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Trompetas de la muerte

A Don Luis Sedano Navarro 💕

‘El Malaguita’ era un tipo especial, muy listo, y en realidad no le gustaba nada lo de la educación física ni el rollo éste de la guerra, y menos aún eso de los barrigazos cuerpo a tierra en maniobras militares por ahí por el campo… Por eso, cuando estando en la mili pidieron voluntarios para los oficios, fue tan ratón, como para sin tener ni puta idea de cocina dar un paso al frente y montarse la película de que, como había trabajado un par de meses de camarero, podía hacerse cargo de las cocinas de La Compañía: éramos más de noventa tíos. 🙄😳 ¡Qué grande…!

Pero creo que en el fondo sí le gustaba algo lo de la cocina, sí, porque un día, al principio, estábamos corriendo los ocho o diez kilómetros diarios a los que estábamos obligados como soldados de Operaciones Especiales, cuando al punto de ahogarse sin resuello va y me dice: —¡Coño Miravete, mira ahí, setas; eso son trompetas de la muerte…! ¡Qué buenas…!

Y seguimos corriendo… Y fue ya por la tarde cuando nos dieron la suelta, cuando me dijo lo de volver al campo y recoger aquellas trompetas de los cojones para merendar.

—¡Joooder Luis. Qué cansino…!

Pero tanto se empeñó, que cogimos un buen puñado de setas que soltaban una especie de caldo negro cuando se puso a cocinarlas en una sartén enorme que había en una de aquellas cocinas militares. Y él, ensimismado, que si ajos picados y que si romero y tomillo por aquí, y que si aceite de oliva algo de panceta y vino blanco por allá… Pero aquella sartén tenía una pinta horrible, negra como una sepia en su tinta; negra, y como con cosas pareciera que quemadas o venenosas, y que encima se llamaban ‘trompetas de la muerte…’

eeen fin. 🙄😳

Recuerdo cuando babeando terminó de cocinarlas, y se giró con la sartén en la mano dirigiéndose a la mesa donde aguardábamos ocho o diez de nosotros, hambrientos también… Todos nos quedamos mirando porque aquéllo tenía una pinta de mierda, aunque extrañamente olía estupendamente.

Él, algo confuso por nuestra reacción inicial también se nos quedó mirando, pero en seguida entendió, que no queríamos morir todos intoxicados por unas setas que vete tú a saber si eran comestibles o no… Por lo que, sonriéndonos, puso la sartén en medio de la mesa y cogió un pedazo de pan que sopó en aquel caldo tan negro; luego tomó un tenedor y se echó en el coleto un buen puñado de aquellas setas que olían tan bien; y finalmente, terminó la faena eructando fuertemente tras darle un buen trago a la litrona que teníamos por ahí rodando.

Pasaron unos segundos, tensos, y el caso, es que ‘El Malaguita’ ni se puso azul ni cayó fulminado al suelo retorciéndose de dolor por el veneno de las jodidas setas aquéllas… Así que recuerdo, que al final, todos terminamos merendando como señores gracias a que en el fondo sí era un cocinero, sí.

Sabéis que os quiero, y mucho 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

COSQUILLAS… 🤣😂 💕

Publicado el 27 de abril de 2022.

Cosquillas… Nada te gustaba más; pocas cosas creo que te gusten más. Caricias, pellizcos y sustos; risas, carcajadas irresistibles. Cosquillas de tranquilidad o cosquillas en las costillas, tú elegías… Te meabas de la risa.

Estar a tu lado siempre ha sido un deleite tal, como el de aspirar la nota dominante de un perfume maravilloso; aquélla, realza en su fondo el matiz del resto de los aromas que lo componen, y es justo la esencia que provoca más placer al aspirarlo. La tuya es intensa, nota dulce, amaderada, un fondo floral: un deleite como a miel de nardo, a rosas pasadas… Hueles, diríase que a tus abuelas y a sus madres; a algo familiar, maternal, como una especie de olor a regreso.

Un verdadero tesoro, una joya valiosísima; alguien para presumir… Eres preciosa, pero no tanto por lo indudable de tu precio o lo adorable de tu belleza, sino por el valor de para las muchas cosas que vales.

Tenemos tanto que contarnos que daría igual por donde empezásemos.

Éramos unos novatos. Tanto para mí, pero más para tu madre, eras nuestra primera hija y se ve que por eso no pude entrar en el paritorio para asistir a tu venida; la cosa parece que se nos complicó un poquito… Y menos mal que no me dejaron entrar porque como bien sabes, yo sólo hubiera servido para complicarlo todo más. Se ve que soy demasiado impresionable, un mierdaseca en los hospitales; me mareo con una facilidad pasmosa, y a menudo termino tirado por ahí en el suelo chorreando de sudor con la mirada perdida y blanco como el papel.

Pero como si para entregarme un regalo se tratara, me llamaron estando en la sala de espera, y llegaste a mi vida en forma de la aparición de un hermoso querubín… Nunca olvidaré el instante de acercarme y verte por vez primera. Poco a poco, te me apareciste Iluminada y caldeada, tan sólo por el arrebol del haz de luz de aquella bombilla roja colgada sobre tu cuna, situada en el recoveco de una sala en penumbra junto al paritorio. Recuerdo mi asombro al acercarme, despacito, como con mucho cuidado, y ver de repente lo precioso de una hembra tan tan pequeña… Era nuestra primera vez juntos. Mi primera vez. Acababas de llegar.

Y al verte así tan de cerca y por vez primera, mi vida entera no solo cambió sino que dio un vuelco… Diríase que en ese momento como que crecí de golpe, me agrandé; y que al mirarte con tanto detalle, por amor, transmuté, convirtiéndome de repente y para siempre en otra persona.

Tu padre.

No había vuelta atrás… En ese momento terminé de hacerme mayor, aunque sabes bien que nunca me ha entrado del todo el conocimiento.

eeen fin.

Sabes que te quiero mucho, muchísimo. 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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La zapatilla voladora 💕

Publicado el 13 de abril de 2022.

Ya te habíamos dicho varias veces que dejaras la nevera quieta, que en un momento sacaríamos los helados… Era uno de esos frigoríficos de dos puertas con el congelador abajo; la puerta inferior te llegaba más o menos a la altura de la cabeza, y no parabas de darle estirones con ahínco para abrirla y cogerte un cucurucho de chocolate. Tendrías cuatro años… Que si Paula déjalo ya, que si Paula para, que si Paula mira que me enfado.

— ¡Paula Coooño…!

Naaada, ni caso, tú a lo tuyo, por un oído te entraba y por el otro te salía. Hasta que claro, tanta fuerza e insistencia dieron su fruto, y te diste un buen portazo en los hocicos. Se abrió de golpe aquella puerta, y tan fuerte tiraste de ella como fuerte te golpeaste, ya que caíste sentada en el suelo algo aturdida pero eso sí, con el congelador abierto, claro.

Tuvimos que contener la risa al verte allí en el suelo mirándonos, pobrecilla, con los ojos como platos y un amago de pucheros asomando en tu rostro por el susto y por el golpe. Peeero… ¡Ahhh amiga…! Cuando viste que nos reíamos de tí, en sólo un instante y cual si una gata iracunda, el gesto en tu cara tornó del casi llanto a la rabia. Herida en tu amor propio te levantaste de un brinco, y con ese gesto erizado de gata rabiosa enseñando los colmillos, nos gritaste desafiante aquéllo de:

— ¿Y vosotros de qué os reís, coño…?

…Silencio. 🙄😳 Y diste un portazo cerrando la puerta del congelador, pero como con desdén, sin coger siquiera el helado; y echaste a andar dándonos la espalda como un torero tras un percance, con chulería.

Desde tu primer día conmigo he sentido siempre la suerte de saber que eres alguien muy especial: Mi Caramelo de Fresa. Ha sido siempre un lujo el sentir un cariño tan sincero como el tuyo, y que además, tiene en suerte el poseer ese atractivo tan irresistible que tienen los desafíos… Eres adorable aunque dura y directa; difícil pero cariñosa y generosa; detallista y lista, muy muy lista. Una verdadera joya de señorita más que bien amueblada, dotada de una energía y fuerza interiores tal cual si alojara bombas en sus adentros… El atractivo de la belleza sumado al atractivo del peligro, de la complejidad, del riesgo… ¡Qué peligro…!

Chocábamos con demasiada frecuencia porque aunque tenías solo ocho años, presentías la ruina de tu entorno familiar pero no lo comprendías. Y como soy tu padre recuerdo, y creo, que tu actitud rebelde e inquisidora se debería en gran medida a que no te explicabas, pobrecilla, el porqué queriéndonos tanto estuviésemos separados; ni entendías, el hecho de que hubiese sido yo el que se había tenido que ir de casa.

Volvíamos a casa de Manuela después de estar en la playa todo el día juntos, y de verdad, que no logro acordarme de cuál fue la espoleta que esa tarde hizo que explotásemos los dos… Fue un gesto aquél que no había tenido nunca con vosotras, y es curioso, porque aunque lo intento no logro recordar nunca, el motivo en concreto por el cuál enfadadísimo te lancé aquel alpargatazo tirando a dar…

Te rozó la nariz aunque apunté al cuerpo; y menos mal que no te di de lleno porque de veras que lo tiré con ganas… Te quedaste de piedra inmóvil mirándome ojiplática, y sorprendida, rabiosa y casi al punto del llanto, aún, me retaste:

— ¿Papaaá, me has tirado una zapatilla a la cara…? Lo dijiste con retintín, clavándome con la mirada.

— ¡De zapatilla nada niña…! ¡Lo que te he tirado es un alpargatazo y si te sigues portando así tengo otro preparado…! ¡Mira…! Dije descalzo, esgrimiendo tristemente el otro alpargate como mi última bala en la recámara.

Recuerdo que como lobas, se lanzaron sobre mí tu hermana y Manuela al oír nuestra trifulca en el salón:

— ¡Papá, no creo que tirarle una zapatilla sea la mejor manera…!

— ¡De zapatilla nada, un alpargatazo es lo que le’tirao...!

— ¡¡Antooonio, escucha a tus hiiijas…!! Terció Manuela.

eeen fin. 💕

Que te quiero mucho, muchísimo… 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Almoradí, el 66, y el babyboom

Publicado el 1 de febrero de 2022.

Nosotros, los frutos del babyboom de Almoradí nacidos en agosto del sesenta y seis, deberíamos darnos prisa en preguntarles a nuestros padres con picardía, con mucho cariño y por simple curiosidad, qué coño fue aquéllo tan extraño que seguro tuvo que pasar en el pueblo a finales de noviembre o principios de diciembre de mil novecientos sesenta y cinco…

Porque es un hecho que nueve meses después y en sólo unos veinte días, en agosto del año siguiente nacimos del tirón por lo menos veinte o treinta criaturas. Lo cual, en un pueblo entonces tan pequeño como el nuestro no era moco de pavo. Algo raro pasó seguro, porque no era normal aquéllo de tantos nacimientos en tan poco tiempo… Tuvo que ser algo inusual, un no sé qué; ni sabría cómo llamarlo.

Quizá fue una verbena pasada de rosca, o vete tú a saber si hubo un concierto de Raphael que se fue de madre; tal vez un derroche alcohólico y festero que tornó en un éxtasis amoroso y colectivo, o a lo mejor un frenesí zalamero e inexplicable que devino en una extraña catarsis carnal… No lo sé, pero pareciera, que todas las parejas receptivas del pueblo se pusieron de acuerdo esos días para sincronizarse acoplando sus cópulas. Porque es un hecho, repito, que nueve meses después y en aquellos veintitantos días de agosto nacimos un porrón de gente… Algo pasó, seguro.

El padre de un gran amigo nuestro, en una comida y con una copa de vino en la mano y varias en el coleto, me confesó el cabrón socarrón que de tanto buscar la chiguita él y su mujer -y como no había tanta televisión tanta pantalla ni tanta tontería- al final, terminaron teniendo un equipo de balonmano masculino. 😂🤣

No querías caldo toma, seis tazas. ¡Sí señor…! ¡Eso era natalidad…!

Tengo la teoría de que nuestros padres en aquellos días de finales del sesenta y cinco, se corrieron una juerga muy muy gorda… En serio.

eeen fin. Pillines… 😂🤣 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……

El día de la Madre 💕

Publicado el 30 de abril de 2019.

— Mamá, tápate los ojos…

A sus ocho años se había gastado la mañaca prácticamente todos sus ahorros comprándome aquella preciosa redoma de perfume. Sé, que se quedó prendada más del brillo y las formas sinuosas de la botellita de cristal tallado que de su contenido oloroso… Fueron los destellos esmerilados del envase lo que la hipnotizaron, lo que la hizo escoger ese regalo y no otro.

Hace ya muchos años de aquéllo, y mi hija no recuerda olor ni nombre de perfume alguno, ni de cómo era la caja o el envoltorio. Pero de lo que sí se acuerda es de las formas sugerentes de aquella filigrana de cristal rosado que, como si un caleidoscopio brillaba al girarlo teniéndolo en sus manos.

— Tápate los ojos mamá.

Estaba frente a mí, y lo llevaba preparando desde hacía mucho. Nerviosa perdida por la emoción de hacerme su regalo el día de la Madre, giró sobre sí misma, abrió la caja, y sacó el perfume de espaldas como a hurtadillas, como con suspense: quería entregármelo ella en persona y con sorpresa.

Un poco ceremoniosa se dió la vuelta con la botellita en la mano, y mirándome embelesada y sonriente comenzó a caminar acercándoseme, cuando de repente, aquel traspiés… Y la botellita volando por los aires recién sacada de su caja.

…eeen fin.

Mi mejor regalo. 💕❤️💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Ni sonrisas, ni caras…

Publicado el 8 de agosto de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Eso de no poder ver la boca de la gente… iba a decir que jode un huevo, pero voy a dejarlo en que es una putada. Parece que estemos rodando una película de extraterrestres; cuando alguien se ríe parece que lo haga con sordina, y la verdad, necesito ver cómo la gente se ríe, incluso la gente con la que me cruzo por la calle, porque “Tu risa me hace libre,/ me pone alas/ soledades me quita,/ cárcel me arranca. / Boca que vuela,/ corazón que en tus labios/ relampaguea”. Hay en la cara algo luminoso que no se encuentra en otras partes del cuerpo.

En cuanto a lo de no ver poder ver sonrisas o caras enteras voy a dejarme de calificativos. Hoy una persona que hace más de veinte años que no veía me ha reconocido. “Pero si iba con mascarilla y sombrero”, le he dicho. “Ha sido por los ojos”, ha contestado. Pues menos mal que no llevaba gafas de sol, he pensado, si encima llevo gafas de sol no me reconozco ni yo. Tengo que empezar a sonreír más sinceramente, quiero decir con los ojos, con el orbicular de los ojos, para dejar ver al otro que estoy sonriendo. Se nos van a acabar poniendo ojos de bocazas.

Me ha dicho mi prima, que está pasando unos días en una playa de cuyo nombre mejor no acordarse, que los vigilantes de la playa usan drones para ver quién no lleva mascarilla, aunque esté a cincuenta metros de cualquier otra persona. Para poder reconocernos es posible que tengamos que incorporar a nuestra mascarilla una matrícula. Que con saber de nuestro móvil igual los algoritmos que nos tutelan no tengan bastante.

Lo que cuesta es llevar la boca cerrada dentro, cuando podamos volver a ir sin mascarilla a alguno se le habrá quedado cara de tonto, de tanto ir por la vida con la boca abierta para poder respirar. De momento cuando voy por la calle parece que volviera a tener que trabajar, gran parte de mi vida ha sido entre enmascarados. La gente a la que no puedo ver la cara me parece más amenazante, menos amable.

Tendremos que volver a apreciar la sonrisa arcaica, esa expresión profunda de amabilidad, que despierta allí donde la cara rompe su rigidez, se hace “carente de límites”, se transforma en una especie de “cara de nadie”. La amabilidad arcaica está despojada de toda interioridad, no conoce ningún tú enfático. Nos hemos vuelto todos malcarados de repente.

Algunos investigadores han informado de que una cara enojada “sobresale” entre una multitud de caras de felicidad, mientras que una sola cara de felicidad no sobresale entre una multitud de caras enojadas. En el cerebro de los humanos y de otros animales hay un mecanismo diseñado para dar prioridad a los eventos malos. Reduciendo en unas pocas milésimas de segundo el tiempo necesario para detectar la presencia de un predador, este circuito mejora las probabilidades de que el animal viva el tiempo necesario para reproducirse.

Historias de Paco Sanz ✍️

rosa y espina

Publicado el 14 de noviembre de 2021.

Recuerdo aquella anécdota al poco de enamorarme de tu madre, cuando, para hacerme un poco el chulico y no perderla mucho de vista, me dio por pegarme el farol de ir a hacer pilates con ella día sí y día no.

…eeen fin. Cosas del amor.

Sonaba de fondo sugerente Lorena Mackinnet, sería mi segunda o tercera clase, y aquella noche hacía frío aunque yo sudaba como un panadero en agosto con la novedad aquella del pilates… Ahí estaba yo, tirado en el suelo con las piernas en lo alto, e intentando que no me entraran los tembleques de la muerte de tanto que me dolían no sé qué músculos que se ve que tengo en la barriga.

¡De repente, un apagón de luz nos pilló a todos a medio ejercicio…! Se produjo un silencio de extrañeza en completa oscuridad, que luego como que se fue acostumbrando a la penumbra, a la medialuz… Y fue en ese momento y con una voz como que de ángel, cuando una alumna no recuerdo cuál le dijo, le pidió, le rogó a tu madre aquéllo tan bonito y que me resultó tan atractivo de:

— No te preocupes por la música Manuela. Tú, sólo sigue hablándonos…

Estábamos a oscuras. La voz de tu madre es curativa.

A Billie Holiday le preguntaron una vez a traición porque estaba borracha como una cuba, que qué opinaba de ésas letras tan moñas de la mayoría de las canciones de su repertorio… Y tuvo la osadía de responder aquéllo de «fuck the song, I play…» de cantar nada, yo toco… Casi nadie la entendió.

He estado escuchándote a tí y a tu canción y solo de lo bello vive realmente el hombre… Cuando alguien canta algo así de bien como tú lo cantas o la Holiday lo tocaba, da igual lo que digas o lo que cuentes, lo que toques o lo que cantes: siempre será bello.

¡Felicidades por tu canción! Carla.

Pulsa el enlace para escuchar 👇👇👇

rosa y espina 🎶🎵🎶

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

MENTIRAS EN SAN VALENTÍN

Publicado el 14 de febrero de 2021.

Por la mañana temprano le mandé un güasap furtivo sin que mi Señora se enterase… Y me hizo esperar. San Valentín era hoy y quería, debía, tenía que verla antes. Tuvo a bien el responderme pasada bastante más de una hora y lo hizo como con prisas, tajante aunque cariñosa. La conozco bien.

— Nene tengo mucho trabajo pero ven esta tarde a las cinco. ¿Me dejas a mí, que decida yo, como hacemos siempre, vale…?
— Claro Nena. ¿Cuánto…?
— Sesenta pavos.

Ya a mediodía paseábamos de la mano por el mercado cuando Mi Señora vio un ramillete de fresillas frescas recién cogidas, y justo en ese punto de floración en el que tanto le gustan: cuando los tallos están bien tiesos y las flores casi cerradas porque así se abren y se lucen luego en casa… Y como no podía ser de otra manera, pagué yo para regalárselo: es San Valentín. Y se lo entregué tierna y ceremoniosamente haciéndole una especie de reverencia pícara, y plantándole después un besazo de tornillo en medio de la calle y de todo el mundo. Le ha gustado y a mí también.

Pero eran ya casi las cinco. Y como para poder despistar a mi Señora y escabullirme al menos media hora necesitaba de una buena excusa, claro, le tuve que mentir… Le dije, que como era San Valentín y como otros años hacía, mi hermana me había pedido que la ayudase esta tarde en la floristería con lo de las entregas a domicilio de los ramos y tal. Y tardaría algo más de media hora…

Casi no había terminado de contarle la trola cuando caí en la cuenta de que en cualquier momento mi bonito plan se podría ir al garete ya que podría decirme, como casi siempre que yo cogía el coche, aquéllo de «me voy contigo y así no vas solo…» Y a ver qué coño hubiera tenido que contarle; me habría pillado.

Por ello, volví a mentirle matizando mi embuste inicial, y como un buen actor, sutilmente le dejé caer que me había dado la sensación al hablar con mi hermana de que quería decirme también algo personal. Así, como mi Señora es siempre tan correcta, tan elegante y tan sensible, era seguro que ya no diría lo de venir conmigo para respetar la discreción de nuestra conversación fraternal y privada. Ya tenía coartada, vía libre… Poco a poco fue llegando la hora. A menos cinco, cogí mi bolso de mano y le di un beso. Vengo ya Nena… Siempre se me escapa lo de Nena cuando me pongo cariñoso, pensé.

Una vez satisfecho mi secreto negocio, volví a casa, y en vez de abrir con mi llave y para engañarla, llamé al timbre de una forma que no tengo la costumbre; así, no sabría que era yo el que esperaba tras la puerta. ¿Quién es…? La abrió, y tras un par de segundos de silencio y sorpresa, rápidamente saqué el ramo que escondía a mis espaldas y que para ella, había encargado a mi hermana por la mañana temprano… Quería darle yo la sorpresa a mi Señora de entregarle el ramo personalmente, y sí, tuve que mentirle.

💕 Que no nos engañen.

eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

UN NUEVO PROYECTO

Publicado el 30 de julio de 2021.

Dice mi chorbi, que nunca antes había tardado tanto en cruzar la plaza del pueblo como desde que lo hace paseando del brazo conmigo al lado. Dice, que tengo algo así como un efecto magnético en la gente, algo extraño, una cualidad. Que cuando paseamos por el pueblo, es raro, pero como que parezco conocer a casi todo el mundo y pareciera que casi todo el mundo me conoce a mí… Y que por ello, siempre andamos por ahí saludando a diestro y siniestro y parándonos cada dos por tres: o bien para darle dos besos a fulanita, quizá el parabién a menganita, o tal vez recuerdos a zutanita que llevábamos tanto tiempo sin vernos… Por el contrario él, es un poco samordo.

¡Pero que sepáis, que es todo un placer para él y para mí notar la sinceridad de vuestro cariño cada vez que simplemente nos saludamos por ahí…!

También, se asombra mi chorbi de que me sepa vuestros nombres y apellidos, hijas de quién sois, si tenéis hermanos, hijos… Le extraña el que yo, sin un ordenador esté tan al tanto de vuestras cosas, de vuestros trabajos, de cómo os va… Son casi veinte años juntas y claro, el ocuparme de vosotras lo considero asunto de simple y buena educación. ¿Cómo no voy a valoraros más que al oro en paño, si sois precisamente vosotras, el fruto más preciado de mi trabajo y fuente de la que brota mi vocación…?

En septiembre curso nuevo y local nuevo. ¡Qué nervios pero qué estimulante, cuánta cosquilla en la barriga…! Pero sobre todo qué ilusión; creo que me hace más incluso que cuando inauguramos el gabinete por vez primera hace ya seis años. Y estoy más ilusionada porque ahora tengo bastantes menos miedos, acumulo mucha más experiencia y sé, que también os tengo a vosotras.

Sin vosotras, ésto no tendría sentido alguno porque sois a la vez el motor y el combustible de mis ganas de trabajar, de mi ilusión por mejorar, del esfuerzo necesario para innovar constantemente… Os quiero mucho.

¡Qué orgullosa me siento de vuestra consideración cuando paseo por ahí…!

¿Que si tengo miedos…? Claro.

Manuela Rosales

….

El RELOJ DE MI PADRE

Publicado el 8 de agosto de 2021.

Acordándome de mi padre, y como a cada tonto le da por algo, me ha dado por hacerle fotos a su viejo reloj, el mismo que ahora llevo yo… Cuanto más lo miro de cerca y más palpo ese artefacto, más me da por pensar cómo no en mi padre y cómo no en el tiempo: ¡cómo nos gasta el cabrón…!

Me lo ceñí solemnemente a la muñeca izquierda diez o doce minutos después de que se muriera; tanto su cuerpo como el metal de su reloj estaban todavía calientes, y claro, no quise dar tiempo a que ese preciado calor se enfriara y se perdiera. «Ponte el reloj de tu padre» dijo mi madre «más de cuarenta años tiene…» Los relojes son máquinas cuyo único fin es durar y funcionar, marcar el tiempo sin fallo, cuánto más tiempo mejor.

Pero hoy en día la gente no entiende mucho éso de llevar en la muñeca un reloj clásico porque cualquier cachivache te da la hora: tu nevera o el microondas, una radio encendida por ahí, el salvapantallas de tu portátil, y cómo no, tu móvil. ¿De qué sirve portar un chisme que sólo te da la hora…? Cualquier dispositivo inteligente en tu muñeca te dice cuántas veces has respirado, parpadeado, cuántos pasos has dado y a qué horas y por qué calles, cuántas calorías has quemado… Recopila el artefacto absolutamente todas tus constantes vitales y pulsaciones por minuto, para así deducir cosas como hasta lo que comerías mañana a mediodía.

¡Menuda es la inteligencia artificial…!

Como lo llevo siempre conmigo, cuando lo recogí tras llevarlo a restaurar me advirtió mi relojera tajantemente que no lo trasteara para nada. Que lo cuidara… Y por ello, ni siquiera le cambio la hora cuando toca: no lo toco, para nada; ya me adapto yo… Solo lo llevo, y lo dejo a él que marque el tiempo y la hora que le dé la gana, pero éso sí, sin pararse… Tic tac, tic tac.

Por otro lado, el metal de ese reloj estuvo más de cuarenta años en contacto directo con su piel, como sintiéndolo; metal vibrando con cada latido de las venas de su muñeca izquierda… Energía. Latidos de alegría, de miedos, de orgullos o de lo que sea, pero latidos de los que quiero creer que este reloj se fue como impregnando, conservándolos en cierta forma, y de los cuales ahora quiero hacerme a la idea también de que soy algo así como el guardián, el portador.

Latidos, tic tac, tic tac.

eeen fin. Gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……

FELIZ NAVIDAD

Publicado el 25 de diciembre de 2021.

01:25 horas, día ya de Navidad.

Acabamos de terminar la juerga de la cena de Nochebuena y mis hijas y Manuela ya se han acostado. Al abrirlo, me doy cuenta de que tengo el teléfono a reventar de mensajes de güasap sin contestar… Con lo besucón, festero, canallica y sobón que he sido siempre, me veo un poco extraño ahora así, como que solo, aislado, alejado de vosotros aunque escribiendo para vosotros desde mi teléfono… Menos mal que sé, que si a la mayoría os pillara por la calle o en un bar con una caña cerca, enseguida retomaríamos el cariño amistoso de aquélla nuestra lejana cercanía.

Ésto de la Navidad a menos que hagamos algo al respecto ya no es lo que era. En vez de rumor de excesos y carcajadas, borracheras y canciones de villancicos y aguinaldos, tenemos ruido de alarmas y silencio de mascarillas, distancia social, apartheid, y pasaportes ni más ni menos que hasta para ir un bar.

Me gustaría en verdad poder daros a todos un verdadero y cariñoso abrazo pero no llego, no me llega. El tiempo. Últimamente lo pierdo con una frecuencia pasmosa. ¿Y a vosotros, no os pasa algo parecido…? ¿Cada uno a lo suyo, entontecidos mirando pantallas y sin tiempo para pensar ni protestar…?

Tiempos son éstos, extraños que no nos dejan respirar libremente aunque sí sentir, sentirnos, echarnos de menos sinceramente. Y acordarnos, de que las Navidades pasadas siempre nos parecerán mejores, pero porque a partir de ciertos años diríase que la Navidad va como robándote cosas, inocencias, gente. Llega el día en que ni tu padre ni tu hijo pueden sentarse a la mesa en Nochebuena, bien es verdad que por razones distintas, aunque éso no nos consuele en absoluto.

eeen fin. Os quiero mucho 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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Bailad malditos, bailad…

Publicado el 12 de agosto de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Recuerdo un tiempo que a los bares se les llamaba tabernas. En una de ellas había un letrero que rezaba: “Se prohíbe cantar mal. Si usted cree que canta regular o bien, cante, pero en la calle”. Ahora parece que lo que vamos a tener que hacer en la calle es bailar, porque en sitios cerrados no dejan bailar ni con mascarilla. Bailar no respetando las distancias, es bailar mal. “Se prohíbe bailar mal, si usted cree que baila regular o bien, baile, pero en la calle”.

En mi pueblo queda una taberna, al menos una que conserva ese nombre. Es pequeña, mal iluminada y sin apenas sillas, casi nunca hay nadie en ella. Una de esas poesías que no he podido olvidar, supongo que es porque de algún modo compone conmigo, decía algo así: “Si es o no invención moderna/ vive Dios que no lo sé/ pero venturosa fue/ la invención de la taberna./ Porque allí llego sediento/ pido vino del nuevo/ mídenlo, dánmelo, bebo,/ págolo y voyme contento”. Supongo que de esas tabernas salía la gente a bailar a la calle, como todavía se hace en las fiestas del pueblo.

La expresión “que me quiten lo bailao” se va a convertir pronto en un anacronismo similar al de las tabernas. Me entristece pensar que bailamos menos. Es una de las mejores maneras de escuchar música. También hubo un tiempo que se cantaba para acompasar el paso militar y cargar mejor contra el enemigo. Para crear un esprit de corps se han descrito diversas formas de “bonding muscular”. Las manadas se vuelven eufórico-grupales al responder sus individuos conjuntamente, el acompasamiento del esfuerzo se experimenta como un desahogo, el desgaste de fuerzas rítmico común aleja el punto de agotamiento. Siguiendo el ejemplo de los macedonios, las tropas romanas utilizaron la marca del paso en voz alta para marchas que exigían gran rendimiento. Ciertamente, el compás mecánico es sólo una forma sustitutoria del arrebato del baile.

Decía Nietzsche que la buena escritura, la buena música invitan a levantarse, a ponerse en marcha, a ponerse a bailar. “Se escribe con la mano, pero se da testimonio de lo bien que se escribe con el pie. Leyendo o escuchando música hay que darse cuenta de si el pie levanta la oreja. Los dedos del pie se levantan para escuchar”. A mí me cuesta mucho menos escribir con música que leer con ella.

Ahora mismo ha acabado el “Diminuendo and Crecendo in Blue” de Ellington, casi sin darme cuenta se movían mis pies aun estando sentado. Y es que cuando Duke tocaba el piano, con la mano izquierda tocaba un ritmo bailable, mientras que con la derecha se dedicaba a arrojar arena de colores por el aire.

Tanto los caminos como los discursos tienen que poder ser danzados, cantados. En el momento en que el poeta empieza a escribir “lentamente, para poder ser leído”, cuando sus palabras no son una invitación a la danza, hay una pérdida de magia, de “poder milagroso”.

Historias de Paco Sanz ✍️

La alegría…

Publicado el 23 de marzo de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Escribir como si leyeras, leer como si escribieras, vivir como si comprendieras, comprender como si vivieras. Pero algo hay que hacer, por mucho que nos digan, que nos digamos que no se puede hacer nada. Conatus, la palabra con la que Spinoza designaba la voluntad de perseverar en su ser de todas las criaturas. Que no falte. Que nos pillen haciendo por mejorar.

Intento adivinar eso del tener que quedarse en casa, esa devastación que nos encontraremos al salir, cómo nos va a cambiar. Pienso que va a cambiar la manera de entendernos a nosotros mismos, que nos espiritualizará y politizará de manera que acabaremos siendo distintos, y distintas serán nuestras instituciones.

Cuando la espiritualidad adquiere protagonismo, cuando hay que quedarse en casa sin hacer nada, lo místico parece volver; lo político, lo identitario, lo laboral se quedan sin patrimonio. Se impone el believing without belongin de los individuos y la inquietud cunde entre nosotros. Es como si los muy politizados no quisieran ser representados. Como si a los compradores compulsivos ya no pudieran vendernos nada.

Cuando uno empieza practicar la meditación, lo primero que se encuentra son las molestias corporales, lo segundo son las distracciones mentales y lo tercero las heridas del alma. Tanto las molestias, como las distracciones y las heridas nos van poniendo más y más nerviosos. De ahí que huyamos del silencio. Que no podamos aceptar la falta de estímulos. El que busca su verdadero rostro, que se tranquilice pues lo hallará convulso de inquietud, con los ojos desorbitados. “Caracasa, ¿tiemblas?”, decía Turenne camino del cadalso, “¡más temblarías si supieras dónde te llevo!”

Durante el ocio la existencia vaga por el mundo lejano y ajeno, para apropiárselo sólo por su aspecto, para quedarse mirándolo de hito en hito, mira a lo lejos, desde la distancia: ve la televisión. No busca demorarse observando, sino la inquietud y la excitación de lo permanentemente nuevo y la alternancia de aquello con lo que se encuentra. La existencia zapea por el mundo.

¡Huye! Me decía antes de que por los muchos años y por los malos microbios, me hayan obligado a quedarme en casa. Huye, que sólo el que huye escapa. Pascal advirtió ya de la desorientación vital que suponía la huída permanente. Porque la huída, como tránsito de un entorno hostil a un entorno propicio, debe conducir a la felicidad, no a la inquietud, una inquietud que a su vez impulse a una nueva huida, y ésta otra vez a la inquietud, y de nuevo a una huída, en una repetición incesante. A esta huida permanente la llamó Pascal divertissement (que se ha traducido por divertimento), y por agitación, alienación, y que probablemente resulte más preciso llamar aturdimiento. Según él la única cosa que nos consuela de nuestras miserias es el aturdimiento, y, sin embargo es la más grande de nuestras miserias. Porque es lo que nos impide pensar en nosotros y lo que nos hace perdernos ‘insensible mente’.

Quisiera como Spinoza ver si pillo alegría, su idea de ella: “Tras haberme enseñado la experiencia lo fútil y vano de todas las cosas con que tropezamos de ordinario en la vida corriente, y habiendo comprobado que los motivos y objetos de mis inquietudes nada tenían en si mismos de bueno o malo, sino solo en cuanto el alma se veía afectada por ellos, me determiné a averiguar si había un verdadero bien capaz de comunicarse, por el que el alma pudiera verse afectada con exclusión de todo lo demás; si existía realmente algo cuya adquisición me hiciera poseedor de una alegría continua y suprema para siempre”.

Historias de Paco Sanz ✍️

EL RETRETE Y LOS TEBEOS

Publicado el 28 de mayo de 2021.

— ¡Neeene…! ¿Te has colao…?

— ¡Voooy…!

Mi madre, cuando ya habíamos terminado de comer, no tenía otra manía la mujer que la de hacernos secar la vajilla justo después de fregarla. Y claro, yo tomé la costumbre de ir a cagarcía justo después de la pitanza, para librarme así de tan estúpida tarea… La vajilla se secaba sola, y yo, de verdad que me estaba cagando.

Recuerdo que siempre me llevaba algún tebeo, un cómic o un libro; pero porque siempre me gustó tomarme mi tiempo para leer; aprovechar mi tiempo leyendo… Y puede parecer una tontería pero ése era uno de mis sitios favoritos: el retrete. No te interrumpía nadie. Y he de confesar que ahora, me llevo también siempre el teléfono.

— ¡Neeene…! ¿Pero chico, es que te has colao…?

— ¡Que voooy…!

Al poco de conocer a Mi Señora, recuerdo aquella mañana que por fin amanecí en su casa… El sol de las siete de aquella mañana creaba un contraluz precioso al entrar a raudales por el enorme ventanal del salón. Mientras, Manuela daba su primera clase de pilates a ocho o diez alumnas privilegiadas al disfrutar de tan coqueto espacio en casa. Sonaba música de Lorena Mackennit… Una estampa preciosa. El caso, es que extrañamente yo también estaba levantado tan temprano, y me encontraba abajo en la cocina con mis legañas y el primer café con leche cuando me dió el apretón…

El aseo, daba servicio a toda la planta baja de la vivienda incluido el salón, por lo que tuve que salir en silencio de la cocina y andar los escasos tres pasos hasta la puerta del baño. Cerré sin hacer ruido. Y aliviándome, leía la prensa tranquilamente en mi móvil cuando al rato me percaté de que no le había puesto el pestillo a la puerta, ya que ésta se abrió de repente asomando el medio cuerpo de una de las alumnas:

— ¡Uy, peeerdón…!

Sus ojos como platos y yo, sentado, obrando a horcajadas con los calzones en los tobillos y mirándola también, con el teléfono en la mano. Cerró de un portazo… Fue entonces cuando la pobre, algo descompuesta y sorprendida -las alumnas no sabían nada de lo nuestro- le dijo como pudorosa y cabizbaja a Mi Señora aquello de:

— ¡Manuela… hay un hombre en tu aseo!

Repito, al menos ocho o diez alumnas sí que había en el salón sí. ¡Qué vergüenza…! Luego, claro, tuve que salir del aseo y sonreír; todas, estaban mirándome.

No sé si soy tonto perdido como a veces dice Mi Señora creo que cariñosamente, o si ésto del blog sí que en realidad me puede gustar mucho, pero también puede que esté haciendo el tonto escribiendo.

¡Pero qué coño, ésto de escribir en público gratis y de lo que me dé la gana es genial y revolucionario…! Y aligera el espíritu tanto como si se te aliviara el cuerpo; como si tuvieras que evacuar de tu vida un episodio desagradable y lo escribes: en cierta forma lo evacúas, lo expulsas, lo excretas.

Y aquí estoy yo, escribiéndote de escatologías sin importancia pero ahí estás tú, leyéndome como todo un forofo… A ver lo que te cuento ahora.

eeen fin.

Te quiero mucho lector. Que lo sepas 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

ENVEJECER. MORIRSE

Publicado el 2 de abril de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

No sabemos vivir mucho más tiempo que el de ir envejeciendo. Es más: el que no acierte a morir joven casi seguro acabará siendo un viejo. Para evitarlo, vive deprisa y muere joven. Sería bueno tomar de los griegos su juicio sobre la vejez: detestaban el envejecimiento más que la muerte, y preferían morir cuando cuando sentían que empezaban a volverse tan razonables y tan viejos, como para haber perdido toda esperanza y toda paciencia.

Les he repetido a mis viejos pacientes, que si quieres envejecer sano envejece temprano. Ahora que el viejo soy yo no lo tengo tan claro. Sigue sin gustarme hacerme el joven a cierta edad, pero lo de adelantar el envejecimiento para vivir más me parece poco deportivo… Creo que es más importante luchar contra el envejecimiento que contra la muerte. Un maltrecho y caduco soldado de la guardia de César, interpeló a éste en la calle pidiéndole licencia para hacerse matar. Y César, viendo el aspecto decrépito del hombre díjole con algo de zumba: “Pero ¿piensas estar vivo?”

”Envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro./ Pero ha pasado el tiempo/ y la verdad desagradable asoma:/ Envejecer, morir/ es el único argumento de la obra” dijo Jaime Gil de Biedma.

Cuando le invitaban a seguir escribiendo más poesía -con una inolvidable mirada al personal en la que pese a la fatiga, el odio al tópico y una nerviosa insolencia, trataba sin embargo de mantener el decoro- comentó más allá del bien y del mal: “Es que, sabes, para mí es ya como si hiciera los deberes del colegio”. Poco después se suicidaría… Seguramente pensaba como un poeta de otros tiempos, que “… aquella libertad esclarecida,/ que en donde supo hallar honrada muerte,/ no quiso tener más larga vida./ Y pródiga de l’alma, nación fuerte,/ contaba por afrenta de los años/ envejecer en brazos de la suerte”.

Los científicos que persiguen extender los límites de la vida humana se preguntan ¿a cuál de las dos estrategias debemos destinar los recursos científicos y económicos en investigación: a frenar el envejecimiento o a luchar contra las enfermedades? En otras palabras ¿fallecemos la mayoría de nosotros porque envejecemos o porque enfermamos? Desde un punto de vista convencional nadie se muere de viejo.

La convención que designa las causas médicas de la muerte, es, que la causa es aquéllo sobre lo cual podemos influir si nos fijamos como objetivo luchar contra la enfermedad o la muerte. La CIE (Clasificación Internacional de las Enfermedades) decidió suprimir la vejez de la lista de causas de defunción en 1948.

Un servidor siempre se ha quedado a punto de cumplir veintitrés años. Antes de hacerlo todavía me esforzaba. Era ya oficial del ejército, licenciado en medicina, y podía patronear legalmente un barco muy lejos de la costa. Sin habérmelo propuesto me doy cuenta de que en cierto modo siempre me he quedado a punto de cumplir veintitrés. Así de simple he sido, sigo siendo. Cuanto más simple sea el organismo, más difícil será aplicarle las definiciones de envejecimiento y de muerte. En el caso de priones y virus incluso es difícil decidir si viven o no.

Hace tiempo que cuando llego a una puerta al mismo tiempo que una jovencita, ella pretende que pase yo primero, incluso me da las gracias cuando la dejo pasar. Debería cambiar de aspecto. El hombre que quiera saber cómo ha cambiado cuando empieza a envejecer, puede consultar en los ojos de una mujer joven a quien se acerque y en el tono en que ella le hable: así aprenderá lo que teme saber… Dura escuela.

Como Valéry, no he retenido lo mejor ni lo peor de las cosas: queda lo que ha podido quedar. Esta aritmética me ahorra el asombro de envejecer. Deberíamos estar agradecidos a la lentitud del proceso de envejecimiento, gracias a la cual podemos olvidar que estamos terminando nuestro paseo por este mundo. “En un día soleado, han salido a dar un paseo… luego los alcanzaremos nosotros” escribe el poeta Rickert en las “Canciones para los niños muertos” inmortalizadas luego por Mahler.

Historias de Paco Sanz ✍️

EL TACTO

Publicado el 22 de marzo de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️
No pude sentir, así que intenté tocar… Vemos más, oímos más; olemos y gustamos más o menos como siempre; pero tocamos menos. De una persona demente se dice a veces que ya no toca. El diccionario dice que tocar es ejercitar el sentido del tacto. El tacto se llama así porque toca (tangere) y tacta (pertractere). Dos son las clases de tacto: una procede del exterior, como cuando nos hieren; otra tiene su origen en el interior mismo del cuerpo, es lo propioceptivo, como un embarazo.

“Cuando el dulce Cazador/ me tiró y dejó herida,/ en los brazos del amor/ mi alma quedó rendida./ Y cobrando nueva vida/ de tal manera he trocado,/ que mi amado es para mí/ y yo soy para mi amado”. Santa Teresa escribía cosas como éstas… Sentirse tocado por Dios hace que lo sintamos dentro.
Ahora que cada vez tocamos menos entre nosotros, entramos en contacto cada vez más con máquinas. Apenas quedan restos de intercambio recíproco de información, sino que son las máquinas las que cada vez más interactúan entre ellas, sirviéndose de nuestras mentes y cuerpos humanos, como una suerte de inconsciente háptico, cuya mediación hacia el mundo de las e-cosas, vendría servida por las manos (o más exactamente, por la punta de los dedos) de cada usuario terminal.

El término “háptico” viene del verbo griego háptomai, que significa “entrar en contacto con”, “tocar”, “agarrar…” La simultaneidad del afectar y ser afectado. Tocar es ser tocado. Sentir es sentirse.   
En las relaciones humanas también tiene el tacto un sentido metafórico. Es algo así como la prudencia para proceder en un asunto delicado. Por ejemplo: hace falta mucho tacto para decir que no, sin herir. Es una especie de más allá de la buena educación. Si entras en un baño y ves una mujer desnuda bañándose, y cierras la puerta diciendo ¡Uy perdón Señora! eso, es buena educación; si dices ¡Uy perdón Señor! eso, es tacto.

Las personas que tenemos la suerte de tratar con gente con mejor educación que la nuestra, tenemos que prodigar el tacto. Ellas me han enseñado, que el ser bueno con aquél a quien no agradas exige no sólo mucha bondad, sino también mucho tacto.

Creo que los animales pueden sentir, yo siento cuando les toco. Las máquinas no. Las máquinas solo saben de «cuanta» no de «qualia». Las propiedades fenoménicas: sentimientos crudos tales como el olor de la menta o el tacto de la piel amada, son rasgos de la experiencia sensorial. También se les llama “qualia”. Todos los organismos sensibles experimentan algún tipo de «qualia». En cuanto a las máquinas, no las poseen; ni siquiera los robots, ni los zombis si es que existen. Las cosas no sensibles sólo poseen y detectan propiedades físicas (o químicas, biológicas, o sociales…)Ahora que estamos más en contacto con máquinas que nunca, me doy cuenta de que en lo de tocar no ayudan gran cosa. Los potenciales de la tecnología con respecto al cuerpo humano, se desarrollan de acuerdo con los siguiente apartados: La visión teleobjetiva, el oído telefónico, el movimiento automático, el tacto telemanipulado, la inteligencia artificial, y la presencia virtual.
 
En amorosas situaciones, el tacto es vital; a ciertas personas las quisiera tocar pero no puedo, son audiovisuales. Aún y así no paro de decirles cosas… Incluso, he llegado pensar que la palabra nace para el amor, y se hace necesaria cuando el tacto es insuficiente.

Historias de Paco Sanz ✍️

REZAR, LLORAR…

Publicado el 5 de mayo de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

He echado de menos dos cosas que una vez sabía hacer y que el tiempo se ha llevado: rezar y llorar. Recuerdo de niño cuando lo hacía, ¡qué sensación de adentrarme en la luz o en la oscuridad conseguía o padecía haciéndolo! Mi compañera cuando va a rezar el rosario con sus amigas, quiero decir a hacer yoga, me dice que me envía vibraciones positivas, antes hubiera rezado por mí. Me acuerdo de las últimas veces que vi humedecerse los ojos de mi hija, pero no a partir de qué momento yo ya no pude llorar más, por mucho que las circunstancias lo propiciaran. El lamento es una forma de comunicarse, el llanto es un asunto privado.

Creo que no se puede sentir intensamente ni alegría ni pena si no se saben hacer esas dos cosas. Creo que alegría como la que sienten los místicos ante la sensación de presencia o de unión con Dios hay pocas. Los que enseñaban a rezar decían: Arrodíllate y reza… y creerás, arrodíllate y creerás que te has arrodillado porque creías, arrodíllate en público y consiguiendo hacer creer que crees creerás que crees, arrodíllate y de este modo harás que alguien crea. Arrodíllate, actúa como si creyeras, y ya no tendrás que creerte a ti mismo, tu creencia existe objetivada en el acto de rezar. Para rezar hay que saber humillarse lo suficiente.

Vivir es exagerar, creo que el poder experimentar alegría o tristeza con intensidad ayuda a dar relieve a la vida. Sin embargo para llorar o rezar con querer no basta. Jorge Manrique que vivió más de cerca la Reconquista sabía de la bondad del saber rezar o llorar: “El vivir que es perdurable/ no se gana con estados/ mundanales,/ ni con vida delectable/ donde moran los pecados/ infernales;/ mas los buenos religiosos/ gánanlo con oraciones/ y con lloros,/ los caballeros famosos/ con trabajos y aflicciones/ contra moros”.

Supongo que empecé a darme cuenta de que más que endurecerme me estaba secando por dentro, al darme cuenta de que no era capaz de llorar en los funerales de mis padres y amigos, y ver como además de las mujeres que vivieron cerca de ellos, mis primos y amigos lo hacían.

No creo que cuando me muera llore nadie, claro. Y es que me he hecho muy mayor. He visto que en los funerales cuanto más años tiene el muerto menos se llora. Y eso que llorar es lo primero que hacemos, que al venir al mundo uno llora y los demás se alegran; es necesario morir riendo y que los demás lloren. Y durante la vida no hay más que un signo que testimonie que se ha comprendido todo: llorar sin motivo. A veces me he sorprendido de verla llorar leyendo: ¿Por qué lloras, si todo en este libro es de mentira? Lo sé, me dice. Pero lo que yo siento es de verdad.

Un día que Honoré de Balzac se encontraba escribiendo en su estudio, un amigo entró sin avisar. Al notar su presencia, se dio la vuelta y se puso en pie de un respingo. Muy exaltado, se le acercó. Lo agarró del brazo y, con lágrimas en los ojos, exclamó: «¡Qué horror! La duquesa de Langeais ha muerto». El amigo, que conocía bien la alta sociedad parisina, se quedó perplejo. Nunca había oído hablar de tal dama. Tras observarlo detenidamente, Balzac reparó desconcertado en su propia confusión. La duquesa no existía, era la protagonista de la novela en la que estaba trabajando y, justo en ese instante, él mismo acababa de darle muerte con su pluma sobre el papel.

Historias de Paco Sanz ✍️

NO HACER NADA

Publicado el 21 de febrero de2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

A los vagos lo del zazen nos va. Nadie lo practica con más convencimiento que nosotros. ¿Qué es lo más fácil de hacer? Nada. ¡Hagámoslo pues! Es la mejor definición que puedo proponer de lo del zazen, en todo caso la más corta: “¡No hacer nada, pero a fondo!” La primera regla es la inmovilidad estricta. ¿De pie? demasiado incómodo. ¿Tumbados? nos arriesgaríamos a dormirnos. Por lo tanto sentados… No hace falta encender artefacto alguno para que grandes sueños de acción me inmovilicen en un sillón.

A veces pienso que en nuestra sociedad líquida, si uno no puede disminuir la densidad del medio que le rodea, lo único que cabe es crecer. Repensar la escala. A pequeña escala la viscosidad es importante, el agua es como melaza. A mayor escala lo que cuenta es la inercia. Los físicos hablan del contraste entre un número de Reynolds alto o bajo. El caso es que en una criatura pequeña, un apéndice movible acabado en “setas” (pelos) se convierte en remo, en un órgano de propulsión. En una criatura mayor el mismo apéndice simplemente hace circular el agua mientras el animal se mantiene inmóvil y se convierte en un órgano para la filtración.

Pasar de defender el derecho a la pereza al de la inmovilidad. Extremar lo místico para acabar en la necesidad de Dios. Porque hay que permanecer inmóvil para unirse a lo que se desea, si a uno no se le acerca ni hay manera de acercarse. Uno ve a Dios así: no podemos acercarnos. La distancia es el alma de todo lo bello.

Para entrenarse en lo del zazen, en lo de estar sentado sin hacer nada, lo mejor es aprender a aburrirse como Dios manda. Hay que tomarse el aburrimiento con sentido deportivo. Entenderlo como un ejercicio de valor, de libertad. Aprender a dejar pasar las horas, de vez en cuando, sin sentirse mal frente al vacío. Éste no sería un aburrimiento en sentido etimológico (abhorrere, significa horrorizarse), sino un encuentro amistoso con uno mismo, o incluso compartido, durante el que se disfruta de la compañía de alguien sin hacer nada. Entre este aburrimiento tan grato y la acedia monacal hay, desde luego, un abismo.

Porque la segunda condición, para hacer del hacer nada una profesión, es no permitir que la tristeza entre en tu vida por esa puerta de atrás desde la que suele acometer, a los que no hacen nada en un mundo de ocupados compulsivos. Porque, a ver, ¿qué perseguimos cuando nos entregamos al acto, cuando hacemos alguna cosa? Sin duda aliviarnos de esa enfermedad, de ese incordio que representa la conciencia. Algo, que para los ocupados es sólo una pequeña molestia que incordia de vez en cuando. En el trabajo el ser humano se olvida de sí mismo, lo cual, sin embargo, no produce en él una dulce ingenuidad, sino un estado próximo a la imbecilidad.

Más que ser felices, los seres humanos queremos estar ocupados. Todo el que nos procura ocupación es, por tanto, un bienhechor. ¡La huida del aburrimiento…! En Oriente la sabiduría se acomoda al aburrimiento; hazaña, que a los europeos les resulta tan difícil que sospechan que la sabiduría es imposible. Se acusaba antaño a Galba de vivir ociosamente, y él respondió que los hombres deben dar razones de sus actividades, no de su inactividad.

Esta tarde paseando cerca el muelle he visto mi “no hacer nada con mi vida” reflejado en los veleros amarrados. Esos bellos y grandes navíos, imperceptiblemente balanceados sobre aguas tranquilas, esos mástiles desocupados y nostálgicos, ¿no nos dicen en una lengua muda: cuándo partimos hacia la felicidad…? Creo que como yo, se sienten perfectamente en el puerto. Sin tener hacer nada más que seguir flotando.

Todos los animales empezamos flotando. El embrión, es lo que distingue a animales y plantas de los otros tres reinos; la blástula, lo que distingue al animal de la planta. Un embrión vegetal es una masa sólida dentro del tejido materno; un embrión animal es una bola hueca de células que suele flotar en el agua. En fin, mientras estoy sentado permitiéndome no pensar en nada, noto en el ambiente de la tarde, que flota ese aroma de ausencia, que dice al alma luminosa: nunca; y al corazón: espera…

Historias de Paco Sanz ✍️

Hispanidad idiomática

Publicado el 11 de octubre de 2021.

Historias de Salvador Juan Vallone

Me inclino ante el ingenio, la sátira, el humor, la inteligencia, la sensibilidad, y la palabra.

Gracias una vez más. Una obra maestra.

Y vosotros disfrutad malditos, disfrutad leyendo…🤔

…….

NOVEDADES EN MATERIA IDIOMÁTICA

La Real Academia de la Lengua dará a conocer próximamente una reforma de la ortografía española. Se trata de un plan quinquenal que entrará en vigor en forma paulatina, para evitar confusiones. Su aplicación tornará más simple el castellano de todos los días, pondrá fin a los problemas ortográficos que suelen tender trampas a boxeadores, economistas, ingenieros y arquitectos, y logrará que nos entendamos de manera universal quienes hablamos esta noble lengua.


De acuerdo con lo trascendido hasta el momento, la reforma se introducirá en las siguientes cinco etapas anuales:

1) Supresión de las diferencias entre ‘c’, ‘s’, ‘z’ y ‘k’.

Komo despegue del plan, todo sonido parecido al de la ‘k’ será asumido por esta letra.

En adelante, pues, se escribirá «kasa», «keso», «kijote». También se simplifikará el sonido de ‘s’ en este úniko signo; kon lo kual sobrarán la ‘c’ y la ‘z’: «El sapato de Sesilia será siempre asul».

Desapareserá la ‘doble c’ y será reemplasada por ‘x’: «Tuve un axidente en la Avenida Oxidental». Grasias a esta modifikasión, los hispanohablantes no tendrán ventajas ortográfikas por su extraña pronunsiasión de siertas letras.

2) Se funden la ‘b’ kon la ‘v’, así komo la ‘y’ kon la ‘ll’.

No existe diferensia alguna entre entre el sonido de la ‘b’ larga y la ‘v’ chikita; por lo kual a partir del segundo año desapareserá la ‘v’, y beremos kómo bastará kon la ‘b’, para que bibamos felises y kontentos.

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Pasa lo mismo kon la ‘y’ y la ‘ll’. Sobra la ‘ll’… Todo se eskribirá con ‘y’: «Yébeme de paseo a Sebiya, señor Biyar».

Esta integrasión probokará agradesimiento general de kienes hablan kastellano, desde Benesuela hasta Bolivia… Toda ‘b’ será de «baka»; toda ‘b’ será de «burro».

3) ‘R’ es «erre»; fuera la ‘h’; fusión de ‘g’ y ‘j’.

A partir del terser año, y para mayor konsistensia, todo sonido de ‘erre’ se eskribirá con ‘rr’: «Rroberto me rregaló un rramo de flores».

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Asimismo, la ‘h’, kuya presensia es fantasmal en nuestra lengua, será eliminada… Nuestros ijos ya no tendrán ke pensar kómo se eskribe «sanaoria», y se akabarán esas komplikadas y umiyantes distinsiones entre «echo» y «hecho». Ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en semejante kuestión ke nos tenía artos… Tampoko en la diferensia entre la ‘g’ y la ‘j’… ke muchas beses suenan igual. Todo irá kon ‘j’: «El jeneral jestionó la jerensia». Sin duda, esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos kon más rregularidad y más rrápido rritmo.

4) Abolisión de tildes; muerte a konsonantes finales.

Horrible kalamidad del kastellano son, en general, las tildes o asentos gráfikos… Esta sankadiya kotidiana jenerara una axion desisiva en la rreforma. Aremos komo el ingles, que se a impuesto internasionalmente sin tildes. Kedaran ellas kanseladas desde el kuarto año, y abran de ser el sentido komun y la intelijensia kayejera los ke digan a ke se rrefiere kada vokablo. Berbigrasia: «¡Komo komo!».

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Tambien seran proibidas siertas konsonantes finales ke incomodan, y poko ayudan al siudadano komun. Se dira: «¿Ke ora es en tu relo?», «As un ueko en la pare» y «La mita de los aorros son de eya».

5) Eliminasion de la d interbokalika del partisipio pasao y kanselasion de artikulos.

El uso a impuesto ya ke no se diga «bailado», «nacido» y «venido», sino «bailao», «nasio» y «venio». Kabisbajos, aseptaremos esta kostumbre bulgar, ya ke al fin y al kabo, es el pueblo yano el ke manda.

Desde el kinto año kedaran suprimidas esas ‘des’ interbokalikas ke la jente no pronunsia. Ademas, y konsiderando ke el latin no tenia artikulos, y ke nosotros no debemos inbentar kosas que nuestro padre latin rechasaba, kastellano karesera de artikulos… Sera poko enrredao en prinsipio, y ablaremos komo futbolistas yugoslabos; pero después, niños y niñas de kolegios beran ke tareas eskolares resultan mas fasiles.

face-8685_960_720Profesores terminaran benerando akademikos ke an desidio aser rreformas klabe para ke seres umanos ke bibimos en nasiones hispanohablantes gosemos berdaderamente del idioma de Serbantes y Kebedo.

Eso si: nunka aseptaremos ke potensias estranjeras token kabeyos de letra ‘ñ’. ‘Ñ’ rrepresenta balores mas elebaos de tradision kultural ispanica, y primero kaeremos kadaberes antes ke aseptar bejamenes, a simbolo ke a sio korazon bibificante de istoria kasteyana.

Identida kultural no se bende ni alkila.

Salvador Juan Vallone

……..🤣😄

Maravilla de letras hispanas mezcladas con ingenio… Don Salvador Juan Vallone, me ha permitido publicar aquí esta prueba de amor por el verbo español, sea cual sea el sitio donde se haya escrito… Viva lo Hispano, lo español, lo nuestro.

Este hombre es mi hermano a no sé cuantos miles de kilómetros de mi casa; pero lo es, sólo porque me habla y le entiendo, y le admiro… Ésa y no otra es nuestra ventaja: la palabra.

…eeen fin.

¡¡ VIVA LA HISPANIDAD…!!

Historias de Salvador Juan Vallone

MÁQUINAS Y MASCOTAS

Publicado el 20 de enero de 2021.

Historias de Paco Sanz ✍️

Busco pasearme por lugares socialmente distanciados para poderlo hacer sin mascarilla. La mayoría de la gente con la que me cruzo llevan perros, estamos tan lejos de la civilización que hasta pueden dejarlos sueltos, y según por dónde, acaban dejando lo que sueltan porque no hace falta ir a recogerlo.

Pienso en los animales que han estado a mi cargo, en las mascotas de mis hijos, en los animales del laboratorio cuando en ellos trabajaba, en las corridas de toros, en los rebaños de corderos en las tierras altas, en las condiciones de las granjas, en el pez que está ahora al lado de la pantalla… y en los que me he comido. En el agapornis de mi hija, en el loro de mi cuñado, en los perros de cuando vivía en el campo, en el porche en el que dejaba restos de comida y en el que llegué a contar hasta diecisiete gatos.

Pero vínculos serios sólo los he establecido con un perro, un mastín de cincuenta kilos que vigilaba a mi hija pequeña, con un gato atigrado que estaba encima de la mesa mientras escribía y que a veces dormía la siesta conmigo, y sobre todo con un caballo no muy grande, con el que durante tres años estuve “saliendo”. Humo, Ahora, y Hombrecito. Me “conocían…” El primero se murió delante mío atragantado con un hueso, al segundo lo mató un perro, y a Hombrecito no me lo pude llevar cuando me fui a vivir a la gran ciudad.

He sentido la moto, el barco de vela, la bici, como extensiones de mi cuerpo, pero lo del caballo es una forma de prolongarse, de fundirse con un ser vivo de otra especie muy particular. Supongo que lo de poner tu vida en sus manos debe ayudar a eso. Y lo de moverse, bailar a la vez, también.

La convivencia, las relaciones con los animales cuando uno ya no puede vivir en el campo, son necesariamente perversas. El recoger la cacas de los perros por la calle lo recuerda. El no ser vegano, o al menos el no ser animalista en la ciudad, es algo que hago a contracorazón. Los especistas me cargan, no son tan nefastos como los racistas, los machistas o los fascistas, claro, pero no dejan de ser también bastante despiadados.

La credibilidad de los animalistas aumentaría, si se aplicaran con más determinación por lograr que se protejan y promocionen los derechos humanos, más que en de defender los de las bestias. Que la necesidad de hilar más fino en lo del cuidado de las bestias, fuera una especie de consecuencia de hacerlo con el cuidado de las personas. No al revés, es decir, en la necesidad de cuidar a los seres humanos con el cuidado que les debemos a las bestias.

La cuestión no es: ¿Pueden razonar? Ni tampoco: ¿Pueden hablar? Sino: ¿Pueden sentir el sufrimiento? Y quien dice sufrimiento dice también placer o bienestar, a fin de que el común denominador de las buenas bestias no tenga un aire tan triste.

Ahora, que el transhumanismo me apunta, ya no me pregunto si las máquinas serán o no más inteligentes que nosotros, pero creo que no podrán sufrir. Y es que no serán tan bestias. Al menos mientras nosotros no podamos alimentarnos de kilovatios, y ellas no puedan ingerir kilocalorías alimenticias para seguir funcionando o multiplicándose, no me dan ninguna pena. Algo de miedo, lo que harán con nosotros, sí, claro.

Historias de Paco Sanz ✍️

EL ALCOHOL Y EL NACIONALISMO

Publicado el 17 de septiembre de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Millones de años atrás, termitas y hormigas empezaron a la vez a colocarse con productos fermentados por levaduras y a socializarse y pastorear. También muy atrás en la historia de los primates, la alcohol deshidrogenasa cambió, e hizo posible que el alcohol no matara a los que se bebían la miel que había fermentado. Los hombres saltamos de cazadores-recolectores a agricultores-ganaderos, casi al mismo tiempo que empezamos a gustar más de la miel fementada que de la miel sin más. El aguamiel, es seguramente la primera bebida alcohólica.

Tiene más calorías que la miel, y se puede metabolizar hasta llegar al ATP. El alcohol se convierte en acetaldehido por la acción de la alcohol deshidrogenasa. El acetaldehido deviene en acetato. En las personas sensibles al alcohol, la velocidad de catálisis del acetaldehido sólo funciona con concentraciones muy altas del mismo, por lo que la ingesta de alcohol les afecta más. Además también hay diferencias de la alcohol deshidrogenasa inherentes al sexo. Con el alcohol, cuanto mayor la concentración más rápida la absorción. Y cuanta más grasa, más se retarda su eliminación.

Me he hartado de decirles a pacientes y amigos que el alcohol es malo a cualquier dosis. Que eso de que un poco de vino en las comidas es bueno para la salud es un cuento, chino iba a decir. Pues como lo del virus, no sé si es chino o no, pero menudo cuento. Lo de que la gente joven prefiera beber para socializar, me lleva a pensar en los monos rebuscando miel fermentada en los huecos de los árboles. «En la embriaguez del éxtasis nos encaramamos en el carruaje de los vientos…» según dice el Rig-Veda.

No puedo predicar con el ejemplo, claro. Pero por eso no puedo hablar tan mal de lo de alterar la conciencia metiéndonos venenos en el cuerpo. Cuando empezaban a a hacer soplar a los conductores, mis hijos me regalaron un alcoholímetro. Cuando la reunión de amigos en la bodega se había acabado, medíamos el alcohol en sangre de los que parecía que podían conducir para llegar al pueblo de al lado, y el que tenía menos, conducía. La broma de que había que estar francamente bebido para dejar conducir a según quién, normalmente a alguna señora con más sentido común que los demás no solía hacerle ninguna gracia.

El imperio que el alcohol ejerce sobre la humanidad, se debe a que puede estimular facultades generalmente trituradas por los fríos hechos y las críticas descarnadas. La sobriedad reduce, discrimina y dice no; la embriaguez expande, une y dice sí. Del mismo modo que el café estimula la racionalidad y el individualismo, el alcohol estimula las virtudes proletarias de colectividad y solidaridad.

El alcoholismo tampoco tiene maldita la gracia, como no la tiene el nacionalismo. El nacionalismo se nutre de esos seres medio cultos, sensibles pero elaboradamente tontos, que tienen presbicia intelectual y no ven jamás lo obvio, sólo lo remoto y traído por los pelos… Carecen de sentido común. La identidad nacionalista es para la mente como el alcohol barato: primero te emborracha, luego te ciega, y al final, te mata.

Historias de Paco Sanz ✍️

COSAS QUE HARÍAS SIN COBRAR

Publicado el 21 de febrero de 2021.

Volver a criar a tus propios hijos, ser capaz de dibujar cualquier cosa en blanco y negro y leer y follar constantemente, creo que serían lo más de lo más… Escuchar música de jazz y conducir o viajar, me llevan gratis siempre a otros sitios. Pero andar el camino de Santiago y escribir, cocinar y enamorarme a diario es justo lo que hay… ¡Y oye, muy a gusto…!

¡Ah, y el cine…! Ver cine; que no se me olvide el cine.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

PICARDÍAS…

Publicado el 20 de febrero de 2021.

A José Antonio Ruiz Puig, nuestro Pancho…💕

Sólo queríamos aventura, lo juro; éramos tan jóvenes; tendríamos doce o trece años poco más o menos. Vivíamos todos cerca, vecinos casi de la misma manzana; y éramos también como familia, como primos segundos; miembros de la misma tribu: mi Primo y el Grillo, el Pancho, el Gitano y yo.

Estábamos los cinco digamos que estudiando en mi casa aquella tarde, cuando los pollos del gallinero empezaron a chillar espantados, como locos… En aquella época eran frecuentes los gatos famélicos y asilvestrados, especializados, en dar caza a los animales domésticos que la gente criaba en sus casas. Y por eso, se ve que se nos ocurrió subir a la terraza de mi casa para ver qué coño pasaba con los pollos y con los gatos; también para descansar un rato de los libros; y seguro que también para ver qué tal se veía el mundo desde lo alto de los tejados…

Todo empezó como el juego de a ver quién la tiene más grande… ¿A ver, quién tiene los huevos de llegar más lejos andando por los tejados…? Me hice yo el chulico primero cuando, ya desde el tejado, me asomé al patio de mi vecino y le vi durmiendo la siesta a pierna suelta, con la boca abierta de par en par, y con sus más de ciento cuarenta kilos acostados bocarriba en el suelo y a la sombra de su morera. ¡Qué risa, qué animal, cómo roncaba…!

Luego, le tocó al Pancho…

Con la agilidad de un mico saltó el muro del linde y también como tal, echó rápidamente a andar en cuclillas sobre los tejados hasta que lo perdimos de vista cuando pasó a la otra casa… Tardó un poco en volver, y lo hizo como traspuesto, excitado, extasiado. Casi con los ojos en blanco y cachondo como era él, sudando un poco y diría que como relamiéndose, nos contó que había visto a mi vecina desnuda.

Desnuuuda… 🙄😳

— Le he visto hasta las tetas… Dijo.

De verdad, que vino como descompuesto y claro, aquéllo fue algo irresistible. A toda prisa fuimos a ver en tromba pero a hurtadillas cómo la moza se lavaba desnuda en el patio de su casa, con aquel derroche de carne jabón y palangana. Toallas húmedas, bragas y sostenes usados esparcidos por ahí; ruido de agua, olor a limpio… Sensualidad pura.

En aquella época, si veías aunque sólo fuera unas bragas colgadas secándose en una cuerda de tender ya te ponías ido… pues imagínate. Y claro, nos dio por estudiar muchísimo juntos durante aquel curso.

¡Qué cosas…! 🤣😂

A José Antonio Ruiz Puig, nuestro Pancho…💕

El principal mecánico de mi millón y pico de kilómetros… Álguien, que tenía la virtud de hacerte sentir especial sólo porque estabas a su lado… Los habrá iguales pero mejores no. Adiós, amigo…💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……

EL PARTO

Publicado el 7 de febrero de 2021.

Como le interesaban tanto lo de las energías, lo del yoga, el karma, y eso de los chacras y el despertar del tercer ojo, le pregunté ¿que si entendiéramos la vida como una sucesión de ese tipo intercambios energéticos, cuál, diría que es el acto más energético que podríamos experimentar…?

Tardó un poco en responderme que hacer el amor; vamos, que follar. Que estar dentro de o tener dentro a alguien. Porque sin duda es un acto aquél, en el que se intercambian multitud de energías humanas y de fluidos esenciales para la vida, y tal.

Yo le dije, que seguramente lo más energético que hay en este mundo es hacer explotar una bomba atómica; o tal vez parir… Pero, porque no debe haber forma más energética de sentir dentro a alguien o sentirse dentro de alguien, que pariendo o naciendo. Ese empujar de una misma y desde dentro; desde tus propias entrañas, sin remedio y sin siquiera punto de apoyo. Esa condena a parir o a morir, a salir o a matar. Esa hemorragia de vida. Todo ese mal trago. Todo, sólo por tener o ser un hijo. Energía pura: pura bomba atómica.

Recuerdo abrir la puerta del paritorio del hospital con verdadero terror, y ver de repente a aquella parturienta sudando encendida y congestionada, retorcida, gritando a no sé quién y mirando a no sé dónde, éso de: «¡Que salgas de aquí…! ¡Que te vayas…! ¡Que me dejes…!»

Estaba como fuera de sí. ¿Y yo qué sabía…? No sabía, ni dónde meterme en medio de tanto grito de las al menos cuatro o cinco hembras pariendo en aquella sala. Los dolores de verdad ya habían empezado. Rotas las aguas las contracciones aumentaban, la tensión me espantaba. Ya, de parto… El dolor en todas sus formas siempre me había aterrado, superado.

Estaba a su derecha cagado de miedo agarrándole la mano, cuando los ojos de la matrona emergieron por encima de aquel monte de Venus que ya paría, para urgirme a que fuera corriendo a cortar el cordón umbilical.

«¡Vamos, ven, ahora…! ¡Ya está aquí…!»

¿Pero cómo coño iba yo cortar semejante cosa. Yo, que me mareo siquiera al pincharme cortando una rosa…?

«Deja deja, córtalo tú…» le dije en un puro mareo. Casi que me caigo al suelo en redondo. ¡Qué nervios! Entre gritos nacemos… Y yo, como un pollo sin cabeza, blanco como el papel, y enredando por allí en medio.

Me la dejaron echada como ahí; como en el mostrador de una tienda. Solita. Recién lavada eso sí, pero como desamparada y envuelta ella, tan solo en una ligera muselina también de color hospital verde claro. Como si me la hubiesen dejado en un dispensario cualquiera, a la espera de que alguien viniera y se me la llevara. Y claro, no me separé de ella ni un solo segundo.

Recuerdo a mi derecha a un tipo como desagradable, con gorro, mascarilla y bata verde como yo; luego, supe que era el doctor jefe de maternidad del hospital. No paraba de mirarme de soslayo aquel tipo, ni de enumerar un sin fin de detalles médicos varios e incidencias técnicas del parto; luego, supe que estaba dictando los detalles del certificado de nacimiento. Cuando ya llevaba descritos muchos detalles de aquéllos, se paró extrañado; me miró ahora fijamente, y me dijo el desagradable «que qué coño hacia yo que no estaba tomando notas…»

¿Noootas…? Pa’tomar notas estaba yo.

¡Ufff qué nervios…!

Sosteniéndole la mirada y muy sorprendido por lo maleducado de su pregunta, le respondí algo retador que ¿qué coño noootas…? No se había percatado el doctor de que yo era el padre… Como de puro nervioso no me estaba quieto por ahí, me confundió con el enfermero encargado de rellenar el formulario certificando el nacimiento.

¡Ufff qué nervios…!

Entonces, los ojos de matrona con mascarilla abandonaron por un momento la episiotomía en la que estaban, y volvieron a emerger de aquel mismo monte de Venus ahora ya parido, para decirme casi encanada de la risa «que dejara ya de enredar por ahí, que me portara bien y me estuviera tranquiliiico… Y que ya, faltaba poco para que todos saliéramos de allí…» Hasta la madre recién parida empezó a reírse de lo chocante de la situación.

Y no te digo nada, cuando pretendieron subir a mi pequeña a la planta de neonatos sin que yo la acompañara. Una enfermera me dijo sin más que me apartase, que iban a subirla… Yo le dije que «nanai, que lo que había en esa incubadora era mío; y que tenía que acompañarla sí o sí para saber dónde me la dejaban, no fuera a ser que por error me la cambiasen por otra…»

Aquella enfermera bufaba con la prisa de los partos, e insistía: «que no dijera tonterías y que no podía subir y punto. Que entendiera que estaba prohibido; que esto era un hospital y que eran las normas, y tal…»

Y yo, cabezón y tajante la intimidé, cuando acercándome a su cara mirándola fijamente y ya con mala ostia, le dije implacable aquéllo de: que «era ella la que no lo había entendido… Que yo era el padre» y que me daba todo igual porque iba a subir a planta con mi hija sí o sí, se pusiera ella como quiera que se pusiese.

Y al final claro, subí con mi hija y ella.

…eeen fin. Gracias por leerme… 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

CARTAS DESDE UN BAR

Publicado el 10 de enero de 2021

Historias de Paco Sanz ✍️

Hace años que escribo cartas. Lo hacía antes de que llegaran los ordenadores y aun conservo cartas que escribieron mis padres y abuelos. Los charlatanes escribiendo somos menos aburridos; con no leer la carta no hay siquiera que contestarla. Hace tiempo mis hijos me pidieron que si quería, si tenía que escribir, que me limitara a hacerlo sobre cosas que me pasan; que sobre las cosas que pasan bastante se escribe ya, y que por supuesto que de lo que me pasa por la cabeza no hacía falta que dijera nada. Un sacrificio desde luego, porque no me pasa nada, pero por la cabeza no paran de pasarme cosas.

En fin: “Antes me querías/ ahora no me quieres./ ¡Qué cosas más raras pasan en el mundo/ sin que uno se entere!” Me consuelo pensando que más que buenas cartas por escribir, tengo por delante buenos libros por leer. Una buena carta habla de quién la escribe, un buen libro del lector. El papel de los humanismos ha sido siempre el de “domesticar” a los seres humanos mediante la lectura, haciendo que dominen sus instintos “bestiales”, pero creando unos privilegiados, que se escriben unos a otros extensas cartas bajo la forma de libros…

Cuando al escribir a mis hijos me enrollo como una persiana, recuerdo a veces las disculpas que pedía Unamuno a un amigo al que había enviado una extensa carta: “Si me he extendido tanto al escribirte, ha sido porque no he tenido tiempo” Para escribir bien, supongo… Labore di porre, trabajo de pintor, que va añadiendo cosas. Labore di levare, escultor, que va quitando cosas. Leonardo sea con nosotros.

Antes para escribir cartas uno tenía que hacer buena letra, pensar en expresarse con claridad venía en segundo lugar. Hacerlo, era una especie de cortesía al cuadrado; al menos si uno cree que la cortesía del filósofo es expresarse con claridad, como Ortega dejó escrito no sé dónde.

En Montecasino, Alberico escribió en el siglo XI el Breviario de Dictamine, en el que establece las cinco partes constitutivas de una carta: salutatio, captatio benevolentiae, narratio, petitio y conclusio. La facilidad de escribir cartas tiene que haber traído al mundo -considerado desde un punto de vista exclusivamente teórico- una terrible perturbación de las almas.

¡A quién se le ocurrió que la gente pueda mantener relaciones por correspondencia…! Uno puede pensar en una persona ausente y puede tocar a una presente, todo lo demás supera las fuerzas humanas. Los besos escritos no llegan a destino, son bebidos por los fantasmas en el camino, y esa abundante alimentación hace que los fantasmas se multipliquen en forma desmesurada.

San Francisco pensaba que eso de escribir cartas sin saber quién lo leería no estaba bien; sólo escribía a sus amigos. Nietzsche, que aquél que conoce al lector ya nada hace por el lector. Deleuze, que escribir era cartografiar. Algunos escriben bien porque piensan que Dios les ve… Cuando escribo a mis hijos, pienso que sería peor si tuvieran que aguantarme.

Y aquí estoy, como en un bar, enrollándome con desconocidos. Gertrude Stein sostenía que uno escribe para si mismo y para los desconocidos; una magnífica reflexión que yo extendería a un apotegma paralelo: uno lee para si mismo y para los desconocidos.

Historias de Paco Sanz ✍️

AMIGOS DEL COLEGIO…

Publicado el 9 de enero de 2020.

Quiero al Rovira algo así como a un hermano porque nuestros apellidos casi consecutivos por orden alfabético, hicieron que casi siempre estuviéramos sentados en el mismo pupitre, durante años y años. Él era zurdo, y siempre jugábamos a éso de darnos porsaco sentándonos él a la derecha y yo a la izquierda del pupitre: nos divertíamos estorbándonos al escribir.

Como los seres humanos nos formamos como tales -o nos forman- de niños, la infancia es indudable que marca el resto de nuestras vidas de forma indeleble. Por ello, no sé si me pasa a mí solo éso de tenerles tanto y tan especial cariño a mis viejos amigos, a aquéllos compañeros y colegas de infancia, de colegio, de juventud… Tengo la teoría de que querámoslo o no, las personas de las que sabemos ciertos secretos están más cerca de nosotros; que nos unen con ellas saberes íntimos de índole tan personal que es un tesoro saberlos.

Y yo, os advierto que tengo el tesoro de saber algunos secretos vuestros, nuestros… Recuerda, cómo eran de frías nuestras antiguas escuelas; de qué era aquel bocadillo preferido que te ponía tu madre para almorzar; si jugabas bien al fútbol o eras un fardo como yo, y quién se duchaba luego en los vestuarios y quién no; los que ligaban más, quiénes no ligaban tanto, y los que no ligábamos nunca… Yo me acuerdo del gesto del llanto en tu cara cuando te lisiaste la rodilla en aquel golpe en bicicleta; de si tenías mal perder pero eras un buen chico; o de si eras un malqueda pero porque te daban miedo las chicas.

Sé de ti y tú de mí secretos de compañero tan entrañables, que también sé que nos unirán un poco para siempre. Sé si eras de los listos, de los revoltosos o de los empollones; si te comías los mocos, las uñas, las dos cosas o ninguna; y sé si eras valiente, solo tímido, o llorón… Todavía me acuerdo de la música que te gustaba, de muchos de los conciertos a los que fuimos y de si eras viciosillo, solo bailaorico, o las dos cosas.

Y sé si eras un genio, que también los hay entre nosotros, mira Daniel García.

Os quiero. Mucho.

💞

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Cumpleaños

Publicado el 22 de agosto de 2020.

Que cuántos cumplo, me preguntan. ¡Pues coño, uno…!

Cumplo uno, los otros cincuenta y tres ya los tenía. Otra cuestión es cuántos tengo o si realmente los tengo, o si los tenía; si realmente los tuve, o si viviendo los he perdido, los he quemado, fundido o gastado, acaso dilapidado; o si quizás, los he aprovechado… Finalmente, la última controversia es, cuál, es en verdad mi edad.

Y como es precisamente el tiempo transcurrido en experiencias vitales, lo que en verdad nos marca realmente los anhelos, me siento todavía diríase que con el mismo tiempo que yo tenía justo, en el momento justo que asistí al tiempo justo que duró el parto de mi segunda hija. ¡Uffff…! ¡Vaya momento, llegué justo a tiempo y vaya experiencia tan vital…! ¡Qué ganas de vivir…!

Y sí, yo soy aquél, mentalmente aún soy aquél. Algunas cosas ya no funcionan de igual modo pero en el fondo yo soy el mismo: aquél, incluso algo más mañaco; como que aún más niño. ¡El tonto de mí…! Pero bueno, como en este juego mental de tontos te puedes plantar cuando quieras yo me planto en la época aquélla. Me quedo, en aquéllos los años de la potencia de fuego y del vigor máximo, y de la mente abierta también al máximo a golpes de experiencias. Luego, la vida, ya me la pondría dura, o no.

…eeen fin.

¿Que cuántos cumplo…? ¿Yo qué sé…? Siempre he necesitado que me llevasen las cuentas…

Sabéis que os quiero 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

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EL SUEÑO

Publicado el 29 de noviembre de 2020.

Historias de Paco Sanz

Dormir bien es como cagar bien, claves para envejecer bien. La primera queja que reportan los geriatras: el estreñimiento; la segunda, el insomnio. De que se nos vaya la cabeza suelen quejarse los demás. Mi filósofo de cabecera dice que es difícil dormir bien, que para ello hay que estar bien despierto todo el día. El gaucho lo tiene más claro: “Cada vez que considero/ que me tengo que morir/ tiendo mi capa en el suelo/ y me «jarto» de dormir”.

Cuando era niño iba a la iglesia, de joven fui al mar. De niño dormía bien, pero tuve que hacerme a la mar para poder entender lo de rezar. De mayor leí: “Quien no sabe rezar debe ir al mar/ y quien no sabe dormir a la iglesia debe ir”. En mi caso fue exactamente así. No me he atrevido a decirle nunca a un paciente que rece para dormir, la religión y la medicina deben guardar las apariencias, y mi alegre travesura no da para tanto. Aunque bien recuerdo una oración de Unamuno: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,/ misterioso hogar,/ dormiré allí, pues vengo deshecho,/ del duro bregar”.

En los sin techo puede observarse como la necesidad de espacio para dormir se acerca al mínimo; una caja de cartón sobre la cabeza puede valer para señalar la demanda de espacio del durmiente. Del más famoso de los sin techo se ha transmitido ese dicho: “Los zorros tienen cuevas y los pájaros del cielo tienen nidos: pero el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. ¿Qué significa esto? Quien es sostenido por una hiperinmunidad esférica (et non sum solus, quia pater mecum est) no estoy solo porque mi Padre está conmigo; no exige un lecho propio, pero sí un cobertor paradisíaco.

Para conciliar el sueño a veces hay que tomar pastillas, más veces de lo que quisiéramos confesar, los efectos secundarios de las pastillas para dormir son menores que los de no dormir, eso no se lo puedo contar a los que duermen bien, aunque es algo que no cuesta mucho venderle a los insomnes. Un insomne es alguien que toma somníferos. Que depende de ellos para dormir.

También ayuda a dormir bien el olvidar bien. O al menos el tener esperanzas. Una vez leí de un experimento, en el que los participantes que completaron una lista de quehaceres pendientes antes de acostarse, conciliaban el sueño, de media, 16 minutos después de apagar la luz. En cambio los que se quedaron pensando en el pasado, necesitaron de promedio, 25 minutos para dormirse. Cuanto más específica y extensa era la lista de actividades por efectuar, antes cerraban los ojos los voluntarios.

La más temprana experiencia humana es la carencia. Carencia de oxígeno, que ciertamente activa el mecanismo respiratorio, pero no sin un sentimiento de asfixia. La segunda sumirse en el olvido: dormir por vez primera, como todas las venideras, es “regresión al estadío de mágica omnipotencia alucinatoria en el cuerpo de la madre”. Dormir es sucedáneo de prenatalidad. Cada uno se defiende, con sus sueños de “nacer” a un mundo de deseos imposibles de cumplir: se defiende de despertar. Dígase lo que se diga, el instante más feliz de las personas felices es el de dormirse, y el más infeliz de las personas desgraciadas, el de despertarse.

El sueño es como un segundo apartamento que tuviéramos, y al que fuéramos a dormir, abandonando el nuestro. En una poesía que Juan Ramón dedicaba al agua soñada, recuerdo mi dormir cuando navegaba: “El dormir es como un puente/ que va del hoy a mañana./ Por debajo, como un sueño,/ pasa el agua”.

Por volver al de la cabeza de pólvora, al poder anfetamínico de su retórica:”¿Qué hacer para estimularse cuando uno está disgustado y fatigado de si? Uno recomienda la tabla de juego, el otro el cristianismo, un tercero la electricidad. Pero lo mejor querido melancólico, sigue siendo: dormir mucho, en sentido propio y en sentido figurado. ¡Así se reencontrará la mañana! El punto de apoyo en el arte de vivir consiste en intercalar en el buen momento el sueño bajo todas sus formas”.

Historias de Paco Sanz

Mariola…

¡Qué bien lo hemos pasado una vez más Mi Señora y yo en el Camping…! Es un lugar de ésos cuasi paradisíaco, perdido entre unas de las montañas más bonitas que tiene nuestra región. Y resulta que además está cerca de un montón más de sitios naturales maravillosos, por sencillos, por cercanos, cordiales y amistosos. Y todo ello auténtico, lejos, del tremebundo barullo turístico de la costa.

El sitio tiene dos ventajas para mí importantísimas, fundamentales para ser un verdadero paraíso en medio de la naturaleza: la primera es que andando cueste mucho encontrar civilización, y la segunda, es que a sólo veinticinco minutos en coche tengas todo lo que la civilización pueda ofrecerte… No te esperas un paisaje así en la mediterránea Valencia peeero, así somos los valencianos: tenemos de todo. Tiene, la piscina creo que más grande y situada a mayor altura de toda la provincia. ¡Qué frío…! Me resultó chocante mientras nos asfixiábamos de calor a más de cuarenta grados, que el agua de aquella piscina estuviera tan tan fría… ¡Qué alivio…!

Y claro, cuando me fui metiendo en la piscina y el agua me empezó a llegar hasta casi las ingles, la cosa, ya era como para pensármelo un poco… Algo tan tan frío era todo un reto a la vez que una tortura para mis pobres huevos, aunque también todo un alivio para el calor de mis calenturas.

¡¡Ahhh, queeé friiío, coooño…!!

El agua estaba tan tan fría, que la piel de gallina no se te quitaba ni el pajarito se te asomaba mientras estuvieses en esa piscina tan alta ella, situada a tanta altura… ¡Pero qué calor hacia fuera, coooño…!

Estaríamos a unos mil metros de altura, a más de cuarenta grados -repito- y a diez de agosto; y el sol, picaba de lo lindo en aquella piscina mientras nos apretujábamos casi asfixiados por el calor bajo las sombras de los árboles plantados alrededor… Y no sé por qué, recordé entonces aquéllo de ésa extraña propiedad física del agua: su calor específico; éso de que cuesta mucho calentarla pero también cuesta mucho enfriarla y tal.

Como la amistad. Pensé…

Y el caso, es que lo mío con Juan Mestre y con su Camping es una de esas relaciones inolvidables que costaría mucho enfriar, y que encima se ve que tampoco hace falta calentar. Parece ser que mi amigo Juan es uno de ésos que no hace falta que el tiempo pase, o que aunque el tiempo pase nunca es una falta, es decir: que siempre parece estar ahí mi viejo amigo Juan sin aspavientos, sin necesidad siquiera de frecuencia.

Estoy en una edad en la que ya no debería presumir de nada, ni siquiera de amigos ya que los que me quedan sólo ellos lo saben… Pero cuando notas el cariño, y luego sientes el deseo de corresponder al mismo, notas la amistad.

…eeen fin. 😍

Que te quiero Juanito…💕 Y ponme a los pies de Doña Isabel.

Hasta el año que viene… 🤗

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

PRANAYANA

Publicado el 2 de octubre de 2020.

Historias de Paco Sanz ✍️

Parece que el virus ese se contagia por la respiración. Pensar en ella ayuda a concentrarse. Pranayana, se le ha llamado al control de la respiración a fin de descubrir lo que es voluntario y lo que es involuntario al mismo tiempo. Lo que haces y lo que te sucede, en un mismo proceso. Parece que la mayoría de los que mueren por esta pandemia lo hacen por no poder respirar; al nacer, la primera cosa que hacemos “fuera” es intentarlo. Hasta las plantas lo hacen. Los vegetales de noche respiran con sus mitocondrias, y de día fotosintetizan con sus cloroplastos.

Nos tapamos los ojos y dejamos de ver, nos tapamos las orejas y dejamos de oír, pero si nos tapamos la boca y la nariz y tratamos de dejar de respirar, nos morimos. Etimológicamente hablando, el aliento no es neutral y transparente: es aire de cocina; vivimos en constante hervor a fuego lento. Hay un horno en nuestras células, cuando respiramos pasamos el mundo a través de nuestros cuerpos, lo cocinamos ligeramente y volvemos a soltarlo, levemente alterado por habernos conocido.

Aparte del ritmo, hay también cambios únicos en la proporción de tiempo, dedicada a la inhalación y a la expiración en un movimiento respiratorio dado. Como mejor se mide esto es en el porcentaje que recibe la inhalación en el ciclo respiratorio. Este porcentaje es de cerca del 16% al hablar, 23 al reír, 30 en trabajo mental activo, 43 en descanso, 60 o más en estado de emoción, 70 en individuos que se imaginan en una situación maravillosa o sorprendente y 75% ante un terror súbito. De cómo altera ese ritmo el respirar a través de la mascarilla, ni idea.

Lo primero que me dice el filósofo cuando viene a hablar conmigo es: “Tómate tu tiempo”. Quizá el espíritu deba su origen a un excedente de tiempo, a una respiración pausada. Quien se queda sin aliento se queda sin ánimo, sin espíritu. Ser hombre, es no poder permanecer y a la vez no poder moverse del lugar. Y sólo donde se da la peligrosidad del estremecimiento, se da también la felicidad de la admiración, aquel arrebato despierto que constituye el aliento de todo filosofar.

Los charlatanes estudiamos la respiración de nuestros contertulios para meter baza, también estudiamos las comas, los puntos y coma, los puntos y seguido y los puntos y aparte, para no parecer tan maleducados al empezar a hablar, como esos viejos tipos que debatían el otro día…

Nadie pone más en evidencia su torpeza y mala crianza, que el que empieza a hablar antes de que su interlocutor haya terminado. Hay tanta gente así, que uno no sabe qué hacer para dejar de oír tonterías propias de gente de mala crianza, que interrumpir de una vez dando pruebas de la suya, y solidarizarse así con el que no parece dispuesto a callarse así como así.

Historias de Paco Sanz ✍️

Tiempos de autostop

Publicado el 13 de noviembre de 2020

En aquélla, la época de la confianza, y para los que no teníamos vehículo, viajar haciendo autostop era algo muy común y que nos permitía con cierta facilidad y de forma bastante efectiva, movernos con una falsa sensación de libertad por ahí por el mundo… Confiados, dábamos tumbos de coche en coche; de desconocido en desconocido… Hoy, ciertamente sería algo impensable.

Era una fresca y ya muy cerrada noche de viernes, a finales de septiembre, y hacía autostop a la vez que caminaba de vuelta a mi pueblo. Serían casi las once… Me había parado, situándome bien a la vista, bajo la zona iluminada por el haz de la luz mortecina de una farola solitaria, en el arcén de aquella carretera ya muy a las afueras de Torrevieja. Allí veraneaba mi novia y yo volvía de pelarle la pava… Había hecho el viaje de ida por la mañana en autobús, pero preferí aprovechar el trajín de la gente de marcha en la carretera y moviéndose de aquí para allá un viernes por la noche, para volver a mi pueblo como tantas otras veces hacía: gracias a la suerte y a la amabilidad de algún samaritano al volante…

El año anterior, durante mi servicio militar, había estado volviendo a dedo casi todos los fines de semana de Madrid hasta mi casa. Tuve la gran suerte de un día hacer muy buenas migas con un camionero murciano, que se ve me cogió cariño y por ello se ve que también cogió la costumbre, de esperarme sin falta todos los viernes de la una hasta las tres de la tarde para ver si yo aparecía por aquella vieja gasolinera de la Plaza de Legazpi, y bajarnos juntos hasta Orihuela… Yo le conseguía algo de hachís gratis y él, además de llevarme, me invitaba también a merendar en alguna de las paradas que hacíamos durante el viaje. Cuatrocientos cincuenta kilómetros; más de siete horas juntos por aquellas carreteras nacionales: un gran tipo.

Por fin, paró aquel Seat 127 azul oscuro, dos puertas, del que se bajó el copiloto reclinando el asiento diríase que como con algo de prisa y haciéndome gestos para que entrara y me sentara atrás. Les di las gracias, aparté una especie de palo que había en el asiento, me senté, y arrancamos… Eran dos tipos jóvenes, normales, de los que no recuerdo casi nada salvo cierto mal olor en el coche y un clarísimo acento murciano. Noté eso sí al principio del viaje unas extrañas miradas entre ellos y un incómodo silencio. Al buen rato, fue el conductor el que rompió la aspereza de aquel silencio al decirle a su amigo que se hiciese un porrito y preguntarme si yo fumaba hachís… Y sí, fumaba.

Sonaban Los Amaya en el radiocasete:

🎶 🎵 «¡Vete, me has hecho daño, vete…! lejos de aquí, ¿qué quieres de mí…?» 🎵 🎶

¡Qué cosas…! 🙄

Me extrañó no ver al copiloto calentar la china antes de liarse el canuto, pero no le di más importancia cuando me lo ofreció para encenderlo. Desde la primera calada noté un sabor metálico y bastante extraño que atribuí a chocolate de mala calidad; cosa que por educación y ya que yo era el invitado, ni siquiera les comenté a aquéllos mis amables y enrollados benefactores.

Pero fue en el momento en que tras unas caladas les devolví el porro, y me eché hacia atrás recostándome un poco en el respaldo del asiento trasero cuando noté el trancazo, el ciego, el pavo que me subía… Parecía que de momento me hubiese hincado entera una botella de vino tinto; todo me daba vueltas. Yo, estaba más que acostumbrado a fumar de todo beber de todo y hasta que se acabase todo y del todo… Pero aquel pedo, ese ciego tan espeso, semejante curda, no la cogía yo tan fácil así como así con tres o cuatro caladas de porro… Ni mucho menos; a saber qué coño sería aquéllo que había fumado…

En aquel momento, aturdido, me di cuenta de que el coche abandonaba la ruta lógica para llegar a mi pueblo, desviándose por un caminucho a la derecha; oscuro por completo. Mareadísimo, no sé cuánto tiempo pasó hasta que pararon los tumbos del coche por aquel camino. Fue entonces cuando aquellos dos crápulas se volvieron hacia mí, y casi al unísono… El copiloto era el que esgrimía la navaja mientras el piloto gritaba que me rajarían de alto en bajo si no les daba toda la pasta que llevara encima:

— ¡Pero ya, Ostias…! ¡Vamos, vamooos…!

Recuerdo muy borrosamente las caras que al mirarse pusieron, cuando al entregarles sumiso y ciego perdido mi cartera, comprobaron que llevaba escasamente el equivalente a cinco pavos actuales. Ternos, blasfemias, amenazas:

–¡Bájate coooño…! ¡Que te baaajes…! ¡Ostiaaass…!

Con el ciego tan bonito que llevaba yo, recuerdo, que era como si en una nube me la sudase todo el capullo, y no sé porqué agarré el palo… Ya estaba claro que aquellos dos gañanes ni pretendían ni creo que podían hacerme mucho daño… Sólo querían lo justo para un pico o de lo contrario no hubieran subido al coche a un matao sin un duro encima como yo. Y además, a estas alturas ya habrían usado la navaja…

El caso es que con las puerta abiertas del coche, con aquellos quincallas gritándome como locos para que me bajara, y parapetado tras los asientos delanteros de aquel coche, me sentí como un gato atrapado pero seguro, apestillado en la parte de atrás de aquel coche, y con un palo en la mano… Con el subidón que llevaba no sabía yo siquiera dónde estaba, y ni de coña estaba dispuesto a quedarme allí tirado no sé dónde y en completa oscuridad. Yo no era ningún alfeñique, y serían ellos los que tendrían que bajarme por la fuerza.

«¡Y una mieeerda…!»

Lanzándoles todo tipo de tarascadas desde el asiento de atrás cada vez que intentaban acercárseme, tuve la ocurrencia de gritarles a mis amables asaltantes que ¡Yo ya había cooperado…! ¡Coooño…! Y que lo mínimo que podían hacer si no eran un par de hijosdeputa sin entrañas, era dejarme en un sitio donde yo al menos me aclarase para llegar a mi casa aunque fuera a rastras… Iba muy muy ciego… Y al final, no puedo decir que llegásemos a un acuerdo sensu stricto… ¿Pero cómo llegué a mi casa…? ésa, es otra historia. Sólo sé, que al poco me compré un coche.

…eeen fin. 😂🤣

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

SEÑORITAS DE SALÓN

Publicado el 19 de octubre de 2020.

En serio: íbamos allí casi casi por amor; y él era mi mejor amigo. Ligaba el pobre menos que el chófer del Pápa, aparte de por que era algo feíco porque también entonces era algo inexperto, inocente; buena gente pero muy cortaíco. Yo, tenía novia ya… Y vaya, digamos, que le había cogido mi amigo mucho cariño a una de las Señoritas de un salón de ésos que había en la carretera nacional… Pues resulta, que aquella noche cuando fuimos, las otras Señoritas nos dijeron que habían trasladado de garito a su chorba: a otra zona…

¿Cómo iba a dejar yo entonces a mi amigo, con el peligro que corre uno un viernes por la noche solo, subiendo por la sierra de esa garganta oscura en busca de un lupanar barato y perdido en medio de ninguna parte…? Por algo éramos amigos. Al fin, en un collado de aquellos montes, envueltas por la oscuridad y donde la carretera se retorcía en una doble curva, languidecían las luces tristonas y encarnadas del rótulo aquél del puticlub:

«La Garganta» 🙄😳

Aparcamos…

Sólo fue entrar, y aquella Señorita chisporroteante apareció y se abalanzó al cuello de mi amigo dándole un beso breve pero con un toque de lengua. Me fijé… Fue un beso de esos calentones pero como corto, discreto y meloso. Me gustó ella, pero porque estuvo en ese beso el tiempo justo para que no pareciese por su parte algo obsceno ni interesado. Diríase que fue hasta sincero; pareció sincero.

Una vez dentro y en cuanto pude reaccionar, me di cuenta de que mi amigo se esfumaba desapareciendo tras unas cortinillas, bamboleándose al ritmo de la música y del culo de aquella Señorita que tan efusivamente nos (le) había recibido cuando entramos, en…

No sé, cómo describir aquel tugurio

Pedí una copa. Girando por ahí recuerdo los reflejos cutres de aquella bola de cristal colgada del techo, iluminada tan solo por un par de focos uno verde y otro rojo; en el centro de una pista como oscura, cuadrada, y de un color como lúgubre. Y es que me mareaba un poco con esa oscuridad y esos tonos verdirojos mezclándose, girando… El medio porrito que nos habíamos fumado también contribuía a esa especie de mareo, o de sugestión, debido a semejante momento. Era la primera vez, lo juro, que yo siquiera entraba en un antro así…

A solas, una vez bien acodado en una punta de la barra, y cuando ya me había embaulado bastante más de media copa noté, que me hizo la muestra una Señora desde la otra punta de la barra. Guiñándome el ojo derecho se levantó, lenta, dirigiéndose sinuosa caminando hacia mí… De repente, un parroquiano oculto tras la sombra de una de las columnas del local se le cruzó bamboleante, y mirándola beodo, amenazante y como despechado, va y le dice:

— ¡Eres una puuuta…! ¿Dóoonde vas…?

— ¡Eh, eh, eh…! ¡Deje Usted en paz a esta Señora pero ya…! Tercié.

— ¿Queeé mierda…? ¡Si te pego una ostia te esclafo, maaañaco…! Me respondió.

Y entonces, recordé a mi abuelo cuando decía aquéllo de que «si no había oportunidad de librase de un problema, pégale tú primero…» Pero oye, en aquel momento justo, se cruzó entre nosotros un negro enorme con unas manos y un olor agrio también enormes, para advertirnos aquéllo de que «si no nos estábamos quietecicos lloverían guantás…» Y no, yo no conocía al negro ése de nada pero parece ser que aquél parroquiano borrachín sí. Y oye: mano de santo, le hicimos caso y de inmediato se acabó la discusión.

Entonces, al girarme, se me plantaron enfrente la Señora y su escotazo; hermosísima; y clavándome con sus ojazos verdes y vidriosos me agradeció el haber terciado como un caballero; como un Quijote me dijo luego… Me fijé, por su voz en que era una hembra andaluza de belleza ya algo marchita; una todavía hermosura lejana, de ojos verdes muy maduros, y que seguro tuvo que estar muy muy buena en su día, pero que seguramente había exprimido un poco en exceso los jugos de sus deleites.

— «Guapo, estoy a farta de cariño de caricias y de amor…» Me lo dijo taladrándome lentamente con la coquetería de aquellos ojos verdes, y después de haberse relamido despacio y golosa el labio superior.

En aquel momento justo reapareció el cachondo y ruidoso de mi amigo, saliendo medio enredado de nuevo entre aquellas cortinillas. Se ve, que ya había acabado de festear… Le brillaba la cara, y como en trance y satisfecho él, va y me dice el cabrón:

— «¿Queeé, nos vamos ya…?»

Reconozco que a esas alturas yo, ya estaba tan encabritado por las hechuras caídas del escotazo de semejante Señora tan atractiva, que hubiera estado dispuesto a todo peeero

…eeen fin.

🤣 😂 💞

Sabéis que os quiero… 🙏 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

CINCUENTA SEGUNDOS

Publicado el 27 de junio de 2020.

Sólo necesitaría unos cincuenta de tus segundos lector; aproximadamente lo que duran treinta o cuarenta de tus respiraciones; o lo que tarda tu corazón en latir entre sesenta y setenta veces… Necesito, para comenzar ésta nuestra relación epistolar, disponer del total de tu atención durante estos vitales primeros cincuenta segundos; importantísimos para aceptar el iniciar cualquier tipo de relación. Ese instante breve, efímero y subconsciente, en el que la mente sin dar cuentas a la consciencia ya ha tomado una decisión. Ya ha elegido… Elígeme pues tú, y tenme paciencia; y aguanta aquí leyendo conmigo.

No sé dónde vamos a llegar a parar pero llegaremos seguro. Qué te cuento o con qué te atrapo es la cuestión. Y sí, ya sé que se nos ha hecho un poco tarde, pero no tanto porque todavía estás ahí, leyéndome… Ésto es un lío.

Seguro que érase una vez, aquélla vez, en la que como yo ahora creíste necesitar que perduraran en el tiempo cosas, momentos importantes, tuyos… Aquella vez, que quisiste contar eso que te pasó, inventar un cuento para tus hijas, preservar la Historia, o conservar recuerdos de tus ancestros.

¡Qué milagro, y qué suerte el que ya llevemos más de cincuenta segundos juntos…! ¿No…? Yo te hablo al oído; tú, te dejas… A ver qué historia te cuento ahora.

Te quiero 💞

Y gracias…🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

…fe 💕

Hace ya bastante tiempo que perdí la fe aunque no así el sentido religioso, la necesidad, el anhelo de Dios, el miedo ante el vacío. Supongo, que fue debido seguramente a la educación tan católica y cariñosa que mis padres me dieron, al ejemplo tan cristiano de sus vidas, a la rebeldía, y a tanta tontería que he leído luego… «La religión sirve para hacer mejores a las personas…» repetía la cándida de mi madre una y otra vez, cuando comprobó que yo perdía la fe a medida que empezaba a usar la razón para intentar entender a Dios.

Siento una especie especial de envidia de la buena de las personas que sin renunciar a su intelecto, tienen fe religiosa o sobrenatural, creen en alguna clase de Dios, o esperan algo después. A mí no me pasa pero a mi Señora sí… Ella, tiene una fascinante visión espiritual y trascendente de la existencia y cuando hablamos de fe, me dice siempre, y como si me lo dijera una niña y con toda la naturalidad del mundo, que sí la tiene… ¡No sabe exactamente a qué le tiene fe pero qué envidia…! De la buena, claro.

Yo en cambio no tengo tanta paz interior: fumo y bebo casi como un cosaco, dudo y olvido muchas cosas, eructo, trasnocho, y ahora me ha dado por escribir; muy de vez en cuando me da por tirarme peos, y finalmente, tengo un vocabulario de más de mil demonios…

Al cielo no sé si iré, pero al infierno directamente tampoco sería justo que fuese ya que en el fondo no diría yo que soy un mal tipo; bruto sí… Por ello, creo que en justicia, lo que sí debería esperarme tras la muerte sería una especie de purgatorio para la redención de tontos incorregibles, de crápulas como yo sin malicia ninguna ni remedio alguno.

…eeen fin. 🙏

«El buen gusto, es la única excusa que tengo por haber llevado siempre tan mala vida…» Oscar Wilde.

Aunque, cuando en verdad me ocurrió el peor suceso de mi vida, el más trascendente y espeluznante, he de confesar, que mientras mi hija menor recién nacida se moría o se murió -no estoy seguro- en mis brazos asfixiada por un atragantamiento, aterrado, yo sólo acertaba a levantar la mirada al cielo y balbucear aquéllo, llorando.

¡Ay Dios mío…! ¡Ay Dios mío…!

Y oye, funcionó. 🙏💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

…..

Chimo y los Milagros… 💕

Gracias 💕

En un mundo como el actual se duda por defecto de la eficacia de la oración; del milagro, que podría producirse en el caso de que muchos de nosotros concentrásemos nuestros deseos sincera y fervorosamente, con la única intención compasiva de lograr el bien de alguien, o el de algo… Si todos decidiésemos empujar en una misma dirección podríamos mover hasta el destino. ¿No…? Pues eso.

El amor hace milagros. «Que se cure…» Santa Teresa.

Lo de la moto es evidente que no fue una buena idea. Poco a poco, la luz empezó… Más de ocho meses parece ser que estuve como durmiendo después del accidente, hasta que no sé quién, trajo un día unos bichos sin cara de los que sólo recuerdo que eran como marrones e inquietos, tenían orejas largas, olían a perro, y no pararon de agobiarme chupándome las manos y la cara todo el tiempo. Me dolía un poco la cabeza… Pointer. ¡Ostia, no me acordaba del nombre, qué extraño…!

Otras veces, son unos ojos muy muy azules… Me miran mucho esos mismos ojos unas veces desde una cara angelical y otras desde una avejentada, pero ambas lo hacen dulce y fijamente. Es, como si me miraran cariñosamente desde una especie de fortaleza azul… ¿Papá, Ana, Mamá…?

¿Cómooo…? 🙄😳

¡Vaaamos…! 💕

Otra vez, como que de repente, me sacaron de una sombra agitándome rodando, empujado. Algunos sin cara sonaban delante de mí… Creo que me hablaban queriendo decir algo pero como con ritmo; diríase hasta que me gritaban. Me sonó, pero no sé a qué… La luz me cegaba y estaba algo cansado.

Guitarra…

No sé de dónde sale tanta gente.

Hoy estoy mejor, y parece ser que disfruto de una luz lechosa que a raudales entra en mi habitación por una ventana a mi derecha. Poco a poco, decido girar mi cabeza a la izquierda, y veo una maraña de imágenes que no logro enfocar ni siquiera hasta pasado un buen rato. ¿No sé por qué no termino de ver caras en esas imágenes pequeñas amontonadas y clavadas con chinchetas en la pared…? Hay muchas. ¿Familia…? ¿Amigos…?

El otro día le oí decir a una de esas personas benditas que se pasean por ahí vestidas de blanco, que en sus treinta y dos años de carrera, jamás, había visto tanta gente visitando a un paciente así…

Se ve, que otra de esas personas que no paran de venir y que parece ser que es mi hermana la de los ojos tan tan azules, ha tenido la ocurrencia de hacer un horario y lo ha compartido en no sé qué grupo de gente piadosa, para que todo aquél que quiera y pueda se apunte a venir a verme…

¡Qué cosas…!

¡Y oye, parece ser que está bastante ocupado el horario ése porque aquí, la verdad, es que no para de venir gente tooodos los días…! Cuando no es uno es otro, y pasan ante mí caras que me ponen muy muy contento pero de las que por desgracia, todavía, no estoy muy muy seguro del todo… Aunque, creo, que cada vez estoy mejor.

…eeen fin.

¡Vaya un ejemplo más bonito de Familia y Amigos que le estáis dando al Mundo…! 💕

Os quiero 💕

Y gracias por el milagro. 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

EL EFECTO MARIPOSA

Publicado el 28 de noviembre de 2019.

«La insoportable levedad del ser…»

Es inquietante, la frecuencia con la que podemos descubrir que el famoso efecto mariposa, es un fenómeno del todo cierto y comprobable, empírico; además de inevitable. En cuanto cambias cualquier pieza de tu puzzle vital, puedes quizás desencadenar acontecimientos que no podrías haber tenido previstos en forma alguna. De la misma manera que un pequeño gesto confiado, que te despiste sólo un poco al conducir, puede desembocar en algo inesperado por una autovía a ciento treinta kilómetros por hora. Prender un cigarrillo, girar un poco la cara para fijarte en ese hermoso atardecer del que te alejas; una llamada en el móvil o un inesperado vahído de sueño. Tragedia, susto o quizás nada. Un ligero cambio, un leve despiste, un tenue movimiento bastaría para cambiar el sino de los acontecimientos que te sucederán.

Como cuando te alejas de algo queriendo evitar un mal que supones cierto, y como de la sarten a la lumbre, te sorprendes saltando al fuego de otro de tus peores errores garrafales.

Formamos de nosotros mismos algo así, como una de esas complejas figuras compuestas por fichas de dominó puestas de pie; pero creyéndonos que las colocamos nosotros mismos y por propia voluntad. Esa figura, la nuestra, la vemos perfecta desde nuestro punto de vista pero siempre y cuando no la toquemos mucho o no nos la toquen. Se compone de miles de piezas colocadas a propósito y con cuidado por lo que creemos es nuestra personalidad. Pero si solo se nos volcara una de esas pequeñas piezas vitales comprobaríamos, cómo se derrumba irremisiblemente esa imagen que de nosotros mismos tenemos; cómo se destrozaría envuelta en el caos del caos que desencadenan las cosas cuando se caen. Pero gracias a no se quién ni somos fichas ni somos cosas, y la imagen, para nosotros seguiría ahí.

O como cuando eres joven y crees que tienes que tomar esa decisión que supones crucial, y la tomas por huevos, porque en el fondo ignoras si en verdad va a cambiar o no en algo tu destino. No sabes que simplemente esa decisión va a formar parte de otras muchas, que como ladrillos de los que estamos construidos nunca terminarán, hasta nuestra muerte, de formar del todo el edificio de nuestra persona.

Pero de todas formas continuamos con la carambola de nuestro viaje. Porque tanto el peligro como el hambre, la curiosidad y la ignorancia; el acierto, el error, y la muerte o el amor, son motores que nos mueven.

No nos engañemos.

Antonio Rodríguez Miravete…

Juntaletras.

nos queremos, y mucho…

Publicado el 19 de diciembre de 2018.

Somos cumbre en el mundo a la hora de donar y trasplantar corazones, riñones, o partes de nuestro hígado; y hasta dolorosos trozos literales de nuestra propia médula. Somos solidarios hasta el exceso en algunas ocasiones; nuestros bomberos, policías y guardias civiles, y nuestra UME, son ejemplo sin duda para el mundo. Como colectivo, los españoles somos capaces de dar casi todo lo nuestro; casi todo… Compartimos gustosos nuestras casas, nuestra comida, nuestros paisajes, nuestro sentido del humor.

Nos queremos, los españoles nos queremos. Sabemos acoger, dar asilo y amar al prójimo.

Por eso nos han engañado unos gañanes, pero nos han engañado los nuestros; nuestros propios gañanes.

Tenéis que reconocerlo, aceptarlo. España nunca invadió a España; nadie de fuera nos roba. Nadie nos odia, y no somos diferentes ni especiales en nada. Tan solo somos vascos, de Cuenca o catalanes, y como el resto de españoles somos bragados aunque rebañudos por provincianos; también un poco incultos, y para nuestra común desgracia fácilmente manejables aunque no dóciles… Tal, si os fijáis, como podrían ser andaluces y gallegos, murcianos, riojanos o aragoneses.

Los españoles nos queremos, mucho, y desde hace mucho… Desde hace siglos la tempestad de la Historia, pese a sus embates y resacas, nos ha mantenido siempre juntos y a flote; en una nave, a bordo de la que a veces en fiera tempestad y otras en calma, unidos, hemos navegado a través de océanos de tiempo proceloso hasta el hoy, nuestro presente.

Esa nave común es España, y quizás el barco esté algo averiado por el «mal del tiempo…» Puede, que ajadas por la insidia, crujan sus centenarias cuadernas con lastimoso quejido al soportar, heroicas como siempre, el peso de nuestros pecados como Nación… ¿Pero vamos a dejar que esas venerables cuadernas que nos han sostenido como Pueblo, terminen de pudrirse en el légamo de la patraña, del odio, de la ideología o de aquella insidiosa Leyenda Negra..?

¿Vamos a consentir sin lucha, tornar nuestro barco heroico en pecio hundido…?

¿Dónde está el amor por el pasado, dónde el respeto…? ¿Dónde, el sano orgullo que hace de la Madre un sagrado y de la Patria un honor, un hogar y un vecindario; siempre un regreso…? No sé de otro lugar al que ir o al que volver, salvo a España… Con mi Madre.

Recuerdo mis viajes hace treinta años… cuando España era mía. Y era de verdad mía porque cada parada era un hogar; y cada petición de ayuda era, en verdad una deuda contraída.

Recuerdo, que regresábamos cuando, al reparar en aquel hermoso paisaje orensano, de repente di un volantazo y paré el coche… Salvo para poco más que la gasolina necesaria para volver, no nos quedaba dinero para continuar nuestro viaje; pero sí nos sobraban ganas y dos días, que no estábamos dispuestos a desperdiciar. Era un prado idílico, precioso y verde hasta doler… Inocentes, plantamos la tienda en medio de aquellos pastos. Éramos inmunes a nuestra inmediata indigencia debido al ánimo henchido ante tan prodigioso paisaje… Ya comeríamos.

La tarde pasó tranquila leyendo y fumando y charlando, hasta que aquella vaca irrumpió parsimoniosa en medio del prado. Al salir, espantados y casi envueltos en nuestra propia tienda vimos venir lentamente a nuestro encuentro un anciano, de esos venerables, como de postal típica, con boina calada hasta las cejas, y pidiéndonos disculpas en un gallego adorable que nos tranquilizó al instante.

La vaca pastaba tranquila, y nosotros podíamos quedarnos en medio de aquel prado el tiempo que nos diera la gana.

Pasábamos aquella hermosa tarde en nuestras cosas, hasta que la quebrada pero cantarina voz del anciano de la vaca nos llamó para que saliésemos una vez más de la tienda… Traía el hombre un capazo de esparto cubierto con una coqueta servilleta rojiblanca de tela a cuadros, y venía con la intención de regalarnos una botella de dos litros de coca-cola llena de leche recién ordeñada. También, nos obsequiaba el paisano una de aquellas fiambreras antiguas de aluminio, con casi medio kilo de miel en un bote de cristal y un irresistible queso fresco casero. Finalmente, de una bolsa de tela que también portaba en el capazo, sacó una hermosa hogaza de pan tibio con un mullido dorado e irresistible aspecto de ensaimada mallorquina gigante.

Viandas aquéllas humildes pero sublimes, que nos abrigaron el estómago esa noche; y al día siguiente despertaron con su recuerdo el desayuno, solucionaron la comida, y hasta aliviaron la cena de nuestro inevitable viaje de vuelta.

Aquel buen hombre nos conmovió hasta el tuétano, con esa hospitalidad natural de vecino bien nacido.

Podríamos preguntar a cualquier español de bien -y que como tal se reconozca- si detesta, repudia o margina, a los vascos o a los de Ceuta; si quizá odia a catalanes o extremeños; y si no soporta a los portugueses, o tal vez a los canarios.

Sería esto una estupidez contra natura, ya que somos el fruto de una bella mixtura de sangres, historias y razas… Fuimos creadores de un mestizaje sincero de espíritus, religiones y almas. Y desde hace mucho, juntos hemos convivido, con un torbellino de dudas existenciales como Pueblo.

Valores, Historia e idiosincrasia, que hacen de los españoles una sociedad ya escaldada de odios rancios, generosa en solidaridades, y hambrienta de verdadero futuro juntos.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

EL VIRUS

Publicado el 25 de octubre de 2018.

He tenido un episodio chocante con mi tableta. La otra noche se me coló un chino, y me bloqueó completamente el dichoso aparato. Nunca me había pasado algo así, nunca… De hecho, presumo de ser un friki con estos aparatitos tecnológicos porque rara vez se resisten a alguno de mis manejos.

El caso es que instalé una simple aplicación de limpieza; completamente segura creía yo al haberla usado ya en otros dispositivos. Al momento de ejecutarla se abrió con total normalidad… Peeero, ya no hubo manera alguna de cerrarla. Aquel cachivache estaba completamente colgado.

Apreté todos los botones posibles, por separado y simultáneamente, unos y otros… También una y otra vez saqué la tarjeta SIM afanosamente, unas veces con la lengua fuera y otras sin ella… Probé, repetidas veces, a pinchar en ese agujerito diminuto y fantástico que todo lo soluciona… Ni de coña.

Insisto en el detalle de que soy bastante ducho en el manejo de estos chismes, por lo que muy extrañado me di cuenta que no podía siquiera apagarlo… No respondía en forma alguna.

Rendido, concluí que lo mejor era dejar que la condenada batería se acabase y así, por la mañana, reiniciar completamente el dispositivo para desinstalar inmediatamente la dichosa aplicación, y salvar todo aquello que pudiera ser salvado.

La punzada de aquellos timbrazos implacables me despertaron; como todas las mañanas… Me levanté, legañudo, a apagar la tozudez de la dichosa alarma. Confuso por la espesura de mi sopor matutino y espantado por lo inmisericorde de aquel escándalo, comprobé impotente que al seguir todavía con batería, también estaba activo el jodido chino…

No había forma alguna de silenciar el enervante chillido de aquel infernal aparato. Era imposible; el artilugio vibraba y aullaba en mis manos impunemente avasallándome con su urgencia. Maldije como un albañil por la frustración ante la imposibilidad de silenciar aquéllo… Los vecinos seguro estarían jodidos y extrañados por el pandemonium que el cacharro armaba esa mañana; tan temprano.

Botones de volumen y de inicio; botones de menú y de atrás; pinchazo al agujerito… Nada. No había manera. Aquella alarma no dejaba de zaherir mis oídos recién despiertos y la mala ostia empezó a subir inevitablemente por mi garganta.

Pese a la algarabía matutina que me acosaba, intenté tomar mi sagrado por necesario café con leche… Desesperado desterré aquel chisme al fondo de uno de los armarios de mi cocina.

Aunque algo atenuados por el encierro, timbrazo tras timbrazo, iban quebrándose mis nervios y mi paciencia. Salvo estrellar la tableta contra la pared no encontraba otra forma de librarme de aquel sinvivir repetitivo. Aquella tortura sonora había conseguido ponerme realmente nervioso; me estaba sacando del quicio.

Tras casi media hora de andar como un pollo sin cabeza con aquel guirigay por toda la casa, desesperado y aturdido, buscaba escondite suficiente como para hacer acallar aquel castigo. Tras varios intentos fallidos, atormentado decidí enclaustrarlo en el más recóndito zulo que pudiera encontrar… Al fin, lo arresté al fondo de un remoto armario de la cochera; en el sótano, bajo mullidas capas de mantas y toallas, con la desesperada intención de amortiguar ya de una puta vez aquella injuria sonora que me enloquecía sin misericordia alguna.

Pasadas bastante más de las doce del mediodía pude comprobar que aquel infernal aparato, había rendido, por fin, la vida de su puñetera y eficiente batería acallándose definitivamente.

Tras conectarlo de nuevo y esperar ansioso el tiempo mínimo para reiniciarlo, rápidamente busqué en los ajustes de instalación la condenada aplicación que me había atormentado de esa manera durante toda la mañana… Liquidé con el mayor ahínco posible todo rastro del chino que hubiese quedado aún, acaso agazapado quizá camuflado, en cualquiera de los recónditos recovecos cibernéticos de éste, mi puñetero dispositivo.

…eeen fin.

Paradojas tecnológicas.

Y estoy operativo al cien por cien.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Profundizar… 🙄😳

El otro día me preguntó un lector «cómo podría profundizar en mis escritos…» 🙄😳
¡Casi me caigo de culo…!

Mi respuesta fue:

Estimadísimo lector, como reconozco que soy muy muy cansino, si alguna vez, en vez de leer tooodo lo que escribo por ahí quieres leer mi blog sólo como a ti te guste, puedes ir directamente a cualquier página del mismo, y arriba a la derecha en la ventanita de la lupa de búsqueda, sólo tienes que escribir la palabra que te dé la gana: una, la que más te guste. Por ejemplo sexo, filosofía o Almoradí, hijas, retrete, amor, Hispanidad, o soledad… Como en wikipedia pero en mi blog, también puedes combinar varias palabras pero no demasiadas porque se lía la Inteligencia Artificial… La pobre.

Yo lo he hecho ya varias veces, y resulta chocante lo que la IA ésta de los cojones -que ahora decide lo que podemos ver y lo que no- nos propone como resultado de cada búsqueda. No siempre nos propone lo mismo. Tengo publicadas más de quinientas historias y te aseguro, que te puede aparecer cualquier cosa en la pantalla. Depende, se ve, que de cómo haya tenido el día la pobre de la IA…

Otra forma de filtrar mis historias mucho menos invasiva, es ir al CONTADOR DE VISITAS que hay al final de cada una de ellas, y hacer click abajo en la ventanilla de ELIGE TÚ EL TEMA, o bien en la de POR FECHA… Así, también podrías llevarte alguna que otra sorpresa; cosa, que por otro lado no me negarás que es de lo que se trata. ¿No…?

No quiero parecer pedante, pero te recomiendo que lo hagas así, si en verdad estás tan tonto como para querer hurgar en un tipo tan anodino como yo. No merezco la pena, pero creo que a menos que publique un libro -cosa bastante improbable- es muy difícil leer todo lo que tengo escrito por ahí… Así que creo que es mejor para ti el ir leyéndome a salto de mata, aleatoriamente, de relato en relato, que vayamos partido a partido… El mío sería un libro que podrías empezar abriéndolo por cualquier página… Este lugar es un lío que no sé si llamar blog, sitio, o serie de relatos que crecen solos; y hasta yo me sorprendo, al volver a tropezar con algunas de mis viejas historias.

Siempre digo que no decido de lo que escribo, que me elige el relato a mí; que después de pensar y pensar, escribo y escribo y luego todo se va ordenando. Que soy un verdadero ignorante… Que sólo sé poner comas, guiones, puntos y puntos y comas, diéresis, paréntesis, acentos o puntos suspensivos, virgulillas, signos de interrogación, de admiración, y puntos y aparte y finales. Del resto no respondo: me sale solo.

…eeen fin. Sabes que te quiero lector 💕

Y gracias por leerme 🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

MIS PRIMERAS TETAS

Publicado el 25 de febrero de 2017.

El alpargate subía y bajaba sobre el vientre de mi madre, acompasando perezosamente su sueño ligero de siesta escasa; mi hermana durmiendo a su lado y yo al otro haciendo como que dormía… Ese alpargate, era la garantía de que como dictaba la norma no escrita entre los vecinos: «durante la siesta, los zagales estaban cada uno en su casa pa’no dar cancán…» Por ello, en el caso de que mi madre detectara algún sonido o anómala vibración distinta de las habituales que causaría el sopor canicular a tres personas en una misma cama, ese calzado liviano súbitamente se convertía en fusta lacerante y sonora que ¡plafff…! cortaba de raíz el impulso, de escamotear la anteriormente descrita norma no escrita. Un alpargatazo.

Quería bañarme sí o sí… las posibilidades eran escasas, pero tras agotar la espera mi paciencia y con movimientos de caracol pude deslizarme, descolgándome del borde de la muy alta y vetusta cama. Con un silencio de ofidio y cual tal, conseguí reptar hasta la puerta de la habitación cuya apertura era la justa, para escabullirme sin que sus goznes oxidados por el salitre chirriasen delatores mis intenciones transgresoras.

Tenía la playa parecía que para mí solo; las tempestuosas jornadas anteriores habían trastocado en una maravillosa tarde de un tardío día de agosto. El mar, rizado y brioso aunque noble al mostrar con su irregular oleaje sus ocultas y peligrosas cicatrices, invitaba de nuevo al baño confiado…

Entonces, el rugido batiente de las olas pareció silenciado completamente debido a unos alaridos de auxilio desesperados, angustiosos, entrecortados…. Miré alrededor, hasta localizar a duras penas una cabeza y unos brazos que rendían su intento de permanecer a flote… Se ahogaba, y mis trece o catorce años dudaron a la hora de lanzarme en su auxilio esperando que el hombre aquél, que estaba como a unos treinta metros del que se ahogaba, lo hiciese.

-¡¡¡¿Es que no lo vas a ayudar…?!!! Grité muy nervioso.

Era evidente que no. El tipo estaba petrificado; me miraba con ojos ovinos, de canguelo… Tras unos cincuenta metros de trabajoso esfuerzo y a contracorriente me encontré jadeando y zarandeado cual pelele por la inmisericorde resaca, justo a un par de metros, de ella…

Me acerqué, y antes de que me diese tiempo a reaccionar me vi agarrado, arañado, mesado y sumergido, por una vorágine histérica en lucha a muerte por un vital resuello. La chica, al batallar por su vida de forma ciega, asustada y visceralmente egoísta, me utilizaba cual salvavidas pingajo sin reparar en mi también urgente necesidad de respirar, al menos de vez en cuando.

El croché submarino y desesperado que me vi obligado a estampar contra su rostro, claro que la hizo reaccionar, y puso una distancia entre nosotros que sirvió para que se diese cuenta que la calma, era lo único que nos hacía realmente falta, a los dos… El intento de hablar con ella se esfumó al darme cuenta de que era una rubia pelirroja de ojos azules y extranjera; así que, acercándome de nuevo con precaución la agarré esta vez yo de la muñeca, firmemente. Sin dejar de mirarla a los ojos le solté el brazo e inmediatamente le tendí mi mano, dándole a entender que solo debía apoyarse en ella… Me sumergí empujándola hacia arriba, y pese al lastre que aquel cuerpo encima mío suponía, apenas podía agarrarme a la arena movediza del fondo anclando en ella mis pies e intentando llegar al rompeolas, para lo que necesité varias agónicas e interminables inmersiones.

El avance hacia la orilla se hacía casi imposible por la corriente; suerte que el peso de ambos jugaba a nuestro favor y penosamente, nos permitió ir avanzando hasta el banco arenoso sobreelevado del resto del fondo marino donde las olas rompían con más fuerza, pero donde también pudimos ambos hacer pie, y descansar con la respiración desbocada y el agua literalmente al cuello.

Extrañado, me di cuenta que llevaba algo como anudado en mi brazo, cual brazalete de tela casi a la altura del hombro. Varias veces tuve que mirarlo para darme cuenta de que era la braga del bikini de la chica, que en el fragor de la refriega marina por su vida y la mía, se deslizó de su trasero y sus rollizos muslos hasta que, Dios sabe debido a qué casualidad, terminó abrazada a mi brazo derecho.

Ella no se dio cuenta y yo no le di más importancia hasta que, a medida que el nivel del agua delataba nuestro esforzado avance hasta la orilla salvadora, me percaté de un par de prominentes bultos con puntas sobresalientes, como de azúcar tostada, flotando y asomando caóticamente del agua a poco más de un palmo bajo la barbilla de la chica… Con el agua por la cintura, comprobé que tampoco había rastro alguno del sujetador entre las generosas y temblorosas lorzas de la moza. Ésta, en estado de shock no se daba cuenta del desnudo integral que estaba regalando a la no muy concurrida audiencia, que prestaba una indolente atención a los detalles de nuestra peligrosa peripecia en la playa.

Con el agua ya en los gemelos, la madre de la chica se nos acercó tremulosa, con lágrimas corriendo por su barbilla y con una toalla para tapar los excesos magros de su hija. Ésta, al reconocer su desnudez comenzó a proferir unos aullidos extraños, perdiendo de forma más histérica que en el verdadero trance que acabada de sortear, los papeles y el sentido del decoro… Algo descompuesta comenzó a correr por la playa delante de su madre y chillando en no sé qué idioma, con el consiguiente despliegue de sus orondas hechuras tremolantes. Ésto, qué duda cabe contribuyó a aumentar el interés de los espectadores que nos contemplaban…

culo2

Yo, mientras, derrengado, subía la pendiente de la playa arenosa hasta mi casa, envuelto en tribulaciones de carne y roces temblorosos que soliviantaron mi ánimo esa tarde y muchas otras, sólo con su mero recuerdo.

Al fin y al cabo eran las primeras tetas que había yo… rescatado.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Escuela de Sirenas

¡Cómo no estará de pachucha la pobre, que ha accedido a quedarse este fin de semana en una casa ajena…! Tiene ochenta y siete años y como se crió en el cine de su padre mi abuelo Manuel -a mí también y por lo mismo me encanta el cine- le propuse, el juego de que me pidiese dos películas que desearía que viésemos juntos para recordar sus días mozos y que me fuese contando historias: ‘Levando anclas’ y ‘Escuela de sirenas’ me dijo casi sin dudar.

¡Me quedé a cuadros…! 🙄😳 Una película del año 1944 y la otra de 1945. Ella tendría no más de diez años cuando se estrenaron pero casi catorce cuando las vio: cosas, de las telecomunicaciones de hace casi ochenta años.

Ya me había hablado de aquellas dos películas legendarias: ¡qué grande José Iturbi con la orquesta..! que si fueron lo más de lo más del cine musical en aquella época; que si fue un verdadero hito eso de ver en la gran pantalla una mujer tan deslumbrante como Esther Williams en bañador; o que si fíjate tú qué jovencicos Frank Sinatra y Gene Kelly… Me puse a buscar como un loco por aquí y por allá, que si en ésta página pirata o que si en aquélla otra que también; y confieso, que aunque soy un experto me costó un huevo encontrar esas dos rarezas cinematográficas… Finalmente, conseguí dos copias de una calidad más que buena pero por pura suerte pirata.

Cuando terminó ‘Levando Anclas’ y como hice la primera noche, la segunda, también le dije si la acompañaba arriba para ayudarla a desvestirse y meterse en la cama pero me contestó que no, que ya no hacía falta, que se podía apañar sola… Y sola, dándonos un beso a Manuela y a mí, agarró la barandilla de la escalera y empezó a subir a su habitación con el ritmo lento y ese gesto como acabado que tienen los viejos subiendo escaleras… Me quedé mirándola. Luego, me despisté, pasó un rato, y me di cuenta que ya había apagado la luz de la habitación por lo que subí a darle un beso antes de dormir como siempre que pueden hacen los hijos y sus padres. Abrí despacio la puerta del dormitorio y rodeando la cama en penumbra me fui inclinando acercándome a su cara, para darle un beso en la frente, arroparla, y desearle buenas noches. Y fue justo al despegar mis labios de su frente cuando noté que rompió como a llorar un poco, pero sonriendo… 💕

La abracé como hacen los padres y sus hijos en la cama, y aplaqué con caricias y susurros sus lágrimas hasta que al fin, pude preguntarle que porqué lloraba: «por nada nene…» me lo dijo besándome y abrazándose a mí como muy sentida, pero sonriendo… 💕 Transcurrió un pequeño silencio entre nosotros y claro, no se lo volví a preguntar… Pero me jugaría algo a que acostada en la cama estaba pensando, esperando, a ver si yo subiría a darle un beso como ella siempre había hecho conmigo. Como que estaba poniéndonos a prueba alegrándose mucho de que no nos decepcionásemos; o algo así me pareció…

💕

Al día siguiente por la mañana y muy animada me pidió que le pusiese la película de ‘Escuela de Sirenas’… Y al rato, fui yo el que recordé a mi padre muerto ya, canturreando en la ducha las canciones aquéllas.

…eeen fin.

¡Qué cosas, éstas las de hace casi ochenta años…! 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Música y Matemáticas

Mi Maestro Paco Sanz se asombra de que nulos, impedidos matemáticos y castrados musicales tal cual podríamos ser él y yo, sin embargo, encontremos una dicha tan indecible en actos matemáticos tan simples como el de poner a sonar un disco, escuchar la música, o el de contar cosas… De matemáticas no entendemos casi nada, ni de música, pero cuando asistimos a su espectáculo se nos grifa el pelo de tal forma que no podríamos explicarlo, al menos con total precisión…

Fíjate tú…

🎵🎶 🎶

Dos y dos son cuatro
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho dieciséis,
y ocho veinticuatro
y ocho treinta y dos…

🎶🎵🎶

El mérito principal de cosas tan simples como la fe, las matemáticas o la música, es, que casi no hace falta explicarlas excepto a los muy torpes: como yo. Las sientes, las entiendes; o no… Parece ser que las matemáticas y la física, solo quedándote quieto y sentado debajo de un manzano se ve que pueden llegar a ser evidentes porque Newton las hizo incluso entendibles… Y la música compleja, escuchando a Bach o a Oscar Peterson al piano y solo cerrando los ojos, parece ser que empieza a encajar, a ser comprensible, a tener sentido… Por último está lo de la fe, cosa muy muy difícil de entender y de explicar.

En mi caso, una de mis muchas cosas inexplicables es mi querencia por el jazz. Yo, cada vez lo entiendo menos. De música teórica no me entero -nada- aunque de ritmo, de sensibilidad y de oído, creo que algo dotado sí estoy… Me atraen las improvisaciones del músico que se sabe de memoria la canción, que la ha tocado mil veces, que se aburre tocándola como todo el mundo, y que se atreve a desvariar musicalmente probando a cambiar el tempo sin perder el ritmo y sin descuidar la melodía.

Me parecen ejercicios muy audaces e inteligentes, tanto el escoger obras de maestros consagrados como el atrevimiento de darles una nueva visión, versión; musical, matemática, o del tipo que sea… Es como ésto del escribir: está todo inventado pero hay que seguir improvisando, tocando varios palos, distintos temas, nuevas formas de darle vueltas a lo mismo.

…eeen fin.

Gracias por leerme 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Hacer de vientre 🙄

Cuando era pequeño y me apretaba el cuerpo en la vetusta casa de mis abuelos, necesariamente, había que salir al cuartucho que había en el patio y apañarse en un viejo retrete, altísimo, con tapa de madera, y al que costaba un huevo subirse cuando ibas con prisa y con los calzones bajados… Como el derroche de gastar en papel del culo, en aquella época era un lujo inconcebible, al final, cuando terminabas, te lo tenías que rebañar con tiras de papel de periódicos y revistas viejas, cortadas cuidadosamente eso sí, y clavadas en el interior de la puerta de madera con la finalidad de ser usadas para tal fin… El caso es que antes de ser usadas, a mí, me daba por leer aquellas tiras de papel llenas de pequeños fragmentos de historias, porque digamos que entretenían ese momento… Y oye, además era instructivo.

Hacer de vientre es algo que no conlleva normalmente mucho más de unos seis u ocho minutos en el peor de los casos; tranquiiilos casi todo el mundo nunca dedica a tal cosa más de cuatro. Depende mucho del que obra -el obrante- de cómo se lo toma y de cómo obra: si con prisas o sin ellas, si con filosofía, con paciencia o impaciencia, si como un placer o como un suplicio… Son muchos los factores que influyen en el buen obrar y es todo un arte: «Te quiero más que a un buen cagar…» Decía el clásico.

Hay momentos en los que no puedes y otros en los que sí, como en la vida misma. Y unas veces te da miedo lo que te pueda salir del culo, y otras, estás deseando que lo que tenga que salirte te salga ya de una vez. Sea lo que sea. El hecho es que cagamos y nos vamos, así, sin más… Pero no me negaréis una cosa, y es que hoy, casi todos, nos llevamos el móvil al retrete y leemos; como yo con los papeles aquéllos…

¿Verdad…?

Independientemente de nuestro estado de ánimo siempre he pensado que es un momento fantástico -el de evacuar- para poder darse una vuelta a solas tranquilamente por nuestro móvil, y ver cómodamente sentados, en qué podemos invertir esos cuatro o cinco minutos que dura una cagada normal… Digamos, que como para no perder el tiempo. ¿Porque para qué vais a perderlo con la mierda de noticias y de redes sociales que nos rondan y agobian por ahí…?

¿No…? 🙄

Solo entre tres y cinco minutos requiere leerme, así que no tenéis excusa: dadme una oportunidad y leedme aunque sea obrando, porfa…

No os hará mal… 😂🤣😂

…eeen fin. ¡Qué cosas éstas que os cuento…!

Gracias por leerme… 💕🙏

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

La cuna….

Publicado el 8 de diciembre de 2022.

Eras muy pequeña y lo más importante era que no te sintieses desplazada en forma alguna. No se trataba de que tu hermana viniese a cambiar nada sino de que viniera como vienen los premios, con la alegría que traen las noticias fantásticas.

Tu hermana iba a venir en breve, y solo teníamos una cuna: la tuya. Y por ello, me aproveché de lo gran persona que eres para empezar a engañarte solo un poquito diciéndote que no teníamos dinero para comprar otra, y que tu hermana tendría que dormir en una bonita caja de cartón que teníamos decorada y preparada para tal fin. Y te enseñé la caja… Lo hice -lo de engañarte un poquito- con la intención de que sólo por decisión tuya, consintieras el pasarte a tu cama en vuestra habitación de al lado…

Recuerdo que como eras tan inteligente y pese a que no tenías ni tres años, empecé a comerte la cabeza con lo de «que no pasaba nada porque tu hermana tuviera que dormir en una cajita en el suelo junto a nuestra cama…» Tú, veías algo raro en éso de prepararle la cama a un bebé dentro de una caja de cartón. Como que no lo tenías muy claro, y menos, siendo tu hermana la que tendría que dormir encajonada. No, no lo entendías, pero, bueno… 💕🤗 Eras tan pequeña, y tan buena… Yo, confiaba en ti.

Pasó el tiempo y tu madre, claro, se puso de parto. No se me olvidará nunca cuando te llevé junto a ella y por primera vez viste al bebé. La expresión de asombro en tu cara cuando abriste los ojos como platos entusiasmada de que aquella niña tan pequeña fuera ahora tu hermana, fue uno de los espectáculos más hermosos a los que he asistido nunca. ¡Qué bonito…!

Recuerdo la mañana que regresamos del hospital los cuatro a casa. Te pasaste el día entero jugando junto a tu hermana, y preguntándole a tu madre cosas como que por dónde le había salido el bebé, qué íbamos a darle de comer ya que solo bebía teta, cómo se ponían los pañales a una persona tan pequeña -tú los llevabas puestos- o porqué se pasaba la niña todo el día o durmiendo o llorando…

Y claro, llegó la hora de irnos todos a la cama y recuerdo, la cara que pusiste cuando viste que efectivamente íbamos a acostar a tu hermana en aquella caja de cartón, arropada entre aquellas extrañas sábanas con tanta puntilla y ese almohadón para muñecas tan chiquitín.

Te lo pensaste muy muy poco.

— Papá, he decidido, que voy a dormir esta noche como las mayores yo sola, en la cama de la habitación, y así mi hermana puede dormir en la cuna… Nos dijiste, por fin.

¡Ufff, menos mal…! Ya me veía durmiendo esa noche con tu hermana al lado de nuestra cama dentro de una caja de cartón tirada en el suelo.

Y oye, no hizo falta más. Y además, al día siguiente te despertaste tú sola, viniste a nuestra habitación, y al subirte a la cama nos dijiste tajante aquéllo de que a partir de ese momento, te quitásemos los pañales «porque he pensado, que ya no me voy a hacer pipí más…»

eeen fin.

Te quiero Pequeña Flor… 💕🤗

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

«cada quién es cada cuál…»

Tendríais la una nueve años y la otra siete, y recuerdo, la vez aquélla en que los bomberos fueron a hacer una demostración didáctica en vuestro colegio. Todo un despliegue de medios en las pistas de deporte: dos camiones autobomba, un vehículo taller móvil para urgencias de excarcelación de accidentados, un todoterreno, y docena y media de bomberos yendo de aquí para allá dispuestos a enseñaros casi todo lo de su noble oficio… Todo un acontecimiento.

¡Qué risa cuando llegamos a casa y para ver qué os había parecido, empecé preguntando a tu hermana mayor, quién hemos de reconocer, que nos hizo un relato muy pero que muy detallado de la experiencia…!

¡Ay papá, que chulo lo de los bomberos…! ¡Cómo están de dispuestos no solo para apagar fuegos sino a arriesgarse y ayudarnos frente cualquier desastre…!

Luego, empezó a contarnos detalles tales, como que las bombas móviles podían utilizar cualquier tipo de fuente de agua para usarla a presión contra el fuego, o contra lo que que fuese… Nos explicó, lo que había aprendido acerca de los aspectos de la jerarquía dentro del grupo y sus protocolos: de las responsabilidades del conductor o las del mando de la unidad, las del jefe de la bomba del agua y las del operador de la grúa y la escalera, o las de los valientes que subían por ellas a enfrentarse a las llamas, o a lo que fuese.

Nos habló de las longitudes máximas de las mangueras y escaleras telescópicas, que los camiones podían soportar en función de sus dimensiones. Y también, de cuánto duraban la bombonas de aire que llevaban los que se la jugaban en primera fila frente a los desastres.

Recuerdo que boquiabierta no parabas de mirar a tu hermana pero disimulabas, cuando asentías con la cabeza al girarla mirándome a mí como que sabiéndote la lección.

Como si fuera ahora, te veo, mirando de lado a tu hermana asombrada de lo extenso y erudito de su exposición, y girar luego la cabeza lentamente, parpadeando, para mirarme a mí con ésa tu gracia esperando la pregunta.

— ¿Y tú, qué tal…? ¿Qué te ha parecido lo de los bomberos…?

— ¡Ay papá, qué chulo lo de los bomberos…! ¡VAAAYA UNOS CHICOS MAAÁS GUAPOS…!

Me respondiste quedándote luego en silencio mirándome, picarona, cucándome tu ojo izquierdo y ladeando la cabecita…

Todavía me meo de la risa.

Es evidente que «cada quién es cada cuál…» Decía la canción.

…eeen fin. Que os adoro. 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

RECURRENTE…

¡Oootra vez! ¡Coooño…!

Me ocurre solo algunas veces, pero siempre cuando me voy de fiesta; y encima, siempre me pasa en ciudades que conozco bien. ¡Qué extraño…! Es que no me lo explico. ¡No he bebido tanto, joder…! ¡Mi coche estaba aparcado justo aquí…! ¡Aquí…! Lo juraría… Recapacitando, intento volver sobre mis pasos mentalmente pero nada, como decía el clásico: ¡A Dios pongo por testigo de que lo dejé aquí…! No lo entiendo…

Pregunto en un bar enfrente pero dicen no haber visto nada; ni siquiera recuerdan un auto como el mío aparcado cerca. Es cierto que no es un haiga resultón, pero, bueno… Pregunto en otros sitios, y a mucha otra gente, si acaso han visto a álguien o algo sospechoso junto a un Renault Megane como el mío, de esos viejos, con culo, gris metalizado, y bastante sucio por cierto… Pero nada.

Las calles en esa zona me parecen casi todas iguales a la vista, como cuadriculadas; por lo que me propongo recorrerlas de alto en bajo esperando haberme equivocado solo un poco con el jodido lugar de mi estacionamiento; y así, a ver si por casualidad consigo tropezar con mi coche… Andando, reconozco los lugares por donde he pasado ya, y sí los recuerdo, sí, pero tengo la sensación confusa de parecer un pollo sin cabeza… Y así voy caminando, caminando, con la mano derecha en el bolsillo apretando cada dos por tres el botoncito del mando a distancia, con la esperanza de oír el ruidito característico de las puertas de mi coche al abrirse. Pero nada…

Y sigo… Y poco a poco, tanto la ansiedad al no encontrarlo como la alarma por la posibilidad de que me lo hubieran robado van in crescendo… Pero sigo buscando, vagando, con la esperanza de encontrarlo en las cercanías de donde yo recordaba, o creía, haberlo aparcado… Y empiezo a entrar en pánico al pensar en qué coño voy a hacer para poder volver a mi casa, porque claro, es tardísimo, y parece que voy, si no demasiado, sí al menos bastante achispado ya que he perdido hasta el coche…

¡Ay Señooor…! ¿Qué voy a hacer sin él si lo necesito para trabajar mañana sí o sí…?

¡Uuufff qué agobio…!

Cuando al rato -no sé cuánto- sigo andando y voy reflexionando, pienso en las muchas veces que me ha pasado lo mismo. ¿Qué extraño, no…? ¿No es normal que pierda mi coche con tantísima frecuencia, verdad…?

Entonces -también al rato- suavemente pero como que en un instante, y aunque todavía soñando, me voy dando cuenta de que otra vez he caído en ésa trampa onírica mía tan recurrente… Y así, voy despertando, y comprobando que mi coche está en su sitio. Y vuelvo a darme cuenta de que el susto, solo se ha debido a esa cuasi pesadilla que me persigue desde hace tanto y que duerme conmigo de vez en cuando… Luego, claro, me doy la vuelta, y sigo durmiendo.

Y no, no me preguntéis ni el cómo ni el porqué de semejante pesadilla recurrente porque ya haría falta un psiquiatra, y bastante tengo yo ya… 😂🤣

…eeen fin.

Gracias por soñar conmigo… 🙏💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Se acabó, lo de ‘Carlitos…’

Hay un marciano extraterrestre en Murcia: Carlitos Alcaráz. Lo de Carlitos es porque solo tiene diecinueve años, y lo de Alcaráz y marciano, es porque hay un señor con ese apellido y esa edad que hoy es número uno del tenis mundial… No me lo negaréis: un joven extraterrestre murcianomarciano que se lleva por delante todo lo que pilla.

El zagaá, tiene diecinueve añicos na’maá…

Y sé que las comparaciones son odiosas pero voy a deciros un secreto, mío: creo que tiene más tenis que Rafa Nadal, aunque todavía le falta demostrar que tiene más… no sé. ¡Es buenísimo…! Tiene de todo: potencia, hace unas dejadas endemoniadas, sube a la red sin miedo y volea también sin él, pelotea desde el fondo de la pista con solvencia, saca bien, imagina bien, arriesga… Un lujo.

Y que conste, que yo soy de Rafa Nadal hasta el tuétano.

Estoy feliz, me gusta el tenis.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

EL PESO Y EL CAMINO

Recuerdo a mi amigo El Rufo la primera vez que hizo el Camino de Santiago, cargando con tres pares de pantalones vaqueros y otros tantos de pantalones cortos, no sé cuántos de calcetines y de calzoncillos, tres camisetas de manga corta y otras tres de manga larga, una sartén, un cazo, zapatillas deportivas, chanclas, y hasta un par de kiowas de piel por si había que salir ‘bien arreglao…’

Y bien es verdad, que íbamos a estar caminando unos veinte días.

Llevaba el prenda, también un bote de litro de gel, otro más pequeño de champú, esponja y tres toallas; un paquete entero de cuchillas de afeitar y un bote de espuma, dos colonias diferentes, y cremas para el sol. Botiquín no… Cargaba una mochila tan llena de cachivaches, que más que un peregrino parecía un hombre orquesta, el pobre:

— ¡¡Antonio, hay que parar; te lo digo en serio…!!

Recuerdo, ya al segundo día, ir detrás de él caminando y verle alzar el brazo tal que para rascarse la cabeza, pero agarrar como por casualidad el cazo, mirarlo, y tirarlo a la mierda por ahí… Luego, volvió a estirar el brazo, pero esta vez para coger la sartén y tirarla a la mierda también lazándola por encima de su cabeza… Caminando caminando, después, fue deshaciéndose de las kiowas y las zapatillas deportivas. Parecía que a cada paso, salían volando de su mochila pantalones vaqueros y camisetas de marca, calcetines y calzoncillos.

Más tarde, en las duchas del siguiente albergue que encontramos dejó el cepillo del pelo, el de dientes, y el bote con el litro de gel al lado del de la espuma de afeitar junto a dos toallas limpias; tras quedarse con una de las maquinillas de afeitar, también dejó el resto del paquete allí; y ya no sé lo qué pasó con las colonias, el champú, la esponja, ni las cremas…

Pasó de llevar dieciséis kilos en la espalda a llevar nueve, y coño: ahí estuvo la clave… El problema es el peso; el peso de más; la carga de más que llevamos… A mí, está vez, me está sobrando al menos la mitad de lo que llevo en la mochila: los dos aislantes, el saco de dormir, quince metros de cuerda, una hamaca colgante, y un botiquín que ya quisiera un ambulatorio de pueblo pequeño. La próxima vez no traeré ni el saco… Parece un contrasentido, pero cuanto más austero hago el camino más lo disfruto, más a gusto lo camino.

De lo único que no me privo a diario es de fumarme un porrito de vez en cuando, de parar en todos los bares que me cruzo y hablar con los paisanos, de comer lo mismo que ellos, y de darme una ducha decente… El resto, son zarandajas: dónde dormir da igual y siempre voy de vientre con suma facilidad.

Además, ¿qué coño hago cargando en mi mochila, el mismo peso que hace treinta años cuando necesito la mitad de cosas…?

…eeen fin.

Gracias por leerme 🙏💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

…………

DOS COSAS ME GUSTARON

Ya nos conocíamos tiempo ha, pero salíamos juntos solo desde hacía dos o tres meses. Él estaba deseando que sus dos hijas me conocieran, pero como hacía poco de su separación, con mucho tacto, y para presentármelas, me pidió si no me importaba que hiciéramos como que un día yo aparecía paseando cerca de su casa, digamos que por casualidad… Para que no pareciese que había habido algo que él no les había contado, hizo creer a sus hijas que ellas formaban parte del inicio de nuestra relación. Quiso que fuese algo bonito, compartido con ellas, cosa de los cuatro… El que me pidiera tan sinceramente tener aquella especial precaución para con sus hijas, en el fondo, creo que fue una de las cosas que más me gustó.

Más tarde, me escribió:

«…Entraste en sus vidas con el revuelo de tu larga falda ondeada por el viento de lebeche, paseando por la playa… Estábamos sentados en el porche, los tres; ellas dos jugaban y a mí me mordían los nervios. Serían las doce del mediodía cuando, como teníamos pactado, te nos apareciste digamos que por casualidad, caminando… Vimos una especie de hermosa hippie con el pelo largo y revuelto también por el lebeche, que se nos acercaba, esgrimiendo una irresistible sonrisa de boca grande y una mirada gris verdosa indefinida, que nos provocaron una muy atractiva sensación… Llegaste, nos miramos, me cucaste un ojo, y nos saludaste cómplice y fingidamente extrañada por el muchísimo tiempo que llevábamos sin vernos, y tal… Al ver mis hijas lo muy amigos que parecíamos y lo tristón que estaba yo, y como se ve que les gustaste, cual pequeñas pícaras celestinas y entre miradas y risitas, de inmediato, te invitaron a comer con nosotros una pizza que, casualmente, teníamos ya preparada

Reconozco que aquel día me gustaron especialmente dos cosas y la primera fue aquella precaución inicial suya… La segunda, ahora os la cuento.

Al menos él sí había dormido la siesta, cuando nos propuso lo de ir a dar una vuelta por ahí. De repente, tuvo el valor de disponerse a salir a la calle con el bañador aquél chillón rojinegro de hojas y frutas, a juego con una camiseta marinera blanca con rayas horizontales algo ajustada; además de con unas zapatillas deportivas, que creía él, combinaban a la perfección con calcetines de media caña blancos de los de franjas azules y rojas… Tal, que parecía un alemán viudo de ésos que viven en Torrevieja y van todo el año con sandalias marrones y calcetines azul marino de entretiempo, puestos además de bermudas caquis combinadas con camisas tropicales. Así, pero como más atrevido…

Lo primero que vi fue el gesto de resignación en la cara de su hija la mayor: su padre iba hecho un sayón, un hortera… Menos mal, que luego cuando él me miró, y luego se miró él, me preguntó en silencio levantando las cejas aquéllo de:

– ¿Nooo…? 😳

No le dije ni media, solo bajé la mirada meneando la cabeza casi imperceptiblemente, y conteniéndome de decirle aquello de «alma de cántaro…»

Y hubo, en ese momento un instante de silencio y de extraña sintonía entre nosotros. Se dió la vuelta, volvió a entrar en casa, y al rato, salió digamos que bastante menos rocambolesco en su vestir… Y justo en ese instante, me enamoré.

eeen fin. 😂🤣

Gracias por leerme 🙏 💕

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

Las gafas de buzo…

Tendría yo casi seis años, y dando un paseo, había ido con mis padres a ver al tío Abraham y a sus cinco hijos que también veraneaban en Guardamar, como a un par de kilómetros de casa. El problema fue, que esa misma tarde en la feria me habían regalado un verdadero sueño a mis ojos, uno de mis objetos más deseados, más esperados, mi juguete ideal: unas gafas de buzo con respirador y unas aletas… Peeero, para ir a casa de mis tíos y no cargar con enredos -me dijeron- habíamos dejado mi regalo en casa.

No podía arrancarme de la sesera el deseo irrefrenable de empezar a jugar con mis juguetes y de empezar ya, cuanto antes. Las gafas de buzo, el respirador y las aletas era como que me llamaban, tiraban de mí, sentía que me esperaban… Para mayor desgracia mía, mis primos se habían ido de excursión todo el día por lo que allí estaba yo, sólo, harto de tanto helado, aburridísimo, y sentado todo el rato con mis padres y mis tíos en el porche oyéndolos venga a hablar y hablar… Tenía la obsesión del capricho de jugar con aquellos nuevos juguetes clavada en la cabeza, y de verdad, que no recuerdo cómo ni porqué pero al final, conseguí escabullirme y salir a la calle sin que nadie se percatase.

Con casi seis años se supone que no tendría yo sentido de orientación suficiente como para volver a casa sólo; de las calles y sus nombres no tenía ni idea, pero, de la playa sí… Me la conocía bien, casi a la perfección. Así, usando la lógica, buscando el mar, me resultó fácil dejarme caer caminando cuesta abajo por una de aquellas callejuelas que seguramente desembocarían en el paseo marítimo… Ya con la playa frente a mí, tampoco tuve problema alguno en llegar hasta la orilla y elegir una vez allí, la dirección correcta para, andandito andandito y sin mojarme los pies, plantarme en poco más de media hora frente a mi casa.

Subí la cuesta arenosa hasta la terraza, como no tenía llave, forcé un poco la persiana de plástico de una de las ventanas levantándola lo justo para colarme en la habitación de mis padres; el resto, fue fácil: localicé en seguida y destapé extasiado el brillante envoltorio de plástico y cartón coloreado de mi ansiado juguete de feria… Recuerdo el olor a goma nueva al ajustarme las gafas al diámetro de la cabeza y las aletas al tamaño de mis pies. Emocionado, me encasqueté las gafas con el respirador y me calcé las aletas, y de semejante guisa empecé a jugar por casa disfrazado cual niño rana de secano; feliz como una lombriz.

Había anochecido ya, y jugando jugando se me ocurrió volver a salir afuera, frente al mar… Sólo fue encender la luz de la terraza, y de inmediato mi imaginación se puso a bucear pertrechada con tan flamante equipo de feria: me veía, unas veces deslizándome bajo el agua aguantando la respiración y cruzándome con peces por aquí y por allá; otras me imaginaba escarbar bajo las rocas con un pincho hasta atrapar un pulpo; y otras, quizás, me montaba la película de hacerle frente al ataque de un tiburón terrorífico y de vencerlo.

La mar de a gusto estaba yo, cuando de repente, oí a mi padre gritar mi nombre y cagarse en’tó ya que venía el pobre como un loco buscándome a oscuras por la playa… Y buscándome, desesperado, casualmente vio de lejos la luz encendida de la terraza de nuestra casa, y se ve que al acercarse por fin, me vio a mí en ella jugando tan tranquilo haciendo mojigangas tal como si estuviera nadando, o buceando; puesto de gafas, respirador, y aletas.

…eeen fin.

El susto fue tremendo aquella tarde para mis padres, y no te digo nada del berrinche que tomamos todos luego: gigantesco.

Fue la primera vez que me escapé.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

……..

Va, y me dice…

Gracias Rincón 💕

«…hablabas de sensatez y de términos parecidos. Yo la pierdo, a menudo, o por pasota o por mi ictus. Jejeje… Mas tú no la pierdas, que no se te quede anclada, ni en camino único que no contemple desvíos, ni en atajos. La necesitamos tus leyentes…»

💞 ¡Wow 😳 qué bonito…!

Si es queee, te tengo que querer Jose, y mucho.

…eeen fin.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.

Santi, la Vespa, y la lotería…

Nunca me ha tocado nada a la lotería ni en ningún otro juego de azar, nunca; salvo, el gran premio de tener la suerte de que uno de mis más grandes amigos, es un queridísimo primo segundo mío, que fíjate tú por dónde también es el lotero de mi pueblo… Bueno, confieso que cuando tenía no sé si doce o trece años sí que me tocó en una rifa del colegio un álbum completo de cromos: «El más, y el menos…»

Festero como él solo, sí. Pero era el más elegante, responsable y cumplidor de todos aquellos cafres que formábamos mi grupo de amigos de juventud: ésos que nunca dejarán de serlo… Se había comprado una moto: una Vespa 200. Y se le ocurrió, para estrenarla, que hiciésemos los ciento veinte kilómetros hasta la Sierra de Aitana, y que participásemos en mi primera concentración de motos.

¡Venga, vamos, arranca…!

Los primeros cincuenta kilómetros sin problemas; pero fue entrar en la ciudad de Alicante, y negociar una de aquellas rotondas nuevas que estaban proliferado por todas las carreteras, cuando, con la Vespa algo escorada a babor va y me dice: ¡Ostiaaas, agárrate Primo…! Y Pam… Una mancha de aceite en nuestro carril, hizo que pagáramos cara la novatada de entrar algo más fuerte de la cuenta en la rotonda, y termináramos nosotros y la moto arrastrando por el suelo. ¡Coooño…!

Nos sacudimos el polvo y evaluamos daños, comprobando que solo se había partido por la mitad la maneta del embrague y lijado un poco la parte izquierda de la moto. ¡Naaada…! Su diagnóstico fue que podíamos proseguir sin problemas, porque aunque fuese con dos dedos sólo de su mano izquierda, podría apretar esa maneta rota y cambiar de marcha sin problemas durante el resto del viaje.

¡Venga, vamos, arranca…!

Sesenta kilómetros después, y ya de noche y helados de frío, comenzamos a subir aquellas cuestas llenas de curvas que se empinaban y se cerraban cada vez más. Tercera marcha, segunda; arreón; tercera, y vuelta a la segunda marcha para entrar en la curva siguiente; y otra vez, y otra… Nosotros dos y el equipaje aupados por aquella bendita y heroica Vespa. Llegó un momento que para negociar aquellas curvas y cuestas, y debido a que los dos dedos y la muñeca de mi primo ya no daban más de sí, tenía que bajarme en marcha para que así pudiéramos seguir subiendo, casi escalando, avanzando, y que no se nos calase la moto.

¡Venga, vamos, arranca…!

No sé ni cuánto tiempo tardamos en plantarnos tan trabajosamente en lo alto de aquella Sierra de Aitana. Noche cerrada era ya… Y claro, veníamos con tantas ganas de fiesta, que del tirón nos metimos en el chiringuito que tenían montado los moteros. Y tantas ganas de divertirnos traíamos, que, en vez de cenar dado que era tan tarde, empezamos con lo de las bebidas bárbaras, con los porritos y con el rollo y el cachondeo con los moteros… Ya cenaríamos mañana.

¡Vaya nochecita que pasamos allí riéndonos helados de frío…! ¡Qué juerga nos pegamos prácticamente solos…! ¡Qué pedal más chocante pillamos…! El caso, es que ya de madrugada, andamos no más de veinte pasos desde la puerta del chiringuito hasta encontrar un pino, bajo el que dormir metidos en nuestros sacos la mona tan bonita que lucíamos…

Y os lo juro, que nos pareció que transcurrió solo un instante, cuando al fin nos despertó el escándalo de las motos, el olor a Castrol, y el rumor del ir y venir de la gente pasando casi por encima de nosotros debido al trasiego del chiringuito… Desperezándonos, comprobamos que eran más de la una del mediodía y que la gente lo que estaba era yéndose… Todo, había terminado.

Jajajajaja… ¡Venga, vamos, arranca…!

Él, no sé si se acordará pero yo sí. Siempre, fue mi primo un ejemplo de sinceridad en el trato y de cómo ser un caballero. Y por eso, recuerdo cuando no se estilaba eso de regalar a los clientes en Navidad, pero él, con veinte añitos poco más o menos, se empeñó en convencer a su padre Don Mariano con la innovadora idea de regalar vino en esas fechas. Y su padre le hizo caso, sí, pero compró unas botellas para regalar, digamos que no muy… Menudo berrinche cogió mi primo al ver la birria de vino que estaban regalando. Sería el año 88 o 89, más o menos.

Y aparte de por otras muchísimas cosas, para mí, mi primo, es el mejor lotero del mundo porque pese a que llevo más de diez o doce años sin comprarle absolutamente nada, todos los años me toca. Todos los años me regala una botella de vino mejor… Seguramente nunca me tocará la lotería porque no compro casi. Pero no encontraría a nadie, nunca, con más gracia a quién comprársela ni con más ganas de hacer el bien a los demás, que a mí primo.

Así que, suerte…

Te quiero Santi.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras

LA VIDA

Publicado el 26 de noviembre de 2016.

Mi primer relato…

El grito de terror nos hizo dar un respingo a todos; eché a correr alarmado por el pasillo mientras su madre salía hasta el umbral de la puerta del dormitorio, con La Niña en brazos; inerte, amoratada por el atragantamiento.

Me la entregó suplicante, aterrada; ocho días de vida colgando flácidamente de mis brazos. Mientras la tomaba en mi regazo, un regusto de impotencia desgarraba mis entrañas.

Frenéticos, corrimos hasta el coche. Hice el ademán de entregarle La Niña a mi hermana para ponerme rápidamente al volante; pero fue muy evidente la expresión de gravedad en su cara:

«Es tu hija…»

Era conmigo con quien mejor podía estar en este trance… Posteriormente me confesó que al verla tan mal, pensó, que lo que tuviera que pasarle a la niña era mejor que le pasase en mis brazos.

No respiraba; solo podía yo susurrarle mimos cariñosamente pero de forma entrecortada debido al pánico y al llanto; solo podía darle ánimos, hablarle, rogarle, acunarla… Era tan, tan pequeña que no encontraba forma alguna de ayudarla. Estaba aterrorizado tratando de hacer algo por ella cuando, casualmente, descubrí que soplando suavemente en su carita, de forma refleja La Niña intentaba aspirar aunque de forma muy muy tenue… Pero estaba viva.

No respiraba; apenas inhalaba pero continué soplándole suavemente, intentando acompasar mi ritmo con el de su hálito trabajoso. Solo algunos gestos vitales apenas perceptibles, casi estertóreos… Pero estaba viva.

El pánico invadía hasta mi último resquicio, aumentando la presión de mi miedo hasta límites que no había experimentado nunca. He visto la muerte varias veces, también la violencia y el delito; he visto la droga, el desamor y la decepción, pero jamás el miedo había impregnado de ese modo mi ánimo.

Entramos en el ambulatorio como una exhalación, tropezando; cegados por las lágrimas y por el espanto y dando alaridos, imploramos una ayuda que sabíamos imprescindible para salvarle la vida. Ya llevaba varios minutos en apnea, y su color macilento y la casi completa atonía de su cuerpecito evidenciaban lo crítico de la situación.

Recuerdo, las miradas de estupor del personal del ambulatorio al ver el estado de La Niña y el del padre. Pude detectar la renuencia lógica de la mayoría de ellos, al ver a la diminuta criatura que yo les llevaba casi muerta. Era evidente que no querían cargar con la posibilidad de que «eso» sucediese en sus manos.

Alarmado, salió a nuestro encuentro un doctor veterano (el Dr. Rodríguez) a quien entregué -yo rendido y empapado en llanto- el cuerpecito de mi pequeña. El intento de sondarla para proporcionarle oxígeno fue inútil; era demasiado pequeña para utilizar ese catéter o cualquier otro instrumental del que disponía. Un rictus de impotencia y temor asomó también en la cara del doctor.

¡¡¡ Dios mío…!!!

Finalmente, como último y creo que como único recurso, el doctor inició unas simples maniobras con los bracitos y una serie de masajes en el vientre… En ese momento rompió a llorar. Me sorprendí sonriendo a lágrima viva. Me sonó extraño, solo la conocía ocho días… Había estado muchos minutos -parecieron horas lo juro- sin emitir sonido alguno y casi totalmente inerte. La Niña lloraba, y eso significaba que había conseguido llenar sus pequeños pulmones de aire.

En ese momento presentí a Dios.

Reaccioné, arrancando brusca e instintivamente la criatura de los brazos y cuidados del doctor con la intención de llevarla cuanto antes al hospital.

Al principio el doctor se sorprendió de lo impulsivo de mi acción pero inmediatamente y sin decir palabra, comprendió que mi intención era también la mejor opción: había estado demasiado tiempo en apnea y era imprescindible hacerle otras pruebas imposibles de realizar allí. Y la mejor y más rápida ambulancia en ese momento era su padre.

Balbuceando y envueltos en lágrimas dimos las gracias y a trompicones, salimos a toda prisa hacia el hospital.

Podría haber muerto en mis brazos, peeero.

…eeen fin.

Gracias a Dios, La Niña hoy tiene 12 años y es uno de los más grandes amores de mi vida.

Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras