A Don Luis Sedano Navarro 💕
‘El Malaguita’ era un tipo especial, muy listo, y en realidad no le gustaba nada lo de la educación física ni el rollo éste de la guerra, y menos aún eso de los barrigazos cuerpo a tierra en maniobras militares por ahí por el campo… Por eso, cuando estando en la mili pidieron voluntarios para los oficios, fue tan ratón, como para sin tener ni puta idea de cocina dar un paso al frente y montarse la película de que, como había trabajado un par de meses de camarero, podía hacerse cargo de las cocinas de La Compañía: éramos más de noventa tíos. 🙄😳 ¡Qué grande…!
Pero creo que en el fondo sí le gustaba algo lo de la cocina, sí, porque un día, al principio, estábamos corriendo los ocho o diez kilómetros diarios a los que estábamos obligados como soldados de Operaciones Especiales, cuando al punto de ahogarse sin resuello va y me dice: —¡Coño Miravete, mira ahí, setas; eso son trompetas de la muerte…! ¡Qué buenas…!
Y seguimos corriendo… Y fue ya por la tarde cuando nos dieron la suelta, cuando me dijo lo de volver al campo y recoger aquellas trompetas de los cojones para merendar.
—¡Joooder Luis. Qué cansino…!
Pero tanto se empeñó, que cogimos un buen puñado de setas que soltaban una especie de caldo negro cuando se puso a cocinarlas en una sartén enorme que había en una de aquellas cocinas militares. Y él, ensimismado, que si ajos picados y que si romero y tomillo por aquí, y que si aceite de oliva algo de panceta y vino blanco por allá… Pero aquella sartén tenía una pinta horrible, negra como una sepia en su tinta; negra, y como con cosas pareciera que quemadas o venenosas, y que encima se llamaban ‘trompetas de la muerte…’
…eeen fin. 🙄😳
Recuerdo cuando babeando terminó de cocinarlas, y se giró con la sartén en la mano dirigiéndose a la mesa donde aguardábamos ocho o diez de nosotros, hambrientos también… Todos nos quedamos mirando porque aquéllo tenía una pinta de mierda, aunque extrañamente olía estupendamente.
Él, algo confuso por nuestra reacción inicial también se nos quedó mirando, pero en seguida entendió, que no queríamos morir todos intoxicados por unas setas que vete tú a saber si eran comestibles o no… Por lo que, sonriéndonos, puso la sartén en medio de la mesa y cogió un pedazo de pan que sopó en aquel caldo tan negro; luego tomó un tenedor y se echó en el coleto un buen puñado de aquellas setas que olían tan bien; y finalmente, terminó la faena eructando fuertemente tras darle un buen trago a la litrona que teníamos por ahí rodando.
Pasaron unos segundos, tensos, y el caso, es que ‘El Malaguita’ ni se puso azul ni cayó fulminado al suelo retorciéndose de dolor por el veneno de las jodidas setas aquéllas… Así que recuerdo, que al final, todos terminamos merendando como señores gracias a que en el fondo sí era un cocinero, sí.
Sabéis que os quiero, y mucho 💕
Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras