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Trompetas de la muerte

A Don Luis Sedano Navarro 💕

‘El Malaguita’ era un tipo especial, muy listo, y en realidad no le gustaba nada lo de la educación física ni el rollo éste de la guerra, y menos aún eso de los barrigazos cuerpo a tierra en maniobras militares por ahí por el campo… Por eso, cuando estando en la mili pidieron voluntarios para los oficios, fue tan ratón, como para sin tener ni puta idea de cocina dar un paso al frente y montarse la película de que, como había trabajado un par de meses de camarero, podía hacerse cargo de las cocinas de La Compañía: éramos más de noventa tíos. 🙄😳 ¡Qué grande…!

Pero creo que en el fondo sí le gustaba algo lo de la cocina, sí, porque un día, al principio, estábamos corriendo los ocho o diez kilómetros diarios a los que estábamos obligados como soldados de Operaciones Especiales, cuando al punto de ahogarse sin resuello va y me dice: —¡Coño Miravete, mira ahí, setas; eso son trompetas de la muerte…! ¡Qué buenas…!

Y seguimos corriendo… Y fue ya por la tarde cuando nos dieron la suelta, cuando me dijo lo de volver al campo y recoger aquellas trompetas de los cojones para merendar.

—¡Joooder Luis. Qué cansino…!

Pero tanto se empeñó, que cogimos un buen puñado de setas que soltaban una especie de caldo negro cuando se puso a cocinarlas en una sartén enorme que había en una de aquellas cocinas militares. Y él, ensimismado, que si ajos picados y que si romero y tomillo por aquí, y que si aceite de oliva algo de panceta y vino blanco por allá… Pero aquella sartén tenía una pinta horrible, negra como una sepia en su tinta; negra, y como con cosas pareciera que quemadas o venenosas, y que encima se llamaban ‘trompetas de la muerte…’

eeen fin. 🙄😳

Recuerdo cuando babeando terminó de cocinarlas, y se giró con la sartén en la mano dirigiéndose a la mesa donde aguardábamos ocho o diez de nosotros, hambrientos también… Todos nos quedamos mirando porque aquéllo tenía una pinta de mierda, aunque extrañamente olía estupendamente.

Él, algo confuso por nuestra reacción inicial también se nos quedó mirando, pero en seguida entendió, que no queríamos morir todos intoxicados por unas setas que vete tú a saber si eran comestibles o no… Por lo que, sonriéndonos, puso la sartén en medio de la mesa y cogió un pedazo de pan que sopó en aquel caldo tan negro; luego tomó un tenedor y se echó en el coleto un buen puñado de aquellas setas que olían tan bien; y finalmente, terminó la faena eructando fuertemente tras darle un buen trago a la litrona que teníamos por ahí rodando.

Pasaron unos segundos, tensos, y el caso, es que ‘El Malaguita’ ni se puso azul ni cayó fulminado al suelo retorciéndose de dolor por el veneno de las jodidas setas aquéllas… Así que recuerdo, que al final, todos terminamos merendando como señores gracias a que en el fondo sí era un cocinero, sí.

Sabéis que os quiero, y mucho 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

La Mierda…

Publicado el 14 de julio de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

Me pregunto por qué he tardado tanto en cambiar el protector de pantalla del móvil. Por qué en general me resisto a tirar las cosas. Me parece una condena similar a la de Funes el memorioso, aquel personaje de Borges que no podía olvidar nada… Me adapto a las cosas estropeadas, estoy manteniendo, arreglando viejas cosas, viejas relaciones. Vuelvo, como en este momento, a oír una música que he oído ya muchas veces.

De la única cosa que me libro con mucho gusto es de la mierda. Me he pasado más de media vida -y soy muy mayor- ejerciendo la medicina… Lo del estreñimiento es la primera causa de consulta en geriatría. En Cataluña tenemos con la mierda una relación casi cariñosa. Un poco en plan: la merda de la muntanya no fa pudor.

Por aquí decimos que alguien ha trepitjat merda o que porta merda a l’espardenya cuando tiene mala suerte. Si algo tiene un color indefinido la comparación también va a parar allí mismo: color de merda d’oca. Cuando alguien se emborracha, decimos que porta una bona merda. Pero si alguien es un don nadie, también lo podemos calificar de mitja merda o de ser un merda seca. Si estamos destrozados por el cansancio o por algún contratiempo, quedamos fets una merda. A quién le gusta presumir, entonces fa el merda, y si corre mucho, va a tota merda. Cuando alguien hace un mal negocio, canvia pets per merda. Y si alguien es desarreglado, decimos que deixa la merda allà on caga. Para desear que le vaya bien en una representación a alguien le deseamos molta merda. Pero de todas las expresiones, la que me parece más entrañable es la que hace referencia a dos personas unidas por una gran amistad y complicidad: són cul i merda.

Nunca he tenido “servicio” y a ver si tengo suerte y me muero sin necesitarlo. Ayer limpié la casa. Me acuerdo de aquel tribuno que cuando vio a un esclavo abrochando los zapatos de un patricio rogó al cielo que llegara el tiempo en que tuvieran que masticarle la comida… No es sólo que sea un vago, que lo soy, sino que procuro hacer ciertas cosas tan rápido o tan poco como pueda.

Y es que o bien limpiar letrinas es una tarea jodida y cuanto menos tiempo se dedique a ella tanto mejor, o bien es un bautismo colectivo y todo ciudadano debe sentirse orgulloso de recibirlo en forma de eucaristía… Mientras el socialismo se identifique más con la segunda que con la primera de estas propuestas, el socialismo es una mierda. Estoy harto de luchar contra él.

Y es que «nadar contra corriente» es una buena receta pero mientras el agua está más o menos limpia. No sé quién decía aquello de «el que lucha con mierda, pierda o gane sale enmerdado”. O por decirlo de otra manera: ¿Me compensan los momentos de satisfacción que obtengo siendo Spiderman, de toda la mierda que tengo que tragar como Peter Parker…? Hay cuatro rutas para acabar tragándosela, es el grupo de las F: fluids, fields, flies, fingers and foods.

Ahora se hacen trasplantes de mierda, eso sí que es tomar por culo.

Historias de Paco Sanz ✍️

La zapatilla voladora 💕

Publicado el 13 de abril de 2022.

Ya te habíamos dicho varias veces que dejaras la nevera quieta, que en un momento sacaríamos los helados… Era uno de esos frigoríficos de dos puertas con el congelador abajo; la puerta inferior te llegaba más o menos a la altura de la cabeza, y no parabas de darle estirones con ahínco para abrirla y cogerte un cucurucho de chocolate. Tendrías cuatro años… Que si Paula déjalo ya, que si Paula para, que si Paula mira que me enfado.

— ¡Paula Coooño…!

Naaada, ni caso, tú a lo tuyo, por un oído te entraba y por el otro te salía. Hasta que claro, tanta fuerza e insistencia dieron su fruto, y te diste un buen portazo en los hocicos. Se abrió de golpe aquella puerta, y tan fuerte tiraste de ella como fuerte te golpeaste, ya que caíste sentada en el suelo algo aturdida pero eso sí, con el congelador abierto, claro.

Tuvimos que contener la risa al verte allí en el suelo mirándonos, pobrecilla, con los ojos como platos y un amago de pucheros asomando en tu rostro por el susto y por el golpe. Peeero… ¡Ahhh amiga…! Cuando viste que nos reíamos de tí, en sólo un instante y cual si una gata iracunda, el gesto en tu cara tornó del casi llanto a la rabia. Herida en tu amor propio te levantaste de un brinco, y con ese gesto erizado de gata rabiosa enseñando los colmillos, nos gritaste desafiante aquéllo de:

— ¿Y vosotros de qué os reís, coño…?

…Silencio. 🙄😳 Y diste un portazo cerrando la puerta del congelador, pero como con desdén, sin coger siquiera el helado; y echaste a andar dándonos la espalda como un torero tras un percance, con chulería.

Desde tu primer día conmigo he sentido siempre la suerte de saber que eres alguien muy especial: Mi Caramelo de Fresa. Ha sido siempre un lujo el sentir un cariño tan sincero como el tuyo, y que además, tiene en suerte el poseer ese atractivo tan irresistible que tienen los desafíos… Eres adorable aunque dura y directa; difícil pero cariñosa y generosa; detallista y lista, muy muy lista. Una verdadera joya de señorita más que bien amueblada, dotada de una energía y fuerza interiores tal cual si alojara bombas en sus adentros… El atractivo de la belleza sumado al atractivo del peligro, de la complejidad, del riesgo… ¡Qué peligro…!

Chocábamos con demasiada frecuencia porque aunque tenías solo ocho años, presentías la ruina de tu entorno familiar pero no lo comprendías. Y como soy tu padre recuerdo, y creo, que tu actitud rebelde e inquisidora se debería en gran medida a que no te explicabas, pobrecilla, el porqué queriéndonos tanto estuviésemos separados; ni entendías, el hecho de que hubiese sido yo el que se había tenido que ir de casa.

Volvíamos a casa de Manuela después de estar en la playa todo el día juntos, y de verdad, que no logro acordarme de cuál fue la espoleta que esa tarde hizo que explotásemos los dos… Fue un gesto aquél que no había tenido nunca con vosotras, y es curioso, porque aunque lo intento no logro recordar nunca, el motivo en concreto por el cuál enfadadísimo te lancé aquel alpargatazo tirando a dar…

Te rozó la nariz aunque apunté al cuerpo; y menos mal que no te di de lleno porque de veras que lo tiré con ganas… Te quedaste de piedra inmóvil mirándome ojiplática, y sorprendida, rabiosa y casi al punto del llanto, aún, me retaste:

— ¿Papaaá, me has tirado una zapatilla a la cara…? Lo dijiste con retintín, clavándome con la mirada.

— ¡De zapatilla nada niña…! ¡Lo que te he tirado es un alpargatazo y si te sigues portando así tengo otro preparado…! ¡Mira…! Dije descalzo, esgrimiendo tristemente el otro alpargate como mi última bala en la recámara.

Recuerdo que como lobas, se lanzaron sobre mí tu hermana y Manuela al oír nuestra trifulca en el salón:

— ¡Papá, no creo que tirarle una zapatilla sea la mejor manera…!

— ¡De zapatilla nada, un alpargatazo es lo que le’tirao...!

— ¡¡Antooonio, escucha a tus hiiijas…!! Terció Manuela.

eeen fin. 💕

Que te quiero mucho, muchísimo… 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

CINE, TRAUMAS, Y VAMPIRAS…

Publicado el 4 de febrero de 2022.

Me diréis que fui o bien un privilegiado o un bicho raro, porque recuerdo cómo de sigiloso me colaba con facilidad en la sala del cine de mi abuelo Miravete, para ver furtivamente y desde el gallinero aquella película para mayores cuasi prohibida, y encima, clasificada «S».

LAS VAMPIRAS

Tenía que aprovechar el descuido de los acomodadores para escabullirme y colarme, entre las pesadas cortinas de terciopelo granate que cerraban por completo e insonorizaban la sala. Pese a la casi completa oscuridad y una vez dentro, sabía perfectamente que a mi derecha quedaban las escaleras que conducían al gallinero; y que si seguías subiendo por ellas se estrechaban hasta llegar a una angosta escalera de caracol que llevaba directamente a la cabina de proyección… Como en Cinema Paradiso, casi igual.

Bajar yo sólo a las calderas sí me daba un poco de miedo pero por aquello de las ratas; subir a la cabina no. Al contrario.

¡Madre mía…! El hecho de estar allí arriba en el gallinero, yo solo y a oscuras, unas veces excitado otras aterrorizado por aquellas señoritas vampiras tan estupendas, era toda una experiencia de lo más vibrante y calentona… Se me enhestaban hasta los vellos con tanta carne y tanto susto.

Me conocía casi todos los recovecos del cine. Era una sala enorme, ya entonces muy anticuada, pero con un fantástico suelo curvado de madera y unas paredes forradas también de madera, que le proporcionaban una visibilidad y una acústica casi perfectas. Un gran espacio oscuro, en el que se podía oír hasta el batir del volar de una moscarda…

Uno de los recuerdos más vívidos que tengo de la sala de cine, era por las mañanas, cuando completamente a solas y envuelto en aquella penumbra de olor a tabaco y a sitio vacío y cerrado, me subía al escenario y me situaba justo en medio del mismo pero de espaldas a la sala… Luego, me giraba lentamente y me enfrentaba poco a poco al imponente patio de butacas vacías, estirando los brazos, saludando haciendo reverencias y mogigangas, e imaginándome vete tú a saber qué clase de tonterías… Impresionaba.

Sería el año setenta y siete, y era una de aquellas películas típicas de la época del destape, y como que de miedo, pero de un miedo picantón muy manido y algo inocente. Pero sí, es un hecho que para mis once años era una película de verdadero miedo…

Peeero, no paraban de salir desnudas aquellas vampiresas estupendísimas, que se ve, que estaban las pobres atrapadas en una isla tropical en medio del océano y sin mucho que hacer… Y el caso, es que así como por casualidad, arribó a la isla un barco con unos marineros totalmente perdidos en busca de alivio. Y claro, como las señoritas vampiresas repito que estaban tan estupendas y se ve que todo el mundo tenía tanta hambre, aquéllo se convirtió en una vorágine de comilonas y mordiscos picarones, colmillos y tetas, miedo barato y refociles, que he de reconocer que es posible que me dejaran marcado y traumatizado para siempre… ¿El cine no es una fábrica de sueños…? Pues eso.

eeen fin.

Desde aquel momento «me gustan las mujeres me gusta el vino, y si tengo que olvidarlas me voy, y olvido…»

Gracias por leerme… 💕 😂🤣

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

El perro y la vereda…

Publicado el 22 de enero de 2022.

Me acuerdo cuando me dio por hacer deporte, y salía a correr al menos un día de cada cuatro. Lo hacía por las sendas fantásticas que recorren la huerta que rodea mi pueblo, y esa tarde iba yo por la muy famosa Vereda de Los Mazones. Todo el mundo debería saber que ese camino es famoso entre otras cosas, porque tiene un hermosísimo y verdadero monumento natural en forma de ficus macrophylla gigantesco y antiquísimo, que pareciera que desde siempre lo adorna: lo engalana. Una preciosa vía verde que une Almoradí con su pedanía de Las Heredades, cruzando el corazón de la huerta por un recorrido maravilloso rodeado de huertos de naranjos y limoneros, de bancales de alcachofas y de habas, de brócoli o alfalfa.

Peeero, cada vez que pasaba yo corriendo frente a una nave industrial que dejaba a mi derecha, una verdadera bestia, comenzaba a perseguirme ladrándome todo el trayecto que le permitía el límite de la valla que perimetraba la finca y bordeaba el camino. Aquel enorme boxer atigrado no sé porqué me odiaba tanto… Todos los días me ladraba el cabrón con una ira, con una inquina y una fiereza tales, que de verdad que me daba miedo el solo pasar a menos de un par de metros de la valla, no fuese a ser que un día encontrase un agujero, y…

Debido a la costumbre de pasar por ahí día tras día dejé de hacerle caso al perro y seguía corriendo así, sin más. Hasta la vez aquélla, claro.

Ya había rebasado la finca de la nave industrial y corría dejando atrás el límite de la valla metálica, cuando me percaté de que seguía oyendo aquellos ladridos con una extraña cercanía. Sin parar de correr miré atrás, y aterrado, vi que el enorme perro atigrado galopaba por enmedio de la vereda persiguiéndome iracundo, y ganándome terreno con muchísima rapidez.

Sabía que no tenía ninguna oportunidad si seguía corriendo: tarde o temprano aquella fiera me alcanzaría, me zancadillearía mordiéndome los tobillos hasta hacerme caer, y una vez en el suelo me devoraría vivo… Tampoco me daba tiempo a llegar y salvarme encaramándome al enorme ficus que había por allí cerca.

Todo ocurrió en un momento, cuestión de dos tres segundos, y la decisión que tomé no sé si fue una locura… El caso, es que rápidamente paré en seco, me giré mirando al perro fijamente, y gritando, blasfemando y gesticulando como un loco, arranqué a correr hacia él vociferando amenazante como si un alma que llevara el diablo… Es curioso que ese breve instante de tiempo, me diese para pensar en cosas, como hasta que tendría que sacrificar mi brazo izquierdo ofreciéndoselo y que mordiese primero el perro, para luego yo, poder inmovilizarlo y estrangularlo con mi mano derecha clavándole los dedos en el cuello y rompiéndole la tráquea.

Y parece ser que la cosa funcionó, porque cuando el perro me vio yendo a por él gritando como un poseso envuelto en llamas, se ve que se lo pensó mejor, y como en los dibujos animados de Scooby Doo frenó en seco, y tardó una fracción de segundo en darse la vuelta y salir corriendo cobardón, hacia el mismo agujero de la valla por el que se había escapado persiguiéndome, bravucón.

Seguí gritándole y persiguiéndolo yo a él hasta que se refugió de una puta vez tras la valla. El caaabrón… Puto perro.

eeen fin. Gracias por leerme. 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Ésto de los test…

Publicado el 1 de enero de 2022.

Se tiran los pájaros a las escopetas.

Ésto de los test, es que es la ostia, cuantos más haces más positivos salen. Cuanta más gente va a la playa más gente se baña. ¡Qué cosas…! Los de los test tienen que estar frotándose las manos al ver que les están haciendo el trabajo; ya hay incluso escasez de ellos. ¿Avalancha de contagios…? Claaaro.

Si estoy vacunado tres veces, no tengo síntomas de nada, pero corro como una loca a una farmacia a comprarme un test porque me quiero ir de fiesta, debido a que me han dicho que una amiga ha dado positivo y resulta que estuve de fiesta con ella hace un par de días, lo que soy es imbécil… Un poco sí, no me lo negaréis. Y así sucesivamente. ¡A hacernos tests todos como locos…! ¡Y vennnga positivos…! Claro.

No sé si ponerme una mascarilla o una EPI completa, tal vez un traje de buzo o una escafandra e incluso un traje de astronauta, todo con tal de no contagiarme de tanto tonto… Con lo que a mí me ha gustado siempre contagiarme de todo, comer, beber y chuparlo todo, fumar y probarlo todo.

eeen fin. ¡Quién me ha visto y quién me ve…!

Sabéis que os quiero 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Policías y Maestros

Publicado el 21 de noviembre de 2021.

Se ve, que defenderse golpeando con flotadores de piscina en vez de con porras, y armarse en vez de con pistolas con molinillos de viento, serán a partir de ahora los medios disuasorios principales de que dispondrán nuestras pobres Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para intimidar a delincuentes y asesinos, y mantenerlos así lejos y a raya del crimen y el delito.

¡Ay Señor…!

Y además, en el caso hipotético de que detuvieran a algún prenda, sólo podrán retenerlo durante dos horas sin identificarlo. Y si no lo consiguieren en tal plazo, tendrán entonces la imperiosa obligación de devolverlo con diligencia al mismo lugar donde el prenda fue detenido. Y no sé si también habrán de ducharlo, vestirlo, echarle colonia y peinarlo con primor, para por último llamar a su papá y que venga a recogerlo o en su defecto pedirle y pagarle un taxi a casa. No sé, todo se andará.

…y claro.

Jóvenes, que pasan de curso y hasta se titulan suspendiendo, maganteando su tiempo y malgastando su juventud creyéndose lo que no son debido a que todo les ha sido regalado. Así acaban convencidos, pobrecillos, de que el sólo hecho de desear algo mucho les da algún tipo de derecho a alcanzarlo. Pero porque nadie les ha explicado nunca que el disfrute de cualquier derecho es siempre un mérito, una conquista, consecuencia del trabajo y del esfuerzo de alguien… Que son frutos de la democracia.

eeen fin.

¿Hay algún Maestro por ahí…?

Gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Publicado el 1 de octubre de 2021.

¡Fuera miserias, aquí, estáis todos invitados…!

Como veis, la entrada a éste mi blog es completamente gratuita y todos sois VIP. Y por supuesto que podéis beber, comer, fumar o consumir cualquiera otra sustancia que se os antoje y hasta la hora que os dé la gana.

¡Quitaros la mascarilla y poned los pies en la mesa coooño…! Podríais incluso, luego, quedaros a dormir por ahí. ¡Que empiece la fiesta…! ¡Fuego al cabaret…! ¡Poned música…!

Quiero aclarar que el dominio éste de mi web es un wordpress.com gratuito por completo:

historiasenunfolio.wordpress.com

Y es gratuito porque al usar esa dirección web, lo que hacemos en realidad es crear tráfico hacía la plataforma WordPress. Yo, cada vez que escribo en ella, y vosotros cada vez que me visitáis aquí para leerme. Porque parece ser que al hocicar curioseando por ahí siempre creamos tráfico; mira tú por dónde.

Pero vete tú a saber de qué tipo ése tráfico: si de drogas, de influencias o de poder; de blancas, de armas o de datos; o hasta tráfico de tráficos; quizás incluso tráfico de ideas. ¡Qué cosas éstas las del tráfico…!

Pero de verdad, como a mí me importa una verdadera higa lo del tráfico, yo quería que supieseis que aquí en mi blog y ante todo, para mí sois invitados buscando, huéspedes lectores, viajeros perdidos, viejos jóvenes, cansados curiosos.

Y por eso os aseguro que yo aquí solo escribo. Ni pago tráficos ni publicidad alguna; es más, la evito y os la intento evitar. La que nos aparece en pantalla nos la coloca nuestro propio navegador. Y no utilizo medio alguno para promocionar el sitio éste salvo éste: el de que me leáis.

Y se diría que sólo escribo en este blog una especie de mensajes virtuales pequeños y enrollados, que luego introduzco en unas digamos que como botellas tecnológicas, que más tarde diríase también como que lanzo contra el oleaje del océano multimedia éste que nos rodea queriéndonos engullir.

Y en el fondo lo único que hago como podéis ver, es sólo ir en vuestra búsqueda, a la espera de un encuentro, de un lector. Así que ya sabéis.

Muchas, pero que muuuchas gracias por leerme.

eeen fin. 🙏

historiasenunfolio.wordpress.com

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Cuando escribo de cine

Publicado el 21 de agosto de 2021.

Cuando me pongo a escribir después de ver una buena película, lo primero que me viene a la cabeza es el recuerdo de cómo salía yo del Cine Miravete, con doce años, y después de ver el segundo pase de una película de aquéllas de Bruce Lee o de Chuck Norris… Luego tenía que vencer al canguelo de volver yo solo a mi casa, y ya de noche.

Pero después de ver tanto guantazo, tanta patada volante, tanto pirigallo y tanta llave de kárate, y como si me hubiera tragado un avispero, era yo el que salía del cine con un peligro que metía miedo: hinchao como un pavo, creía realmente que nada ni nadie podría conmigo. Ya podían atacarme en la oscuridad o venir cuantos quisieran a por mí, que yo lo tenía bien claro: guantazo, patada volante, pirigallo y llave de kárate…

¡Jáaajaja…! Con un par, doce años, y pa’mi casa.

Siempre busco sensaciones como aquéllas cuando salgo de un cine creyéndome lo que me han contado. Eso de que no termine la película cuando termina, sino cuando después de pensar mucho en ella querrías volver a verla.

eeen fin. Gracias, y sigue leyéndome… 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

VIEJO SERÁ TU PADRE…

Publicado el 15 de agosto de 2021.

VIEJO
1. adj. De edad avanzada.

ANTIGUO
1. adj. Que existe desde hace mucho tiempo.

Yo, como nunca tendré edad suficiente ni avanzada, voy a vivir todo el tiempo que me toque o todo el que a mí me dé la gana. Y por eso viejo -lo que se dice viejo- será tu padre… Con suerte llegaré a ser antiguo, con algo más de suerte seré bastante antiguo, y con mucha más suerte podría ser muy muy antiguo. Pero repito: viejo, lo que se dice viejo, será tu padre. Yo nunca…

Solo consentiré que me llamen viejo cuando se me haya ido del todo la cabeza; y sólo porque al habérseme ido del todo no le podré soltar un guantazo a quien se atreva a llamármelo… Viejo, repito: será tu padre porque yo voy a vivir lo que me de la gana y cuánto me de la gana; y seré muy muy antiguo, como mucho.

Voy a cumplir ya un montón de años, más que la orilla de la playa, y claro, me encuentro tan bien que es extraño el pensar que en cualquier momento podría darme un jamacuco y quedarme en el sitio. Y sin embargo empieza a darme igual, no es una cuestión de cantidad… Es más, la obsesión por la cantidad de años de vida es una verdadera enfermedad mental y una esclavitud, un miedo real, una plaga.

¿Porque para qué quiero a los ochenta y muchos años unos implantes dentales fantásticos y una picha química, si no puedo comer y follar y luego acordarme de qué, dónde, cuándo y cuánto…?

Si a mí me aseguraran que a partir de cierta edad y si me someto a unas prácticas saludables y obedientes, yo fuera a ir biológicamente a mejor, haría lo que fuese… O no. Ya veríamos a ver.

Porque por otra parte, cuando me pongo a pensar en serio, llego a la conclusión de que a partir de ninguna edad se va a mejor en lo biológico… “…Lo que llamamos muerte es acabar de morir, lo que llamamos nacer es empezar a morir, y lo que llamamos vivir es morir viviendo. Por eso cuando el hombre muere acaba a un tiempo de vivir y de morir…” Quevedo, nació antes que La Ciencia.

Sin embargo a partir de cualquier edad se puede ir a mejor en lo intelectual, y eso justo es lo que nos hace verdaderamente humanos, civilizados, que recuerdan… Por eso repito: viejo será tu padre… 💕

eeen fin.

Gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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JODER CON LA LOTERÍA

Publicado el 29 de diciembre de 2020.

¡Me cago en la…!

Dice mi Señora que no nos ha tocado el segundo premio del gordo de la lotería de Navidad solo por un número. ¡Bah…! Las combinaciones posibles de diez números, tomados de cinco en cinco, son un verdadero universo aleatorio inextricable. Por ello, el que hayas acertado todos los números del gordo menos uno, no es tan raro ya que hay infinidad de formas. El que hubiera tocado el 06095 como segundo premio gordo de la lotería de Navidad, y el que tú llevaras el 90063, no tendría importancia ninguna y hubieras acertado todos los números; menos uno…

Otra cosa es, que el segundo premio gordo de la lotería de Navidad haya sido el 06095, y tú lleves veinte años jugando al 06093… Coincidireis conmigo en que cambia la probabilidad ésa, o la jodida estadística, la combinatoria, o no sé qué coño cambia pero algo cambia. Un solo número, sólo uno; el antepenúltimo ordinal: si en vez de un 5 un 3… Es como si soñando estuvieras tocando el timbre del cielo y a punto de entrar en él, pero te despiertas… Y como siempre, te descubres teniendo que bregar un día más aunque con aquel jodido timbre celestial metido todo el día en la cabeza.

…eeen fin.

¡Me cago en la…!

Estoy muy enfadado con mi Diosa de la Suerte, mucho… Bueno, el décimo era de Manuela, y el caso es que ambos estamos muy enfadados con nuestra Diosa de la Suerte. Y cuanto más lo pienso peor… De ésas pocas veces en la vida en las que sientes que te quedas, justo, a las puertas del mismo cielo… Veces en las que no llegas a tiempo; veces, en las que sabes que el tren ya ha pasado y no volverá a pasar.

Peeero, la lotería es lo que tiene… Y una de las cosas más graciosas, que más me reconcilian con la suerte y con el mundo, y que hacen que todavía la quiera más, es el hecho de que asegura mi Señora que va a seguir jugando siempre al mismo número:

el 06093.

¡Qué cosas…!

¡Me cago en la…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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UNA MACETA DE GERANIOS

Publicado el 14 de mayo de 2021.

Fíjate tú éso del destino y sus cosas… El otro día supe del terrible infortunio que sufrió un señor que murió de repente, en plena calle y en el acto al caerle con precisión justo de lleno en la cabeza, una maceta de geranios mal colocada en la barandilla del balcón de un segundo piso cualquiera.

La vida es simple suerte y lo es casi por completo. O dicho de otra forma: la mayor parte del tiempo que vivimos es gracias sólo a la pura suerte.

eeen fin. ¡Qué cosas…! 🙄😳

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

……

«¡¡ QUÉ ESCÁNDALO…

Publicado el 27 de mayo de 2021.

Mejor no beber, o no fumar; no arriesgarse… Mejor no jugar.

– «¡Qué escándalo, en este local se juega…!»

Casablanca.

En este presente hipócrita y tan huero de ideas e iniciativas verdaderamente brillantes, lleno hasta arriba de tecnotonterías y políticamente correcto tan en exceso, nos estamos acostumbrando también a una vida tan artificiosa previsible y controlada (nos creemos) que parecemos tiernos y manejables niños de colegio… Como si fuéramos pavos nos espantamos casi por cualquier cosa y con mucha facilidad; y como pollos sin cabeza echamos a correr delante de lo primero que llega y nos asusta. ¡Buú….! ¡Uy, qué susto, uy, qué miedo…!

¡Que viene no sé qué virus…!

Entre otras lindezas y se ve que para no castigar tampoco mucho a nuestros hígados, ya nos están vendiendo por ahí gintonics de ginebra Tanqueray casi cero alcohol, y whisky Ballantines de dieciocho grados o menos. ¡¡Jájaja…!! ¿Pero es que no teníamos bastante ya con la cerveza o con el café sin cafeína…?

Vamos a terminar comprando hijos con posibilidad de devolución, cuerpos de quita y pon, coches sin conductor, vacío en los libros digitales, y hasta ese olvido propio de los tontos del capullo… Y es que sí, es que compramos, u olvidamos, cualquier cosa que nos vendan bien vendida…

«¡A la mieeerda…! ¡Vayan Ustedes a la mierda…!»

Diría a sus admiradores plastas, aquél gran señor Fernán Gómez, ahora ya tan clásico si levantará la cabeza…

«Van a echar agua al vino, luego va a costarnos más caro…» Es el colmo. ¡Qué vergüenza, qué escándalo…! Es como una Ley Seca pero para ovejas, para bebedores rebañudos como que de segunda B, y que sólo salen de su establo cuando se les da la suelta… En vez de buena bebida, venga bebida fácil y que la paguen más caro, claro. Ése, parece ser el plan.

eeen fin.

– «¡Qué escándalo, en este local se juega…!»

Casablanca.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

EL RETRETE Y LOS TEBEOS

Publicado el 28 de mayo de 2021.

— ¡Neeene…! ¿Te has colao…?

— ¡Voooy…!

Mi madre, cuando ya habíamos terminado de comer, no tenía otra manía la mujer que la de hacernos secar la vajilla justo después de fregarla. Y claro, yo tomé la costumbre de ir a cagarcía justo después de la pitanza, para librarme así de tan estúpida tarea… La vajilla se secaba sola, y yo, de verdad que me estaba cagando.

Recuerdo que siempre me llevaba algún tebeo, un cómic o un libro; pero porque siempre me gustó tomarme mi tiempo para leer; aprovechar mi tiempo leyendo… Y puede parecer una tontería pero ése era uno de mis sitios favoritos: el retrete. No te interrumpía nadie. Y he de confesar que ahora, me llevo también siempre el teléfono.

— ¡Neeene…! ¿Pero chico, es que te has colao…?

— ¡Que voooy…!

Al poco de conocer a Mi Señora, recuerdo aquella mañana que por fin amanecí en su casa… El sol de las siete de aquella mañana creaba un contraluz precioso al entrar a raudales por el enorme ventanal del salón. Mientras, Manuela daba su primera clase de pilates a ocho o diez alumnas privilegiadas al disfrutar de tan coqueto espacio en casa. Sonaba música de Lorena Mackennit… Una estampa preciosa. El caso, es que extrañamente yo también estaba levantado tan temprano, y me encontraba abajo en la cocina con mis legañas y el primer café con leche cuando me dió el apretón…

El aseo, daba servicio a toda la planta baja de la vivienda incluido el salón, por lo que tuve que salir en silencio de la cocina y andar los escasos tres pasos hasta la puerta del baño. Cerré sin hacer ruido. Y aliviándome, leía la prensa tranquilamente en mi móvil cuando al rato me percaté de que no le había puesto el pestillo a la puerta, ya que ésta se abrió de repente asomando el medio cuerpo de una de las alumnas:

— ¡Uy, peeerdón…!

Sus ojos como platos y yo, sentado, obrando a horcajadas con los calzones en los tobillos y mirándola también, con el teléfono en la mano. Cerró de un portazo… Fue entonces cuando la pobre, algo descompuesta y sorprendida -las alumnas no sabían nada de lo nuestro- le dijo como pudorosa y cabizbaja a Mi Señora aquello de:

— ¡Manuela… hay un hombre en tu aseo!

Repito, al menos ocho o diez alumnas sí que había en el salón sí. ¡Qué vergüenza…! Luego, claro, tuve que salir del aseo y sonreír; todas, estaban mirándome.

No sé si soy tonto perdido como a veces dice Mi Señora creo que cariñosamente, o si ésto del blog sí que en realidad me puede gustar mucho, pero también puede que esté haciendo el tonto escribiendo.

¡Pero qué coño, ésto de escribir en público gratis y de lo que me dé la gana es genial y revolucionario…! Y aligera el espíritu tanto como si se te aliviara el cuerpo; como si tuvieras que evacuar de tu vida un episodio desagradable y lo escribes: en cierta forma lo evacúas, lo expulsas, lo excretas.

Y aquí estoy yo, escribiéndote de escatologías sin importancia pero ahí estás tú, leyéndome como todo un forofo… A ver lo que te cuento ahora.

eeen fin.

Te quiero mucho lector. Que lo sepas 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LA LECHE

Publicado el 24 de abril de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

Hace unos años pasé unos días con mi sobrina que vive en Francia. Amamantaba a sus dos hijas. La mayor llevaba lo del destete con poco sentido deportivo. Nosotros dormíamos en el piso de arriba, y la niña se pasaba toda la noche medio llorando y pidiendo a voz en grito: “Teta, tetaa, tetaaaaa…” Cuando ya desesperado de no dormir intenté unirme a sus gritos, mi compañera de cama me sacudió un codazo, fuerte.

Tampoco le hizo gracia que le recordase la célebre conclusión de Las Uvas de la Ira, en la que una joven aterida y mal nutrida, que acababa encima de dar a luz a un bebé muerto, ofrece su pecho a un desconocido famélico… Así es como la novela indica, que los valores éticos de cuidado y ayuda al prójimo permanecen vivos, aún cuando el mundo muestre su peor cara.

La leche es que es la leche. Y es que hasta la naturaleza es machista. Si no le das al niño la teta al menos durante un año es que eres una mala madre, y además te saldrá tarado. Y lo de los hombres dando un biberón es antinatural. Así, que las diferencias laborales entre hombres y mujeres tienen una razón de ser de lo más natural… Mientras las mujeres tengan hijos, den el pecho a los hijos, y vean en ellos una parte esencial de su vida, los hijos seguirán siendo obstáculos deseados en la lucha profesional, y tentaciones para tomar decisiones contra la autonomía económica y la propia carrera.

Al reducir la lactancia empezamos a civilizarnos. En las sociedades de cazadores-recolectores la separación entre nacimientos era de cuatro a seis años; y estaba causada por el uso de la lactancia prolongada como contraceptivo, y porque no había otra cosa que dar al niño. Con la agricultura y ganadería, se podía poner en su boca leche de origen animal y papilla mucho antes… La diferencia de edad entre hermanos bajó entonces hasta los dos años o menos. Con esa diferencia de edad el hermano mayor es mucho menos autónomo, más celoso, y por consiguiente más violento. La misma madre, inaugura la violencia educativa para proteger al segundo.

Cuando todavía podíamos ver las estrellas -y no os cuento lo que me costó en su día encontrar el lugar y la ocasión para mostrar la Vía Láctea a mis nietos- los hombres veían leche hasta en en el cielo… A veces, cuando se me escapa un ¡Ay la leche! me da por levantar la mirada a mí también. Galaxia es simplemente otra forma de decir ‘Vía Láctea’. Vía Láctea era una expresión latina que significaba ‘camino de leche’. Galaxia es la versión griega. Viene del griego gala, gálaktos, que significa ‘leche’. Compara gálaktos con lactosa o lácteo, y te darás cuenta de que contienen la misma raíz. Convertimos nuestra galaxia en la “Vía Láctea”, preservando los restos de un antiguo cuento que contaba cómo a la diosa Hera, mientras estaba amamantando a su hijo Heracles, se le escaparon unas gotas de leche que se convirtieron en estrellas.

Siempre me he preguntado por qué a los hombres nos gustan tanto las tetas. Supongo que nos hacen sentirnos niños… Decía Santa Teresa que «el conocimiento propio jamás se ha de dejar,/ ni hay alma en este camino tan gigante que no haya menester/ muchas veces tornar a ser niño y mamar.»

Historias de Paco Sanz ✍️

Izquierdosis. Izquierditis. Izquierdemia.

Publicado el 30 de abril de 2021.

Todo se ha estropeado, se ha inflamado, todo se ha infectado…

¿Cuánto tiempo llevamos ya luchando contra esta puta pandemia…?

¡Pues cuidado…! Porque ronda por ahí otra enfermedad también la mar de contagiosa, más incluso; y todavía más mortífera y difícil de curar. Más de cien años lleva por ahí la hijadeputa campando e infectándonos a sus anchas.

Otra pandemia. Un mal rojo, que se te enrroca implacable en las neuronas dejándote sin posibilidad ninguna de raciocinio ni reacción. Anula de tu organismo cualquier posibilidad de decisión honorable o sensata, y te empuja, tanto a la estupidez como a la bellaquería y hasta la infamia de forma tal, que dejas totalmente de pensar por ti mismo.

O eso parece, según los datos que reflejan los encefalogramas planos.

Acaba ese virus completamente con la empatía porque hace de tí algo así como un zombi, un imbécil, al servicio de otros. Un esclavo, que renuncia a pensar por sí mismo para –y por una paguita por aquí o una subvención por allá– entrar a formar parte de una especie de milicia justiciera… Algo, que te hace creer que eres importante, pero sólo porque votas a quien votas y porque váis en manada.

Si votaras otra cosa te encontrarías solo, pensando tú solo; y serías otra cosa claro: un fascista, seguro que violento; un español tardofranquista o un homófobo heteropatriarcal; una escoria; alguien sin derechos ninguno…

Yo, también les voté hace ya muuuchos años.

Si conocéis a quién semejante mal padezca, apiadaos eso sí, pero prestadle auxilio desde la distancia; hacedme caso… Mantened siempre un prudente alejamiento del espécimen; y no confiéis nunca en que estar junto a la peste no os terminará apestando irremisiblemente… Es como el sonsonete de una mala canción: como la oigas mucho y aunque no quieras, tarde o temprano terminarás aprendiéndotela.

Obrero, ninguno de ellos; resiliencia, tontás; cogobernanza, paparruchas; empoderamiento, filfa; nosotros y nosotras, farfolla; democracia progresista, ná de ná… La Historia ya ha demostrado y de sobra, que progresista es a progreso lo que carterista es a cartera. Y como siempre ha habido más tontos que listos, siempre ha sido solo nuestra la responsabilidad de a favor de quién estamos, y de qué cosas son las que elegimos.

Lo único bueno, que puede concluirse del hecho de contraer en algún momento esta terrible y zurda infección, es, que los pocos humanos que han logrado sobreponerse a ella nunca pero que nunca más vuelven a infectarse, ya que sorprendentemente adquieren un tipo de rara y persistente inmunidad contra la tontuna… Cosa ésta -no me lo negaréis- que dado cómo están los tiempos habría que ir estudiando con detalle por ver si nos sirve de algo. ¿No…?

eeen fin.

Que no nos engañen.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

…….

¡QUÉ RISA…!

Publicado el 12 de abril de 2021.

Me despertaron aquellos golpecitos insistentes en la ventanilla de mi coche. Toc toc toc…

Vaya nochecita de marcha tan potente la que me pegué, lo malo, es que sólo tenía recuerdos hasta las cinco o así de la madrugada; del resto no me dejaba acordarme la melopea. Toc toc toc… Envuelto por completo en la niebla del tablón que aún llevaba tardé en reaccionar. Toc toc toc… Poco a poco fui percatándome de que lo que oía, también, eran pitorradas de coches enfadados que me rebasaban por la izquierda ya que estaba parado así sin más justo en medio de mi carril, y en una de las principales calles de entrada a mi pueblo… ¡Qué extraño…!

Toc toc toc…

Lo raro es que eran ya más de las ocho de la mañana; lo malo es que llevaba un pedal tremendo y estaba parado en un semáforo; y lo peor es que me había quedado durmiendo mientras ese semáforo estaba en rojo… Lo que no sabía, era cuánto tiempo había estado ahí tirado con el motor en marcha, con la cabeza apoyada en el cristal de mi ventanilla dándome todo el sol en la cara, y roncando hasta babear con la boca abierta de par en par. Toc toc toc…

El susto me lo pegué unos segundos después -mientras aclararaba aquella espesa niebla etílica- cuando giré la vista a la izquierda y me crucé con los ojos de aquel guardia civil al otro lado de la ventanilla. ¡Joooder…! Era aquélla una mirada severa, aunque diríase que a la vez como asombrada e incluso tierna; luego, hasta me pareció detectar la mueca de una ligerísima sonrisa en su cara… Me hizo aquel agente el gesto imperativo de que bajase la ventanilla, tras lo que me saludó de forma reglamentaria llevando el canto de su mano derecha recta y a la sien.

— ¿Buenos días, se encuentra Usted bien…?
— Pues hommmbre, mire, yo…
— ¡Salga del coche, por favor…! Me interrumpió drástico al ver que sí, que yo al menos reaccionaba, resucitaba…

Cegado por los rayos de sol mañaneros a tan tempranas horas, salí del coche a trompicones todavía bajo los efectos de tanto cubalibre: todo borroso, confuso, muy mareado… Tanto es así, que el agente, muy suave y amablemente me agarró del brazo y me acompañó a la sombra de la acera opuesta, introduciéndome en una especie de soportal que estaba abierto, y haciéndome sentar con cuidado en un banco de madera que había junto a la entrada… Pasaron los minutos, y despacio, fui pudiendo enfocar tanto la vista como los pensamientos, hasta que conseguí hacerme una ligera idea de lo que me estaba pasando.

Me levanté de aquel banco procurando dar muchos menos trompicones; salí de nuevo a la calle, y allí estaba el agente tomando notas junto a mi coche… Pero lo mejor fue cuando al girarme mareado con intención de volver al abrigo del soportal, levanté un poco la cabeza y con algo de dificultad, pude leer en el frontal de las puertas, aquéllo:

TODO POR LA PATRIA

¡Ostiaaas…! 😟😳

No sólo iba conduciendo curda perdido y me había quedado durmiendo al volante parado en un semáforo en rojo, sino que además el semáforo donde tan plácidamente dormía, resulta, que encima era el que estaba justo frente a la Casa Cuartel de la Guardia Civil de mi propio Pueblo… ¡Mira tú, qué casualidad, coooño…!

Y claro, setenta y dos horas me tuvieron cómodamente alojado allí mismo y a pensión completa.

Creo, que absolutamente todos los agentes de la Casa Cuartel se interesaron con verdadero cariño por mí, y por conocer la mayor cantidad posible de los detalles de mi digamos que peripecia…😳 Fueron amabilísimos conmigo, a la vez que también condescendientes y comprensivos con aquel suceso tan insólito y chocante, que había yo, digamos que protagonizado…🤣😂 Años más tarde, uno de aquellos agentes me confesó con sincero cariño y todavía meándose de la risa, que pasaron unos ratos estupendos partiéndose el culo conmigo todo lo que quisieron.

eeen fin. 😂🤣

¡Qué cosas…! Yo ahora también me río. ¡Venga, supéralo…! 😳

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

….

Hispanidad idiomática

Publicado el 11 de octubre de 2021.

Historias de Salvador Juan Vallone

Me inclino ante el ingenio, la sátira, el humor, la inteligencia, la sensibilidad, y la palabra.

Gracias una vez más. Una obra maestra.

Y vosotros disfrutad malditos, disfrutad leyendo…🤔

…….

NOVEDADES EN MATERIA IDIOMÁTICA

La Real Academia de la Lengua dará a conocer próximamente una reforma de la ortografía española. Se trata de un plan quinquenal que entrará en vigor en forma paulatina, para evitar confusiones. Su aplicación tornará más simple el castellano de todos los días, pondrá fin a los problemas ortográficos que suelen tender trampas a boxeadores, economistas, ingenieros y arquitectos, y logrará que nos entendamos de manera universal quienes hablamos esta noble lengua.


De acuerdo con lo trascendido hasta el momento, la reforma se introducirá en las siguientes cinco etapas anuales:

1) Supresión de las diferencias entre ‘c’, ‘s’, ‘z’ y ‘k’.

Komo despegue del plan, todo sonido parecido al de la ‘k’ será asumido por esta letra.

En adelante, pues, se escribirá «kasa», «keso», «kijote». También se simplifikará el sonido de ‘s’ en este úniko signo; kon lo kual sobrarán la ‘c’ y la ‘z’: «El sapato de Sesilia será siempre asul».

Desapareserá la ‘doble c’ y será reemplasada por ‘x’: «Tuve un axidente en la Avenida Oxidental». Grasias a esta modifikasión, los hispanohablantes no tendrán ventajas ortográfikas por su extraña pronunsiasión de siertas letras.

2) Se funden la ‘b’ kon la ‘v’, así komo la ‘y’ kon la ‘ll’.

No existe diferensia alguna entre entre el sonido de la ‘b’ larga y la ‘v’ chikita; por lo kual a partir del segundo año desapareserá la ‘v’, y beremos kómo bastará kon la ‘b’, para que bibamos felises y kontentos.

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Pasa lo mismo kon la ‘y’ y la ‘ll’. Sobra la ‘ll’… Todo se eskribirá con ‘y’: «Yébeme de paseo a Sebiya, señor Biyar».

Esta integrasión probokará agradesimiento general de kienes hablan kastellano, desde Benesuela hasta Bolivia… Toda ‘b’ será de «baka»; toda ‘b’ será de «burro».

3) ‘R’ es «erre»; fuera la ‘h’; fusión de ‘g’ y ‘j’.

A partir del terser año, y para mayor konsistensia, todo sonido de ‘erre’ se eskribirá con ‘rr’: «Rroberto me rregaló un rramo de flores».

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Asimismo, la ‘h’, kuya presensia es fantasmal en nuestra lengua, será eliminada… Nuestros ijos ya no tendrán ke pensar kómo se eskribe «sanaoria», y se akabarán esas komplikadas y umiyantes distinsiones entre «echo» y «hecho». Ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en semejante kuestión ke nos tenía artos… Tampoko en la diferensia entre la ‘g’ y la ‘j’… ke muchas beses suenan igual. Todo irá kon ‘j’: «El jeneral jestionó la jerensia». Sin duda, esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos kon más rregularidad y más rrápido rritmo.

4) Abolisión de tildes; muerte a konsonantes finales.

Horrible kalamidad del kastellano son, en general, las tildes o asentos gráfikos… Esta sankadiya kotidiana jenerara una axion desisiva en la rreforma. Aremos komo el ingles, que se a impuesto internasionalmente sin tildes. Kedaran ellas kanseladas desde el kuarto año, y abran de ser el sentido komun y la intelijensia kayejera los ke digan a ke se rrefiere kada vokablo. Berbigrasia: «¡Komo komo!».

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Tambien seran proibidas siertas konsonantes finales ke incomodan, y poko ayudan al siudadano komun. Se dira: «¿Ke ora es en tu relo?», «As un ueko en la pare» y «La mita de los aorros son de eya».

5) Eliminasion de la d interbokalika del partisipio pasao y kanselasion de artikulos.

El uso a impuesto ya ke no se diga «bailado», «nacido» y «venido», sino «bailao», «nasio» y «venio». Kabisbajos, aseptaremos esta kostumbre bulgar, ya ke al fin y al kabo, es el pueblo yano el ke manda.

Desde el kinto año kedaran suprimidas esas ‘des’ interbokalikas ke la jente no pronunsia. Ademas, y konsiderando ke el latin no tenia artikulos, y ke nosotros no debemos inbentar kosas que nuestro padre latin rechasaba, kastellano karesera de artikulos… Sera poko enrredao en prinsipio, y ablaremos komo futbolistas yugoslabos; pero después, niños y niñas de kolegios beran ke tareas eskolares resultan mas fasiles.

face-8685_960_720Profesores terminaran benerando akademikos ke an desidio aser rreformas klabe para ke seres umanos ke bibimos en nasiones hispanohablantes gosemos berdaderamente del idioma de Serbantes y Kebedo.

Eso si: nunka aseptaremos ke potensias estranjeras token kabeyos de letra ‘ñ’. ‘Ñ’ rrepresenta balores mas elebaos de tradision kultural ispanica, y primero kaeremos kadaberes antes ke aseptar bejamenes, a simbolo ke a sio korazon bibificante de istoria kasteyana.

Identida kultural no se bende ni alkila.

Salvador Juan Vallone

……..🤣😄

Maravilla de letras hispanas mezcladas con ingenio… Don Salvador Juan Vallone, me ha permitido publicar aquí esta prueba de amor por el verbo español, sea cual sea el sitio donde se haya escrito… Viva lo Hispano, lo español, lo nuestro.

Este hombre es mi hermano a no sé cuantos miles de kilómetros de mi casa; pero lo es, sólo porque me habla y le entiendo, y le admiro… Ésa y no otra es nuestra ventaja: la palabra.

…eeen fin.

¡¡ VIVA LA HISPANIDAD…!!

Historias de Salvador Juan Vallone

EL VINO 🍇

Publicado el 28 de febrero de 2021.

El caso, es que me había dado por la tontería aquella de lo del vino hacía unos cuantos meses, y claro, me dió también por embotellar ese mismo vino, mi vino. El barril, me lo había regalado un antiguo bodeguero de Benejúzar y padre de un viejo amigo; más de cien años me aseguró que tenía la barrica aquella. Lo mejor es que cuando me la enseñó para regalármela, me mostró sólo un amasijo desarbolado de puro viejo de aros metálicos y maderas desvencijadas; un montón de escombros polvorientos y mohosos, grisáceos, oxidados…

— Este barril -me dijo señalando todo aquel montón de ruina- es para tí… Y me lo dijo tan en serio que yo, claro: «cuando te regalen algo no hagas ascos; chitón, y da las gracias…»

Me estimaba mucho aquel hombre y yo a él también. Y pasaron cuatro meses hasta que un día me llamó para que me llevara su regalo a casa. Un precioso barril de treinta y cinco litros flamante, pulido, barnizado y con olor a madera recién lijada; totalmente restaurado… Y lo que era mejor: repleto hasta arriba de zumo de monastrell de cosecha.

Lo que yo no sabía era que, para rehabilitar y curar las maderas de aquel barril, el bodeguero usó una mezcla del mejor coñac posible y el mismo zumo de monastrell durante los cuatro meses que duró la restauración. Y claro, no te digo nada de cómo estaba de curado aquel vino. Yo lo probé, y juro que no lo vi mal: era mi vino. Algo fuertecillo estaba, eso sí, pero no creí yo que fuese cosa que supusiera problema alguno sino más bien al contrario… Unas veinte botellas saqué de aquel barril. Las sellé con un buen tapón de corcho, les puse una etiqueta adhesiva con el año de la cosecha, y me quedé tan pancho creyéndome que el vino era sólo eso, o algo así…

Recuerdo, que en una cena de empresa regalé a cada uno de mis compañeros una botella de aquel vino, de mi vino. Y lo bueno vino, pero al final, cuando ya a las tantas de la madrugada mi jefe propuso que nos fuésemos a su chalet de Alicante, para evitar que nos metieran presos conduciendo con la borrachera que acarreábamos… Habían caído un par o tres de mis botellas durante la cena.

Como mi jefe era un caballero, esperó a probar mi vino y a destapar su botella en la intimidad alcohólica de nuestra reunión, ya en su casa. Le gustaba mucho el vino; serían las tres de la mañana… Con algo de ceremonia trajo el sacacorchos, destapó la redoma, sirvió dos copas, y acercó la suya a la nariz para aspirar el primer hálito de mi caldo recién escanciado.

Recuerdo, que hizo un pequeño guiño, como si le hubiera caído algo al ojo; y me miró… Comenzó a girar la copa y la puso al trasluz para apreciar el color; un buen rato. Finalmente, al llevársela a la boca y besar el caldo, con una mueca cerró los ojos unos tres o cuatro segundos; luego, me volvió a mirar pero esta vez tal y como se mira a un colegial.

«Anda y ven aquí» me dijo -lo de tonto no me acuerdo- y me llevó a la habitación donde atesoraba una pequeña bodega… Se plantó ante sus tesoros y al cabo de un rato, decidió sacrificar en mi honor una botella de Marqués de Riscal; un Rioja de reserva de no sé qué año, embotellado primorosamente y envuelto en una malla metálica dorada y rimbombante.

Volvimos a la reunión, y con la misma ceremonia anterior destapó ahora su botella y sirvió otras dos copas, las puso junto a las de mi vino, y me propuso beber primero el mío para comparar… Luego, me dijo aquéllo.

— Miravete, este vino es pa’guisar… Y claro, yo me callé.

¡Vaya borrachera tan bullanguera, didáctica y elegante que pillamos…! Mañana sería otro día pero justo esa madrugada empecé, de verdad, a amar y a pretender entender el mundo éste tan detallista del vino.

…eeen fin.

¡Qué cosas…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……….

PICARDÍAS…

Publicado el 20 de febrero de 2021.

A José Antonio Ruiz Puig, nuestro Pancho…💕

Sólo queríamos aventura, lo juro; éramos tan jóvenes; tendríamos doce o trece años poco más o menos. Vivíamos todos cerca, vecinos casi de la misma manzana; y éramos también como familia, como primos segundos; miembros de la misma tribu: mi Primo y el Grillo, el Pancho, el Gitano y yo.

Estábamos los cinco digamos que estudiando en mi casa aquella tarde, cuando los pollos del gallinero empezaron a chillar espantados, como locos… En aquella época eran frecuentes los gatos famélicos y asilvestrados, especializados, en dar caza a los animales domésticos que la gente criaba en sus casas. Y por eso, se ve que se nos ocurrió subir a la terraza de mi casa para ver qué coño pasaba con los pollos y con los gatos; también para descansar un rato de los libros; y seguro que también para ver qué tal se veía el mundo desde lo alto de los tejados…

Todo empezó como el juego de a ver quién la tiene más grande… ¿A ver, quién tiene los huevos de llegar más lejos andando por los tejados…? Me hice yo el chulico primero cuando, ya desde el tejado, me asomé al patio de mi vecino y le vi durmiendo la siesta a pierna suelta, con la boca abierta de par en par, y con sus más de ciento cuarenta kilos acostados bocarriba en el suelo y a la sombra de su morera. ¡Qué risa, qué animal, cómo roncaba…!

Luego, le tocó al Pancho…

Con la agilidad de un mico saltó el muro del linde y también como tal, echó rápidamente a andar en cuclillas sobre los tejados hasta que lo perdimos de vista cuando pasó a la otra casa… Tardó un poco en volver, y lo hizo como traspuesto, excitado, extasiado. Casi con los ojos en blanco y cachondo como era él, sudando un poco y diría que como relamiéndose, nos contó que había visto a mi vecina desnuda.

Desnuuuda… 🙄😳

— Le he visto hasta las tetas… Dijo.

De verdad, que vino como descompuesto y claro, aquéllo fue algo irresistible. A toda prisa fuimos a ver en tromba pero a hurtadillas cómo la moza se lavaba desnuda en el patio de su casa, con aquel derroche de carne jabón y palangana. Toallas húmedas, bragas y sostenes usados esparcidos por ahí; ruido de agua, olor a limpio… Sensualidad pura.

En aquella época, si veías aunque sólo fuera unas bragas colgadas secándose en una cuerda de tender ya te ponías ido… pues imagínate. Y claro, nos dio por estudiar muchísimo juntos durante aquel curso.

¡Qué cosas…! 🤣😂

A José Antonio Ruiz Puig, nuestro Pancho…💕

El principal mecánico de mi millón y pico de kilómetros… Álguien, que tenía la virtud de hacerte sentir especial sólo porque estabas a su lado… Los habrá iguales pero mejores no. Adiós, amigo…💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……

EL PARTO

Publicado el 7 de febrero de 2021.

Como le interesaban tanto lo de las energías, lo del yoga, el karma, y eso de los chacras y el despertar del tercer ojo, le pregunté ¿que si entendiéramos la vida como una sucesión de ese tipo intercambios energéticos, cuál, diría que es el acto más energético que podríamos experimentar…?

Tardó un poco en responderme que hacer el amor; vamos, que follar. Que estar dentro de o tener dentro a alguien. Porque sin duda es un acto aquél, en el que se intercambian multitud de energías humanas y de fluidos esenciales para la vida, y tal.

Yo le dije, que seguramente lo más energético que hay en este mundo es hacer explotar una bomba atómica; o tal vez parir… Pero, porque no debe haber forma más energética de sentir dentro a alguien o sentirse dentro de alguien, que pariendo o naciendo. Ese empujar de una misma y desde dentro; desde tus propias entrañas, sin remedio y sin siquiera punto de apoyo. Esa condena a parir o a morir, a salir o a matar. Esa hemorragia de vida. Todo ese mal trago. Todo, sólo por tener o ser un hijo. Energía pura: pura bomba atómica.

Recuerdo abrir la puerta del paritorio del hospital con verdadero terror, y ver de repente a aquella parturienta sudando encendida y congestionada, retorcida, gritando a no sé quién y mirando a no sé dónde, éso de: «¡Que salgas de aquí…! ¡Que te vayas…! ¡Que me dejes…!»

Estaba como fuera de sí. ¿Y yo qué sabía…? No sabía, ni dónde meterme en medio de tanto grito de las al menos cuatro o cinco hembras pariendo en aquella sala. Los dolores de verdad ya habían empezado. Rotas las aguas las contracciones aumentaban, la tensión me espantaba. Ya, de parto… El dolor en todas sus formas siempre me había aterrado, superado.

Estaba a su derecha cagado de miedo agarrándole la mano, cuando los ojos de la matrona emergieron por encima de aquel monte de Venus que ya paría, para urgirme a que fuera corriendo a cortar el cordón umbilical.

«¡Vamos, ven, ahora…! ¡Ya está aquí…!»

¿Pero cómo coño iba yo cortar semejante cosa. Yo, que me mareo siquiera al pincharme cortando una rosa…?

«Deja deja, córtalo tú…» le dije en un puro mareo. Casi que me caigo al suelo en redondo. ¡Qué nervios! Entre gritos nacemos… Y yo, como un pollo sin cabeza, blanco como el papel, y enredando por allí en medio.

Me la dejaron echada como ahí; como en el mostrador de una tienda. Solita. Recién lavada eso sí, pero como desamparada y envuelta ella, tan solo en una ligera muselina también de color hospital verde claro. Como si me la hubiesen dejado en un dispensario cualquiera, a la espera de que alguien viniera y se me la llevara. Y claro, no me separé de ella ni un solo segundo.

Recuerdo a mi derecha a un tipo como desagradable, con gorro, mascarilla y bata verde como yo; luego, supe que era el doctor jefe de maternidad del hospital. No paraba de mirarme de soslayo aquel tipo, ni de enumerar un sin fin de detalles médicos varios e incidencias técnicas del parto; luego, supe que estaba dictando los detalles del certificado de nacimiento. Cuando ya llevaba descritos muchos detalles de aquéllos, se paró extrañado; me miró ahora fijamente, y me dijo el desagradable «que qué coño hacia yo que no estaba tomando notas…»

¿Noootas…? Pa’tomar notas estaba yo.

¡Ufff qué nervios…!

Sosteniéndole la mirada y muy sorprendido por lo maleducado de su pregunta, le respondí algo retador que ¿qué coño noootas…? No se había percatado el doctor de que yo era el padre… Como de puro nervioso no me estaba quieto por ahí, me confundió con el enfermero encargado de rellenar el formulario certificando el nacimiento.

¡Ufff qué nervios…!

Entonces, los ojos de matrona con mascarilla abandonaron por un momento la episiotomía en la que estaban, y volvieron a emerger de aquel mismo monte de Venus ahora ya parido, para decirme casi encanada de la risa «que dejara ya de enredar por ahí, que me portara bien y me estuviera tranquiliiico… Y que ya, faltaba poco para que todos saliéramos de allí…» Hasta la madre recién parida empezó a reírse de lo chocante de la situación.

Y no te digo nada, cuando pretendieron subir a mi pequeña a la planta de neonatos sin que yo la acompañara. Una enfermera me dijo sin más que me apartase, que iban a subirla… Yo le dije que «nanai, que lo que había en esa incubadora era mío; y que tenía que acompañarla sí o sí para saber dónde me la dejaban, no fuera a ser que por error me la cambiasen por otra…»

Aquella enfermera bufaba con la prisa de los partos, e insistía: «que no dijera tonterías y que no podía subir y punto. Que entendiera que estaba prohibido; que esto era un hospital y que eran las normas, y tal…»

Y yo, cabezón y tajante la intimidé, cuando acercándome a su cara mirándola fijamente y ya con mala ostia, le dije implacable aquéllo de: que «era ella la que no lo había entendido… Que yo era el padre» y que me daba todo igual porque iba a subir a planta con mi hija sí o sí, se pusiera ella como quiera que se pusiese.

Y al final claro, subí con mi hija y ella.

…eeen fin. Gracias por leerme… 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

¿OIGA…? 😳 ¿FEISBUC…?

Publicado el 18 de enero de 2021.

Estimado Señor Feisbuc, ya que no me coge Usted el teléfono le remito la presente, porque como sé que Usted casi todo lo lee, también sé, que me estará leyendo aunque no sé si entendiendo porque su inteligencia artificial es eso: artificial. Por ello, pongo en su conocimiento, que obran en mi poder pruebas de la certeza de su irrefutable estupidez al tratar con la valía de mis datos… Con lo bien que nos podríamos llevar es una pena, pero me veo obligado a decirle que me tiene Usted hasta el capullo amigo Feisbuc, ya que estoy harto de sus manejos tipo vieja del visillo… Y nótenseme las comas y los puntos suspensivos, para que se aclare Usted con lo de la sintaxis.

Haría Usted muy bien en irse a la puta mierda con sus controles y sus espurias intenciones, con sus insidias, y con ese rollo éste de vigilar cual gran hermano a la gente de bien que con inocente intención, intenta, entender lo que pasa por ahí sin que le de Usted por el culo… O, como se diga eso.

¿Aló…? ¿Oiga, se me entiende…?

¿Oiga…? 😳

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

LOS CUÑAOS…

Publicado el 23 de diciembre de 2020

Los cuñaos estamos muy infravalorados. Mira el mío: le das un par de destornilladores y a mi hermana y te monta una casa; es muy mañoso. Quiero mucho a mi cuñao Carlos, casi tanto como a un hermano pero como sin el casi. No tengo hermanos; no tengo esa suerte. Sabe de mí prácticamente lo mismo que sabe mi hermana, y pese a ello, creo que algo sí todavía me aprecia… Sólo tengo cosas fantásticas que contar de todos los que fueron y son mis cuñaos: Lorenzos, José Albertos, José Antonios, Andreses, Antonios, José Marías, Lennes, Joaquines… y Carlos.

Muchas veces, son incluso mejor que uno mismo y por éso justo, precisamente por éso, no sé si me tengo del todo por un buen cuñao; es decir: no sé si estoy del todo a la altura de mis cuñaos… El mío por antonomasia siempre ha sido Carlos, pero porque lo ha sido desde siempre. Y me explico: tanto es así, que a su madre cuando lo parió, la matrona al entregárselo para que se abrazasen por vez primera seguramente le diría algo así como: «tome Señora, ha tenido Usted al cuñao de Antonio…»

Si es que lo tengo que querer… Mi cuñao está tan junto a mi hermana, y lo está desde que eran tan tan jóvenes, que desde siempre han dado envidia de ésa de la buena… Y la pregunta siempre ha sido la misma: ¿cómo puede ser éso de estar siempre con la misma persona y que después de tantos años te siga gustando, la sigas amando y encima que se te note, tanto…?

Sólo tienes que ver con qué brillo se miran a los ojos cuando discuten… Ahora que lleva gafas para la presbicia, a mi cuñao se le nota un poco más… ¡Cómo se baja las gafas, muy lentamente, hasta la punta de su nariz, y mirándola por encima y con pachorra le dice eso de: Emilia ¡coooño…!!

Precioso, no me lo negaréis… El amor y la intimidad que aporta la frecuencia y la cercanía en una pareja se pueden expresar de formas tan distintas… ¡Qué bonito…!

…eeen fin.

Y ahora, gracias al vivir con mi Señora, resulta que a más de cien kilómetros de casa, encuentro por casualidad a unos que ahora también son mis cuñaos; y me lo paso tan tan bien con ellos, son tan queridos y tan familia, que mira tú por dónde qué suerte he tenido… La de juergas y aventuras cómplices que se corre uno por ahí con sus cuñaos.

¡Ay, si yo te contara…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

¡Nos extinguimos 🙄😳…!

Publicado el 23 de diciembre de 2019

Acabo de ver por televisión que gracias a Dios, ya te pueden regalar por ahí un cepillo de dientes de esos que se sincronizan por blutuz con tu smartphone, para -sin necesidad ninguna de conexión güifi pero mediante unos complejísimos algoritmos- indicarte en tiempo real si la presión que aplicas sobre la dentina de tu dentadura es, o no, excesiva para que afecte, o no, a la totalidad de toda tu estructura dental, personal, estética, intelectual, e incluso anímica… 🙄😳 Y todo ello está pensado, claro, para evitar que te quedes gilipollas no sea que se te caliente la cabeza en exceso al cepillarte los dientes. Me parece genial.

¡Y no se vayan todavía que aún hay más…! Porque dentro de muy muy poco van a poner también en el mercado otra aplicación ni más ni menos que para masticar chicle y andar derecho. 🙄😳

¿¿…🙄😳?? ¿No me diréis que no os parece también una idea increíble? ¿No…? Pues eso: menos mal.

Ya era hora.

¿No sé… de verdá, cómo hemos podido pasar éstos bastantes más de setenta y cinco mil años sin semejantes y tan importantes artefactos tecnológico-dentales…? De verdá que no me lo explico…… 🙄😳

…eeen fin.

Nos vamos a la mierda.

🤣😂

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

BESTIAS

Publicado el 4 de diciembre de 2020.

Empezó a anochecer y buscábamos desesperados un lugar seguro donde protegernos de aquellos bichos. El estado de la rodilla, y sobre todo del tobillo de mi compañero, no nos permitirían regresar a tiempo al campamento y sabíamos que era de locos quedarnos por ahí a la intemperie y completamente expuestos… Toda la tarde llevábamos cagados de miedo en medio de esos páramos, huyendo, y esquivando como fuese el peligro de cualquier tipo de contacto con aquellas bestias oscuras, grandes y tan agresivas. Nos habíamos equivocado de ruta de vuelta, y lo teníamos francamente muy mal cruzando aquel secarral donde sólo habían olivos, matorrales y encinas… No había cueva, refugio, cobertizo o abrigo alguno donde poder pasar una noche a salvo de los ataques de esas alimañas.

Pese a que sólo nos quedaban seis u ocho kilómetros era imposible completarlos sin que nos los cruzásemos; y eso, y a oscuras, resultaría mortal… Con el último arrebol de la tarde llegamos -menos mal- junto a un olivo enorme al que me encaramé encontrando por suerte y a una altura suficiente como para mantenernos a salvo, dos fuertes ramas casi paralelas y sobre las que podríamos acoplarnos de alguna manera, y apañarnos, para pasar esa noche como fuese…

Llevábamos una mochila cada uno: él con la comida, sacos y abrigos, y yo con el botiquín y los aperos de montaña. Pude aprovechar aquellas últimas luces para inmovilizar y vendar el tobillo de mi compañero. Luego, no sin mucho dolor, logró subir y acomodarse penosamente en aquellas ramas, apoyando en ángulo recto su cuerpo contra el tronco principal hasta quedar en una posición lo razonablemente cómoda como para pasar las horas que nos esperaban bien agarrado -o atado si hiciese falta- a las ramas de más arriba… Una vez aupadas las mochilas a aquellas ramas también subí yo, y no sé si fue debido al canguelo pero me pareció que justo en ese momento, nos invadió engulléndonos por completo la oscuridad espesa de aquella noche zahína y sin luna.

Fue al encender estúpidamente la linterna mientras nos abrigábamos cuando empezó todo. Como bobos, habíamos delatado nuestra posición y comenzamos a oírlos acercarse, despacio. Completamente a oscuras sentíamos sus resuellos, el golpe de sus pisadas, pesadas, acercándose, cercándonos… Y empezaron aquellas embestidas contra el tronco de nuestro árbol. Cada cierto tiempo, como si pareciese que se turnaran, se acercaba uno de ellos para arremeter contra nosotros y nuestro ánimo, una y otra vez; oyéndolos durante horas bufar al recular para volvernos a embestir…

Y así, estuvieron durante casi cuatro horas hasta que se ve que decidieron sin más que mañana más, que ya estaba bien… Y cejaron en su empeño yéndose todos también así, sin más.

¿Alguna vez habéis dormido como los monos o como los pájaros sobre una rama, agarrados…? ¡Jájajaja…! nosotros sí: maldormimos, pero sí. Recuerdo, que una vez asegurado al tronco con una cuerda por debajo de mis sobacos y totalmente vencido por el cansancio y el sopor del sueño, más de una vez, me desperté alarmado creyéndome al punto de caer, pero abrazado por instinto no sé si de pájaro o de mono a una de aquellas ramas.

Y como hubiera sido insensato bajar antes de que amaneciese, lo más chocante del caso es que yo volvía a dormirme como un lirón careto cada vez que me despertaba: una y otra vez me dormía… Como intentando aprovechar al menos esas breves cabezadas aunque estuviéramos encaramados a las ramas de un árbol. 🙄😳

¡Hay que ver, cómo somos los dormilones…! 😂🤣

¡Vaya nochecita nos dieron jodidos los toros bravos aquéllos…!

…eeen fin.

Gracias por leerme 🙏🤗💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Susto o Muerte, y autostop

En los doce meses que estuve en el ejército, creo que ni una sola vez volví a mi casa desde Madrid de otra forma que no fuese haciendo autostop. Cuatrocientos cincuenta y pico kilómetros… Había que ahorrar. En aquella época aunque ni soñábamos con teléfonos móviles, se podía viajar así sin problema alguno; y más, si tenías veinte años e ibas impecablemente uniformado con el traje «de bonito» de Cabo de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra… Eso del uniforme, daba digamos que confianza al que te paraba en la carretera y te ayudaba a volver o a irte de tu casa; y a veces, hasta ligabas y todo por ahí con él puesto… Eran, otros tiempos.

Esa noche se me había hecho bastante más tarde de la cuenta, y después de más de diez horas dando tumbos por la carretera estaba ya en Orihuela pero todavía a catorce kilómetros de casa. Salía caminando de la ciudad; eran ya bastante más de las once de la noche y hacía frío; quería llegar cuanto antes… Llegué a La Corredera, y andé buscando alejarme de la ciudad lo bastante hasta que me situé bajo la luz solitaria de una farola. Dejé el petate en el suelo y cansado, me senté en cuclillas al borde de la acera esperando el paso de un vehículo que me terminara de llevar al pueblo.

En ese momento, allí tirado, me acordé de mi padre cuando decía aquéllo cada vez que me veía llegar los viernes por la noche: «¡Nene, coño, vienes el viernes por la noche para irte de nuevo el domingo por la tarde…! ¿Me puedes decir qué coño tienes que hacer aquí tan importante…?»

Y tenía toda la razón del mundo: era cosa de un coño aquéllo tan importante que me traía de vuelta al pueblo cada vez que me daban la suelta los militares, pues claro que sí. ¡Coño si era importante…! Ya te digo… A mis veinte años aquella Señora me traía loco y se ve que yo a ella también, porque cuando mis colegas andaban de discoteca en discoteca por ahí todo el fin de semana, yo me lo tiraba entero en su casa como un sultán… «Algo tiene el agua cuando la bendicen…» o «Tiran más dos tetas que dos carreras…» o cosas así; cosas aquéllas las de la juventud…

Salí de mis pensamientos, y girè la cabeza un poco a mi izquierda cuando vi por el rabillo del ojo unos faros acercarse; me levanté, estiré un poco mi uniforme y saqué el dedo. Recuerdo, cómo deslumbrado por las luces blancas distinguía el amarillo del intermitente derecho parpadeando, señal inequívoca de que el coche aquél iba a parar. Cogí el petate con mi mano izquierda sin dejar de hacer autostop, cuando el vehículo llegó a mi altura y se paró unos metros más allá de donde yo estaba… Era un impresionante Mercedes negro azabache silencioso e inquietante, con embellecedores cromados, impoluto, brillante, pulido; esperándome… Recuerdo el sonido del intermitente amarillo y mis dudas antes de subir: tactac, tactac, tactac… y las intensas luces rojas de los frenos, y que me recorrió un pequeño escalofrío…

El problema, era que tan imponente Mercedes era ni más ni menos que un coche fúnebre, y claro, era ya muy muy de noche, muy tarde, hacía mucho frío, y estaba solo y muy cansado…

¡Uuufff…! 🙄

No digo que me quedé muerto pero un poco parado sí; y no voy a decir que de miedo me cagué encima pero un poco sí me acojonó, me impresionó, sí… Y sí, ahí estaba, delante mío, un jodido coche de muertos parado y esperándome para subir en él: tactac, tactac, tactac... ¿Habéis subido alguna vez en un coche de muertos…? Pues eso… ¿Todo un poco lúgubre no…?

Me acerqué poco a poco, despacito, desde atrás, y me situé con cuidado junto a la puerta derecha asomándome como que precavido por la ventanilla, cuando de repente el conductor la bajó y con una sonrisa que me pareció de enterrador, al ver mi cara dijo:

— ¡Jáaajajaja…! No te preocupes chaval, es sólo un coche; yo llevo a mis hijos todos los días a la escuela en él. ¡Venga, sube que te llevo…! ¿Dónde vas…?

No puedo más que darle las gracias al tipo aquél, ya que no paró de hablar en todo el trayecto y me contó casi entera su vida: era, lo que hoy llamaríamos un autónomo del negocio funerario, se ve que un freelance de «la cosa…» Cuando llegamos al pueblo también di las gracias por lo tarde que era, no fuese a ser, que álguien conocido me viese bajar de un coche de muertos a las puertas mismas de mi propia casa y a semejantes horas… Y claro, le pedí al conductor que parase un poquito antes. 😂🤣

…eeen fin.

Gracias por leerme 🙏💕

¡Qué cosa la memoria…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

SEÑORITAS DE SALÓN

Publicado el 19 de octubre de 2020.

En serio: íbamos allí casi casi por amor; y él era mi mejor amigo. Ligaba el pobre menos que el chófer del Pápa, aparte de por que era algo feíco porque también entonces era algo inexperto, inocente; buena gente pero muy cortaíco. Yo, tenía novia ya… Y vaya, digamos, que le había cogido mi amigo mucho cariño a una de las Señoritas de un salón de ésos que había en la carretera nacional… Pues resulta, que aquella noche cuando fuimos, las otras Señoritas nos dijeron que habían trasladado de garito a su chorba: a otra zona…

¿Cómo iba a dejar yo entonces a mi amigo, con el peligro que corre uno un viernes por la noche solo, subiendo por la sierra de esa garganta oscura en busca de un lupanar barato y perdido en medio de ninguna parte…? Por algo éramos amigos. Al fin, en un collado de aquellos montes, envueltas por la oscuridad y donde la carretera se retorcía en una doble curva, languidecían las luces tristonas y encarnadas del rótulo aquél del puticlub:

«La Garganta» 🙄😳

Aparcamos…

Sólo fue entrar, y aquella Señorita chisporroteante apareció y se abalanzó al cuello de mi amigo dándole un beso breve pero con un toque de lengua. Me fijé… Fue un beso de esos calentones pero como corto, discreto y meloso. Me gustó ella, pero porque estuvo en ese beso el tiempo justo para que no pareciese por su parte algo obsceno ni interesado. Diríase que fue hasta sincero; pareció sincero.

Una vez dentro y en cuanto pude reaccionar, me di cuenta de que mi amigo se esfumaba desapareciendo tras unas cortinillas, bamboleándose al ritmo de la música y del culo de aquella Señorita que tan efusivamente nos (le) había recibido cuando entramos, en…

No sé, cómo describir aquel tugurio

Pedí una copa. Girando por ahí recuerdo los reflejos cutres de aquella bola de cristal colgada del techo, iluminada tan solo por un par de focos uno verde y otro rojo; en el centro de una pista como oscura, cuadrada, y de un color como lúgubre. Y es que me mareaba un poco con esa oscuridad y esos tonos verdirojos mezclándose, girando… El medio porrito que nos habíamos fumado también contribuía a esa especie de mareo, o de sugestión, debido a semejante momento. Era la primera vez, lo juro, que yo siquiera entraba en un antro así…

A solas, una vez bien acodado en una punta de la barra, y cuando ya me había embaulado bastante más de media copa noté, que me hizo la muestra una Señora desde la otra punta de la barra. Guiñándome el ojo derecho se levantó, lenta, dirigiéndose sinuosa caminando hacia mí… De repente, un parroquiano oculto tras la sombra de una de las columnas del local se le cruzó bamboleante, y mirándola beodo, amenazante y como despechado, va y le dice:

— ¡Eres una puuuta…! ¿Dóoonde vas…?

— ¡Eh, eh, eh…! ¡Deje Usted en paz a esta Señora pero ya…! Tercié.

— ¿Queeé mierda…? ¡Si te pego una ostia te esclafo, maaañaco…! Me respondió.

Y entonces, recordé a mi abuelo cuando decía aquéllo de que «si no había oportunidad de librase de un problema, pégale tú primero…» Pero oye, en aquel momento justo, se cruzó entre nosotros un negro enorme con unas manos y un olor agrio también enormes, para advertirnos aquéllo de que «si no nos estábamos quietecicos lloverían guantás…» Y no, yo no conocía al negro ése de nada pero parece ser que aquél parroquiano borrachín sí. Y oye: mano de santo, le hicimos caso y de inmediato se acabó la discusión.

Entonces, al girarme, se me plantaron enfrente la Señora y su escotazo; hermosísima; y clavándome con sus ojazos verdes y vidriosos me agradeció el haber terciado como un caballero; como un Quijote me dijo luego… Me fijé, por su voz en que era una hembra andaluza de belleza ya algo marchita; una todavía hermosura lejana, de ojos verdes muy maduros, y que seguro tuvo que estar muy muy buena en su día, pero que seguramente había exprimido un poco en exceso los jugos de sus deleites.

— «Guapo, estoy a farta de cariño de caricias y de amor…» Me lo dijo taladrándome lentamente con la coquetería de aquellos ojos verdes, y después de haberse relamido despacio y golosa el labio superior.

En aquel momento justo reapareció el cachondo y ruidoso de mi amigo, saliendo medio enredado de nuevo entre aquellas cortinillas. Se ve, que ya había acabado de festear… Le brillaba la cara, y como en trance y satisfecho él, va y me dice el cabrón:

— «¿Queeé, nos vamos ya…?»

Reconozco que a esas alturas yo, ya estaba tan encabritado por las hechuras caídas del escotazo de semejante Señora tan atractiva, que hubiera estado dispuesto a todo peeero

…eeen fin.

🤣 😂 💞

Sabéis que os quiero… 🙏 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

mi primer coche

Publicado el 3 de abril de 2020.

Desde finales del verano de aquel año estuve currando hasta de albañil; y convenciendo pacientemente a mis padres de que con mi dinero, iba a hacer lo que me diera la gana.

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Compré aquella tartana con urgencia porque acababa de conseguir un buen trabajo en Alicante, a cuarenta y cinco kilómetros de casa; necesitaba sí o sí un coche… Al final tomé la decisión, digamos que precipitada, de elegir un ajado Simca 1200 modelo TI, del año 1974, creo. Una máquina de cincuenta y cinco caballos algo ausentes eso sí, pero que en aquella época colmaban de sobra mis novatas aspiraciones automovilísticas. Lo encontré en un rastro y me costó el equivalente a unos ochocientos euros de hoy. No había ahorrado absolutamente nada de mi magro sueldo, y tuve que comprar aquella joya a plazos; poco a poco, semana a semana, pagué por adelantado y en billetes el equivalente a los quinientos y pico primeros euros.

Era la víspera de la nochevieja de aquel año y quería conducir ese coche ya. Sí, o sí. Por ello, con casi lágrimas fingidas de bisoño veninteañero y al tiempo que depositaba en su mano un muy esforzado fajo de billetes, supliqué al vendedor ¡que por Dios! me dejase disfrutar de mi anhelado vehículo pese a los poco más de trescientos euros que todavía le debía. Argumenté insistente y lastimosamente: que si era la víspera de nochevieja; que si ligaba menos que el chofer del Papa; que si yo era formal ¡y qué coño! éramos del pueblo; que si necesitaba echarme una novia con muchísima urgencia… Le rogué abiertamente que se apiadara y se fiase de mí en definitiva, porque me moría por agarrar aquel volante.

Clavando sus amenazantes ojos azules en los míos, y tras advertirme de la deuda que con él quedaría por saldar, el vendedor cedió a mis súplicas entregandome las llaves con renuencia; refunfuñaba, y mascullaba no sé qué de que iría a mi casa a final de mes si no le pagaba según lo acordado.

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Dioooss qué gusto al clavarle el pie al acelerador de aquél mi primer coche. La mejor nochevieja hasta el momento: por fin tenía vehículo… Y no paró un momento de llevarme de fiesta en fiesta, de un lugar a otro. Pim pam, pim pam, nos repartía sin descanso por doquier hubiera un sarao o una juerga de cualquier tipo, ya fuera nochevieja, año nuevo o día de reyes. Se portó como un campeón… Pero llegó el día ocho de enero, y empezó el primer día laborable de mi primer contrato laboral con mi primer coche. Ahora tocaba probar de veras la solvencia mecánica de aquella joya, ya que tenía que hacerle ciento y pico kilómetros todos los días.

Pantalones de tergal, corbata, chaqueta y frío, mucho frío. Aún recuerdo aquellos primeros viajes de ida, somnoliento, por la carretera de la Úrsula y rumbo a la calle Reyes Católicos en pleno centro de Alicante. Y un enorme plano callejero de papel desplegado sobre mis rodillas…. Toda una aventura a mis veinte años. En aquella época se podía aparcar casi en la puerta del establecimiento al que te dirigías; eran otros tiempos.

Pero en especial, vienen a mi memoria los viajes de vuelta; ya por la tarde, ya sin sueño. Alentaba mi inexperto espíritu de piloto, el hecho de dominar los inquietantes temblores del volante de aquel coche al tomar con cierto arrojo las curvas traicioneras de la carretera. Ignoraba por completo el inminente peligro que aquellos tembleques aseguraban… Llevaba poco más de quince días dándole caña a aquella joya mecánica con mis trajines laborales. El vendedor me dio las llaves el día 30 de Diciembre, por lo que no habrían pasado apenas ni cuatro semanas desde que tenía coche.

Arranqué el motor aquella fría mañana de Enero, y aunque áspero, el ruido de aquel desperezar mecánico no presagiaba el desastre que se me avecinaba. El Simca carraspeaba en frío y se arrastraba tremolante y lento por la vieja carretera de Dolores. Así, hice unos tres kilómetros hasta que llegué a la altura de la sempiterna gasolinera, a partir de la cual, una ligera cuesta de la carretera advertía del cruce con la hoy desaparecida vía del tren.

Fue al cruzar aquel paso a nivel… Algo extraño al frenar, un quejido metálico, como un golpe quebrado hacia abajo. Una breve caída y un arrastre. Los vaivenes y la inercia del coche al cruzar las destartaladas vías terminaron bruscamente, en seco; como cayendo.

fotos simca (2)

Noté que mi culo quedó sentado casi a ras del suelo. Estupefacto y algo asustado salí del coche; la puerta arrastró en el suelo al abrirla, y al incorporarme por completo -tuve que salir a gatas- vi las ruedas delanteras. Ruedas como abiertas de piernas, desvencijadas. ¿Y el motor…? También en el suelo con los soportes retorcidos y vencidos. El chasis mostraba unas soldaduras infames, que desgarradas ahora, habían ocultado la estafa, la ruina y el riesgo que conducir aquel vehículo mortaja suponía… Mientras, los humores intestinos de aquel motor caído se derramaban lentamente, como una hemorragia negra sobre las traviesas mojadas de la vía.

Tierra, trágame.

Era hora punta, y se formó una cola de más de mil demonios de coches exasperados por la extrañeza y las prisas; bocinazos tensos, nerviosos; gritos, muchos ternos… Qué vergüenza.

Yo, pantalones de tergal, corbata, chaqueta y frío, mucho frío… Con fingido gesto impasible, entré casi a rastras de nuevo en el coche a recoger sólo mi agenda. No paraban los bocinazos. No recogí por dignidad ni la documentación ni el aparato de radio, los casetes, ni ningún otro chisme de los que llevaba en el coche. Ni siquiera quité las llaves ¿para qué…? Resultaba un espectáculo patético; más bocinazos… Cerré el coche con un impotente portazo de rabia, y totalmente abochornado comencé a caminar estoicamente en dirección de vuelta al pueblo, con la poca dignidad que todavía me podía permitir.

Andando enrabietado caminito de mi casa y al pasar frente al taller de Los Albaladejo, vi, y compré en ese mismo momento, un Seat 131 Supermirafiori 1430 de gasolina, azul, bonito; también de segunda mano. Me lo quedé con urgencia, sin regatear, con la sola condición indispensable, de que el taller recogiera sin falta y cuanto antes aquel despojo de chatarra que embotellaba la carretera y de que se deshiciese de él lo antes posible… Nunca, más, quise saber nada de aquel coche.

Por supuesto, no pagué el dinero que me faltaba pese a que el vendedor, aún a sabiendas de mi percance con la joya, tuvo la desfachatez de venir a mi casa en un par de ocasiones a exigirme que terminase de pagarle. Casi, terminamos mal… Me duró creo que veintinueve días el coche.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

El ovni… 😳

Publicado el 12 de marzo de 2020.

A mi amigo Carmelo Martínez.

Apurábamos Carmelo y yo aquella larga noche de farra y playa todavía charrando y bromeando, bebiéndonos a chupitos lo que restaba de la botella de whisky, y haciendo como que pescábamos frente a mi casa. Lucíamos ambos ya, sendos bonitos pedales dadas las horas que eran y todo el whisky que había sido… Nos divertíamos, enredando de aquí para allá con lo de la pesca y nuestra propia joda.

Las cañas de pescar esperaban sin suerte, clavadas en la franja de arena mojada. Nosotros también esperábamos, pero sentados playa arriba en unas banquetas junto a una mesa plegable y a una linterna apagada.

Aquella noche teníamos ante nosotros el inmenso fanal de la luna llena y la estela de su reflejo en el mar, justo frente a nosotros, envolviéndonos e irradiándolo todo con un difuminio de esplendor plateado. Enorme; más cercana de la cuenta, parecía aquella luna, como si se pudiese lanzar contra ella una piedra y alcanzarla.

Y recuerdo que yo en aquel preciso momento, jugueteaba, enterrando mis pies abrigándolos con la tibieza del calor residual que la arena seca aún guardaba tras todo el día siendo abrasada por el sol… Cuando entonces, pasó.

– ¡Ostias, mira…! 🙄😳

Levanté la cabeza justo, para asistir sólo al desaparecer de una silueta de algo volando en completo silencio sobre nuestras cabezas; en dirección norte, y a poco más de cien metros de altura… Carmelo lo vio un instante antes. Yo, tuve apenas un segundo para poder observar aquel objeto, del que solo podría asegurar que era metálico o de algún otro material bruñido oscuro, y de forma lanceolada… Y puedo asegurarlo, porque pude distinguir aquellos reflejos lunares en su casco, que perfilaron sin duda alguna el objeto a mis ojos.

Lo vimos, a la vez; sí, lo vimos. ¡Vaya si lo vimos…! Extrañados y boquiabiertos, transcurrieron dos o tres segundos hasta que reaccionamos cruzando el pasmo de nuestras miradas… ¿Qué coooño había sido eso…?🙄😳

¿Un ovni…? ¿Un avión nocturno…? ¿Un pájaro…? No nos lo podíamos creer pero poco a poco y a fuerza de bromear y hablar de lo visto, fuimos olvidando el hecho mientras acabábamos con la botella de whisky y seguíamos con nuestra joda.

Al día siguiente, entre las brumas del sopor mañanero y de la resaca del whisky, recién levantados y con un café con leche en la mano, nos vino a la memoria el extraño suceso de la noche anterior.

– ¡Ostias…! ¿Te acuerdas…? 😳

Y volvimos a cruzar lo todavía perplejo de nuestras miradas, y le propuse que dibujásemos en un papel cada uno lo que vio, no fuese a ser que el whisky o nuestros sentidos nos hubiesen jugado una extraña pasada… Y entonces, volvió a suceder:

Algo inexplicable…

…🤔

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras…..

redes sociales

Publicado el 15 de enero de 2020

Nos da la sensación de que ahí, al menos, somos alguien en la pantalla; de que tenemos eso que llamamos seguidores; y de que quién sabe si quizás también tenemos algún que otro amigo.

Algo tan bonito, como la idea de una red social en la que pudieras ver sólo lo que te saliera del capullo o de la seta, vienen a jodértela un puñado de inversores e ingenieros informáticos para lo que se llama monetizar la idea… Hacerla negocio vamos.

Espero haber respetado el lenguaje inclusivo éste de ahora.

No nos engañemos; ésto del feisbuc, tuiter, istagrán y tal, se ha convertido en algo así como una especie de vertederos de tiempo, de tiempo muerto… Un desperdicio de tiempo humano; tiempo embobado de pantalla en pantalla y por ello mandado casi por entero a la mierda. Un tiempo-basura, del que algunos se aprovechan escarbando en busca de nuestros datos.

¡Qué cosas los datos!

Qué te gusta; qué haces con tu tiempo; dónde vas y a qué hora vuelves; cuántas pulsaciones tienes en este momento; si se te pone o no dura. Y por supuesto tu dinero, todo… Recuerda que hoy tener metálico en el bolsillo es cosa solo de delincuentes. Hemos consentido ya no que nos lo controlen sino hasta que nos lo prohíban… La posesión libre de dineros en metálico legal, siempre ha sido uno de los más simples ejercicios de nuestro derecho a la propiedad privada; pero claro, eso era cuando vivíamos en libertad.

Hemos convertido el móvil, y sobre todo las redes sociales, en un refugio egocéntrico donde camuflar cosas. Es hoy el teléfono un escondite, un parapeto tras el que nos refugiamos y aparentamos inmunes frente esta rotunda soledad tecnológica que nuestros tiempos propician: como disimulándola.

Por ejemplo: ese tiempo en el que entras en la sala de espera de la consulta de tu dentista, y refugias la mirada amable que le debes a los que esperan como tú escondiéndola tras la atención a tu istagrán. No mirándoles… Es la excusa perfecta para no atender a nadie, para aislarte. Les dices apenas buenos días pero te la sudan.

O como cuando estás algo cohibido en esa entrevista de trabajo con otros seis candidatos, sentados en silencio, esperando en la misma estancia. Y para hacer frente al incómodo silencio abres tu feisbuc sin otro motivo que el de eludir en lo posible la interacción con ellos. Así, escondes o disimulas tus ganas competitivas de que ojalá se esfumaran… Pero también escondes tras la pantalla tu nerviosismo, tu timidez, y la ansiedad.

Otro ejemplo: terminas de cenar en casa un día cualquiera con tu pareja; y como no te hace ni caso porque está absorta en el sofá chateando por guasap con la hija menor de su anterior matrimonio, te plantas el móvil delante tuyo para matar ese tiempo muerto viendo en el feisbuc qué coño pasa por ahí… Y lo que pasa es una hora y media, o dos… Y cada uno a lo suyo.

Paradójico; mucho medio de comunicación tecnológica y multimedia, pero poca comunicación humana medianamente auténtica.

Por otro lado, las redes sociales éstas se han convertido en una forma más de dominación social, de control del pensamiento; una manera más de las muchas que tenemos, de dejar que nos metan el dedo por el culo con los algoritmos ésos, a cambio de que nos dejen hocicar en el barro de vidas de otros.

Y nos entretenemos embobados con la pantalla dándole hacia abajo al dedito nuestro, sin darnos cuenta de que formamos parte -estamos dentro- de una especie de gran valla publicitaria de egos… Un enorme escaparate planetario y falsario; una ventana gigantesca y estrafalaria, dentro de la que creemos que se nos ve y oye, pero en la que somos mero público para que solo algunos se hagan ver y oír.

He encontrado lo que parece ser un remanso, para los que ya estamos cansados de tener esa sensación de censura, control y reprimenda; para los que tenemos la certeza de que manipulan, escarban y retuercen nuestra información e intimidad cada vez que entramos en el feisbuc; o para los que nos la trae al pairo la vida y naderías de famosos sin mérito, políticos lerdos, empresarios negros, deportistas mercenarios, o frikis de todo pelaje y condición.

Parece ser que es otro portal, otra red social que no sé yo si se convertirá también en vertedero, pero que de momento no te clavan todavía ni publicidad, ni esos algoritmos de mierda para que te conformes, te informes, y finalmente te intoxiques, sin saberlo, solo con las cosas que Gran Hermano sabe que te convienen.

Y no nos engañemos, repito, porque en último término siempre somos nosotros los que encendemos o apagamos el jodido aparatito; ya sea el teléfono, la televisión, el ordenador; o si fuera preciso hasta la bombilla, la lavadora, la radio o el frigorífico… Yo recuerdo cuando se vivía igual de intensamente sin ninguno de esos aparatos. A la sola luz de una vela en las noches.

Que no nos la metan doblada…🤔

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

El algoritmo

Publicado el 2 de enero de 2020.

Hoy con un algoritmo -y vete tú a saber qué coño es un algoritmo- parece ser que hay gente que cree que se puede saber casi cualquier cosa…. De verdad que hay gente, que o pierde el culo o se hace rica con el algoritmo. ¡Qué cosas…!

Desde predecir o pretenderlo, cuánto tiempo aproximadamente va a durar tu matrimonio dados tus datos y los de tu mujer; hasta saber si tienes posibilidades o no de follar en los próximos dos días en vista de esos mismos datos… Y todo ello así y de paso, para recomendarte un restaurante donde cenar y pelar la pava, o un buen hotelito donde por si acaso echar el polvo.

Alguien que sabe dónde estuviste anoche y a qué hora llegaste a casa, cree saber dado el jodido algoritmo, si hoy te va a apetecer comida china a mediodía, o tal vez, quizás, una pizza a deshoras… Alguien, pega la oreja espiándote en tu propia casa y te va indicando hasta que terminas creyendo, que realmente has elegido solo tú la película en Netflix.

Los atresmedia de turno parece como si te enchufaran, metiendo cada uno su dedo índice en tu culo multimedia para decidir tus noticias, condicionar tus conocimientos y tergiversar tus decisiones… Como violadores, te estarán esperando en todos los centros comerciales con la intención de que en cuanto entres, te detecte el güifi y uses cualquiera de esas aplicaciones tan alucinantes que te dan el oro y el moro, te dejes violar una y otra vez con las requetechulas ofertas personalizadas que ahí te ofrecen.

Y todo ello gratis, claro. Solo se paga en especie, entregándoles tu intimidad.

¡Vaya, con el algoritmo!

…🤓

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

NO TE CREAS NADA

Publicado el 13 de noviembre de 2019.

Lejos de mí está, te lo juro lector, el pretender expresar aquí verdades o certezas. Aunque sí es mi deseo el conseguir acercarme siquiera a describir con palabras, esos sutiles y secretos filamentos que forman la trama y la urdimbre donde se tejen nuestras emociones. Porque son de éstas en verdad de lo que os quiero hablar en mis relatos… Pero hay dos cosas que procuro nunca hacer al escribir: una es contar verdades, realidades; y la otra es mentir.

Solo pretendo, lector, que te quedes conmigo cuatro cinco o seis minutos. Que me permitas tocarte con letras y si es posible, que vibres o se te erize el vello cuando junto esas letras. Y si no, que al menos te sirva para algo el leer mi intento de expresar; de escribir.

Tras tomar aquella decisión juntos, encanados a llorar, decidimos que iríamos también juntos a la clínica con tal de solucionarlo de una vez. Una decisión muy muy difícil. Recuerdo que cada vez que siquiera pensábamos en ello, rompíamos a llorar de puta culpa y de vergüenza. Éramos tan jóvenes; tan ignorantes…

Y no, no dijimos nada; a nadie.

Entramos creo que temblando, cruzando unas puertas automáticas translúcidas de esas de apertura lenta y sensación aséptica, típicas de clínicas privadas y caras. Una impoluta enfermera al vernos titubear agarrados de la mano nos atendió solícita, se ve que pretendiendo calmarnos con una de esas fingidas y frías sonrisas de buzón abierto de par en par. Una sonrisa como automática, maquinal, corporativa… Comprobó, lo primero, la tarjeta de crédito al rellenar la ficha con nuestros datos.

Como en todas las salas de espera de este tipo de clínicas caras, olía a un exceso de ambientador de notas sofisticadas y como pretenciosas; se ve que para disimular ese otro tufo mezcla de miasmas secreciones y ansiedades, propio de toda clínica ya fuere de ricos o pobres. Antros éstos, que desinfectan y adormecen el olvido y la culpa, y en los que por igual te operaban para abortar que para implantarte una polla artificial o enderezarte la nariz; siempre y cuando claro, la tarjeta estuviera a la altura.

Nos llamaron a la vez y nos despedimos con un beso fuerte. Él a la habitación dieciséis y yo a la catorce. Llegó el momento de que abriésemos las piernas… Casi tres horas después nos volvimos a encontrar, temblando, de nuevo en aquella sala de espera de lujo. Ambos lucíamos un rictus espantado y un evidente y extraño bulto doloroso en la entrepierna.

Lo que sí confieso que hago, lector, es darme algo así como una especie de capricho. Quiero contar algo y tengo un hecho real que lo ilustra. Pero sobre todo lo que tengo es la potestad de poder cambiar el relato a mi antojo, siempre y cuando claro, sea fiel a la historia y a eso que te quiero contar. Ansío hablar de pequeñas verdades en las que creo, y es cierto que disfruto al contarlas jugando a mezclar la verdad y la mentira, la realidad y lo imaginario, el presente y lo pasado; hablando de risas entre lágrimas, o al contrario.

Menos mal que la tarjeta de papá no tenía límite de disposición porque, en aquella casquería de lujo, nos clavaron más de tres mil quinientos pavos por un par de cortes en los bajos… Su fimosis curó en unos cuantos días; pero costó semanas que el corte en mi vulva cicatrizara y dejara expedita ya de una vez la estrechez de mi coño. Vulvitis adhesiva congénita, me dijeron… Menos mal que ya podríamos follar sin que nos doliera.

Lo que sí nos dolió y mucho fueron los tres mil quinientos sesenta y cinco pavos con que nos estafaron, porque en aquella clínica nos tangaron con nuestra propia prisa. Adolescentes queriendo colmar, aplacar, sus urgencias carnales… Un oscuro negocio de matarifes frustrados.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

¿Cómo se hacen los niños…? 😳

Publicado el 26 de octubre de 2019.

Todavía recuerdo aquella mañana de domingo en la que se ve que me desperté algo más temprano de la cuenta, y como siempre hacía, fui a retozar un rato en la cama de mis padres. Tendría yo siete u ocho años… Al ir acercándome al dormitorio sin duda noté algo raro. La puerta estaba entornada al máximo; y tanta oscuridad en la habitación se debía a que también las persianas estaban casi completamente cerradas. Me paré, indeciso y furtivo ante el umbral de la puerta. En completo silencio la empujé, poco a poco, lo justo para colarme. Y la vista se me fue acomodando a la oscuridad.

Nada se percató de mí, y no sé porqué me agaché y volví a entornar la puerta.

¡Qué extraño! En vez de encontrarme dos personas durmiendo bajo las sábanas como sería de esperar, apenas distinguí entre la penumbra una especie de bulto semoviente, blanquecino; algo grande e informe. Algo, envuelto bajo los pliegues de la inmensa sábana de aquella cama. Y como que palpitaba el bulto ése; pero con impulsos lentos diríase acompasados y muy sigilosos. Se movía aquéllo en una especie de caótico y suave vaivén, un subibaja repetitivo, piiim pam, piiim pam… Y sólo se oían lo que me parecieron como cuchicheos guturales, o gruñidos suspirados, o reprimidos; y una especie de bisbiseos ininteligibles.

No, no lo tenía claro… Viendo lo visto y muy extrañado no me atreví a interrumpir aquéllo. Así que con un silencio ofídico y volviendo lentamente sobre mis pasos, regresé a mi cama pensativo y atribulado.

Dejé transcurrir la mañana hasta que los oí removerse, y noté, que lo hicieron tarde y de muy buen humor. Desayunábamos ya a eso las diez de la mañana cuando me preguntaron extrañados el por qué, de no haber ido esa mañana a jugar con ellos en su cama…

– Me había quedadooo, durmiendo.

El recuerdo de lo acontecido no me dejaba parar de mirar constantemente a mi padre. Estuve toda la mañana creyendo detectar en él algo extraño entre sus gestos, o quizá en sus facciones; le observaba con detalle sin que él se apercibiese… Me parecía verlo como más chulo y hasta más guapo: diferente. Creo, que hasta noté un extraño brillo que parecía aureolar su figura… No sé, serían cosas mías.

Y mi madre, si te fijabas también lucía enigmática, distinta… contenta, muy contenta.

¿Cómo se hacen los niños…?

Si habéis tenido hijos sabéis que cuando llega el momento, es ésta una pregunta que a no ser que llevéis mucho cuidado, te enreda en un nudo dialéctico y didáctico del cual es difícil salir airoso ante a tu crianza… Que si París y el amor; que si el papá y la mamá porque duermen juntos; que si aquellos monos del zoo; que si el huevo y el pollito; que si las chicas porque los chicos; o que si la manida cigūeña.

Un problema.

Pues imaginaos a los niños en mi infancia. Hace ya cuarenta y muchos años cuando preguntabas por asuntos de cintura para abajo todo eran silencios; sapos y culebras… Es decir: o no te decían nada o como mucho te contaban alguna filfa para salir del paso y que te callaras. Un sí, pero no… Y como fueses descarado incluso te llevabas un buen cuesco o un pellizco, dependiendo si le preguntabas a papá o a mamá.

Estábamos solos ante un tupido velo de puritanismo cándido. Te enfrentabas a un páramo sexual, ignoto. Las chicas con las chicas; los chicos con los chicos; aquéllas, eran siempre un completo misterio. Descapullar era un verbo imposible; y si tú mismo te la tocabas mucho se te reblandecían las rodillas y los nudillos, o te salían unos granos en la cara de una pus muy sospechosa… Casi todo era pecado, malo, o estaba prohibido.

Peeero, a diferencia de hoy había tanta libertad entonces, que nos saltábamos a la torera todas aquellas normas y prohibiciones veniales con suma facilidad. O bien haciéndonos a hurtadillas con las páginas más picantes de las revistas. O bien colándonos escondidos en los retretes del cine para después ver una película porno. O mezclándonos con los mayores para ver si nos enterábamos ya de una vez de qué coño era aquéllo de hacerse pajas, lo de comerse un torrao, o lo de darse un magreo.

No sabíamos nada y no había Internet… Subíamos sin miedo a los árboles a robar fruta; jugábamos juegos sin juguetes; salíamos en bicicleta sin cuidado sin límites ni permiso; y aprendíamos a estudiar con libros de verdad, o también a fumar tabaco negro sin toser… Cosas que aprendíamos.

Yo ya tendría mis doce o trece años aquella tarde de verano en la pinada. Éramos amigos de ésos temporales; desconocidos conocidos en un par de meses de vacaciones: un madrileño, un vasco, un murciano y hasta un alemán… Competíamos, en una de esas típicas exhibiciones de pichas inexpertas propias de adolescentes salidos… Que si yo la más grande, que si la tuya la más dura, o que si la de aquél la más gorda.

– ¿Y qué se hace con ésto…?

– ¿Y los niños qué, no eran cuestión de amor…?

– ¡Pero qué amor ni qué amooor…!

Picha en breva. 🙄😳

Sé que quedé como un tontaina pero aquella tarde aunque me lo explicaron riéndose, sentí, que en ese preciso momento me convertí en un hombre… Y luego, muuucho más tarde, claro, me convertí en padre.

…eeen fin. 💕 🤣😂

Gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Nuestro niño interior

Publicado el 14 de octubre de 2019.

Ahora tenemos interné, istagrán, el feisbu y el güasap.

Menos mal…

A nuestras órdenes siempre estarán los secadores de pelo, el mando a distancia del aire acondicionado o los dos botoncitos de los elevalunas eléctricos… Para hacernos la vida aún más ociosa e inane, disponemos de alivios como la moda, la inteligencia artificial, o una multitud de fármacos multiusos que hasta nos la ponen dura… Y una de las cosas creo yo, más inquietantes: coches que dentro de poco van, ni más ni menos que a conducirnos.

Os acordáis del anuncio aquél de BMW… ¿Te gusta conducir…? Un BMV con las ventanillas abiertas y la carretera fluyendo frente ti. Tu mano izquierda abierta fuera del coche, abanicada libremente por el placer de conducir a contraviento de la velocidad. La otra de tus manos agarraba el volante; conducías tú.

Pues hasta eso nos quieren quitar… Porque es el coche al igual que lo fue el caballo una de las grandes conquistas humanas: la de la libertad de movimientos a nuestro albur. Y no dudéis de que es éso justo, después del dinero en metálico, lo segundo que nos quieren arrebatar: el libre albedrío.

O bicicletas y transporte público barato, o coches para pobres. Cochecitos capados y obedientes, que tengan como mucho tres o cuatrocientos kilómetros de autonomía, y que chiven a cada paso cualquiera de los que tú des… Que siempre sepa George Orwell por dónde vas, y cuándo y porqué usas tu tarjeta de crédito.

Tooonto…

El cabrón de George Orwell ha empezado a tener razón mucho más aprisa de lo que cualquiera hubiéramos podido imaginar.

Dejamos una especie de rastro, como de baba rastrera, a cada paso digital que damos en Internet. Nuestros datos son muestra y carnaza para oscuros sabuesos; perros de olfatos prestos a interpretar nuestra realidad presente y a decidir, lo mejor para todos y cada uno de nosotros. Y así, alguien siempre nos usa… Usan constantemente nuestro horario y nuestros gustos para invadir con impunidad, hasta la intimidad de esos minutos en los que vas a cagar tranquilo en casa y te llevas el móvil. O hasta cuando estás yendo al trabajo en el autobús y repasas en el jodido aparatito tus menesteres varios.

Tooonto…

Hemos creado una sociedad mullida de tantas perezas, que la gente se ha creido que puede salvar el mundo y comprar barato.

Soplar y sorber a la vez. Ansiamos bóbamente gustar a todo el mundo y volver a recuperar aquél nuestro niño interior. La niñez -lo infantil- es un estadío que está mariconamente sobrevalorado, porque los niños al igual que las flores son muy monos pero dan fruto sólo cuando dejan de serlo… Pretendemos recuperar una felicidad mañaca y cutre, como turistas que repiten todos las mismas aventuras ya sin riesgos y en sitios ya trillados.

Yo en cambio, querría olvidar toda esta nadería vital que nos domestica y recuperar mi animal salvaje interior… Ansiaría volver a lo de carnívoro y lo de nómada, lo de animal prístino que aún quede en mí. Regresar a mi ser homínido perdido y primigenio, omnívoro y depredador. Sentir de nuevo dentro de mí a aquel bruto lleno de pelos y miedo; bestia dejada al albedrío del frío, del torbellino, y de la completa intemperie de esta puta naturaleza nuestra.

Con lo que ahora sé, quiero dejar de ser insensible ante este presente de mierda, esta estupidez y esta ñoñería flagrantes. Es más, quiero que se me revuelvan las tripas y vomitar de vergüenza ajena frente a tanta hipocresía… Quiero atacar para defenderme si me atacan. No quiero permanecer impasible ante este suicidio vital en el que nos estamos embutiendo lentamente. Una trituradora moral, una confusión, en la que olvidamos nuestro deber de ser humanos; de ser gente amigable, receptiva, ignorante, y por ello curiosa.

Quiero luchar todos los días para ganar mi comida mientras me sea posible y duren mis fuerzas. Continuar porfiando para follar mientras esa pulsión animal así me empuje. Y proteger hasta la muerte mi cueva y a los míos… Me gustaría que se me volviesen a afilar los colmillos para volver a devorar carne cruda si fuera preciso, arrancándola a estirones de los huesos de mis presas.

Quiero matarme en una curva cualquiera o en el intento de colmar cualquier pequeña cumbre. Peleando, malfollando, o persiguiendo un sueño cualquiera… ¿Qué más da…?

Y cuando no sea así, piedras sobre mí.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

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¡Viene el coronavirus 😱!

Publicado el 31 de agosto de 2019.

Miedo a vivir…

El café sin cafeína, el lenguaje políticamente correcto, el creer que se puede comer sin engordar, la cerveza sin alcohol y la leche sin lactosa, también las hamburguesas vegetales, los teléfonos inteligentes o el sexo seguro, y por supuesto el querer soplar y sorber a la vez, están cambiando el mundo.

El otro día cerraron una playa, no sé dónde, porque alguien encontró una medusa; una… Eso sí, francamente peligrosa; una carabela portuguesa según dijeron algunos listos. Una especie de medusa aquélla, casi imposible por nuestros mares porque es oriunda de nuestras antípodas; peeero, el miedo es como el culo y cada uno tiene el suyo… Dos días tardaron, en volver a permitir el baño al rebaño. Menos mal.

¿Y las olas de calor…? Hasta hace algunos años yo no había asistido a ninguna; de niño nunca; se ve que en que en aquella época el sol estaría más lejos; o se sudaba menos; no sé… ¿Pero ahora…? Toma, tres tazas; una ola de calor cada quince días durante tres meses. Pues eso.

¿Y la gente…? Que oye no sé qué coño del glúten y ¡Ostiaaas! ¡Cuidado con el glúten! ¡Medio mundo celíaco…!

Coño, que vemos un celíaco y parece como que mola; como que está de moda o bien el serlo o el quedar como un histérico alimentario. Voy a quitarme eso del glúten, no sea qué…. Igual adelgazo o se me pone la piel fina; o el éso duro. O a lo mejor me transformo en hermosa alevilla ligera, o quizás en bella candelilla luminosa… Y es casi seguro que hasta logro ¿porqué no? alargar mi senilidad seis u ocho años más.

¡Cuaaanto tonto…!

¿Y la carne…? ¡Ni se te ocurra porque morirás…! O bien de pena por el bicho muerto, o bien de exceso de colesterol, o bien cuando te revienten las venas de tanto llevar cuidado con las arterias… La solución: el forraje.

Oootra vez el rebaño.

¿Y la listeria…? ¡Que se han muerto tres o cuatro de eso joder…! ¿Y el coronavirus…? ¡Que la gente se muere coño…!

Siempre siempre, y desde siempre, teníamos la obligación de de lavarnos las manos después de cagar. No sé a qué tanta alarma y semejante histeria.

¿Y ahora, qué hacemos con el rebaño…?

¿Qué hacemos ahora que hemos sembrado tanto miedo a vivir, eh… qué hacemos?

Y recordad:

POLÍTICOS NO, EXPERTOS SI…

Que no nos engañen 🤔Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

Mi primera vez…

Publicado el 25 de agosto de 2019.

Ella no se acordará, pero yo sí.

Continuó con su cortejo en aquella pinada donde nos apartamos. Era ya de noche y me llevó al abrigo ciego de una pendiente; tumbados en la ligera cuesta de una duna a cubierto de cualquier mirada voyeur… Oíamos la música cercana de los coches de choque. Éstos, eran la atracción estrella de la feria en aquel puebluco y el sitio donde por casualidad nos habíamos tropezado ella y yo. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer justo; justo ayer.

Era imposible no fijarse en el palmito de aquel cuerpón paseándose delante mío, pese a su vestido. Ella no es que me gustara ni mucho ni poco, pero a mis quince o dieciséis años confieso que la veía como a una irresistible oportunidad; mi oportunidad; mi primera oportunidad.

Olía maravillosamente y me daba igual que fuese un poco ampulosa en carnes, que luciera aquel pelo negro ensortijado y tan corto, o que mirara un poco extraño con uno de sus ojos desde aquella cara tan pálida. Ni siquiera recuerdo cuál era el vizco, si el derecho o el izquierdo. Tampoco me importó su reputación picante y famosa en el pueblo; no era el mío.

No podría recordar su cara con precisión pero lo que sí recuerdo es lo excitante para mí de su nombre: Mari… Y asombrosamente, diríase que todavía hoy me excito imaginándome oyendo su hermosa, su hipnótica voz. Es curioso que recuerde aún vívidamente aquel tono de voz grave de chica mayor, jugoso y sugerente. Y su delicioso deje valenciá.

Y es chocante porque el extraño atractivo de su voz no le hacía juego para nada, ni con ese cuerpo como que difícil, ni con su cara de mirada digamos que compleja.

Pero con esa voz embaucadora y sus casi diez años de ventaja, consiguió cual flautista de Hammelín hacerme seguir el rastro de sus feromonas hambrientas, carnívoras. Me eligió ella a mí como no podía ser de otra manera. Aunque supongo que también el rastro de mis feromonas así mismo necesitadas, desbocadas y receptivas a cualquier estímulo, ayudaron a la cosa. Pero juro que me eligió ella a mí.

Desarmado, me rendí ante aquel paseillo de exuberancias. Jamás había visto un escote así ni así de cerca; y nunca, se me había permitido deleitarme en la observación detenida de las voluptuosas hechuras de tetas ni culo semejantes.

Y no digamos nada de mi rendición cuando ya palpando, bajé las manos de su cintura.

No estaba buena como entenderíamos hoy pero era fragante, rotunda y excitante, limpia y mullida, sobrada de recovecos cálidos y húmedos donde incitar mis manos vírgenes e inexpertas.

He de reconocer que recuerdo todo de aquella chica con una especie de agradecimiento y de verdadero cariño; seguramente provocado por esa cercanía entrañable de mantener cómplice un muy antiguo y trascendental secreto… Algo en mi vida que debo a ‘aquella chica’ y al arrebato del delicioso recuerdo de su olor.

Y claro, cuando ella empezó a exigir yo me asusté un poco lo reconozco; pero no así mi excitación, que siguió encabritada pese al susto… Y recuerdo la arena de aquella duna y aquellas urgencias caldosas, ¡cómo restregaron a contrapelo mis carnes ansiosas…!

…eeen fin.

¡Qué daño! ¡Pero qué gusto…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

E.T. el extraterrestre

Publicado el 28 de julio de 2019.

Están locos estos humanos.

Que si la muerte o la vida; la fiesta y la muerte. Un truhán o un señor. Ésto o lo otro; vienen, van. Salvación o infierno; el bien y el mal… El día del sol, o la noche de la luna; cara y cruz. El hombre y la mujer…

No hacen sino copiarse; repetir a sus madres, replicarse en sus hijos. Nada nuevo bajo este sol.

Muy inteligentes, eso sí.

Uno por uno, al observarlos detenidamente como individuos vivos hemos de reconocer que son absolutamente maravillosos; y gracias a la muerte también son casi biológicamente perfectos. Polvo de estrellas enormemente valioso… Están compuestos por buena parte de la totalidad de los elementos de la tabla periódica; y son, muy eficientes en su funcionamiento fisiológico; y lo son, durante casi cien de sus posibles años solares de vida… Una especie muy bien adaptada sin duda.

Pero hay cosas que ya no entendemos. Se creen, como predestinados o inducidos, conducidos o empujados, constantemente obligados a elegir o a creerse que eligen algo… Una y otra vez parece que desde el inicio de los tiempos caen, en la trampa vital de creerse libres.

Mira, que llevamos ya un par de miles de sus años solares observándolos, pero no sabemos qué tipo de miedo cerval colectivo, o qué retorcido impulso natural intrínseco empuja inexorablemente al abismo a esta extraña tribu humana que ahora nos ocupa. Ésta a la que en particular observamos y estudiamos, para intentar entender con detalle científico al conjunto de la especie que devasta este planeta, que hoy nos toca salvar.

Se devoran, se depredan entre ellos… Siglos solares, milenios llevan conquistándose y siendo conquistados en un estúpido y estéril empeño fratricida de acabar consigo mismos; robándose o matándose; enamorándose y traicionándose; escondiéndose o mintiendo… Pero a la vez sabemos de su enorme capacidad para cosas tan extrañas, como eso de amarse con locura…

O de su habilidad de comunicarse sin tecnología haciendo palmas simplemente; de gestionar la incertidumbre y el riesgo; de emocionarse hasta apasionarse. Juegan con la mismísima muerte a los toros y crean, con esa misma muerte conceptos como familia, historia, fe, orgullo o arte… Fabrican tanto guitarras como navajas. Impredecibles, capaces a la vez de lo mejor y de lo peor, incluso a veces creen saberse felices… Música, amor, envidia, la risa. Conceptos éstos y aquéllos que desde nuestro evolucionado y exacto punto de vista racional, hemos de reconocer que ya no logramos comprender en su puridad científica.

Cual máquinas biológicas cuasi divinas y con solo su primitivo ingenio, la totalidad de esta especie humana está rozando las honduras de una ciencia, la nuestra, para la que sabemos que todavía no están en forma alguna ni mental ni intelectual ni moralmente preparados.

Pero dan como que envidia porque todavía no han perdido eso... Ahora están en ese crucial momento evolutivo en el que aún, no han olvidado que el sexo o el fuego, el caos y lo violento, el choque o la explosión, los cataclismos y la ignorancia impulsan y son a la vez energía y motor de éste nuestro Universo… Algo, que nosotros olvidamos hace ya milenios al dejarnos guiar solo en pos de la seguridad de nuestras tecnologías.

Y ellos están empezando -como hicimos nosotros- a olvidar su Historia arrumbada entre tanto cachivache tecnológico. Y claro, comienzan a tener tanto miedo que no pueden -les es casi imposible- discernir nada con claridad, con sensatez o con cierto grado de seguridad.

Siempre como espiritualmente ahítos, ora de un atracón de ocio mendaz ora de una panzada de multimedias basura. Saturados de wikipedias torticeras; henchidos de datos corruptos; hartos hasta la arcada de vídeos y opiniones de famosos listillos, fantoches y youtubers, juaneslanas o somierdas…

Todo completamente vacío; carente de cualquier valor al que realmente poder aferrarse tan solo con las manos.

Tal y como nos pasó a nosotros en aquella época ya olvidada, en la que perdimos ese poder mágico que se generaba al juntar al calor y amor de una pequeña fogata a familias amigables contando historias.

…eeen fin. Están locos estos humanos.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Voy a morir dentro de un mes

Publicado el 2 de abril de 2019

Es seguro…

Es una certeza matemática. Así me lo han dicho. Es siempre ésta una mierda de noticia, y claro, llevo varios días rumiando la idea de desaparecer, de irme; de tener que irme.

Pareciera que la vida siempre ha transcurrido como girando pero en espiral, atrapada en el inexplicable remolino de una especie de desagüe de tiempo. La vida formando parte del material caótico de un extraño torbellino. Vorágine a cuyo centro, inexorablemente nos acercamos con cada devenir de ese girar. Tal vez, la llegada de la muerte consista sólo, en el transcurrir de un último giro.

Puede que por eso el tiempo de nuestra niñez nos parezca que transcurría lento, porque girábamos todavía por el amplio exterior del torbellino. Pero poco a poco y como cayendo, imperceptiblemente el tiempo se aceleró al reducirse el diámetro de la espiral de nuestros giros… Es un hecho que con el paso de los años la sensación del tiempo se nos acorta, corre más, mucho más aprisa.

A todos nos espanta el vértigo de la muerte; el sólo pensarla. Su sóla idea. Su llegada implacable, irremediable, ineludible… Aterra el sólo imaginarnos, desvalidos girando y rodando zarandeados y atrapados sin remedio en ese oscuro remolino. Torbellino que al desatarse y girar fuera de nuestro control consume en su vorágine centrípeta, el alma de todo aquéllo cuanto fuimos, las experiencias de todo aquéllo que recordamos, y absolutamente todas aquellas cosas que alguna vez creímos poseer… Rumbo al vacío, o tal vez no, en sólo un momento nos engulle y somos arrastrados sin remedio directos al frío eterno de un vórtice negro.

Y nada más, se acabó. Todo.

Así, de sopetón. ¿Da miedo no…?

Sólo me asusta el hecho de que no sé si tengo que prepararme de alguna manera. Mis hijas, mi amor, mis padres tan viejos; mis amigos, mi hermana; proyectos… Tengo, me he dado cuenta, muchas cosas por hacer pendientes todavía. Perdones que no he pedido por traiciones secretas que no he purgado. Te quieros no dichos clavados como remordimientos en el alma. Cadáveres enterados en cunetas de caminos secretos y tormentosos. Deudas por pagar… Pecados y confesiones; llantos y risas; valores y miedos.

Por otro lado solo tengo un mes para… ¿para qué…?

Correr, saltar, follar, comer, llorar, reír, gozar, viajar, amar, beber, regresar, fumar, marcharse, acariciar, quedarse, imaginar, conseguir, esperar.

Parece ser que he de darme prisa… Un colapso o un infarto, quizá un ictus o un enfisema; tal vez, una mala mierda de mis tripas en forma de cáncer de colon va a acabar conmigo, seguro… En un mes.

Lo que no sé es si será este abril o en un enero, en un julio, o quizá a mediados de un septiembre cualquiera… Tampoco sé de qué año, si éste o el próximo tal vez, ¿dentro de cinco quizás…?

¿Quién sabe cuándo daremos la última vuelta de nuestro torbellino vital…?

Sólo sé al igual que tú lector que me voy a morir dentro de un mes, seguro… Lo que no sabemos es de qué año.

Una certeza matemática.

¿Y ahora, qué hacemos…? 🙄😳

Menandro. Comediógrafo griego:

«Comamos, bebamos, que mañana moriremos…»

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

el dentista…

Publicado el 28 de febrero de 2019.

Ese tercer pinchazo sí me dolió; en el paladar; ya me lo había advertido. Más que tumbado volcado; casi cabeza abajo aunque boca arriba en aquel sillón albino… Mi carrillo izquierdo estirado con ahínco y mis manos crispadas, agarrándose al miedo; el resto de mi cuerpo contorsionado retorcido y rígido.

Una lágrima diríase contenida, solitaria, asomó tímidamente por la comisura exterior de mi párpado derecho; se deslizaba lenta, como buscando recogerse en el cuenco de mi oreja. No sé cuál sería la razón de aquella lágrima, si el dolorcito picante de aquel último pinchazo, tal vez los nervios, quizá la tensión muscular, o seguramente el puro miedo… Tampoco sé, si alguien se dio cuenta de tan minúsculo detalle.

Mis ojos decidieron no abrirse, eludiendo el asistir al truculento espectáculo de ver manos introduciendo artefactos espantosos en mi boca; los mantuve cerrados encomendándome a aquéllas. Manos duchas, que trajinaban con pericia la mitad inerme de mi cara como harían con una vulgar carrillera de chancho. Carne y hueso, insensibles a los agresivos manejos de aquellas manos que abrían cinco centímetros en canal mi encía superior izquierda, para luego introducir tres tornillos metálicos en no sé qué parte de mi hueso maxilar… Ufff… Todavía me mareo casi, incluso al escribirlo.

Tengo cincuenta y dos años y no puedo evitarlo, es un pánico irracional, instintivo, real para mí; cuasi infantil lo reconozco; canguelo puro, puro miedo. Un miedo estéril; lo sé…

Hoy los dentistas no provocan dolor, y es evidente que desde siempre han contribuido a aliviar precisamente uno de los peores, de los más implacables.

La humanidad ha recurrido a los mañosos sacamuelas desde tiempo inmemorial. Suplicantes, atormentados y hasta enloquecidos nos sometíamos a ese dolor supremo insoportable pero momentáneo, de arrancarte en vivo del tirón un diente o una muela. Todo fuere con tal de terminar aunque de cuajo, con la convivencia junto un verdadero suplicio, con un calvario de dolor tirano, constante y mucho más insoportable… O te sacabas la muela o reventabas, inevitablemente; tarde o temprano.

Con los ojos apretados preferí no imaginarme siquiera, esa especie de berbiquí con el que sentía taladrar pareciera que toda mi testuz… Oía su giro eléctrico; notaba la presión suave pero implacable de aquella broca sobre mi maxilar superior izquierdo, girando lenta, horadando, penetrándome poco a poco. Sentía su vibración hasta en los huesos del interior de la oquedad cóncava de mi cráneo, haciendo reverberar mi cabeza entera como una campana sorda.

Mi pánico se desbocó cuando al borde de la contractura, y al retorcerme solo un poco intentando aliviar la rigidez de mi postura, el dentista, con voz alta, imperativo y tajante me advirtió que en ese preciso momento no me moviese si quiera un ápice. Noté al galeno conteniendo la respiración, parece ser que por lo trascendente de la faena que le acuciaba en ese instante… Sólo se oía de vez en cuando un pitido como apagado, tras el que se olía un leve pero desagradable tufo a algo quemado...

En semejante trance intenté evadirme nuevamente. Y rememoré una de mis citas con el dentista en la que, con tal de no ir solo, llegué incluso a hacerme acompañar por la mayor de mis hijas de tan solo cinco años… Recuerdo a la pobre, que en su papel de cuidadora, no paraba de intentar calmar mi miedo acariciando tiernamente mi cara y mi pelo con sus manitas, mientras no dejaba de hablarme dándome docenas de sensatas razones para calmarme… Cuando al fin me llamaron a consulta no consintió el separarse de mí ni un solo momento, y se empecinó como una jabata en situarse todo el tiempo a mi lado, junto al sillón del dentista: «por si mi papá llora, o algo…»

También recordé escarmentado que, hace ya muuuchos años en una de las pocas ocasiones en que mi dentista Don Fernando me veía por su consulta, y como buen argentino socarrón y corrosivo, sentenciando, me dijo aquéllo de:

Antooonio, vos habés tenido hasta ahora mucha suerte con esa boooca. ¿Pero la querés para comer o para guardar el auto…?

😂🤣

Además, no dejéis de ir al dentista ‘por la cuenta’ que os trae.

…eeen fin. 😳🙄😂🤣

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

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EL VIRUS

Publicado el 25 de octubre de 2018.

He tenido un episodio chocante con mi tableta. La otra noche se me coló un chino, y me bloqueó completamente el dichoso aparato. Nunca me había pasado algo así, nunca… De hecho, presumo de ser un friki con estos aparatitos tecnológicos porque rara vez se resisten a alguno de mis manejos.

El caso es que instalé una simple aplicación de limpieza; completamente segura creía yo al haberla usado ya en otros dispositivos. Al momento de ejecutarla se abrió con total normalidad… Peeero, ya no hubo manera alguna de cerrarla. Aquel cachivache estaba completamente colgado.

Apreté todos los botones posibles, por separado y simultáneamente, unos y otros… También una y otra vez saqué la tarjeta SIM afanosamente, unas veces con la lengua fuera y otras sin ella… Probé, repetidas veces, a pinchar en ese agujerito diminuto y fantástico que todo lo soluciona… Ni de coña.

Insisto en el detalle de que soy bastante ducho en el manejo de estos chismes, por lo que muy extrañado me di cuenta que no podía siquiera apagarlo… No respondía en forma alguna.

Rendido, concluí que lo mejor era dejar que la condenada batería se acabase y así, por la mañana, reiniciar completamente el dispositivo para desinstalar inmediatamente la dichosa aplicación, y salvar todo aquello que pudiera ser salvado.

La punzada de aquellos timbrazos implacables me despertaron; como todas las mañanas… Me levanté, legañudo, a apagar la tozudez de la dichosa alarma. Confuso por la espesura de mi sopor matutino y espantado por lo inmisericorde de aquel escándalo, comprobé impotente que al seguir todavía con batería, también estaba activo el jodido chino…

No había forma alguna de silenciar el enervante chillido de aquel infernal aparato. Era imposible; el artilugio vibraba y aullaba en mis manos impunemente avasallándome con su urgencia. Maldije como un albañil por la frustración ante la imposibilidad de silenciar aquéllo… Los vecinos seguro estarían jodidos y extrañados por el pandemonium que el cacharro armaba esa mañana; tan temprano.

Botones de volumen y de inicio; botones de menú y de atrás; pinchazo al agujerito… Nada. No había manera. Aquella alarma no dejaba de zaherir mis oídos recién despiertos y la mala ostia empezó a subir inevitablemente por mi garganta.

Pese a la algarabía matutina que me acosaba, intenté tomar mi sagrado por necesario café con leche… Desesperado desterré aquel chisme al fondo de uno de los armarios de mi cocina.

Aunque algo atenuados por el encierro, timbrazo tras timbrazo, iban quebrándose mis nervios y mi paciencia. Salvo estrellar la tableta contra la pared no encontraba otra forma de librarme de aquel sinvivir repetitivo. Aquella tortura sonora había conseguido ponerme realmente nervioso; me estaba sacando del quicio.

Tras casi media hora de andar como un pollo sin cabeza con aquel guirigay por toda la casa, desesperado y aturdido, buscaba escondite suficiente como para hacer acallar aquel castigo. Tras varios intentos fallidos, atormentado decidí enclaustrarlo en el más recóndito zulo que pudiera encontrar… Al fin, lo arresté al fondo de un remoto armario de la cochera; en el sótano, bajo mullidas capas de mantas y toallas, con la desesperada intención de amortiguar ya de una puta vez aquella injuria sonora que me enloquecía sin misericordia alguna.

Pasadas bastante más de las doce del mediodía pude comprobar que aquel infernal aparato, había rendido, por fin, la vida de su puñetera y eficiente batería acallándose definitivamente.

Tras conectarlo de nuevo y esperar ansioso el tiempo mínimo para reiniciarlo, rápidamente busqué en los ajustes de instalación la condenada aplicación que me había atormentado de esa manera durante toda la mañana… Liquidé con el mayor ahínco posible todo rastro del chino que hubiese quedado aún, acaso agazapado quizá camuflado, en cualquiera de los recónditos recovecos cibernéticos de éste, mi puñetero dispositivo.

…eeen fin.

Paradojas tecnológicas.

Y estoy operativo al cien por cien.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Profundizar… 🙄😳

El otro día me preguntó un lector «cómo podría profundizar en mis escritos…» 🙄😳
¡Casi me caigo de culo…!

Mi respuesta fue:

Estimadísimo lector, como reconozco que soy muy muy cansino, si alguna vez, en vez de leer tooodo lo que escribo por ahí quieres leer mi blog sólo como a ti te guste, puedes ir directamente a cualquier página del mismo, y arriba a la derecha en la ventanita de la lupa de búsqueda, sólo tienes que escribir la palabra que te dé la gana: una, la que más te guste. Por ejemplo sexo, filosofía o Almoradí, hijas, retrete, amor, Hispanidad, o soledad… Como en wikipedia pero en mi blog, también puedes combinar varias palabras pero no demasiadas porque se lía la Inteligencia Artificial… La pobre.

Yo lo he hecho ya varias veces, y resulta chocante lo que la IA ésta de los cojones -que ahora decide lo que podemos ver y lo que no- nos propone como resultado de cada búsqueda. No siempre nos propone lo mismo. Tengo publicadas más de quinientas historias y te aseguro, que te puede aparecer cualquier cosa en la pantalla. Depende, se ve, que de cómo haya tenido el día la pobre de la IA…

Otra forma de filtrar mis historias mucho menos invasiva, es ir al CONTADOR DE VISITAS que hay al final de cada una de ellas, y hacer click abajo en la ventanilla de ELIGE TÚ EL TEMA, o bien en la de POR FECHA… Así, también podrías llevarte alguna que otra sorpresa; cosa, que por otro lado no me negarás que es de lo que se trata. ¿No…?

No quiero parecer pedante, pero te recomiendo que lo hagas así, si en verdad estás tan tonto como para querer hurgar en un tipo tan anodino como yo. No merezco la pena, pero creo que a menos que publique un libro -cosa bastante improbable- es muy difícil leer todo lo que tengo escrito por ahí… Así que creo que es mejor para ti el ir leyéndome a salto de mata, aleatoriamente, de relato en relato, que vayamos partido a partido… El mío sería un libro que podrías empezar abriéndolo por cualquier página… Este lugar es un lío que no sé si llamar blog, sitio, o serie de relatos que crecen solos; y hasta yo me sorprendo, al volver a tropezar con algunas de mis viejas historias.

Siempre digo que no decido de lo que escribo, que me elige el relato a mí; que después de pensar y pensar, escribo y escribo y luego todo se va ordenando. Que soy un verdadero ignorante… Que sólo sé poner comas, guiones, puntos y puntos y comas, diéresis, paréntesis, acentos o puntos suspensivos, virgulillas, signos de interrogación, de admiración, y puntos y aparte y finales. Del resto no respondo: me sale solo.

…eeen fin. Sabes que te quiero lector 💕

Y gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Bares ¡Qué lugares…!

Como mediterráneos soportamos el alcohol bastante mejor que los nórdicos, en parte porque las uvas y el aguamiel fermentan desde siempre de forma natural mejor en climas cálidos, y por ello, estamos históricamente mucho más acostumbrados y genéticamente mucho mejor adaptados. Es evidente, que la barbarie y el número de suicidios allí siempre fue mucho mayor que aquí; y es una verdad estadística también que el calor, el frío, la disposición de agua y el consumo de alcohol, han determinado desde hace milenios el comportamiento de las sociedades modernas… Acordaos de la Ley Seca en los EEUU y el desbarajuste que se armó.

Hace no tantos años que los guiris venían a España, principalmente, porque flipaban con la combinación de nuestro Sol y nuestros bares y su relación calidad-precio… Recuerdo, que también me pasó a mí cuando por vez primera, volví a España desde el extranjero después de casi tres semanas en una feria comercial en Lyon, la segunda ciudad de Francia… ¡Vaya mieeerda de sitio, qué caro todo, qué limpio, qué gris, y qué aburrimiento…! Nuestras tabernas son geniales o al menos lo eran, y me consuelo, pensando en que no me perderé nada dejando ahora de ir a los bares debido a lo mucho que fui… Fui, un verdadero asiduo, un convencido, todo un forofo, un fiel parroquiano.

Era el mío un pueblo mayoritariamente agrícola en el que sin embargo había un bar cada trescientos metros; y en la huerta, uno cada kilómetro y medio. Y no era porque fuéramos todos unos borrachos sino por todo lo contrario. La huerta generaba mucho trabajo, estaba viva, crecía; veinticuatro horas al día se hacían tratos y no solo en la agricultura sino en el comercio, en la industria, y cómo no en la hostelería. Además fabricábamos conservas, muebles, textiles y zapatos; Edijar, era una empresa local puntera a nivel nacional en el sector publicitario… Eran, otros tiempos.

Rememoro bares de mi pueblo, legendarios: el Bar de Fon, El Brillante y ca’Ramón, El Portillo, el Bar de Ángel, El Angelín, La Facultad, el Bar del Gómez y el de Julio, El Cristo, el Puente Don Pedro, El Minero, o el Bar Martín…

Volvían cantando mi padre y sus camaradas cuando iban a regar por la noche, aquéllo de:

🎵🎶…del Bar de Fon
a ca’l Brillanteeee,
y del Brillante
a’ca Ramóooon…🎵🎶 🤣😂

Había mucho trabajo en la huerta, tanto de día para trabajar en las labores agrícolas como de noche para regar las tierras fuere a la hora que fuese… Por ello, siempre tenía que haber un bar abierto para poner un café o un carajillo caliente al parroquiano de turno al que le tocara la tanda, o para comprar un paquete de Celtas cortos si te quedabas sin tabaco a las cuatro de la mañana regando… También, se hacían otros muchos negocios en los bares; se contrataban operarios, se mojaba la sed a mediodía, comíamos, y nos despedíamos a última hora de la tarde con una invitación hasta mañana: la penúltima.

En este mundo gilipollas, la conclusión, es, que dado cómo están hoy de prohibitivos los precios hay que dejar de ir tanto al bar… Qué penica, porque vamos a terminar haciendo lo que desde siempre hacen los nórdicos: ir al bar sólo a emborracharse hasta caer del taburete. Algo, que para un meridional, para un español que se precie, sería lo peor de lo peor… ¡Faltaría más, que vergüenza…! Eso es de vikingos borrachos, de bárbaros.

Menos mal que en el pueblo todavía nos queda El Juma, Ramón, el Bar de Pablo, y algún que otro valiente por ahí…

Yo, hace mucho tiempo que ya lo veía venir porque es algo que no pasa en ningún sitio: los españoles viven, socializan en los bares, beben y comen más que bien, y encima, viven como Dios…

😳 ¿Cómo lo hacen…?

…eeen fin. Nos extinguimos. 😂🤣

Gracias por leerme 🙏 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

el borracho…

Publicado el 27 de marzo de 2018

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Eran las tantas de una de aquellas madrugadas escarchada de invierno y todavía estábamos en el WAY-KAY, un sempiterno garito de mi pueblo. Apurábamos nuestro cuarto o quinto gintonic de aquella noche cuando oímos abrirse la puerta de entrada… Nos giramos con desgana para ver quién era el parroquiano que, a semejantes horas, buscaba refugio a su noche.

Al ver entrar a Vicente nuevamente nos giramos, al unísono esta vez, pero para mirar a Pepe el dueño del establecimiento.

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Éste frunció el ceño, y cordialmente aunque con cierta superioridad paternalista, salió de la barra para con unos empujoncitos insistentes conminarle a que se marchase a su casa.

Vicente se le acercaba trabajosamente. Le miraba nebuloso y beodo. Los vaivenes cruzados de sus pasos y el pícaro desatino de su mirada evidenciaban su animoso y espeso estado etílico.

Había sido Vicente toda su vida aparcero de mi abuelo Antonio en nuestra finca de El Saladar, y yo le recordaba siempre cercano y familiar desde que tengo memoria. Era un tipo chaparro, bajo y ancho en exceso aunque no gordo sino ligeramente como chafado; tenía sin duda una figura algo grotesca… Su cara también como aplastada, así como su chata expresión, estaban surcadas por unas arrugas de tiempo indefinible que le daban el aspecto de un raro y feo treintañero, aunque cincuentón.

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Como trabajador era algo maganto, pero era valioso por lo leal y por lo gracioso, y especialmente, porque poseía una enorme experiencia y algo parecido a un don especial para casi todas las labores de la agricultura. Derrochaba una simpatía ramplona y sincera aunque en absoluto estúpida ya que no era tardo ni mucho menos. Y tenía una conversación siempre chocante, ácida, bullanguera y algo ‘salida’, cosa que yo en mis tiempos mozos siempre le agradecí, dada la falta de fuentes de información que había a aquéllos respectos.

Vicente, pese a los empellones que Pepe le daba en dirección a la puerta de salida, con toda la corrección que su pedal le permitía y dejándose arrastrar, le imploraba para que le sirviese una copa de soberano.

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En ésas estaban cuando en su tira y afloja pasaron por delante de nosotros, y Vicente, al reconocerme, con el suplicar de su mirada me pidió que intercediese por él para conseguir aquella copa.

No me pude resistir, era amigo mío. Haciendo un gesto condescendiente a Pepe, aplaqué a regañadientes su intención de sacar a empujones de su establecimiento a tan estrafalario parroquiano… Accedió a ponerle la copa finalmente.

Se la sirvió con desgana; dejando caer poco a poco aquel líquido ambarino mientras fijaba molesto sus ojos en los desvalidos de su cliente… Éste, oscilaba espirituosamente frente a él con la suavidad de su pedal mirando la copa, agarrándose a la barra con sus dos manos, y abriendo ligera y aunque trabajosamente las piernas en una búsqueda inestable de estabilidad corporal.

Una vez servida la copa, de forma desabrida y rotunda, Pepe le dijo:

– ¡Vicente, ésta es la última copa que te pongo…!

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Vicente, abrió como platos sus ojos de curda mirando los de Pepe beodo perdido; seguía meciendo suavemente su cabeza cuando estiró de repente los brazos que le agarraban a la barra hasta el punto de casi caer de espaldas… Pasaron unos segundos de silencio entre mutuas miradas extrañadas, hasta que Vicente, consiguió aclarar lo justo sus pensamientos. En aquel momento, incorporándose apenas y casi retador, va, y le dice con voz caldosa mirándole todo lo fijamente que podía y con un bamboleo borracho y socarrón:

– ¡Ootiaa Pepe…! ¿la údtima…? ¿Eg que te vasss aa moriiirr…?

Justo estaba escuchando la respuesta con el trago de gintonic en la boca, cuando de la risa, la pedorreta inevitable me hizo escupir hasta por las narices aquél combinado.

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El pub entero comenzó a reír por lo ocurrente de la respuesta hilarante, ágil e inesperada de un tipo tan sencillo como Vicente… Aquello no pareció gustarle demasiado a Pepe, quien haciéndose el sueco empezó a enredar con sus labores propias de barman, restándole importancia a la chocante derrota dialéctica que acababa de sufrir a manos de alguien como Vicente.

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Estábamos apenas reponiéndonos de nuestras carcajadas cuando del tirón, Vicente se embauló de un trago la copa. Con garbo chocarrero y con sus pasos cruzados por el pedal, se despidió de mí y del resto de los feligreses nictálopes que ahí quedábamos en el garito… La bonita curda que llevaba hizo que del impulso al abrir la puerta para salir, se golpease fuertemente los hocicos con la misma, cayendo de espaldas con una marcada línea roja en la cara que le cruzaba verticalmente el ojo derecho y parte de la nariz.

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No pude evitar el recoger del suelo a Vicente y acompañarle durante los acaso cien metros que nos separaban de su casa, a la que llegamos haciendo eses, abrazados, y parloteando de forma viscosa y embarullada de nuestros recuerdos comunes.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

El grito

Publicado el 1 de diciembre de 2016.

El sopor y la morriña que el calor provocaba en la tarde de un miércoles de agosto, en plena canícula estival, era irresistible. Las sombras caían perpendiculares al suelo, apenas rebasando el contorno de los objetos que las proyectaban, el calor espeso parecía que detenía el tiempo, lo ralentizaba pesado y pegajoso. A la hora de la siesta, en la huerta, solo se oían el crujido de mis pasos en la hierba seca y el chirriar de las cigarras.

El grito de auxilio sacudió mi pereza y mis embotados sentidos… Respondí con otro, esperando respuesta para poder ubicar el origen de donde provenía. El consiguiente grito hizo cambiar bruscamente el rumbo hacia donde desorientado me dirigía.

No acertaba ver a nadie; largas filas de algodón plantado geométricamente a lo largo y ancho de un enorme bancal frente a mí, más atrás, la línea verde intenso de la acequia bordeada de cañaverales que partía en dos la finca. Volví a gritar y la respuesta me mantuvo en la dirección hacia la que me dirigía, pero seguía sin ver a nadie. Corría alarmado a horcajadas evitando pisar las hileras de las plantas, acercándome rápidamente a la acequia, no parecía haber nadie, sin embargo los gritos no cesaban.

Llegué hasta la mota de la acequia, junto a una compuerta, ésta retenía el agua haciéndola subir de nivel hasta que rebosaba hacia una “regaera” que distribuía finalmente el líquido, progresivamente a cada uno de los márgenes del bancal. Las cañas se dejaban caer lánguidamente de las motas hacia el cauce de la acequia cerrándome la vista del mismo; estaba muy cerca del lugar origen de los incesantes gritos pero el espeso follaje me impedía distinguir nada. Finalmente pude atisbar una cabecita que apenas asomaba del nivel del agua, y unos brazos que agarraban frenéticamente cañas y follaje para mantenerse a flote, las paredes lisas de hormigón de la acequia impedían apoyarse en lugar alguno para poder izarse y salir; los dos metros largos de profundidad tampoco ayudaban.

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Al acercarme más pude darme cuenta de que se trataba de una niña. Los gritos cada vez eran más débiles debido al cansancio; el esfuerzo de mantenerse a flote y de luchar contra la corriente, que arreciaba justo en ese punto junto a la compuerta, estaban desgastando la tenacidad de la pequeña. Los remolinos del agua apretujándose por la presión, arrastraban y succionaban a la niña hacia abajo venciendo poco a poco, pero de forma inexorable, su resistencia… Me lancé al agua, con precaución para no golpearme con las paredes de hormigón de la acequia, a la vez que me agarraba de alguna de las cañas que se vencían hacia el cauce… Conseguí acerqué a ella y me di cuenta que era una gitanilla de no más de ocho años que gritaba y se agitaba como una loca.

En cuanto sintió mi contacto al agarrar su bracito, bruscamente se giró; con la agilidad de un mono me agarró ella y, literalmente, trepó primero por mi brazo, luego pisó sin misericordia mi cabeza con sus pies desnudos, arañándome e impulsándose hasta agarrar mi otro brazo que sujetaba la caña que nos sostenía a ambos. Finalmente consiguió otro agarre más arriba hasta que, con una rapidez y habilidad inesperada, en un último impulso y golpeándome sin miramientos con sus piernas, de un brinco consiguió salir del cauce.

Allí me quedé yo, hablándole para tranquilizarla, pidiéndole que me ayudase ahora ella buscando una caña robusta o algo que sostuviese mi peso para salir; me preocupaba mucho que estuviese asustada o herida, no paraba de hablarle y de pedirle que me hablase…

Tras un instante me di cuenta de que se había largado… la cría había salido corriendo dejándome allí tirado, mojado, sin ayuda y hablando solo; ni gracias.

Sin mucho esfuerzo conseguí salir de la acequia y, refrescado eso sí, comencé a espionar algodón.

Gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Mariscadas…

Acabábamos de entrar en aquel restaurante tan auténtico que nos habían recomendado: La Maruxía… Situado justo, junto al dique del pequeño y coqueto puerto pesquero de La Guardia, en Pontevedra. Recuerdo que como hago siempre me acodé en la barra del bar esperando a que nos atendiesen, cuando de repente y empujando de espaldas la puerta de entrada al restaurante con un lado del culo, entró un hombre rana con una enorme red colgada al hombro, llena hasta los topes de percebes chorreando agua de mar recién acabados de mariscar.

Cuando se acercó el camarero a ver qué se nos ofrecía, yo, como haciéndome un poco el gracioso me puse a guiñarle el ojo y a señalarle tímidamente con el dedo al marisquero: «quiero de eso…» No sé si se lo dije realmente o si sólo lo pensé. Lo que sí recuerdo es cómo sonreía el camarero al mirarme: «Síganme, por favor…» Y echamos los tres a andar detrás del mariscador que también se dirigía a las cocinas… Mientras, yo, como embobado no podía dejar de mirar la saca chorreante que llevaba el hombre colgando. Percebes. ¡Mmmm…!

El tipo del traje de buzo y su cargamento finalmente se perdieron por una de las puertas de la sala, y el camarero nos acompañó a una de las mesas de aquel comedor, con el cocedero de marisco situado bajo una enorme campana metálica extractora justo en medio del salón, y desde la que podías ver perfectamente cómo manejaban tu comanda… Al poco rato, y con una simpatía francamente gallega se nos acercó el dueño del restaurante: Marcelino; se presentó.

— Un placer. Somos de Alicante, y humildemente y como verdaderos ignorantes, venimos a que nos aconseje Usted para pegarnos una buena mariscada gallega.

Recuerdo cómo se rió abiertamente Marcelino tras presentarnos todo el género de la carta: nécoras, bueyes de mar, bogavantes y percebes, ostras, almejas, zamburiñas, pulpo… El tonto de mí le dijo aquéllo de: «no sé, pónganos un poco de todo…» Menos mal que el listo de él, y sin dejar de sonreír, nos dijo lo de: «de eso nada, se van a comer ustedes justo lo que yo les traiga; confíen en mí…»

Y oye, no hizo falta más.

Lo primero que nos trajo y bajo su responsabilidad fue una botella de vino de la zona, blanco, de la denominación de origen O Rosal, y que después de probarlo no lo podré olvidar nunca: maravilloso… en su punto de frío de cubitera, tanto, que cayeron dos botellas.

Lo segundo que nos trajo y también a su elección, fueron tres bueyes de mar enormes que diríase que chillaron al echarlos a la olla hirviendo de tan frescos; vivos, los pobres… Luego, los enfrió con hielo y nos los sirvió desmembrados con las pinzas, el pecho y las patas presentados en una fuente acompañado todo ello con unas tostadas y una especie de paté, hecho tan solo con aceite de oliva, un poco de sal, y los mejunjes triturados del interior de la cabeza del cangrejo servidos en su misma carcasa hueca. Y estoy casi a punto de llorar sólo de recordar los sabores…

Lo tercero que nos propuso, por supuesto, fue otra fuente pero gigante esta vez con más de tres kilos de piedras y percebes de aquellos que chorrearon la puerta de entrada del restaurante… Me fijé, en cómo los echaban a una olla gigante, y en cómo el cocinero contaba los segundos que aquel extraordinario género debía cocerse para quedar a la perfección. Con una escurridera también gigante Marcelino fue sacando las piedras y percebes de la olla sumergiéndolos en hielo, y depositó todo aquéllo en una fuente metálica gigante que cubrió con una toalla blanca, mojada e inmaculada.

Estaban entre tibios y frescos; la textura y la sal; el caldo que soltaban… No olvidaré nunca cómo me chorreaban hasta los codos de tanto chupar y comer aquellos manjares, de tanto sorber ambrosías. De lo que costó la cuenta, la verdad, es que no me acuerdo.

¡Coooño, 😳 como los socialistas 🙄…!

eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

MIS PRIMERAS TETAS

Publicado el 25 de febrero de 2017.

El alpargate subía y bajaba sobre el vientre de mi madre, acompasando perezosamente su sueño ligero de siesta escasa; mi hermana durmiendo a su lado y yo al otro haciendo como que dormía… Ese alpargate, era la garantía de que como dictaba la norma no escrita entre los vecinos: «durante la siesta, los zagales estaban cada uno en su casa pa’no dar cancán…» Por ello, en el caso de que mi madre detectara algún sonido o anómala vibración distinta de las habituales que causaría el sopor canicular a tres personas en una misma cama, ese calzado liviano súbitamente se convertía en fusta lacerante y sonora que ¡plafff…! cortaba de raíz el impulso, de escamotear la anteriormente descrita norma no escrita. Un alpargatazo.

Quería bañarme sí o sí… las posibilidades eran escasas, pero tras agotar la espera mi paciencia y con movimientos de caracol pude deslizarme, descolgándome del borde de la muy alta y vetusta cama. Con un silencio de ofidio y cual tal, conseguí reptar hasta la puerta de la habitación cuya apertura era la justa, para escabullirme sin que sus goznes oxidados por el salitre chirriasen delatores mis intenciones transgresoras.

Tenía la playa parecía que para mí solo; las tempestuosas jornadas anteriores habían trastocado en una maravillosa tarde de un tardío día de agosto. El mar, rizado y brioso aunque noble al mostrar con su irregular oleaje sus ocultas y peligrosas cicatrices, invitaba de nuevo al baño confiado…

Entonces, el rugido batiente de las olas pareció silenciado completamente debido a unos alaridos de auxilio desesperados, angustiosos, entrecortados…. Miré alrededor, hasta localizar a duras penas una cabeza y unos brazos que rendían su intento de permanecer a flote… Se ahogaba, y mis trece o catorce años dudaron a la hora de lanzarme en su auxilio esperando que el hombre aquél, que estaba como a unos treinta metros del que se ahogaba, lo hiciese.

-¡¡¡¿Es que no lo vas a ayudar…?!!! Grité muy nervioso.

Era evidente que no. El tipo estaba petrificado; me miraba con ojos ovinos, de canguelo… Tras unos cincuenta metros de trabajoso esfuerzo y a contracorriente me encontré jadeando y zarandeado cual pelele por la inmisericorde resaca, justo a un par de metros, de ella…

Me acerqué, y antes de que me diese tiempo a reaccionar me vi agarrado, arañado, mesado y sumergido, por una vorágine histérica en lucha a muerte por un vital resuello. La chica, al batallar por su vida de forma ciega, asustada y visceralmente egoísta, me utilizaba cual salvavidas pingajo sin reparar en mi también urgente necesidad de respirar, al menos de vez en cuando.

El croché submarino y desesperado que me vi obligado a estampar contra su rostro, claro que la hizo reaccionar, y puso una distancia entre nosotros que sirvió para que se diese cuenta que la calma, era lo único que nos hacía realmente falta, a los dos… El intento de hablar con ella se esfumó al darme cuenta de que era una rubia pelirroja de ojos azules y extranjera; así que, acercándome de nuevo con precaución la agarré esta vez yo de la muñeca, firmemente. Sin dejar de mirarla a los ojos le solté el brazo e inmediatamente le tendí mi mano, dándole a entender que solo debía apoyarse en ella… Me sumergí empujándola hacia arriba, y pese al lastre que aquel cuerpo encima mío suponía, apenas podía agarrarme a la arena movediza del fondo anclando en ella mis pies e intentando llegar al rompeolas, para lo que necesité varias agónicas e interminables inmersiones.

El avance hacia la orilla se hacía casi imposible por la corriente; suerte que el peso de ambos jugaba a nuestro favor y penosamente, nos permitió ir avanzando hasta el banco arenoso sobreelevado del resto del fondo marino donde las olas rompían con más fuerza, pero donde también pudimos ambos hacer pie, y descansar con la respiración desbocada y el agua literalmente al cuello.

Extrañado, me di cuenta que llevaba algo como anudado en mi brazo, cual brazalete de tela casi a la altura del hombro. Varias veces tuve que mirarlo para darme cuenta de que era la braga del bikini de la chica, que en el fragor de la refriega marina por su vida y la mía, se deslizó de su trasero y sus rollizos muslos hasta que, Dios sabe debido a qué casualidad, terminó abrazada a mi brazo derecho.

Ella no se dio cuenta y yo no le di más importancia hasta que, a medida que el nivel del agua delataba nuestro esforzado avance hasta la orilla salvadora, me percaté de un par de prominentes bultos con puntas sobresalientes, como de azúcar tostada, flotando y asomando caóticamente del agua a poco más de un palmo bajo la barbilla de la chica… Con el agua por la cintura, comprobé que tampoco había rastro alguno del sujetador entre las generosas y temblorosas lorzas de la moza. Ésta, en estado de shock no se daba cuenta del desnudo integral que estaba regalando a la no muy concurrida audiencia, que prestaba una indolente atención a los detalles de nuestra peligrosa peripecia en la playa.

Con el agua ya en los gemelos, la madre de la chica se nos acercó tremulosa, con lágrimas corriendo por su barbilla y con una toalla para tapar los excesos magros de su hija. Ésta, al reconocer su desnudez comenzó a proferir unos aullidos extraños, perdiendo de forma más histérica que en el verdadero trance que acabada de sortear, los papeles y el sentido del decoro… Algo descompuesta comenzó a correr por la playa delante de su madre y chillando en no sé qué idioma, con el consiguiente despliegue de sus orondas hechuras tremolantes. Ésto, qué duda cabe contribuyó a aumentar el interés de los espectadores que nos contemplaban…

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Yo, mientras, derrengado, subía la pendiente de la playa arenosa hasta mi casa, envuelto en tribulaciones de carne y roces temblorosos que soliviantaron mi ánimo esa tarde y muchas otras, sólo con su mero recuerdo.

Al fin y al cabo eran las primeras tetas que había yo… rescatado.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

La cincuentena…

Publicado el 21 de junio de 2019

Si cuando brincas la cincuentena, te levantas de la cama una mañana y no te duele absolutamente nada… lleva mucho cuidado, mucho, porque puede que estés muerto.

Me pone de muy buen humor el hecho de que todavía, muchas mañanas parece, como que amanezco con la promesa de una alegría al despertarme con una bonita erección… Pero, si no puedo disponer de la oportunidad de cumplir con la alegría de tal promesa, lo primero, me cuelgo del cuello las gafas de cerca.

Luego, legañoso y espeso por el sopor perezoso, me llevan mis pasos al baño, bostezando, lento. En el trayecto, alivio con gusto y sin pudicia esos irresistibles picores inguinales que a los hombres nos avasallan recién levantados. Así adormilado, entro, enciendo la luz, y en tres pasos más me planto frente al retrete; termino de rascarme, y meo… Y al mear, aunque no mi buen humor, sí va cediendo poco a poco lo enhiesto de aquel ánimo inicial. Y así, ahí me quedo, unas veces pensando en ello, y otras sólo me quedo embobado, rascándome un ratico más.

Luego me giro, y de pronto aparezco frente al espejo. O más bien podría decirse que comparezco, ante esa realidad especular, siempre tornadiza, como de clon zurdo, que de mí rebota en todos los espejos con los que me cruzo… Y al mirarme así casi de cuerpo entero, diríase que por instinto, el tonto de mí se engaña presumido, al forzar una leve contracción ventral que apenas esconde mi ya barriga. Parecería como que me cuadro; como estirando un poco de mi altura y de mi anchura; como queriendo timar la opinión de ese reflejo mutante.

Para afeitarme, me acerco poco a poco a ése mi rostro simétrico… Y para evitar que se manchen, me descuelgo del cuello las gafas de cerca.

Menos mal que hace tiempo ya que la presbicia, piadosa, me evita el castigo de asistir con nitidez, al espectáculo lento y lamentable de ver crecer cada vez más pelos en mi nariz y en mis orejas… Esa misma degeneración natural del cristalino también me salva de contemplar con todo detalle, el inexorable arrugarse de las comisuras de mis párpados, la nevada del encanecimiento en mis sienes, o la huída lenta de mis formas y vigor.

Con vista cansada asisto, impotente, al hecho de ver ahondarse unos surcos en las líneas de mi semblante. Señal de que el tiempo va… sí, pero estragando mis vestigios a la vez que acercando inexorablemente mi destino. Hace ya bastante que acepté la forzosa habilidad de afeitarme al palpón, ya que no termina uno de ver con claridad sus propios detalles… Y oye, sin problemas. A todo se adapta uno.

Después de afeitado y tras ducharme, vuelvo al escrutinio de ésa mi imagen ahora en cueros; efigie la mía que tonta, no cede en lo de mantener esa casi imperceptible contracción ventral que no engaña a nadie… Y ahora hay que peinar a esa apariencia, y arreglarla para que salga decente a la calle. Toca ponerme a ordenar casi uno por uno los pelos de mi otrora cabellera, para camuflar pérdidas, para maquillar apariencias… Y me consuela, el que todavía entraría en algunos vaqueros de cuando soltero con treinta y tantos.

Una camisa; y finalmente, cuelgo en mi cuello de nuevo las gafas de cerca.

¡Qué sabio es el tiempo, cómo gasta poco a poco…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

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¡Feliz Año Nuevo…!

Me despertaron aquellos golpecitos insistentes en la ventanilla de mi coche. Toc toc toc…

Vaya nochecita de marcha tan potente la que me pegué, lo malo, es que solo tenía recuerdos hasta las cinco o así de la madrugada; del resto no me dejaba acordarme la melopea. Toc toc toc… Envuelto por completo en la niebla del tablón que aún llevaba tardé en reaccionar. Toc toc toc… Poco a poco fui percatándome de que lo que oía, también, eran pitorradas de coches enfadados que me rebasaban por la izquierda ya que estaba parado así sin más justo en medio de mi carril, y en una de las principales calles de entrada a mi pueblo. ¡Qué extraño…!

Toc toc toc…

Lo raro es que eran ya más de las 8 de la mañana; lo malo es que llevaba un pedal tremendo y estaba parado en un semáforo; y lo peor es que me había quedado durmiendo mientras ese semáforo estaba en rojo… Lo que no sabía, era cuánto tiempo había estado ahí tirado con el motor en marcha, con la cabeza apoyada en el cristal de mi ventanilla dándome todo el sol en la cara, y roncando hasta babear con la boca abierta de par en par. Toc toc toc…

El susto me lo pegué unos segundos después -mientras aclararaba aquella espesa niebla etílica- cuando giré la vista a la izquierda y me crucé con los ojos de aquel guardia civil al otro lado de la ventanilla. ¡Joooder…! Era aquélla una mirada severa, aunque diríase que a la vez como asombrada e incluso tierna. Luego, hasta me pareció detectar la mueca de una ligerísima sonrisa en su cara… Me hizo aquel agente el gesto imperativo de que bajase la ventanilla, tras lo que me saludó de forma reglamentaria llevando el canto de su mano derecha recta y a la sien.

— ¿Buenos días, se encuentra Usted bien…?
— Pues hommmbre, mire yo…
— ¡Salga del coche, por favor…! Me interrumpió drástico al ver que sí, que yo al menos reaccionaba.

Cegado por los rayos de sol mañanero a tan tempranas horas, salí del coche a trompicones todavía bajo los efectos de tanto cubalibre: todo borroso, confuso, muy mareado… Tanto es así, que el agente, muy suave y amablemente me agarró del brazo y me acompañó a la sombra de la acera opuesta, introduciéndome en una especie de soportal que estaba abierto, y haciéndome sentar con cuidado en un banco de madera que había junto a la entrada… Pasaron los minutos, y despacio, fui pudiendo enfocar tanto la vista como los pensamientos, hasta que conseguí hacerme una ligera idea de lo que me estaba pasando.

Me levanté de aquel banco procurando dar muchos menos trompicones; salí de nuevo a la calle, y allí estaba el agente tomando notas junto a mi coche… Pero lo mejor fue cuando al girarme mareado con intención de volver al abrigo del soportal, levanté la cabeza y con algo de dificultad, pude leer en el frontal de las puertas aquéllo:

TODO POR LA PATRIA

¡Ostiaaas…!

No sólo iba conduciendo curda perdido y me había quedado durmiendo al volante parado en un semáforo en rojo, sino que además el semáforo donde tan plácidamente dormía resulta, que encima era el que estaba justo frente a la Casa Cuartel de la Guardia Civil de mi propio pueblo… ¡Mira tú qué casualidad, coooño…!

Y claro, setenta y dos horas me tuvieron cómodamente alojado allí mismo y a pensión completa.

Creo, que absolutamente todos los agentes de la Casa Cuartel se interesaron con verdadero cariño por mí, y por conocer la mayor cantidad posible de los detalles de mi digamos que peripecia… Fueron amabilísimos conmigo, a la vez que también condescendientes y comprensivos con aquel suceso tan insólito y chocante, que había yo digamos que protagonizado.

Años más tarde uno de aquellos agentes me confesó con sincero cariño y todavía meándose de la risa, que pasaron unos ratos estupendos riéndose de mí todo lo que quisieron. ¡Qué cosas…! Yo ahora también me río.

¡Venga, supéralo…!

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

….

Hacer de vientre 🙄

Cuando era pequeño y me apretaba el cuerpo en la vetusta casa de mis abuelos, necesariamente, había que salir al cuartucho que había en el patio y apañarse en un viejo retrete, altísimo, con tapa de madera, y al que costaba un huevo subirse cuando ibas con prisa y con los calzones bajados… Como el derroche de gastar en papel del culo, en aquella época era un lujo inconcebible, al final, cuando terminabas, te lo tenías que rebañar con tiras de papel de periódicos y revistas viejas, cortadas cuidadosamente eso sí, y clavadas en el interior de la puerta de madera con la finalidad de ser usadas para tal fin… El caso es que antes de ser usadas, a mí, me daba por leer aquellas tiras de papel llenas de pequeños fragmentos de historias, porque digamos que entretenían ese momento… Y oye, además era instructivo.

Hacer de vientre es algo que no conlleva normalmente mucho más de unos seis u ocho minutos en el peor de los casos; tranquiiilos casi todo el mundo nunca dedica a tal cosa más de cuatro. Depende mucho del que obra -el obrante- de cómo se lo toma y de cómo obra: si con prisas o sin ellas, si con filosofía, con paciencia o impaciencia, si como un placer o como un suplicio… Son muchos los factores que influyen en el buen obrar y es todo un arte: «Te quiero más que a un buen cagar…» Decía el clásico.

Hay momentos en los que no puedes y otros en los que sí, como en la vida misma. Y unas veces te da miedo lo que te pueda salir del culo, y otras, estás deseando que lo que tenga que salirte te salga ya de una vez. Sea lo que sea. El hecho es que cagamos y nos vamos, así, sin más… Pero no me negaréis una cosa, y es que hoy, casi todos, nos llevamos el móvil al retrete y leemos; como yo con los papeles aquéllos…

¿Verdad…?

Independientemente de nuestro estado de ánimo siempre he pensado que es un momento fantástico -el de evacuar- para poder darse una vuelta a solas tranquilamente por nuestro móvil, y ver cómodamente sentados, en qué podemos invertir esos cuatro o cinco minutos que dura una cagada normal… Digamos, que como para no perder el tiempo. ¿Porque para qué vais a perderlo con la mierda de noticias y de redes sociales que nos rondan y agobian por ahí…?

¿No…? 🙄

Solo entre tres y cinco minutos requiere leerme, así que no tenéis excusa: dadme una oportunidad y leedme aunque sea obrando, porfa…

No os hará mal… 😂🤣😂

…eeen fin. ¡Qué cosas éstas que os cuento…!

Gracias por leerme… 💕🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

hormigas y cucarachas

El mérito de la hormiga obrera consiste en recolectar durante toda su vida azúcares en forma de materiales diversos. Otro genotipo diferente de la misma hormiga: la albañil, se asegura de que el diseño y las condiciones de temperatura y humedad del hormiguero sean las óptimas para que fermenten los azúcares de los materiales aquéllos… Y finalmente, otra variante de la misma especie a la que podríamos llamar hormiga niñera, es la que se encarga de alimentar y criar con aquél fermento a la descendencia de todas ellas… Mientras, la hormiga reina desde el principio se ha encargado de poner todos los huevos y de abolir genética y químicamente, cualquier intención de que ninguno de sus descendientes se atreva a usurparle su tan regia posición.

Y oye, así, todo funciona.

Luego están las hormigas soldado, las hormigas chivato, o las hormigas carnaza, ésas que se sacrifican como carne de cañón frente a la amenaza de cualquier tipo de amenaza.

¡¡ 😳 Coooño…!!

¡¡Andaaá, si os fijáis: igualito que los comunistas…!!

Biológicamente, está demostrado que frente a una hecatombe nuclear o choque de asteroide, serían cucarachas y hormigas algunos de los seres pluricelulares que mejor sobrevivirían frente a semejantes desastres… Si os fijáis, hay que pisarlas hasta que crujan y encima, son caníbales… Más de una vez he corrido detrás de una cucaracha con una escoba en la mano y tras darle varios escobazos, me ha hecho cara, y he comprobado que solo chafándola con un buen pisotón contra el suelo he podido acabar con ella.

¡Qué asco…!

El mérito de la hormiga: salvar a la reina… El mérito de la cucaracha: resistir a cualquier precio… Justo como los comunistas. Hormigas vitales comportándose como cucarachas morales; y si no, que se lo pregunten a los cubanos; casi setenta años; los pobres…

Que se dejen de ostias, pendejadas o estupideces… Superemos la mierda comunista ésta de la lucha de clases y empujemos, todos, en una misma dirección decente, y de una puta vez… O, como se diga eso.

Maldito invento comunista éste, el de tener a tanto tonto entretenido creyéndose que es álguien, por el simple hecho de que es solo eso: comunista.

…eeen fin. ¡Qué penica más grande!

…🤔 Gracias por leerme 🙏💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

EL PESO Y EL CAMINO

Recuerdo a mi amigo El Rufo la primera vez que hizo el Camino de Santiago, cargando con tres pares de pantalones vaqueros y otros tantos de pantalones cortos, no sé cuántos de calcetines y de calzoncillos, tres camisetas de manga corta y otras tres de manga larga, una sartén, un cazo, zapatillas deportivas, chanclas, y hasta un par de kiowas de piel por si había que salir ‘bien arreglao…’

Y bien es verdad, que íbamos a estar caminando unos veinte días.

Llevaba el prenda, también un bote de litro de gel, otro más pequeño de champú, esponja y tres toallas; un paquete entero de cuchillas de afeitar y un bote de espuma, dos colonias diferentes, y cremas para el sol. Botiquín no… Cargaba una mochila tan llena de cachivaches, que más que un peregrino parecía un hombre orquesta, el pobre:

— ¡¡Antonio, hay que parar; te lo digo en serio…!!

Recuerdo, ya al segundo día, ir detrás de él caminando y verle alzar el brazo tal que para rascarse la cabeza, pero agarrar como por casualidad el cazo, mirarlo, y tirarlo a la mierda por ahí… Luego, volvió a estirar el brazo, pero esta vez para coger la sartén y tirarla a la mierda también lazándola por encima de su cabeza… Caminando caminando, después, fue deshaciéndose de las kiowas y las zapatillas deportivas. Parecía que a cada paso, salían volando de su mochila pantalones vaqueros y camisetas de marca, calcetines y calzoncillos.

Más tarde, en las duchas del siguiente albergue que encontramos dejó el cepillo del pelo, el de dientes, y el bote con el litro de gel al lado del de la espuma de afeitar junto a dos toallas limpias; tras quedarse con una de las maquinillas de afeitar, también dejó el resto del paquete allí; y ya no sé lo qué pasó con las colonias, el champú, la esponja, ni las cremas…

Pasó de llevar dieciséis kilos en la espalda a llevar nueve, y coño: ahí estuvo la clave… El problema es el peso; el peso de más; la carga de más que llevamos… A mí, está vez, me está sobrando al menos la mitad de lo que llevo en la mochila: los dos aislantes, el saco de dormir, quince metros de cuerda, una hamaca colgante, y un botiquín que ya quisiera un ambulatorio de pueblo pequeño. La próxima vez no traeré ni el saco… Parece un contrasentido, pero cuanto más austero hago el camino más lo disfruto, más a gusto lo camino.

De lo único que no me privo a diario es de fumarme un porrito de vez en cuando, de parar en todos los bares que me cruzo y hablar con los paisanos, de comer lo mismo que ellos, y de darme una ducha decente… El resto, son zarandajas: dónde dormir da igual y siempre voy de vientre con suma facilidad.

Además, ¿qué coño hago cargando en mi mochila, el mismo peso que hace treinta años cuando necesito la mitad de cosas…?

…eeen fin.

Gracias por leerme 🙏💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

…………

AHORRO ENERGÉTICO

Es chocante que tengamos un gobierno, que la única solución que nos plantee frente a las escaseces sean las restricciones. Es una prueba, palmaria, de que no se puede ser más inútil; de que no podemos ser más tontos… En vez de plantear nuevas formas de producción, nos obligan a acatar nuevas formas de represión: de nuestros hábitos, deseos, necesidades y hasta libertades. ¡Ojo…!

¿Y el Satisfyer, puedo enchufármelo cuando yo estime conveniente y me apriete el cuerpo, o bien tengo que esperar a que el gobierno me diga cuándo puedo o no aliviarme…? Es que con los calores éstos, hay veces que a una… Bueno, no quisiera yo saltarme ley alguna, no vaya a ser que no ahorremos energía; por mí, que no sea.

¿Y el cepillo de dientes eléctrico… no me diréis que no es un derroche eso de lavarse los dientes tres veces al día, una barbaridad ecológica en gasto de agua y energía…? ¿Y el cortador de pelos de nariz y orejas de mi marido también gasta lo suyo, no…? Pues nada, que vuelva a las tijeritas, y así se ahorrará los pellizcos que le pega en la napia el aparatito y los lagrimones que le caen luego.

También tiene mi marido una de esas ingeniosas gorras con un ventilador frontal incorporado en la visera, que a su vez tiene una batería de litio que hay que cargar con un cable USB cada seis horas de uso: pues nada, fuera también, todo sea por el ahorro. Que sude.

El otro día en La Sexta-Secta un bufa barbudo imbécil, gañán y zurdo de ideas él, y presumiendo de ecologista y sindicalista, dijo, que frente a la sequía habría que cortar de cuajo el agua destinada a los regadíos… ¡Con dos cojones…! Álguien, que seguro que como buen ecologista come lechugas pimientos y tomates pero que como buen sindicalista no ha trabajado en su vida, diciéndonos lo que tenemos que hacer con la nuestra: vender el coche para comprar gasolina… Más tonto que Abundio.

Yo, voy a poner el aire acondicionado como me salga del capullo a mí, y sobre todo a mis clientes, ya que son los que con la que está cayendo me tienen que pagar las cañas casi a tres euros, los pobres.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

ARDE MADRID. PACO LEÓN.

Nunca fue muy santo de mi devoción pero acabo de terminar de ver la miniserie Arde Madrid, de Paco León. Mi Señora la ha tenido que terminar de ver puesta en pie, de los nervios… Creo que es buenísima. Unos doscientos cincuenta minutos invertidos en un recorrido de humor finísimo, a lo largo de una situación rocambolesca, y que a su vez te hace viajar por un pequeño episodio de la historia –no sé si llamar reciente– de esta España nuestra. Una historieta. Una nueva visión clásica, estereotipada pero genial, de cómo somos.

Me pareció en algunos momentos, ver juntos al Lazarillo de Tormes y a Alfredo Landa, a Teresa de Ávila y a Gracita Morales, incluso algo de Don Quijote, de Andrés Pajares y hasta de Dulcinea… He visto un blanco y negro propio de José Luis Garci, o unos diálogos como que de Berlanga, pero en una trama de humor Cervantino. He creído ver, diríase que el humor y el genio interpretativo de un Ozores, o una forma de contar propia de Chicho Ibáñez Serrador… He visto, lo que se llama una españolada. Una colección de tópicos; una especie magistral de película como aquellas del destape, pero de emociones… Picarona, y típica de aquél nuestro cine, de justo antes de antes de ayer.

He asistido a un repaso simpático, meticuloso –contado desde la perspectiva de un genio esperpéntico pero muy hispano– de nuestros estereotipos propios del carácter español. Me parece una maravillosa reivindicación humorística, de quién y de lo que somos, y de dónde venimos querámoslo o no. Una asunción, inteligente y graciosísima, de aquél pasado franquista y timorato que a todos nos ha traído hasta aquí… Somos españoles; muy en el fondo, muy buena gente.

La juerga final es portentosa, un clímax flamenco, cariñoso, completamente desmadrado. Y la escena última: la de la gamba y la petición de matrimonio, es genial. Y termina con otro berrinche. Todo son tensiones sostenidas en una película que no necesita de un final feliz… Tal, y como es la vida o como debería de serlo ¿No…? Una gran obra, que yo llamaría cinematográfica. ¡Todos los actores: excepcionales…!

¡Bravo Paco León…!

Si lograra reprimir un poco algunas moralinas fruto de sus digamos que pulsiones políticas, y si fuera capaz de cambiar su formato casi exclusivo de solo comedia, tendríamos un gran director en ciernes, seguro… Solo hay que esperar un poco.

¡Bravo Paco León…!

«Torrerro…» 🐂 😂🤣

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

El amor y un condón…

El amor, debería ser como la sensación de estar unidos por una largísima goma elástica… Atados, con algo así como con un condón gigante y muy usado… De tal forma, que cuanto más estirases para alejarte libremente de tu amor; con más fuerza ese condón, esa goma enorme, tirase de ti inevitablemente de vuelta hacia aquél…

💞 🤣

Antonio Rodríguez Miravete… Juntaletras.