amigos, es un queridísimo primo segundo mío, que fíjate tú por dónde también es el lotero de mi pueblo… Bueno, confieso que cuando tenía no sé si doce o trece años sí que me tocó en una rifa del colegio un álbum completo de cromos: «El más, y el menos…»

Festero como él solo, sí. Pero era el más elegante, responsable y cumplidor de todos aquellos cafres que formábamos mi grupo de amigos de juventud: ésos que nunca dejarán de serlo… Se había comprado una moto: una Vespa 200. Y se le ocurrió, para estrenarla, que hiciésemos los ciento veinte kilómetros hasta la Sierra de Aitana, y que participásemos en mi primera concentración de motos.

¡Venga, vamos, arranca…!

Los primeros cincuenta kilómetros sin problemas; pero fue entrar en la ciudad de Alicante, y negociar una de aquellas rotondas nuevas que estaban proliferado por todas las carreteras, cuando, con la Vespa algo escorada a babor va y me dice: ¡Ostiaaas, agárrate Primo…! Y Pam… Una mancha de aceite en nuestro carril, hizo que pagáramos cara la novatada de entrar algo más fuerte de la cuenta en la rotonda, y termináramos nosotros y la moto arrastrando por el suelo. ¡Coooño…!

Nos sacudimos el polvo y evaluamos daños, comprobando que solo se había partido por la mitad la maneta del embrague y lijado un poco la parte izquierda de la moto. ¡Naaada…! Su diagnóstico fue que podíamos proseguir sin problemas, porque aunque fuese con dos dedos sólo de su mano izquierda, podría apretar esa maneta rota y cambiar de marcha sin problemas durante el resto del viaje.

¡Venga, vamos, arranca…!

Sesenta kilómetros después, y ya de noche y helados de frío, comenzamos a subir aquellas cuestas llenas de curvas que se empinaban y se cerraban cada vez más. Tercera marcha, segunda; arreón; tercera, y vuelta a la segunda marcha para entrar en la curva siguiente; y otra vez, y otra… Nosotros dos y el equipaje aupados por aquella bendita y heroica Vespa. Llegó un momento que para negociar aquellas curvas y cuestas, y debido a que los dos dedos y la muñeca de mi primo ya no daban más de sí, tenía que bajarme en marcha para que así pudiéramos seguir subiendo, casi escalando, avanzando, y que no se nos calase la moto.

¡Venga, vamos, arranca…!

No sé ni cuánto tiempo tardamos en plantarnos tan trabajosamente en lo alto de aquella Sierra de Aitana. Noche cerrada era ya… Y claro, veníamos con tantas ganas de fiesta, que del tirón nos metimos en el chiringuito que tenían montado los moteros. Y tantas ganas de divertirnos traíamos, que, en vez de cenar dado que era tan tarde, empezamos con lo de las bebidas bárbaras, con los porritos y con el rollo y el cachondeo con los moteros… Ya cenaríamos mañana.

¡Vaya nochecita que pasamos allí riéndonos helados de frío…! ¡Qué juerga nos pegamos prácticamente solos…! ¡Qué pedal más chocante pillamos…! El caso, es que ya de madrugada, andamos no más de veinte pasos desde la puerta del chiringuito hasta encontrar un pino, bajo el que dormir metidos en nuestros sacos la mona tan bonita que lucíamos…

Y os lo juro, que nos pareció que transcurrió solo un instante, cuando al fin nos despertó el escándalo de las motos, el olor a Castrol, y el rumor del ir y venir de la gente pasando casi por encima de nosotros debido al trasiego del chiringuito… Desperezándonos, comprobamos que eran más de la una del mediodía y que la gente lo que estaba era yéndose… Todo, había terminado.

Jajajajaja… ¡Venga, vamos, arranca…!

Él, no sé si se acordará pero yo sí. Siempre, fue mi primo un ejemplo de sinceridad en el trato y de cómo ser un caballero. Y por eso, recuerdo cuando no se estilaba eso de regalar a los clientes en Navidad, pero él, con veinte añitos poco más o menos, se empeñó en convencer a su padre Don Mariano con la innovadora idea de regalar vino en esas fechas. Y su padre le hizo caso, sí, pero compró unas botellas para regalar, digamos que no muy… Menudo berrinche cogió mi primo al ver la birria de vino que estaban regalando. Sería el año 88 o 89, más o menos.

Y aparte de por otras muchísimas cosas, para mí, mi primo, es el mejor lotero del mundo porque pese a que llevo más de diez o doce años sin comprarle absolutamente nada, todos los años me toca. Todos los años me regala una botella de vino mejor… Seguramente nunca me tocará la lotería porque no compro casi. Pero no encontraría a nadie, nunca, con más gracia a quién comprársela ni con más ganas de hacer el bien a los demás, que a mí primo.

Así que, suerte…

Te quiero Santi.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

LA VIDA

Publicado el 26 de noviembre de 2016.

Mi primer relato…

El grito de terror nos hizo dar un respingo a todos; eché a correr alarmado por el pasillo mientras su madre salía hasta el umbral de la puerta del dormitorio, con La Niña en brazos; inerte, amoratada por el atragantamiento.

Me la entregó suplicante, aterrada; ocho días de vida colgando flácidamente de mis brazos. Mientras la tomaba en mi regazo, un regusto de impotencia desgarraba mis entrañas.

Frenéticos, corrimos hasta el coche. Hice el ademán de entregarle La Niña a mi hermana para ponerme rápidamente al volante; pero fue muy evidente la expresión de gravedad en su cara:

«Es tu hija…»

Era conmigo con quien mejor podía estar en este trance… Posteriormente me confesó que al verla tan mal, pensó, que lo que tuviera que pasarle a la niña era mejor que le pasase en mis brazos.

No respiraba; solo podía yo susurrarle mimos cariñosamente pero de forma entrecortada debido al pánico y al llanto; solo podía darle ánimos, hablarle, rogarle, acunarla… Era tan, tan pequeña que no encontraba forma alguna de ayudarla. Estaba aterrorizado tratando de hacer algo por ella cuando, casualmente, descubrí que soplando suavemente en su carita, de forma refleja La Niña intentaba aspirar aunque de forma muy muy tenue… Pero estaba viva.

No respiraba; apenas inhalaba pero continué soplándole suavemente, intentando acompasar mi ritmo con el de su hálito trabajoso. Solo algunos gestos vitales apenas perceptibles, casi estertóreos… Pero estaba viva.

El pánico invadía hasta mi último resquicio, aumentando la presión de mi miedo hasta límites que no había experimentado nunca. He visto la muerte varias veces, también la violencia y el delito; he visto la droga, el desamor y la decepción, pero jamás el miedo había impregnado de ese modo mi ánimo.

Entramos en el ambulatorio como una exhalación, tropezando; cegados por las lágrimas y por el espanto y dando alaridos, imploramos una ayuda que sabíamos imprescindible para salvarle la vida. Ya llevaba varios minutos en apnea, y su color macilento y la casi completa atonía de su cuerpecito evidenciaban lo crítico de la situación.

Recuerdo, las miradas de estupor del personal del ambulatorio al ver el estado de La Niña y el del padre. Pude detectar la renuencia lógica de la mayoría de ellos, al ver a la diminuta criatura que yo les llevaba casi muerta. Era evidente que no querían cargar con la posibilidad de que «eso» sucediese en sus manos.

Alarmado, salió a nuestro encuentro un doctor veterano (el Dr. Rodríguez) a quien entregué -yo rendido y empapado en llanto- el cuerpecito de mi pequeña. El intento de sondarla para proporcionarle oxígeno fue inútil; era demasiado pequeña para utilizar ese catéter o cualquier otro instrumental del que disponía. Un rictus de impotencia y temor asomó también en la cara del doctor.

¡¡¡ Dios mío…!!!

Finalmente, como último y creo que como único recurso, el doctor inició unas simples maniobras con los bracitos y una serie de masajes en el vientre… En ese momento rompió a llorar. Me sorprendí sonriendo a lágrima viva. Me sonó extraño, solo la conocía ocho días… Había estado muchos minutos -parecieron horas lo juro- sin emitir sonido alguno y casi totalmente inerte. La Niña lloraba, y eso significaba que había conseguido llenar sus pequeños pulmones de aire.

En ese momento presentí a Dios.

Reaccioné, arrancando brusca e instintivamente la criatura de los brazos y cuidados del doctor con la intención de llevarla cuanto antes al hospital.

Al principio el doctor se sorprendió de lo impulsivo de mi acción pero inmediatamente y sin decir palabra, comprendió que mi intención era también la mejor opción: había estado demasiado tiempo en apnea y era imprescindible hacerle otras pruebas imposibles de realizar allí. Y la mejor y más rápida ambulancia en ese momento era su padre.

Balbuceando y envueltos en lágrimas dimos las gracias y a trompicones, salimos a toda prisa hacia el hospital.

Podría haber muerto en mis brazos, peeero.

…eeen fin.

Gracias a Dios, La Niña hoy tiene 12 años y es uno de los más grandes amores de mi vida.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras